INDEFECTIBILIDAD
VocTEO
Aplicada
a la Iglesia, la indefectibilidad indica la cualidad que define tanto su
perpetuidad y su copresencia al mundo y a la historia, como su imposibilidad de
fallar en la consecución del fin sobrenatural para el que ha sido fundada por
el Señor Jesús: «Para hacer perennemente presente la obra de la salvación,
el Pastor eterno y obispo de nuestras almas estableció edificar la santa
Iglesia» (Concilio Vaticano I: DS 3050). Esta indefectibilidad está
garantizada a la Iglesia por la promesa de que Cristo permanecerá con sus
discípulos hasta el fin de los tiempos (cf Mt 28,20). La misma salvación de
los hombres requiere que la Iglesia continúe su misión hasta el fin de la
historia, sostenida por la acción del Espíritu (León XIII, DS 3328). El
concilio Vaticano II habla de ella en estos términos: «Rebasando todos los
límites de tiempos y lugares, (la Iglesia) entra en la historia humana con la
obligación de extenderse a todas las naciones. Caminando, pues, la Iglesia a
través de peligros y de tribulaciones, se ve confortada por la fuerza de la
gracia de Dios que el Señor le prometió para que no desfallezca (non deficiat)
de la fidelidad perfecta por la debilidad de la carne, sino que persevere siendo
una digna esposa de su Señor, y no deje de renovarse a sí misma bajo la
acción del Espíritu Santo hasta que por la cruz llegue a la luz sin ocaso" (LG
9). La indefectibilidad de la Iglesia va ligada al hecho de que es una
institución sacramental al servicio de la salvación. La apelación del texto
que hemos citado a las tentación y tribulaciones de la Iglesia peregrina en
la tierra se podría comentar con una frase de san Agustín: «pugnare potest
expugnari non potest » (PL 40, 635; cf. Mt 16,18). Añade además este texto
que existe una vinculación entre el "no desfallecer» de la Iglesia y su
permanente renovación. En otro lugar el mismo concilio recuerda que "la
Iglesia peregrina está llamada por Cristo a una continua reforma, de la que
siempre tendrá necesidad por ser una institución humana y terrena» (UR 6).
Debido al pecado de sus miembros, que a pesar de ser pecadores siguen
perteneciendo a la Iglesia, ésta reza todos los días las palabras que le
enseñó el Maestro: «Perdona nuestras ofensas». Mas no por eso la Iglesia
deja de ser santa, ya que - como decía también san Agustín- es santa en
virtud de la gracia de Dios que la santifica y - por los medios de santidad de
los que le ha dotado Cristo (los sacramentos) (cf. Retract. 2, 18). Esto
significa que, si por un lado, la indefectibilidad de la que se habla no es de
suyo impecabilidad, por otro está siempre vinculada a la propiedad de la
Iglesia de ser " santa». Es verdad que de hecho la vida de la Iglesia, en
sus actuaciones históricas, debe todos los días conjugar en imperativo lo que
dice su «santidad» en la forma del indicativo. La Iglesia santa ¡tiene que
ser santa! En efecto, «mientras que Cristo, "santo, inocente,
inmaculado", no conoció el pecado y vino solamente para expiar los pecados
del pueblo, la Iglesia que encierra en su seno a hombres pecadores, siendo al
mismo tiempo santa y necesitada de purificación, nunca puede prescindir de la
penitencia para su renovación... De la virtud del Señor resucitado saca
fuerzas para vencer con paciencia y amor sus aflicciones y dificultades internas
y externas, y para revelar al mundo con fidelidad, aunque no perfectamente, el
misterio de Cristo, hasta que al final de los tiempos se manifieste en la
plenitud de su luz, (LG 8). La Iglesia tiene la promesa de que el pecado
presente en sus miembros no la arrastrará hasta el punto de hacerla
definitivamente infiel, perdiendo su condición de «esposa digna» En la
Iglesia, cuerpo de Cristo, la fidelidad del Cristo-cabeza es siempre más fuerte
que toda la debilidad de los demás miembros. La Iglesia tiene además la
seguridad de la ayuda del Espíritu. En virtud de estos compromisos divinos, y a
pesar del pecado de sus miembros, se puede hablar de indefectibilidad de la
Iglesia, es decir, de su definitiva fidelidad al Esposo.
M. Semeraro
BibI.: H. U, von Balthasar. Ensavos teológico, 11. Sponsa Verbi, Guadarrama, Madrid 1964; F. Ardusso - S. Dianich, Indeféctibilidad de la Iglesia, en NDT 1, 741-756; Y Congar, Falsas y verdaderas reformas en la 19lesia, Madrid 1953; J. A. Estrada, La Iglesia: identidad y cambio, Cristiandad, Madrid 1985.