PAZ
VocTEO
 

Diversos factores históricos y culturales, como el Humanismo, la Ilustración, las guerras, la independencia y la autodeterminación de los pueblos, los movimientos pacifistas, los objetores de conciencia y los medios de comunicación social han contribuido a crear un ethos, en el que la paz ocupa un lugar decisivo. La Iglesia por su parte ha percibido este signo de los tiempos Pablo VI se sintió " solicitado» a proclamar la paz "desde la madurez de la conciencia moderna, desde la evolución progresiva de los pueblos, desde la necesidad intrínseca de la civilización moderna» (Jornada de la Paz, 1 de enero de 1975). Desde los tiempos de León XIII la Iglesia ha acentuado la importancia de la paz y los valores Sobre los que está fundada. La Pacem in terris, la Gaudium et spes y las intervenciones papales durante la crisis del golfo pérsico, son otras tantas piedras miliares en el desarrollo de su misión.

 

1. A pesar de los varios matices que encierra su significado, en la base de la palabra hebrea shalom en el Antiguo Testamento está siempre el concepto de benevolencia, de bienestar, de prosperidad y fortuna. Esta paz es un bien religioso, un estado bueno, querido por Dios; en concreto, se trata de la vida. A lo largo de su historia Israel fue aprendiendo cada vez mejor que la paz sólo viene de Dios. Es él el que la crea (Is 45,7) y se la ofrece quienes le sirven (Sal 4,9-'35,27). El hombre pierde la paz por culpa de su pecado y Dios pide su colaboración para restablecerla. David libera al país de sus enemigos (2 Sm 7 1) y Salomón (= el Pacífico) hace vivir en concordia a su pueblo. Pero otros soberanos no son fieles y "curan las heridas de mi pueblo a la ligera, diciendo: ¡paz, paz:, siendo así que no hay paz» (Jr 6,14). Isaías sueña con el príncipe de la paz (9,5), que concederá una paz sin fin: la naturaleza se someterá al hombre y las naciones vivirán en paz (1s 2,2). Aunque los acontecimientos parecen desmentirlo (Sal 73,3), la paz está destinada a los que aman la Ley (Sal 119,165). Sólo la fe en la vida eterna resuelve el problema: "Parecen estar muertos..., pero gozan de paz» (Sab 3,1-3). En el Nuevo Testamento llega finalmente a su cumplimiento esta espera. Lucas traza el retrato del rey de la paz (2,14). Siendo "nuestra paz», Jesús crea la paz, reconcilia a los dos pueblos unificándolos en un solo cuerpo (Ef 2,14-22), Con la frase "vete en paz», Jesús devuelve la salud (Lc 9,48), perdona las culpas (Lc. 7 50), obtiene su victoria final sobre el poder de la enfermedad y del pecado.

Sin embargo, mientras no sea derrotado el pecado en todos los hombres y venga el Señor en el último día, la paz definitiva seguirá siendo un bien por realizar (2 Pe 3,13-14).

2. Como comunidad de "operadores de paz» (Mt 5,9), la Iglesia, que no atiende a distinciones de raza, de sexo ni de clase (Gál 3,28), es el lugar, el signo y la fuente de la paz entre los pueblos. La paz se basa en la soberanía de Dios, quitando así al hombre la tentación de erigirse en dueño de su hermano. La paz se hace tangible a través del perdón, de la acogida, de la solidaridad con todos los hombres, porque no hay paz verdadera donde algunos carecen todavía de espacio para vivir y expresarse. La verdadera paz no es una «cierta tranquilidad», fruto de compromisos, de situaciones que se procura eludir, ni nace del silencio de las cosas que habría que decir. Es el fatigoso diálogo del pluralismo y de la confrontación, en donde se conserva intacto el respeto al hombre y la acogida, incluso en medio de las tensiones y en la diversidad de opciones. El hombre es un peregrino siempre en camino, va que Dios lo renueva constantemente y lo purifica con su perdón, sin violar nunca su dignidad y su autonomía. Por consiguiente, la paz surge del perdón, porque pone a los hombres en la ocasión de perdonarse mutuamente las propias deudas, lo mismo que Dios sigue dispensando su vida y su perdón.

Las tensiones y los conflictos, en vez de ser un obstáculo, son pasos hacia adelante para los que participan de la resurrección de Cristo. El anuncio de la Palabra de Dios y la celebración de los sacramentos crean y hacen crecer el perdón y la paz.

3. La base de la paz es la hermandad universal de los hombres, vista como "la ley, el principio, el criterio dominante" (Pablo VI, Jornada de la paz, 1 de enero de 1971). Se trabaja por la paz cuando se camina hacia el bienestar de la humanidad entera: el que obra por la paz es cosmopolita, participa de toda acción de paz, ya que cualquier paz es también la suya, lo mismo que todas las familias son su familia y todo hermano asesinado o toda hermana violentada es su hermano y su hermana. Los ciudadanos tienen que preocuparse del bien de toda la familia humana y no por los intereses nacionales (GS 55). El deber del ciudadano no puede separarse de su misión cristiana (GS 76). "La paz no es pacifismo, no esconde una concepción vil y perezosa de la vida, sino que proclama los más altos y universales valores de la vida: la verdad, la justicia, la libertad, el amor" (Pablo VI, 8 de diciembre de 1967 al anunciar la Jornada anual de la paz para el 1 de enero). "No hay verdadera paz ni auténtica democracia sin un respeto total a la vida» (Juan Pablo 11, Jornada por la vida, 2 de febrero de 1992).

4. La paz está en el corazón de todos, independientemente de las propias convicciones políticas y religiosas.

Hoy más que nunca aparecen en el horizonte signos positivos en favor de la paz: el sistema global de las comunicaciones, la preocupación colectiva por los derechos humanos, el acercamiento de las naciones, la educación no formal a través de la televisión y la informática, la reducción de armamentos, el interés por el medio ambiente y la difusión de los métodos de no-violencia. No faltan tampoco, por desgracia, los nubarrones: el vacío cada vez más amplio entre los ricos y los pobres, el paro laboral, el hambre y la pobreza, la difusión de la urbanización, los prófugos, el fundamentalismo religioso, el racismo, los sistemas opresivos, las torturas, los abortos, la eutanasia, la discriminación religiosa y social, la desintegración de la familia, las deudas internacionales y la destrucción del medio ambiente. El mundo reconoce a Francisco de Asís y a Máhatma Gandhi como los grandes promotores de la paz.

B. Vadakkekara

Bibl.: N. M. Loss, Paz, en NDTB, 14191428; G, Mattai, Paz y pacifismo, en NDTM, 1337-1347; Conferencia episcopal española, Constructores de la paz, Edice, Madrid 1986; AA, VV , Educar para la paz, educar para el conflicto, San Pablo, Madrid 1988; A. Pérez Esquivel, La lucha no violencia por la paz, DDB, Bilbao 1983.