MARÍA
VocTEO


Es la joven judía, esposa de José, Madre de Jesús de Nazaret, a quien la comunidad cristiana confiesa como Madre del Mesías, del Hijo de Dios hecho hombre. Conviene distinguir pero no separar, la persona de Mana de la mariología. Ésta es la reflexión teológica sobre la persona y la misión de María que se afirman en la fe. María, por el contrario, es la persona con su trayectoria histórica, que tiene también -como es lógico- una importancia fundamental para una mariología que quiera basarse en la historia real de la mujer de Nazaret y no ser una simple elaboración doctrinal apriorista y teórico/ideológica sobre ella o por causa de ella. Haremos tan sólo unas breves consideraciones sobre el aspecto histórico y sobre el teológico :

 

1. La mujer María de Nazaret.- Sobre el significado del nombre María no están de acuerdo los autores. Se consideran como más plausibles dos indicaciones: la que lo hace derivar del compuesto egipcio-hebreo Myr-ya/yam , que significa la amada de Yahvéh: y la que lo hace derivar del ugarítico mrym , que significa altura, esto es, la excelsa, la sublime. Las dos etimologías son posibles y las dos indican perfectamente lo que la fe ve en la Madre de Jesús.

El Nuevo Testamento, los apócrifos, toda la tradición cristiana están de acuerdo en atestiguar que la joven judía María fue la madre de Jesús. El lenguaje sobrio de los evangelios canónicos nos presenta a María como madre que sigue con atención, y podríamos decir con temblor, los pasos de su Hijo, guiada por un espíritu de fe que la va conduciendo gradualmente hacia una comprensión cada vez más profunda de la misión y de la identidad de su Hijo y la lleva a una disponibilidad mayor para «darlo» por la realización de los designios divinos. La vemos al lado de Jesús, comprometida en su actividad apostólica (cf. Jn 2,1-1 1); la encontramos finalmente a su lado en el momento de sufrir, al pie de la cruz (cf Jn 19,25-27). Los evangelios no nos hablan de su encuentro con Jesús resucitado. Sin embargo, los Hechos nos la presentan entre los discípulos de Jesús al comienzo de la vida de su comunidad después de su muerte, al empezar la tarea misionera de la Iglesia (cf. Hch 1,14). La tradición cristiana a lo largo de los siglos empieza a hablar de su "dormitio» y posteriormente de su asunción al cielo por el poder de Dios.

2. Mariología, partiendo de María y a la luz de María.- Hoy se presta mucha atención al dato histórico concreto de la vida de la Madre de Jesús. De modo particular, y a diferencia del pasado, se acentúa su verdadera y auténtica humanidad, que lleva consigo su experiencia de limitaciones de diverso género, de su sufrimiento, de sus pruebas, de su maduración espiritual en la fe y en las otras virtudes. María en la conciencia cristiana ha vuelto a ser una persona humana femenina, inserta realmente en la trama de la historia terrena, con todas las limitaciones a las que ésta está sometida. María hermana nuestra es la expresión que señala de la manera más acertada esta sensibilidad cristiana, que la restituye a su humanidad, que es la nuestra.

3. María, objeto de la mirada de fe. La fe cristiana consideró desde el principio a la persona y la vida de María dentro de una perspectiva que, a pesar de basarse en su verdad histórica, bajo la luz de la confesión de la misión y de la identidad trascendente del Hijo, la capta con una profundidad y en una dimensión que van más allá de todo cuanto puede desvelarse en una mera constatación empírica. La joven de Nazaret, a los ojos de la comunidad cristiana, se revela como la Virgen que acogió libremente la invitación de Dios para hacer miembro del género humano a su Hijo salvador, habiendo sido preparada para ello con una singular elección divina de gracia; cooperó activamente en la realización del misterio de la salvación, realizada por su hijo Jesucristo, con su servicio obediente, su disponibilidad sin reservas, su fe sólida y su amor hasta el sacrificio, especialmente al pie de la cruz de su Hijo.

Además, la comunidad de los creyentes no representa a María como una figura del pasado, sino como Madre del Señor glorioso que fue exaltada por él con toda su realidad humana en la gloria divina, asistiendo maternalmente a los hermanos de su Hijo a lo largo de los siglos con su maternal protección y estimulándolos a esperar aquella liberación y salvación plena, de la que ya goza ella. "asunta al cielo" (véase el hermoso resumen de mariología de la LG 56-59).

Esta mirada de fe en su articulación orgánica y sistemática constituye el sector teológico de la mariología más o menos floreciente según las vicisitudes históricas, pero que nunca faltó en la conciencia crítica cristiana. Una sana mariología debe tener siempre a María en la base de sus reflexiones. No ha sido siempre así en el curso de la historia. En varias ocasiones ciertas imágenes (la Virgen, la Madre celestial, la Abogada, etc.) y ciertas categorías teológicas (maternidad, mediación, virginidad, corredención, etc.), consideradas en su contenido abstracto y sin vinculación alguna con la concreción histórica de la vida de la Mujer de Nazaret, han llevado a una reflexión mariológica genérica, deductivista, rica en conclusiones y pobre en puntos sólidos de partida:- a exaltaciones de la Madre de Jesús capaces de alimentar más la curiosidad y la imaginación de los hombres que la verdadera y sólida fe de los cristianos. Una recolocación en el centro de la figura real de María es la única condición de elaboración de una mariología bien fundada, rica en contenidos aptos para alimentar substanciosamente la fe, para exaltar de veras la gracia de Dios donde ésta se ha manifestado y de la forma en que se ha revelado, para hacer útil y productiva para la vida cristiana la referencia devota a la Madre de Jesús.

La mariología contemporánea ha superado las abstracciones y los triunfalismos precisamente porque ha anclado su contemplación de fe en el dato histórico de la existencia y del testimonio de vida que ofreció María. En primer lugar ha re-situado su historia en el contexto socio-religioso judío de su época: luego volvió a centrar su figura en la historia de la salvación, donde ocupa una posición realmente única gracias a su maternidad divina, y tomó en serio su devenir histórico de mujer y de persona creyente: finalmente relacionó de forma más orgánica los dones singulares de gracia que había recibido de Dios, tan meditados por la vida de fe y por la reflexión teológica, con su misión histórico-salvífica única respecto al Hijo, a la Iglesia y a cada uno de los creyentes, particularmente del mundo femenino, del que ella, la «bendita entre todas las mujeres», es la concreción más excelsa.

Una buena documentación de este giro concreto, «mariano», de la mariología contemporánea es la que representa el capítulo VIII de la Lumen gentium del Vaticano II. Pero la mariología posconciliar ha ido todavía más allá en esta dirección. Los nuevos problemas y aspectos antropológicos que han hecho surgir la emancipación de la mujer y el feminismo contemporáneo, los problemas planteados por la exigencia de una vida de fe comprometida más en concreto por la emancipación y liberación del hombre, la convicción de la necesidad de una vida cristiana entendida como verdadero camino de obediencia a Dios en la obscuridad de la fe, han llevado a los teólogos y al Magisterio de la Iglesia (veansé, por ejemplo, los documentos Marialis cultus de Pablo VI, de 1974, y Redemptoris Mater de Juan Pablo 11, de 1988) a conceder cada vez más espacio y a poner más de relieve la humanidad y la contextualidad histórica de María, Convirtiendo siempre a la mariología en una reflexión de fe, sostenida por la fe de María y sobre María.

G. Iammarrone

Bibl.: E. Testa, María de Nazaret, en NDM, 1244-1272; S, de Fiores. María en la teología contemporánea, Sígueme, Salamanca 1991; B. Forte, María, mujer icono del misterio, Sígueme, Salamanca 1991; L. Boff, El rostro materno de Dios, San Pablo, Madrid 1985.