MANIPULACIÓN
VocTEO
 

Las conquistas de la ciencia y su aplicación práctica le permiten al hombre realizar modificaciones inteligentes y creativas, más o menos profundas, dentro del mundo creado, a fin de producir en él cambios perfectivos, útiles y ventajosos para la existencia humana. Como tal, la manipulación es una actitud muy antigua en el hombre y muy difundida, con plena justificación, en muchos niveles de la actividad humana. La Biblia parece afirmar la índole organizadora y modificadora de la realidad por parte del hombre, cuando narra que fue colocado por Dios en el jardín del Edén para trabajarlo y guardarlo (Gn 2,15). Esto significa que el cosmos y el hombre mismo no son realidades intangibles e inmodificables, sino que están sujetos a mejoras y a evoluciones sucesivas, pero no a devastaciones degenerativas. Sin embargo, la manipulación se convierte en un problema teológico moral cuando la capacidad de alteración alcanza dimensiones planetarias, como el ambiente en que vive el hombre, o ciertos aspectos de la vida humana tan delicados como su ser biológico, su psiquismo, su libertad, su inteligencia, sus sentimientos, etc. Las posibilidades concretísimas a partir de los descubrimientos genéticos que comenzaron en los años 60 y que hoy son plenamente factibles, de intervenir en este plano, a nivel celular y genético, plantean una objeción de fondo. No es lícito realizar experimentaciones o modificaciones del hombre que puedan producir una reducción, un empobrecimiento temporal o perpetuo, radical o parcial del valor del hombre mismo y que puedan ser instrumentalizables como ejercicio de poder del hombre sobre el hombre, ni influir en la reproducción humana o en la hereditariedad. Se necesita, por tanto, fundamentar una nueva dimensión ética que corresponda a las realidades humanas actuales. Esto permitiría la aparición de una auténtica asunción de responsabilidades en los operadores de la manipulación, así como en los políticos y legisladores de las sociedades civiles que la regulan. En consecuencia, la manipulación del hombre sólo es lícita si mejora y enriquece la condición humana y está exenta de posibilidades de riesgos degenerativos, de errores o de abusos. De aquí la necesidad de la certeza, no va de la probabilidad o de la duda, de que cierta manipulación tendrá resultados positivos para el hombre y que respetará su dignidad. Si no es verificable este principio, toda manipulación sobre el hombre resulta ilícita e inmoral. Éstas parecen ser las líneas indicativas, así como de denuncia y de crítica, de los recientes documentos magisteriales sobre el aborto, la eutanasia, la procreación, la ética sexual, etc., dirigidos a una defensa de la dignidad de la persona humana, ya que son conscientes de su valor creado y de su destino escatológico perfecto, basado en el misterio pascual de Cristo, hombre nuevo y perfecto.

En la sociedad actual se advierten no pocas operaciones de manipulación violenta sobre la condición humana: el control obligado de nacimientos tanto en el hombre como en la mujer; la muerte, mediante la legalización del aborto procurado, de centenares de miles de individuos. Están luego las manipulaciones políticas y económicas que se sirven de los comportamientos de masa para someter al hombre de manera global: tal es el caso de la difusión del uso de estupefacientes, que ha explotado a nivel mundial y que, además de explotar económicamente a muchos, afecta tan cruelmente a muchos jóvenes, inclinándolos a la indiferencia total, a la pérdida de valores humanos, a la falta de compromiso y de responsabilidad. Lo mismo se puede decir de la manipulación que se realiza a través del uso de los medios de comunicación social y de determinadas ciencias de conocimiento, que pueden inculcar en el hombre una serie de ideas que se propalan como verdades indiscutibles. Es distinto el caso de aquellas intervenciones manipulativas que pretenden la perfección del ser humano y de las que el hombre puede aprovecharse, superando la incapacidad personal de vencer situaciones negativas: es lo que ocurre con la curación de las enfermedades, la sustitución de ciertas partes del organismo, los transplantes (aunque en este tema la legislación de los diversos países no se ha puesto todavía de acuerdo), la superación de la esterilidad (en la que habrá que atender a los métodos científicos que puedan usarse), la armonización de la esfera psíquica del hombre, etc. De todas formas, también en estos casos resulta problemático señalar los límites infranqueables de la manipulación, más allá de los cuales no es lícito realizarla con legitimidad.

T Stancati

Bibl.: G, Perico, Manipulación del hombre, en DTI, 111. 395-412: L. Rossi, Manipulación del hombre, en DETM, 611-616; K. Rahner, Libertad y manipulación en la sociedad y en la Iglesia, Pamplona 1971; A. López Ouintás, Estrategia del lenguaje y manipulación del hombre, Madrid 1979; B. Haring. Ética de la manipulación, Herder, Barcelona 1977.