SEXUALIDAD
VocTEO
 

La sexualidad es una característica esencial, constitutiva, del ser humano. Es lo que hace de él un hombre o una mujer. Es la modalidad substancial de ser de la persona, no solamente un simple atributo o una capacidad funcional de la misma. En cuanto «unidad de alma y cuerpo" (GS ]4), la persona está marcada por la sexualidad en todo su ser y durante toda su existencia, La sexualidad afecta integral y dinámicamente a la persona: de la estructura de sus células, a través de su configuración orgánica, hasta su vida psíquica y espiritual; y condiciona el iter evolutivo del ser humano, su camino hacia la madurez y su inserción social, según los textos del Génesis, la sexualidad es una realidad buena, querida por Dios creador. La diferenciación sexual del individuo está ya presente en el proyecto creador, como varón y hembra la persona es imagen de Dios (Gn 1,27); su significado consiste en la integración recíproca de los dos miembros de la pareja ( «los dos serán una sola carne". Gn 2,24) y en la tarea de procreación («sed fecundos y multiplicaos": Gn 1,28), La sexualidad, en cuanto que pertenece a todo el ser humano, está también marcada por el pecado. El alejamiento de Dios lleva también al desorden en la esfera sexual.

En efecto, la Biblia conoce la debilidad y la tentación a la que está sometida la sexualidad, el dolor del parto y la imposición del hombre sobre la mujer, aun cuando el cuadro global, en el modo de entender la sexualidad, siga siendo substancialmente positivo.

Jesús confirma la bondad de la sexualidad basada en la creación de Dios. Apela al relato del Génesis sobre la creación del hombre como varón y hembra y a su unidad humana total (Mt 19,4-6; Mc 10,6-8). La llegada del Reino de Dios, que se realiza en su persona, relativiza todas las cosas terrenas y también, por consiguiente, la sexualidad humana. La relación directa con Dios es ahora mucho más importante que la relación entre el hombre y la mujer. Jesús invita a los que desean dedicarse exclusivamente al Reino de Dios a abrazar la continencia voluntaria (Mt 19,12), que es otra modalidad de vivir la sexualidad al lado del matrimonio.

En la economía del nuevo pueblo de Dios la sexualidad, en su doble función de procreación y de autorrealización, queda potenciada y elevada por encima del plano natural e inscrita en el plano de la historia de la salvación mediante un carisma especial, el sacramento del matrimonio. En el amor, en la entrega mutua, en la fidelidad, en la educación de los hijos, cada uno de los esposos es mediador de salvación para el otro y en éste para todos. La sexualidad actuada en el sacramento del matrimonio. Como dice san Pablo, tiene como modelo supremo la relación de amor que une a Cristo con su Iglesia: se trata de una entrega mutua incondicionada.

La tradición cristiana desde sus comienzos conoció el enfrentamiento con varias tendencias ideológicas, por cuyo contacto se dejó a veces influir Estas corrientes crearon sobre el mensaje bíblico original una pátina de pesimismo y de desprecio de la sexualidad, de la corporeidad y del placer sexual. Esta actitud dejará su huella en el camino posterior de la Tradición, que permanecerá mucho tiempo anclada a una visión ascético-rigorista. Tan sólo a mediados del siglo xx se logró pensar en términos antropológicamente más ricos y suavizar gradualmente la rigidez de las posiciones morales tradicionales.

El Magisterio de la Iglesia tocó sobre todo el tema de la sexualidad en el ámbito de la doctrina sobre el matrimonio, El reconocimiento oficial de la sacramentalidad del matrimonio en el concilio de Trento (DS 1800, 1801) constituye una etapa importante. La unión conyugal, en su integridad de realidad espiritual y corpórea, es reconocida como sacramento. Esto lleva a ver también la sexualidad bajo una luz más positiva, superando las afirmaciones que admiten su ejercicio sólo con vistas a la procreación o como algo que hay que tolerar para evitar otros pecados. El valor de la sexualidad se fue posteriormente aclarando y destacando por parte del Magisterio de la Iglesia a través de otros importantes documentos, que aceptan cada vez más la visión personalista del mismo: Casti connubii, de Pío XI (]930), Gaudium et spes, del Vaticano II (1965), Humanae vitae, de Pablo Vl ( 1968), y Familiaris Consortio, de Juan Pablo II ( 1981).

En la búsqueda de criterios éticos para el comportamiento sexual, respecto a un modelo tradicional basado en la naturaleza y en la finalidad del acto conyugal, se prefiere actualmente un modelo centrado en la persona. De la visión personalista de la sexualidad y de sus significados se derivan hoy algunos criterios éticos. Éstos son los fundamentales:

- de la dimensión personal de la sexualidad, como valor que estructura a la persona, se deriva la responsabilidad del individuo ante sí mismo de secundar y promover el camino de maduración mediante la integración del elemento sexual dentro de la totalidad personal, El que se abandona a los impulsos de una sexualidad instintiva bloquea el camino de crecimiento y de maduración de la persona, fijándola en unos niveles de inmadurez (narcisismo, egocentrismo).

- de la dimensión interpersonal surge la instancia ética de tomar en serio al otro como persona, sin reducirlo a objeto de consumo y de intercambio de conductas sexuales. Nace también la exigencia de vivir la sexualidad, no ya en sentido individualista, sino abierto a la dimensión social:

- de la dimensión procreativa nace la responsabilidad para decidir si y cuándo hay que procrear (procreación responsable) y para ponerse frente al fruto de la procreación como frente a una persona.

- de la idea dinámica de una sexualidad que acompaña y determina el devenir y el hacerse de una persona, se deriva finalmente la importancia de una pedagogía sexual que ayude a descubrir y a vivir el sentido del amor y de la sexualidad, que es decisivo para el sentido de la vida del hombre en la tierra y para su destino futuro.

G. Cappelli

Bibl.: M, Vidal, Sexualidad, en CFP 943960; Íd" Moral del amor y de la sexualidad, Sígueme, Salamanca 1971; P. Grelot, La pareja humana en la Escritura, Euroamérica, Madrid 1963; A. Hortelano, Comunicación interpersonal de la pareja, Madrid 1981; A Kosnik, Sexualidad humana: nuevas perspectivas del pensamiento católico, Cristiandad, Madrid 1978.