MEMORIAL
VocTEO
 

El memorial es la re-praesentatio de lo que se conmemora, la presencia real de lo que pasó históricamente y que se comunica aquí y ahora de manera eficaz. En la eucaristía tenemos el memorial de la pasión del Señor. El concilio Vaticano II en la Constitución sobre la sagrada liturgia afirma: "Nuestro Salvador en la última cena... instituyó el sacrificio eucarístico..., con el que se perpetúa a lo largo de los siglos, hasta su retorno, el sacrificio de la cruz, confiando de este modo a su Esposa, la Iglesia, el memorial de su muerte y resurrección» (5C 47) .

Se trata de un memorial objetivo y real, no de una nuda commemoratio como específicó el concilio de Trento contra Lutero. En efecto, los reformadores del siglo XVl habían entendido indebidamente el concepto de memorial.

La Iglesia, sin embargo, lo recuperó, porque se trata de una importante expresión usada por los evangelistas y por el apóstol Pablo para indicar la naturaleza de la Cena del Señor El memorial expresa la realidad del acontecimiento, la «actualización objetiva» y la presencia de lo que se conmemora.

No es que éste se repita, ya que el acontecimiento se puso históricamente una vez para siempre (ephápax); pero está presente. El acto de Cristo hace sentir su efecto hoy y aquí, comprometiendo al que hace memoria del mismo. El sacrificio de Cristo se realizó históricamente una sola vez: la eucaristía es su memorial (en el sentido más pleno de la palabra), una presencia viva de gracia. La Iglesia, al celebrar este memorial, participa de la entrega sacrificial de Cristo. Los fieles se insertan en él; y con él y por él ofrecen su sacrificio al Padre.

El mismo Jesús, al celebrar con los apóstoles la última cena y al instituir la eucaristía, le indicó a la Iglesia cómo había que hacer memoria de su sacrificio, de su pasión y muerte inminente.

Al bendecir el pan como el memorial de su cuerpo que estaba a punto de ser inmolado, y al bendecir el cáliz como la copa de la nueva alianza estipulada en su sangre, Jesús le dio a su muerte un significado sacrificial y dijo a los suyos que celebraran la cena como memorial de esta alianza hasta el final de los tiempos. Así pues, es evidente el sentido que tiene el sacrificio de la cena. Pero lo que confiere a la cruz misma un carácter sacrificial es el hecho de que fue evocada en la comida ritual de la comunidad mesiánica como aquello que habría dado su substancia al sacrificio que tenía que constituirla definitivamente.

En la tradición bíblica se conocen principalmente tres tipos de sacrificio: el holocausto, el sacrificio de comunión y el sacrificio expiatorio.

El holocausto es el sacrificio en el que la víctima, un animal, es consumida totalmente por el fuego sobre el altar. Esto significa el carácter irrevocable del don total; y el humo que sube hacia el cielo indica la aceptación de la ofrenda sacrificial por parte de Dios.

El sacrificio de comunión es aquel sacrificio de paz que se ofrece para restablecer la alianza; el animal no se quema por completo, sino que se divide en tres partes: una para Dios, otra para el sacerdote y otra para el oferente; la comida de comunión, durante la cual el fiel recibe su parte de la víctima ofrecida, sellaba la comunión de Dios con los suyos.

En el sacrificio expiatorio se da una gran importancia a la sangre (que es como el alma de la víctima, su misma vida), con la que se hacen varias aspersiones. Estas diversas maneras de ofrecer sacrificios en el mundo hebreo ayudan a entender el sentido del sacrificio de Cristo. El holocausto, por su carácter irrevocable de la inmolación, es sacrificio de comunión, pensando en el banquete de alianza inaugurada por la cena; y es finalmente expiación por los pecados, lo mismo que la sangre en los sacrificios antiguos (Lc 17 11). Pero el sacrificio de Jesús es singular, irreductible, trasciende todas las categorías de los sacrificios antiguos, realiza la plenitud espiritual del holocausto, del sacrificio de comunión y del sacrificio de expiación.

El día de la expiación, el sumo sacerdote ofrecía en sacrificio un toro, en reparación por los pecados (Lv 16), El propiciatorio era rociado con la sangre del toro y de un cabrito, mientras que otro cabrito ofrecido por el pueblo era cargado simbólicamente de los pecados de toda la comunidad y echado al desierto, morada del diablo. De esta manera el pueblo consagrado al Señor volvía a ser santo. La Carta a los Hebreos se sirve precisamente de este ritual en el día de la expiación para explicar el sacrificio de Jesús: «Cristo, en cambio, ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Es la suya una tienda de la presencia más grande y más perfecta que la antigua, y no es hechura de hombres, es decir, no es de este mundo. En este santuario entró Cristo de una vez para siempre, no con sangre de machos cabríos ni de toros, sino con su propia sangre, y así nos logró una redención eterna». El día del perdón que nos consiguió Cristo se celebra « de una vez para siempre», ya que su sacrificio es perfecto. Y como en el ritual antiguo la víctima no era matada para aplacar la venganza de Dios, sino que la sangre derramada restablecía la comunión de vida entre Dios y su pueblo, así tampoco Cristo fue inmolado en castigo por nuestros pecados ni para aplacar la ira de Dios, sino «por» nuestros pecados, para perdonarlos, para inundarnos con su sangre de la vida de Dios. Aceptó el sacrificio de su propia vida por amor al hombre, para dar al hombre la salvación.

La última cena es entonces necesaria para llegar a comprender mejor el sacrificio sobre el Calvario, en cuanto que es el anuncio profético de la muerte de Jesús, llevando a su cumplimiento los otros anuncios que marcaron el camino de Jesús hacia Jerusalén. Y es además el memorial más significativo, ya que se anuncia en él una muerte violenta, la del Siervo de Yahveh, la del cordero pascual sacrificado, cuya sangre se derrama lo mismo que el vino durante el banquete, y cuyo cuerpo se despedaza lo mismo que se parte el pan para ser comido. Es lo que realiza la Iglesia, como memorial del Señor y esperando su venida.

R. Gerardi

Bibl.: K. H. Bartels, Recuerdo, en DTNT 1V 49-53; B. Neunheuser Memorial, en NDL: 1253-1273; M. Thurian. La eucaristía, memorial del Señor Sígueme, Salamanca 1967; A. G, Martlmort, En memoria mía. Misa y sacramentos, Villamala, Barcelona 1959. -M. Gesteira Garza, La eucaristía, memorial del sacrificio de Cristo, en La eucaristía, misterio de comunión, Cristiandad, Madrid 1983, 393-420,