ICONOCLASMO
VocTEO
 

Se trata de una disputa religiosa (726-843) en el Imperio bizantino, que tuvo consecuencias muy negativas para la unidad del mundo cristiano medieval y para el florecimiento artístico y eclesiástico. El choque tuvo como teatro sobre todo al Oriente, aunque algunos episodios esporádicos relacionados con él, se verificaron también en Occidente. El cristianismo, a pesar de ser heredero del hebraísmo, no compartió su aniconismo, sino que asumió una actitud abierta de defensa y de estímulo en lo que respecta al arte de las imágenes. Este arte se puso, va a partir del siglo 1, al servicio de la fe cristiana, con sus peculiares catequéticas, pedagógicas y culturales. La producción artística, durante los siglos VI y VII, se difundió por todas las partes del Estado y en todas las actividades de los bizantinos. La veneración de los santos, sobre todo de los estilitas, que tocaban más de cerca al sentimiento religioso popular y jugaban un papel importante en la vida cotidiana, había conocido entre tanto un gran desarrollo. La representación de los santos no se hacía sólo en los lugares de culto, sino también en los objetos de uso diario, con representaciones pictóricas o en relieve, como por ejemplo, en vasijas, en monedas de oro y de plomo, utilizadas por el pueblo como amuletos, o en sellos para la correspondencia. El desarrollo enorme y universal del arte, antes de que estallase la disputa iconoclástica, con su consiguiente exasperación, y el hecho de que Bizancio estuviera colocado entre dos grandes pueblos anicónicos, el pueblo judío por un lado y el islámico por otro, fueron, al parecer, las principales causas de la tensión. La primera fase de la lucha (entre el 726 y el 780) comenzó con el emperador León III.

Su manifestación inicial coincidió con la definición oficial de toda representación figurativa de carácter sagrado como idolátrica, por estar en contraposición clara con la enseñanza de la Biblia. Después de la orden dada por el emperador de destruir las imágenes de Cristo que adornaban el vestíbulo del palacio de Chalki, del asesinato del oficial responsable por parte del pueblo sublevado y de las ejecuciones consiguientes, comenzó un período de violencia, que duró un siglo. El resultado fue la pérdida de la unidad moral del Imperio y la sublevación de las provincias europeas iconófilas contra las provincias del Asia Menor que tenían sentimientos iconófobos. Se rebelaron los griegos y los italianos, mientras que el papa Gregorio II protestó contra la intervención de la autoridad política en , materia de fe. El papa Gregorio III insistió por cinco veces en sus protestas y finalmente convocó un sínodo en donde se condenó el iconoclasmo. León III organizó, como represalia, un ataque naval contra Italia, confiscó las tierras papales de Italia meridional, ordenó separarse de Roma (jurisdicción papal) a todos los obispos situados en el territorio bizantino y anexionó el Ilírico occidental, Sicilia y Calabria al trono ecuménico. León III murió en el 740, sin haber conseguido abolir el culto y la producción de imágenes. Las iglesias de Constantinopla seguían conservando su decoración en mosaico o en frescos. Constantino y (740-775), hijo de León III, mostró una vez más su fanatismo, tan extremista como el de su padre, hasta autodenominarse «el teólogon; convocó un sínodo en el 754, que condenó la producción y el culto de los iconos y pronunció el anatema contra el patriarca Germán 1 y Juan Damasceno, los grandes defensores de los mismos. Después de su muerte prematura, su mujer Irene, que tomó el poder, asumió una actitud favorable ante los iconos. La reanudación de relaciones entre Bizancio y Roma en el 784 y la elección como patriarca del secretario de Irene, Tarasio, favorable a los iconos, que manifestó públicamente su fe ortodoxa en las imágenes, representaron otros tantos hechos favorables a la política de la emperatriz. El suceso más importante, sin embargo, fue la convocatoria del VII concilio ecuménico de Nicea el 24 de septiembre del 787, que concluyó el 32 de octubre de aquel mismo año en Constantinopla, en presencia de Irene y del joven Constantino VI.

El concilio concluyó condenando la herejía iconoclástica, en favor de la rehabilitación de los iconos, mientras que se tributaba un homenaje a los monjes, que habían sufrido un a grave persecución en el ámbito de la lucha.

La segunda fase de la disputa iconoclástica (813-843) comenzó con León V, que decidió cambiar la línea política de sus predecesores. Emprendió una reforma eclesiástica y promovió una investigación para verificar si la Tradición de la Iglesia, desde los orígenes, había mantenido o no una actitud de desaprobación del culto a las imágenes. El patriarca Nicéforo y Teodoro Estudita se pronunciaron contra la intervención política en cuestiones de fe. Tras la deposición del primero y el destierro del segundo, fue nombrado patriarca Teodoro Melissinos, que convocó un sínodo general a fin de promover la reconciliación de las dos partes en lucha. Los defensores del iconismo libraron una dura lucha contra los partidarios del aniconismo para hacer que prevaleciera su ideología.

León V no tomó ninguna iniciativa personal, pero sus jefes militares se empeñaron en intervenir. Miguel II, que le sucedió (820-829), intentó mostrarse disponible al diálogo; impuso una política iconoclástica moderada, pero murió de forma imprevista. Su hijo Teófilo (829-842) se mostró un feroz perseguidor de los iconófilos, acosando a los pintores sagrados, a los monjes y a los obispos. El patriarca Juan VII, maestro de Teófilo, contribuyó a exasperar más aún la persecución, en la que fueron exterminados muchos monjes. La muerte de Teófilo en el 842 coincidió con el fin de las hostilidades. La madre del joven Miguel III, tomando las riendas del poder, ordenó que se restableciera el culto a las imágenes. El monje Metodio (843), a petición del patriarca Juan VII, tomó las siguientes medidas: proclamó la inocencia de Teófilo y convocó un gran sínodo que restableció oficialmente el culto a los iconos. Para ello se instituyó la "fiesta" del triunfo de la ortodoxia, el domingo primero de Cuaresma. Así, casi automáticamente y sin oposiciones, concluyó la contienda iconoclástica, cuyos comienzos habían sido igualmente imprevistos.

C P. Charalampidis

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