ORDEN SOBRENATURAL
VocTEO
 

Con esta expresión se alude ex parte Dei al obrar divino constante, íntimo a la realidad, pero no evidente, sobre cuya base Dios lo dirige todo, el cosmos, la historia, el espíritu y la materia, el hombre Y al espíritu angélico, desde un origen absoluto hasta un fin último y absoluto, establecido por él para el úniverso existente. Como si la historia, y la historia de la salvación en particular, tuvieran una estructura básica que se mueve hacia un fin establecido de antemano. Esta orientación general del universo comenzó con la protología de cada una de las cosas y tendrá su término en la escatología absoluta de toda realidad. Si todo ha sido sabiamente ordenado por Dios hacia esta realización, esto significa que no existe ninguna realidad, incluso las que aparentemente se oponen a este fin, que pueda tomar un curso equivocado o dirigirse hacia un objetivo antitético y alcanzarlo. La posibilidad de esto, sin caer en la contradicción, se puede explicar por el hecho de que el pecado del hombre consiste en la desobediencia a Dios, pero al mismo tiempo se afirma así la normatividad de la voluntad de Dios, esto es, su afirmación positiva aun en la negación de la situación. Es difícil comprender cómo ocurre esta ordenación, permaneciendo libre la condición humana; no obstante, esto significa que la multiplicidad de la realidad, precisamente de aquella que se diferencia singularmente respecto al Creador, llega a ser tensionalmente proyectada hacia la unidad fundamental de Dios mismo.

Pero ex parte hominis et mundi, esta acción dirigente de Dios, que es soberanamente libre, necesaria solamente en cuanto que Dios mismo desea realizarla, resulta completamente gratuita, es decir, no debida al hombre ni al mundo. Esto significa que toda la realidad no está naturalmente proyectada hacia un más allá de ella misma, sino gracias a una decisión elevadora (sobrenatural) de Dios mismo frente a la condición natural creada. Este orden sobrenatural es entonces aquel plan o misterio escondido durante siglos del que nos habla san Pablo (Ef 1,9. 3.5.9. Col 1,26; cf. Ap 10,7). Este plan eterno queda confirmado con mayor razón cuando en la condición humana se verifica el impedimento intrínseco a su realización objetiva Y universal: el pecado. Dios revela entonces aquel misterio escondido, introduciéndolo en la historia y en la plenitud de los tiempos y lo realiza a través de las misiones, redentoras y santificadoras de toda la realidad, del Hijo crucificado, muerto y resucitado, y del Espíritu Santo que mora en la Iglesia. Este misterio es el deseo de elevación de todo el universo creado a la condición de la vida divina; es la divinización del hombre integral, es decir con su mundo, hecha posible por la encarnación, el misterio pascual y la ascensión de Cristo Hombre-Dios al Padre. En cuanto que es además presencia trascendente del Espíritu Santo en la historia, este dinamismo es imparable, irreversible e ineludible. Todo lo real tiene, por consiguiente, en el plan divino un destino de superación de la historia terrena, en lo cual consiste la mejor producción de su definitividad, mientras que su cima unitaria se encuentra en la posibilidad de descubrir y de gozar directamente del misterio íntimo de Dios.

T Stancati

 

Bibl.: Daniélou, El misterio de la historia, Dinor San Sebastián 1963; H. U, von Balthasar, Teología de la historia, Cristiandad. Madrid 1964; H. 1. Marrou, Teología de la historia, Rialp, Madrid 1978; B, Forte, Trinidad como historia, Sígueme, Salamanca 1988.