PENA
VocTEO
 

Sufrimiento y castigo consiguiente a la realización del pecado. No es sólo una realidad extrínseca, sino una expresión intrínseca y un síntoma del mal cometido.

En el Antiguo Testamento, en Gn 3 la pena del pecado se manifiesta en el alejamiento de Dios, en la aparición de la concupiscencia, en la conflictividad de las relaciones humanas, en el cansancio del trabajo sobre la creación, en los dolores de parto y finalmente en la muerte. Toda la existencia se ve golpeada por la pena del pecado. Las calamidades, las enfermedades y la muerte se consideran a menudo como castigo del pecado (Dn 3,27ss). Pero ya el Antiguo Testamento tiende a superar el carácter punitivo de la pena y la considera como llamada a la conversión (2 Mac 6,12).

En el Nuevo Testamento la pena manifiesta la justicia y el amor de Dios, que desea restituir al hombre su dignidad de hijo (Lc 15,11-32). En Jesucristo, cordero inocente " que no conoció pecado», pero al que "Dios trató como al propio pecado para que, por medio de él, nosotros sintamos la fuerza salvadora de Dios» (2 Cor 5,21), ha sido definitivamente derrotada la pena de la muerte y se ha convertido en ocasión de salvación. Para los que endurecen el corazón, la pena es la anticipación de la condenación definitiva (Heb 1,26-29), La teología escolástica distinguió entre la poena damni y la poena sensus. La poena damni consiste en estar privado de la visión de Dios: la poena sensus es el "fuego» como sufrimiento que afecta al hombre en su corporeidad.

El Magisterio de la Iglesia ha definido que las penas del infierno son perpetuas (DS 801). El Vaticano II no habla de pena, pero se refiere a la «desesperación final» (LG 16), al «fuego eterno», a las "tinieblas exteriores» (Mt 22,13 y 25,30) (LG 48). La teología contemporánea, cuando trata el tema de la pena, lo considera fundamentalmente en su dimensión antropológica, como aislamiento radical y fracaso de la existencia.

E. C Rava

Bibl.: T Goffi, Pena, en DE, 111, 130-133; J Ramos-Regidor. El sacramento de la penitencia, Sígueme, Salamanca 1979; J L. Ruiz de la Peña, La otra dimensión, Sal Terrae, Santander 1986.251-271.