REDENCIÓN
VocTEO
 

Categoría fundamental de la experiencia religiosa y de la reflexión teológica judeocristiana. Expresa la intervención liberadora de Dios en favor del pueblo de Israel (Antiguo Testamento) y de la humanidad (Nuevo Testamento), que tiene su culminación en el nacimiento, vida, muerte, resurrección y retorno glorioso de Jesucristo. Su contenido responde poco más o menos al de liberación, otra categoría bíblica que suele utilizarse hoy en lugar de la de redención.

Este término se deriva del verbo latino redimere, que significa adquirir por compra, readquirir algo que se había tenido, rescatar; corresponde substancialmente a los verbos bíblicos hebreos padah (adquirir) y ga'al (rescatar una propiedad familiar enajenada o a un pariente reducido a esclavitud: el go'el era el pariente que efectuaba el rescate), y los verbos griegos sózo y lytróo. En el uso de la Biblia estos verbos adquieren fundamentalmente el significado de «liberar» y pierden mucho de su carga socio-jurídica. De todas formas, tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento recurren a otros muchos verbos y a diversos substantivos para expresar la intervención redentora de Dios. Por eso mismo, para captar la perspectiva de la redención entendida en los pasajes bíblicos, es indispensable tener presente todo lo dicho, así como las diversas tradiciones y los diferentes contextos.

En el Antiguo Testamento, el redentor es el Dios de los padres, en cuanto que libera a su pueblo de la esclavitud de Egipto y de sus diversos enemigos a lo largo de su historia. Los destinatarios son los padres (cf. Gn 12-49), las tribus en esclavitud (cf Éx 14-15; etc.), el pueblo de Israel en las diversas vicisitudes históricas (cf. el libro de los Jueces, los libros históricos, los profetas, especialmente los del tiempo del destierro), pero también el individuo liberado de sus angustias, de sus sufrimientos, de sus persecuciones, de las penas particulares y cotidianas (cf. especialmente los Salmos, Job). La redención es histórica, nacional, pero también individual-existencial; se refiere al presente, pero también al futuro escatológico, inmanente a la historia para casi toda la tradición bíblica, pero metahistórico para la apocalíptica (cf. Daniel).

En el Nuevo Testamento el actor es siempre Dios, el Dios de los padres (cf. Lc 1,68ss; Rom 3,21ss; Col 1,13-14); pero a través de su Hijo (cf. Col 1,14.20. , Jn 3,16; 8,32), en la fuerza de su Espíritu divino. Los sinópticos sintetizan el contenido liberador divino de Jesús en la categoría del Reino de Dios/de los cielos, como espacio de soberanía en el que Dios reina, ofreciendo al hombre una posibilidad de liberarse de las fuerzas del mal (cf. la lucha de Jesús contra Satanás), que alienan su vida mediante la libertad del amor a Dios, al prójimo y a las realidades del mundo. San Pablo ve la soberana iniciativa redentora de Dios en Jesucristo expresada sobre todo con las categorías de justificación (cf. Rom 3-5; Gál 1-3) y reconciliación (cf. 2 Cor 5,18-21), en la liberación del hombre de la situación de esclavitud bajo el pecado, la ley y la muerte (cf. Rom 1,323; 5,12-2i; etc.) y en su introducción en unas relaciones filiales con el Padre por Cristo en el Espíritu, que es experiencia actual de una novedad de la existencia en la libertad del amor (cf Rom 5 y 8) y esperanza de una plenitud de existencia no alienada, de la que formará parte el hombre entero con la creación (cf. Rom 8,19-23). Las cartas deuteropaulinas atienden especialmente al alcance redentor y reconciliador del acontecimiento Jesucristo para la historia humana (cf. Ef2,lss) y para la creación entera (Col 1,20). El corpus de Juan presenta la iniciativa redentora de Dios en Jesucristo (cf. Jn 3,16) como liberación del pecado del mundo (cf. Jn 1,29), como juicio del Maligno (cf. Jn 16,11; 1 Jn 3,8), como iluminación (cf. Jn 1,4; 8,12), como don del conocimiento de la verdad (cf Jn 1,17. 8,32-34), como paso de la muerte a la vida, como nacimiento de lo alto, etc. (cf 3,5; 15,17. 173). El Apocalipsis se interesa en mostrar la victoria del Cordero sobre las fuerzas del mal en la historia (cf Ap 5,9-10). La época de los Padres no elaboró una visión unitaria de la redención, sino que hizo una descripción del acontecimiento liberador divino recurriendo a diversas categorías, bíblicas o extrabíblicas, pero empleadas todas ellas para describir la economía entera de la salvación, que abarca la creación, el pecado, las intervenciones salvíficas de Dios en la historia de la humanidad y en la historia de Israel, el acontecimiento central y culminante de Jesucristo. Es frecuente en ellos el recurso a la imagen del rescate que pagó Cristo con su muerte al diablo por los derechos adquiridos sobre el hombre por obra del pecado. En la caracterización de la obra redentora de Cristo se nota una diversidad de acentos entre los Padres griegos y los latinos: los primeros colocan el efecto de la misión de Cristo, concretada sobre todo en la encarnación y resurrección gloriosa, especialmente en el plano ontológico y místico: la redención de Cristo es liberación del hombre y del cosmos de la corrupción, de la caducidad y de la mortalidad del hombre y elevación del hombre y del mundo a la esfera de la vida divina; los segundos insisten Sobre todo en el plano de la libertad y de la responsabilidad moral: Cristo libera a la libertad humana de la alienación de la culpa y de sus consecuencias negativas ante Dios, ante el prójimo y ante el propio mundo.

La teología medieval, especialmente con san Anselmo, seguido substancialmente por los demás, se colocó en la línea de los Padres latinos, dándole una elaboración sistemática (ver satisfacción). Esta óptica es la que ha prevalecido hasta hace algunos decenios. El Magisterio de la Iglesia, a lo largo de los siglos, ha repetido sobre todo las expresiones de la Escritura: no ha promulgado ninguna definición en este sentido, aunque en algunos de sus textos resuenan más bien los acentos de la teoría de la satisfactio (cf., por ejemplo, DS 1529; 1690).

El pensamiento laico occidental moderno ha ido criticando gradualmente y desde diversas perspectivas la visión bíblico-cristiana de la redención. Es central su opción por encerrar al hombre en el mundo y en la historia, convirtiéndolo en producto de la evolución del cosmos y de los procesos históricos, haciéndole al mismo tiempo responsable de todo lo que ocurre en el seno de la historia de humano y lo inhumano. de liberador y/o de esclavizante en el plano social e individual, interior y estructural. Su visión del hombre fundamentalmente optimista en torno a las capacidades autoliberadoras y proyectistas del ser humano ha puesto radicalmente en discusión la visión bíblico-cristiana de la redención divina en Jesucristo, negándole plausibilidad, significado y eficacia.

La teología, después de siglos de descuido y de cerrazón a este planteamiento del problema del hombre, se ha comprometido en estos últimos decenios en retraducir el anuncio de la redención de la Biblia y de la gran tradición teológica en el horizonte de esta nueva visión antropocéntrica. Las líneas de fuerza de esta relectura, que destaca la categoría de liberación por encima de la de redención, son las siguientes: la libertad humana, forjadora de la historia, tiene que ser antes liberada (redimida) para poderse liberar a sí misma y poder liberar a los otros; su liberación le viene de aquel (Dios, por Jesucristo en el Espíritu) que, conservándola en su entidad, le da la capacidad del bien, del amor, fuente de auténtica libertad; esta liberación tiene que concretarse en diversos planos: el plano interior-personal vertical hacia el Misterio (teología trascendental), el plano interior-personal horizontal hacia uno mismo (teología existencial), el plano estructural socio-político y cósmico (teología política, de la liberación histórica, del ambiente).

G. Iammarrone

Bibl.: 1. Sanna - c. Molari, Redención, en DTI, 1V 15-45: L, Richard, El misterio de la redención, Madrid 1966: B. Sesboué, Jesucristo, el único mediador, Ensayo sobre la redención y la salvación, 2 vols.,- Secretariado Trinitario, Salamanca 1990-1993; G. Gutiérrez, Teología de la liberación. Perspectivas, Sígueme, Salamanca 1972: L. Boff, Jesucristo, liberador, Cristiandad, Madrid 1973.