KOINONÍA 
VocTEO

 

La raíz del término griego koinonía (la Vulgata traduce por comunio, comunión) incluye como primer sentido el de "participación»; se trata de tener parte en alguna cosa o de tener alguna cosa en común, o también, de actuar junto con alguien. Así pues, esta noción une en sí misma significados diferentes, pero complementarios. Podría decirse que, en el uso neotestamentario y sobre todo paulino, se junta un sentido «místico», con el que se remite al misterio íntimo de la vida divina en la que está llamado a participar el hombre por la gracia de Dios, con un sentido eucarístico y sacramental, que indica la comunión del hombre con Cristo, y con un sentido eclesiológico que indica la unión de los cristianos entre sí, ligados por vínculos multiformes. Todo ello podría resumirse diciendo que «el sentido original de communio es, no ya "comunión" o "comunidad", sino "común participación" (participatio) en Jesucristo (1 Cor 1,9; 1 Jn 1,3.61 y en su pasión (Flp 1,5), en su fe (Flm 6) y en su servicio (1 Cor 8,4). Es únicamente esta participación común en la única realidad de Jesucristo lo que da fundamento a la communnio mutua (1 Jn 1,7). Esto resulta evidente apenas nos fijamos en el centro propio y verdadero de la teología de lo communnio. Según 1 Cor 10,16s, es la participación común (koinonía) en el cuerpo y sangre de Jesucristo lo que da fundamento a la unidad en el único cuerpo de Cristo que es la Iglesia. El único cuerpo eucarístico de Jesucristo es el presupuesto fundamental del único cuerpo eclesial de Cristo» (W Kasper). Un importante texto neotestamentario, en el que aparece la forma comunional de la Iglesia es el de Hch 2,42, que describe a los primeros cristianos como «asiduos en escuchar la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y en las oraciones» Los exegetas interpretan de modo diferente el sentido de la koinonía en este trozo. Para algunos se trata de «unanimidad», para otros de «comunión de mesa» o de «comunión bajo la autoridad apostólica» o, finalmente, de «compartir los bienes». Probablemente, para descubrir el verdadero sentido de Hch 2,42 es necesario tener en cuenta tres elementos: la comunidad de fe y esperanza, la unión de los ánimos y su expresión concreta en el compartir los bienes: "No habría comunidad digna de este nombre si, entre sus miembros, algunos viviesen en la abundancia y otros estuvieran privados de lo necesario. La koinonía asume el rostro concreto de ese compartir para asegurarle a cada uno lo necesario» (J. Dupont). La noción de koinonía/communnio se considera hoy como una fórmula clave para la eclesiología. Los pródromos de una "eclesiología de comunión» pueden observarse ya en la segunda mitad del siglo XIX, ligados a la recuperación paulina de la Iglesia cuerpo de Cristo.

 Tanto en el campo católico como en el  protestante la idea de la communio se abrirá camino, sostenida por las aportaciones de una exégesis más atenta a los temas característicos de la eclesiología de Pablo y sobre todo a los textos eucarísticos como 1 Cor 10,16-22; "El cáliz de la bendición que bendecimos,». ¿no es quizás comunión ?

En la eclesiología del Vaticano II es el misterio de  la Iglesia el que se describe, definitivamente, como koinonía (cf. LG 1: la Iglesia es "en Cristo como sacramento, es decir, como signo e instrumento de la comunión íntima con Dios y de la unidad del género humano»). El Vaticano II subraya abundantemente que la comunión entre los cristianos se da en la participación de la eucaristía, que es también el vértice de la comunión eclesial, así como de la comunicación de la Palabra divina. La misma constitución jerárquica de la Iglesia es comunional o colegial, así como, debido a la participación bautismal común en el único sacerdocio de Cristo, también es participativa y comunional toda la vida de los fieles. La comunión eclesial se difunde en todos los niveles, tanto en la dirección vertical de la comunión de la Iglesia peregrina con la Iglesia celestial (cf. LG 7), como en la dirección horizontal, hacia toda la familia humana, para la que la Iglesia constituye «un germen muy válido de unidad, de esperanza y de salvación» (LG 9; cf. Gaudium et spes). Por todas estas razones, la II Asamblea extraordinaria del sínodo de los obispos (1985) considerará la communnio a la luz de la experiencia posconciliar y proponiéndola «como idea central y fundamental en los documentos conciliares», señalará sus fuentes en la Palabra de Dios y en los sacramentos. Dirá además que "la eclesiología de comunión no puede reducirse a puras cuestiones de organización o a problemas que se refieren únicamente a la posesión de unos poderes". A pesar de ello, la noción de koinonía es también fundamental para el orden en la Iglesia y sobre todo para una correcta relación entre la unidad y la pluriformidad en la Iglesia, para la participación y la corresponsabilidad en la Iglesia en todos los niveles y también para la responsabilidad ecuménica.

M. Semeraro

 

Bibl.: G. Grasso, Comunión, en DTI, 11. 7792; C. Floristán, Comunión, en CFP 161171; J. Schattenmann, Solidaridad, en DTNT 1V 229-233; J. Hamer, La Iglesia es una comunión, Herder, Barcelona 1965; D. Bonhoffer, Sociología de la Iglesia. Sanctorum communio, Sígueme. Salamanca 1980; P. C. Bori. Koinonía. L'idea della communione nell'ecclesiologia recente e nel Nuovo Festamento, Brescia 1986; J. B. Metz - A. Exeler - W Dirks, La nueva comunidad, Sígueme, Salamanca 1970; W, Rood, Colaboración y koinonía entre las Iglesias, en Concilium 137 (1978) 551-559.