MONTANISMO
VocTEO
 

"Todos los grandes desarrollos de la religión cristiana en el siglo II tuvieron en Asia su comienzo y aquí es donde principalmente se libraron las grandes batallas de la Iglesia» Esta constatación de A. von Harnak encuentra su confirmación en el movimiento montanista, que debe su nombre a Montano (siglo II), sacerdote del dios Apolo Lairbeno convertido al cristianismo.

Presentándose como profeta llamado a inaugurar para la Iglesia la era del Espíritu Santo, Montano se asoció a dos mujeres, Priscila y Maximila, investidas también de una función profética. El montanismo o nueva profecía o movimiento catafrigio (se llama de todas estas formas), de rasgos severos y entusiásticos, tuvo su centro geográfico en el valle de Kirbasan, en Frigia.

Rechazaba la autoridad de los obispos y negaba la Iglesia institucional, exasperando sus anhelos escatológicos.

En el pasado se le interpretó de varias maneras: fenómeno de superstición religiosa, expresión del milenarismo asiático influido por la teología de Juan, intento de retorno a la Iglesia de los orígenes, en protesta contra un episcopado monárquico ciudadano.

Aunque hay que tener en cuenta todos estos aspectos, no conviene olvidar que este movimiento se arraiga, se afirma y persiste largo tiempo en las aldeas de Frigia. Por tanto, se le puede considerar como una reacción de conservadurismo cristiano del campo contra una Iglesia urbana que se va helenizando cada vez más, perdiendo su fisonomía original. Pero más allá del problema teológico se capta también en él un sentido social. La llegada de la nueva Jerusalén a Pepuza (Frigia) marcará el final del actual estado de cosas, realmente insoportable. El montanismo habla, de hecho, la lengua del campesino frigio y alimenta sus sueños de liberación social.

No cabe duda de que debió su enorme éxito al gran esfuerzo de « inculturación» o de indigenización del anuncio cristiano, desde el momento en que se construyó sobre estructuras devocionales de la precedente religiosidad frigia, con rasgos al mismo tiempo severos y entusiásticos.

La vida de fe, la liturgia y la organización eclesiástica llevan el cuño del ambiente frigio. Por poner un ejemplo, pensemos en la igualdad religiosa de la mujer y, en cierto modo, en su posición sacerdotal profética atestiguada va anteriormente en el ambiente frigio, y. gr. en relación con el templo de Apolo Lairbeno -centro del culto pagano frigio-, que tenía que disponer de igual número de sacerdotes que de sacerdotisas, como atestiguan las inscripciones descubiertas en aquel lugar.

Pensemos además en la influencia frigia respecto a las formas radicales y extáticas del montanismo que llevan e1 cuño de la religiosidad microasiática anterior. Así pues, se da una continuidad singular de algunos fenómenos que se explican como una acción de influencia mutua entre el hombre y su ambiente. En una palabra, se trata de formas religiosas ligadas a su tierra de origen.

De todas formas, el montanismo no se limitó a Frigia, sino que se extendió por el orbe antiguo encontrando adeptos por todas partes. Huellas de la prolongada persistencia del movimiento catafrigio pueden observarse en la repetidas condenaciones a las que se vio sometido. Una de las últimas se remonta al sexto concilio ecuménico, a finales del siglo VII (can. 95).

L. Padovese

Bibl.: B. Aland, Montano. Montanismo, en DPAC, 11, 1475-1477. A. Orbe, Introducción a la teología de los siglos II y III Sígueme, Salamanca 1988.