MONOGENISMO
VocTEO
 

Es la afirmación de la descendencia de todos los hombres de un solo progenitor. Se distingue del monofiletismo, que indica la descendencia de la humanidad de un único grupo o de un grupo de criaturas que llegan casi al mismo tiempo al nivel humano desde un nivel inferior. La teología tradicional, basada en la Biblia (Gn 1-5: Lc 3,23-38; Hch 17. Rom 5,12-21), que presenta a Adán como el primer hombre y como el padre de toda la humanidad, sostuvo siempre y defendió el monogenismo; la interpretación literal de los relatos bíblicos de creación del Génesis llevaba a dar un valor histórico a las afirmaciones relativas al modo en que «surgieron a la luz» en los comienzos del tiempo el hombre y las cosas. Desde mediados del siglo XIX los defensores de la hipótesis poligenista (descendencia de la humanidad de varias parejas primordiales) pusieron en discusión esta comprensión tradicional del dato bíblico: contra ellos, durante la fase preparatoria del concilio Vaticano I, llegó incluso a pensarse en una condenación; los teólogos seguían sosteniendo que el monogenismo pertenece al patrimonio revelado, por lo que es indisociable de la fe eclesial en el Dios creador.

A mediados del siglo xx, la teología tomó una postura distinta respecto al monogenismo. Se advirtió sobre todo que los autores bíblicos conciben el nacimiento de la humanidad sobre la base del esquema «patriarca-descendencia», válido para la comunidad tribal Y culturalmente difundido en la antiguedad, donde es bastante común la imagen de un progenitor único universal. Esto llevó a concluir que «el uso del esquema monogenista... en la Escritura puede ser un modo de hablar espontáneo y no reflejo, sin que se apele por este detalle al consentimiento del que escucha» (M. Flick - Z. Alszeghy); por otro lado, según la perspectiva antropológica de los antiguos, la descendencia de un único progenitor sirve para fundamentar y justificar la necesidad de la solidaridad y de la igualdad entre los miembros del mismo clan o del mismo pueblo. Además, hay que tener en cuenta otro dato: la tradición teológica eclesial defendió enérgicamente el monogenismo a lo largo de los siglos para salvaguardar una verdad indiscutible y fundamental de la fe cristiana: Cristo es el salvador de todos los hombres: esta verdad, a su vez, va unida a otra afirmación inspirada en el dato bíblico: todos los hombres necesitan de la salvación, ya que todos están «tocados» por el pecado, precisamente por descender todos ellos de un solo hombre pecador, Adán. En otras palabras, el monogenismo está en función de la afirmación de la universalidad del pecado y de la universalidad de la salvación cristiana.

En tiempos recientes, el problema del monogenismo fue reconsiderado por Pío XII en la encíclica Humani generis (1950: DS 3875ss); en relación con el poligenismo se dice que "los fieles no pueden abrazar la sentencia de los que afirman que después de Adán existieron en la tierra verdaderos hombres que no procedieron de aquel como del primer padre de todos por generación natural, o que Adán significa una especie de muchedumbre de primeros padres». Tras esta toma de distancia de la hipótesis poligenista, el pontífice sigue diciendo: "No se ve por modo alguno cómo puede esta sentencia (de los poligelistas) conciliarse con lo que las fuentes de la verdad revelada y los documentos del Magisterio de la Iglesia proponen sobre el pecado original, que procede del pecado verdaderamente cometido por un solo Adán y que, transfundido a todos por generación, es propio a cada uno (cf. Rom 5, 12-19. concilio de Trento, sess. Y, 1 14)» (DS 3897). De aquí se deduce con evidencia que el monogenismo parece ser la única justificación válida de la difusión universal del pecado original; el monogenismo tiene aquí una función de "enunciado de apoyo», más que de verdad dogmática. Como se ha señalado justamente, "no existen argumentos directos que impongan el monogenismo como perteneciente a la fe» (M. Flick - Z. Alszeghy). Por eso, si se lograra justificar la universalidad del pecado de Adán prescindiendo del monogenismo o, más en general, salvaguardar el dogma del pecado original, la convicción de que todos los hombres nacen de un único progenitor podría replantearse o abandonarse, teniendo en cuenta igualmente que la exégesis y las ciencias naturales demuestran hoy sus limitaciones. En síntesis, ¿es posible conciliar el poligenismo con la afirmación del pecado original? La teología contemporánea responde positivamente y propone dos posibles soluciones. En la primera, se afirma la existencia de un "pecado colectivo», que habrían cometido en los orígenes diversos progenitores del género humano; en esta perspectiva, el pecado de Adán correspondería al pecado de estos progenitores de los diversos grupos humanos aparecidos en los diversos lugares de la tierra. En una segunda hipótesis, que parece menos ingenua que la anterior y que tiene en cuenta una cierta evolución en el proceso primordial de la hominización, se considera «como sujeto del pecado de origen el individuo (o grupo de individuos) que llegó en primer lugar a poder distinguir entre el bien y el mal, dentro del horizonte de la libertad» (M. Flick - Z. Alszeghy). A la luz de esta última hipótesis podemos preguntarnos cómo se salva la universalidad del pecado, en el caso de la descendencia de la humanidad de varias parejas originales. La solución podría venir de la consideración adecuada de la perspectiva evolucionista, según la cual la unidad del género humano no queda garantizada tanto por la descendencia de un solo progenitor, como por la procedencia de todos los hombres, a través de caminos y tiempos diversos, "de una común materia primordial, creada por Dios en orden a la hominización» (M. Flick - Z. Alszeghy - ). Para comprender luego de qué manera un solo individuo pudo influir en todos los seres humanos, aunque no procedan físicamente de él, se recurre al concepto bíblico de personalidad corporativa: según la mentalidad semítica, hay personas que en cierto sentido encarnan a toda la comunidad, porque sus actos tienen un relieve y unas consecuencias para todos los miembros de dicha comunidad, a pesar de que éstos no desciendan directa o naturalmente de ellas. Esta categoría de la personalidad corporativa podría, sin embargo, parecer contraria a la afirmación dogmática del concilio de Trento, según el cual el pecado de Adán se transmite "por propagación, no por imitación» (DS 1513); en resumen, parecería necesario pensar en una descendencia física de los hombres de Adán. En realidad, hoy se admite entre los teólogos que los Padres tridentinos demuestran con sus palabras que lo que les interesaba era afirmar dogmáticamente la universalidad del pecado; más que referirse al modo en que el pecado original afecta a todos los hombres, lo que querían era afirmar el hecho de la existencia del pecado original en todas las criaturas humanas.

G. M. Salvati

Bibl.: K, Rahnct. Pecado original y evolución, en Concilium 26 ( 1967) 4OO-424; M, Flick - Z. Alszeghy El hombre bajo el siglo del pecado, Sígueme, Salamanca 1972; J. L, Ruiz de la Peña, Imagen de Dios, Sal Terrae, Santander 1988, 261 -267; J Salgucro, Pecado original y poligenismo, Guadalajara 1971, Y Marcos, El hombre en el espacio y en el tiempo, Studium, Madrid 1961.