POLÍTICA
VocTEO
 

El término política hace referencia a dos realidades distintas, pero relacionadas entre sí: la teoría del Estado y el arte o la ciencia de gobernar. La política como teoría del Estado se fijó, ya a partir de Aristóteles, una doble tarea: la de describir la forma de un Estado ideal y la de determinar la forma del Estado mejor posible teniendo en cuenta las circunstancias concretas.

En realidad, la política siguió o bien el camino de la utopía en la descripción del Estado perfecto, según el ejemplo de la República de Platón, o bien el camino más realista de los modos y maneras de mejorar la forma del Estado. Pero estas dos funciones no siempre se distinguen con facilidad, y de hecho se han confundido con frecuencia. La política, como teoría del Estado, ha sido muchas veces una teoría del Estado como fuerza; éste es realmente el significado de toda divinización del Estado. La política, como arte o ciencia del Gobierno, corresponde a lo que Aristóteles considera como la tercera función de la política: " Una tercera rama de nuestro estudio es la que considera de qué modo surgió un Gobierno y de qué modo, después de surgir, puede conservarse durante el mayor tiempo posible » (Aristóteles, política , 1V, 1,1288b 27). Y ésta es la ciencia o arte política a la que nos referimos de ordinario en el discurso común. Refiriéndose a este concepto, Kant afirma: «Aunque la máxima "la honradez es la mejor política" implica una teoría que por desgracia la práctica se encarna muchas veces de desmentir, sin embargo la máxima igualmente teórica "la honradez es mejor que toda política" está por encima de toda objeción e incluso es la condición indispensable de la política» (Um ewigen Frieden, Apéndice 1). Y Hegel, por otro lado, escribía: " En otros tiempos se discutió mucho sobre la antítesis entre la moral y la política y sobre la exigencia de que la segunda esté en conformidad con la primera. A este propósito conviene solamente señalar en general que el bien de un Estado tiene un estatuto totalmente distinto del bien del individuo, y que la substancia ética, el Estado, tiene su existencia, es decir su derecho, inmediatamente en una existencia no abstracta, sino concreta, y que sólo esta existencia concreta, no ya una de las muchas proposiciones generales, consideradas como preceptos morales, puede ser principio de su obrar y de su comportamiento. Más aún, la visión del presunto error que debe tener siempre la política en esta presunta antítesis se basa todavía en la superficialidad de las concepciones de la moralidad, de la naturaleza del Estado y de sus relaciones desde el punto de vista moral» (Filosofía del derecho, § 337). Esta tesis de Hegel no es más que la confirmación del principio del maquiavelismo. Lo que Hegel llama la existencia del Estado no es más que la realidad efectiva de Maquiavelo, que la política debería tener siempre presente.

Aunque Hegel declaraba superada la antítesis entre política y moral, el contraste entre las dos exigencias sigue estando vivo en la política y en la conciencia común, y las formas de equilibrio que se han alcanzado siguen siendo provisionales e inestables. La crisis política en que se debaten actualmente las sociedades de Occidente es sobre todo una crisis moral, una crisis de los valores y de las exigencias éticas colectivas a las que debería obedecer toda política para obtener de nuevo su dignidad y el consenso de todos. La política es sinónimo de poder: y el poder (todo poder) es insensato en sí mismo, encontrando sentido solamente en ser promoción y garantía del bien colectivo. La única justificación del poder político consiste en estar al servicio de la colectividad, y no va de unos intereses corporativos. Acertadamente dice R. Guardini que "el poder está esperando ser dirigido» y sólo puede tener la dirección justa en relación con el bien común. La "gran política», es decir, la que responde a la " demanda política» de la sociedad en su conjunto, consiste en hacer que prevalezcan los intereses generales sobre los particulares y que sean preferidos los más débiles. y marginados en nombre del principio de solidaridad.

Hoy es difícil hacer política en el sentido indicado, La sociedad se muestra fragmentada, dividida por intereses corporativos: la política se convierte en instrumento de mediación entre los diversos intereses en juego, en vez de trazar soluciones globales que superen las visiones particularistas y elitistas. La crisis de los sistemas democráticos de Occidente está en la incapacidad de decidir según el bien común. "Las demandas que se elevan de la sociedad no se examinan a veces según criterios de justicia y de moralidad, sino más bien según la fuerza electoral o financiera de los grupos que las sostienen.., De aquí se deriva la incapacidad creciente de encuadrar los intereses particulares en una visión coherente del bien común. En efecto, éste no es la simple suma de los intereses particulares, sino que implica su valoración y composición hecha sobre la base de una jerarquía de valores equilibrada y en último análisis, de una comprensión exacta de la dignidad y de los derechos de la persona» (Centesimus annus 47). La enseñanza social de la Iglesia cualifica a la actividad política como "forma eminente, aunque no única, del servicio al prójimo»; recuerda el deber de participar en la política como solicitud inteligente y amorosa por la ciudad del hombre: apela insistentemente a la unidad de los católicos en la política, no va para confesionalizar la política, sinó para moralizar la política en relación con los valores basados en la dignidad de la persona y en sus derechos,

L. Lorenzetti

Bibl.: L, Lorenzetti, Política. en DTI, 111, 831-861: M, Hattch, Política, en SM, Y 494499: H. E. Pretto, Política, en DTVC, i3621393; O. Massing, Política. en CFF 111, 90) 1 ); O, H, von Gablentz, Introducción a la ciencia política, Herder Barcelona )974: B. Spinoza, Tratado teológico-político, Sígueme, Salamanca 1976.