UTOPÍA
VocTEO
 

1. El concepto de utopía debe su origen a la hipótesis del estado de razón de Tomás Moro (Utopia, 1516, en griego, oú tópos = en ningún lugar), e indica lo proyectos de Estado y de sociedad, en parte críticos del presente y en parte programáticos, que se fijan en una amplia literatura utopista. Las utopías son positivas si se proponen superar lo que existe en dirección hacia el futuro, o negativas si presentan los efectos de los posibles abusos de las conquistas de una falsa civilización moderna. La utopía, «el más antiguo sueño con los ojos abiertos que soñaron los hombres" (E. Bloch), está presente por primera vez en la Politeia de Platón, como descubrimiento y crítica del Estado.

2. En la literatura bíblica aparecen varias utopías sociales, en las que se percibe una decidida crítica social. La predicación de los profetas clásicos tiene una vena muy fuerte de crítica social (Am 2,5.2-26; 1s 5,7. 54,11 - 14) y utiliza imágenes de esperanza para el futuro, como: «Forjarán de sus espadas azadones, y de sus lanzas podaderas. No levantará espada nación contra nación, ni se ejercitarán más en la guerra" (1s 2,4). Israel tiene como utopía a Sión, a la nueva Canaán, al nuevo templo (Ez 40-48). Una utopía social es también la proclamación de las bienaventuranzas (Mt 5,1-12) como derecho escatológico para las personas privadas de sus derechos, para los oprimidos y para los perseguidos, y la invitación de Jesús (Mt 1 1,28) para que acudan a él los cansados y agobiados, para que puedan descansar.

3. En la concepción cristiana de la historia, la utopía está presente como visión de un cumplimiento escatológico del ya y todavía no, y como motivo de la lucha entre el regnum espiritual y terreno del De civitate Dei de san Agustín. Esta utopía, después de desbordar del campo de la Iglesia institucional, siguió viviendo en los movimientos religiosos y sociales de la Edad Media, especialmente en la utopía social de Joaquín de Fiore y en los comienzos de la era moderna entre los husitas, anabaptistas y milenaristas. A menudo, la «utopía espiritual" intenta superar la secularización de la Iglesia mediante la renovación de los ideales del cristianismo primitivo. Con el Renacimiento tenemos la utopía social de Tomás Moro (De Optimus rei publicae statu sive de nova insula Utopia, 1516), de T Campanella (Civitas solis, 1602), de F Bacon (Nova Atlantis, 1627), de J . Harrington (The Commonwealth of Oceana, 1656). La utopía de la literatura de la Ilustración intenta ser una crítica del Estado absolutista: la del siglo XIX está sostenida por la conciencia de responsabilidad social (J. G. Fichte, H. de Saint Simon, R. Owen, W Morris). Las utopías que dominan hasta el siglo xx están en parte imbuidas de la fe en el progreso y en la mejoría general del mundo: las del siglo xx son más bien utopías negativas, que trazan la imagen de un infierno alucinante, o bien acaban en el pesimismo, en el cinismo, en lo absurdo (A. Huxley G. Orwell, W. Jens, E. JUnger): un lugar aparte, ciertamente más positivo, ocupa la utopía de E. Bloch en el Principio esperanza, 1938-1949, con su concepto de «utopía concreta-procesual " ) .

4. Es propio del hombre proyectar su llegada en el futuro, estar abierto a la del futuro absoluto, hasta el punto de que se ha definido al hombre como «esencia utopista" (Ortega y Gasset). El concepto de utopía cambia según se conciba el futuro: como un futuro planificable o como un futuro absoluto, libre e insuperable. Con la encarnación, Dios se hizo el futuro absoluto del hombre y la historia se convirtió en profecía que remite más allá del dato histórico presente hacia el éschaton, el novum. El «mundo nuevo", que comenzó en Jesucristo, no viene solamente después de la historia, sino que tiene su origen como mundo histórico en la historia, en virtud del obrar con responsabilidad cristiana.

I Sanna

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