HUMILDAD
VocTEO
 

«Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón» (Mt 11,191. Toda reflexión sobre la humildad tiene que , subrayar, por consiguiente, su especificidad cristiana, que hunde sus raíces en la persona de Jesús, misterio y recapitulación de la revelación de Dios. Podemos, sin embargo, encontrar huellas de la misma fuera de la revelación. Para los griegos la regla de la moral es la «medida" justa; el hombre encuentra su propia grandeza, dentro de la conciencia de su ser mortal, en la megalopsychía, la magnanimidad, que es también un justo medio entre la vanidad y la pusilanimidad (así Aristóteles en la Ética). También para los latinos la humildad es la virtud por la que uno es consciente de su propia realidad.

Además, los humiles son las personas de mezquina condición social, los insignificantes. Sólo en el latín eclesiástico toma este término un significado moral y religioso, resumiendo en sí mismo términos y conceptos bíblicos. En el Antiguo Testamento, de la raíz hebrea 'anah (estar doblado, apretado) se derivan 'ani y 'anaw, ordinariamente en plural 'anawim. Su significado original es el de hombre pobre, en la miseria, oprimido. Remite a la categoría de personas a las que protegen las leyes de la alianza (Éx 22,24; Lv 19,10; Dt 24,12- 151, y cuya opresión denuncian tanto los profetas (1s 3,14s; Am 8,41 como la literatura sapiencial (Job 24,4- 141. Con la primera predicación profética se añade al término una connotación religiosa: el valor del que se pone libremente en el estado de 'ani frente a Dios (Am 2,7; Sof 2,31. La predilección de Yahveh por sus pobres (1s 10,2: Sal 86,ls) se conjuga con su predilección por los humildes (Sal 34,19. 2 Cr 12,71; a ellos les da su gracia (Prov 3,34; Sal 25,9. Eclo 3,201 y su sabiduría (Prov 1 1,21;) es su rey (Jdt 9,111. Las principales figuras que encarnan la humildad son Moisés (Nm 12,31, el Siervo de Yahveh (1s 531 y el mismo Mesías (Zac 9,9s). Israel expresa y crece en la humildad a través del culto (Sal 103. 2 Sm 6,16.22; Sal 131, verdadero preludio al espíritu evangélico de la humildad). La traducción de los Setenta recoge el lema 'anah de cuatro maneras: además de ptOchós (indigente) y de tenes (necesitado), tienen especial importancia tapeinós, de baja condición y con el sentido religioso de actitud ante Dios, y praús, manso, inclinado hacia el prójimo. Estos dos últimos términos guardan relación con la confesión de fe en Yahveh y aparecen juntos en Sof 3,12: «Haré que permanezca en medio de ti un pueblo humilde (praús) y pobre (tapeinós). A esta profecía se refiere el logion de Mt 11,29. Probablemente Jesús dijo: «Yo soy 'anwana (el arameo por 'anaw) ». Al afirmar que es «pobre de Yahveh", es decir «manso y humilde de corazón». Jesús subraya la presencia escatológica del Reino en su misma persona. Tenemos aquí en síntesis toda la enseñanza y el comportamiento existencial de Jesús: la humildad con el Padre (el ser humilde, tapeinos, en la obediencia a su voluntad: Jn 6,57. 8,29. 17,4); la humildad con los hombres (ser manso, praús, en la compasión y en el servicio: Mt 8.16s; 9,12s. 35s1. El fundamento de esta humildad «existencial" de Jesús es su verdadera y propia humildad «ontológica". Pablo expresa este misterio en el himno de Flp 1 : a la kénosis de la encarnación (y 7) corresponde la tapeínosis ante el Padre, vivida en obediencia hasta la muerte en la cruz (y 8). María fue la primera en asimilar la novedad evangélica de la humildad (Lc 1,381 y, como verdadera «pobre de Yahveh» (Lc 1,481, se puso en seguimiento del Hijo hasta la cruz (Jn 19, 251. Ella es la primera de aquellos «pobres de espíritu» que Jesús proclama bienaventurados.

Si Lc 6,20 es probablemente el logion original, Mt 5,3 explicita el pensamiento de Jesús (cf. Mt 18,14. 23,12: Lc 14,11: 18,141, también con la bienaventuranza de los mansos (Mt 5,5; cf. Sal 37 11 según la traducción de los Setenta). Junto a la humildad para con Dios (Hch 20,19. 2 Cor 12,9; Gál 6,3: 1 Pe 5,5s; Santi,6- 101, la comunidad cristiana debe vivir una humildad fraternal y mutua (Rom 12,161, con una «mente humilde", la tapeinorrosyne: Ef 4,2; Flp 2,2-4; Col 3,12: 1 Pe 3,8-5,5s.

En la reflexión patrística la humildad suele referirse directamente a Cristo, como a su fundamento. Para Orígenes Jesús es maestro de humildad (1,.1 Levit. 10, 21: la enseña en la encamación (1,.1 lib. Iud. 3,1): sólo podemos aprenderla de él (Contra Celsum 6, 15). Para Hilario, su humildad es nuestra nobleza, ya que somos renovados en la carne que él tomó (De Trinitate 2, 25). Para Ambrosio Cristo es «principium humilitatis" (De fide 3, 7 52; De virginitate 9, 51). Agustín es el primero en reivindicar la especificidad cristiana de la humildad. La verdadera humildad no se encuentra en los filósofos, va que es concedida por Dios, que quiso hacerse humilde por nosotros (cf. Enarrationes 2 in Psalmos 31, 18;Tractatus in Ioannis evang. 25, 16). A través de la encarnación y de la pasión Cristo se hizo «magister humilitatis verbo et exemplo» (Sermo 62, 1) y «doctor humilitatis" (Enarrationes 2 in Psalmos 31, 18).

Dentro de la experiencia monástica y religiosa, la humildad adquiere una particular importancia, vivida y descrita con acentos y matices distintos. Para los Padres del desierto la humildad es la disposición fundamental para el crecimiento espiritual; se la obtiene a través del cansancio corporal, de la consideración de los pecados personales y de la oración continua (cf. Apophthegmata Sisoe 13). Casiano relaciona la humildad con la pobreza interior radical (lstitutiones 12, 31); la humildad del corazón nace de la humildad de la mente (Collationes 18, 1 1) y conduce a la perfección. En los ambientes monásticos nace la teoría sobre los diversos grados de humildad. Casiano tiene diez «indicia humilitatis» (Institutiones 4, 39, 2), que se convierten en doce en la Regula magistri.

De aquí saca san Benito los doce escalones de la humildad: en paralelo con la escala de Jacob, por ellos se puede «exaltatione descendere et humilitate ascenderen hacia la «caritas Dei» (Regula Benedicti 7). Bernardo tiene un tratado sobre los grados de la humildad: Cristo es siempre la «via humilitatisn (Sermo 42 super Cant. 1, 1); la humildad que se deriva del conocimiento es necesaria, pero fría, mientras que la humildad ardiente del amor reside en la voluntad (Ib. 6, 81: la voluntad del humilde es la que transforma las humillaciones en humildad (Sermo 34 super Cant. 3). Por el mismo camino cristológico del amor procede Francisco de Asís: la humildad es hermana de la pobreza (Salut Virt. 2) y las dos juntas se convierten en regla de vida para sus hermanos (Reg. ,.10,.1 bull 9 1; Reg. bull. 6, 29. En la espiritualidad franciscana la humildad aparecerá como la raíz de la perfección evangélica: sólo se la encuentra en la fe en Cristo, trascendiendo las capacidades naturales del hombre (Buenaventura, De pefectione evangelica, y solutio). Tomás hace una síntesis equilibrada con la ética de Aristóteles. La humildad es una virtud moral, parte potencial de la templanza más general (5. Th. 11-11, q. 161, a. 1 -6): es principalmente una actitud ante Dios (q. 161, a. 1 ad 5; a. 2, ad 3: a. 3). La humildad sigue teniendo la mayor importancia en los escritores espirituales. Para la Imitación de Cristo, la humildad es la base necesaria para acercarse al misterio trinitario ( 1 , 1 , 6): con ella es como se comprende la Escritura ( 1 , 5, 10). En la mística renana y flamenca la humildad es una de las condiciones indispensables para la contemplación. Ignacio de Loyola habla de tres (o cuatro) grados de humildad: sumisión a la voluntad de Dios, rechazo de todo tipo de pecado, imitación de Cristo, pobre y humilde (Ejercicios espirituales 164- 168). Así pues, la humildad se inserta cada vez más en la reflexión mística. Para Teresa de Jesús la humildad es el fundamento de la vida espiritual (Castillo interior 7 4, 8: cf. también Juan de la Cruz, Noche oscura, 1, 12s). En el siglo XVII nacerá la identificación de la humildad con el anonadamiento de sí mismo (cf. Berulle, Tratado de la abnegación interior).

Sólo Francisco de Sales conserva un equilibrio clásico. En el siglo pasado deben recordarse las figuras de Carlos de Foucauld (la humildad como elección radical del último lugar) y Teresa de Lisieux: el "camino de la infancia espiritual" llevará a Teresa a la más alta mística en un profundo sentido de abandono y de esperanza en Dios (Novissima verba, 6 de agosto).

Una breve síntesis tendrá que reconocer que fuera de la revelación cristiana la humildad no ha ido más allá de la recta valoración de las propias limitaciones. La referencia a un Dios personal, trascendente y creador, da a la humildad su primera característica de reconocimiento del ser creatural, del límite existencial, vivido también como condición pecadora. Buenaventura las llama "humilitas veritatis" y "humilitas severitatis" (De perfectione evang. 1). Tanto para los Padres como para los místicos, la humildad es una actitud general del espíritu, que mueve a la obediencia a la voluntad del Padre y al servicio al prójimo. Para Agustín la humildad abre a la acogida de la salvación: «cape prius humilitatem Dei..., cape ergo humilitatem Christin, refiriéndose a Mt 11,29 (Sermo 117, 10, 17). De esta manera volvemos a las palabras de Jesús, revelación del Padre (Jn 1,18). Con Francisco de Asís podemos decir entonces que Dios «es humildad" (Alabanzas del Dios altisimo, 4). La actitud humilde de Cristo manifiesta en la historia que la humildad está en el centro de la vida divina: es la percepción inmediata de su amor ( 1 Jn 4,8.16). ¿Acaso la kénosis del Hijo no remite a un misterio kenótico que se ha de situar en el centro de la Trinidad? La teología clásica ve la subsistencia de las Personas divinas en sus relaciones: su ser es un esse ad; están en perfecto ek-stasis. De este modo, la acogida de la Persona de Jesús en el seguimiento evangélico introduce a los humildes en el misterio de la humildad de Dios.

V. Mauro

Bibl.: P Adnes. Humilité, en DSp, VIII 1, l136-ll87. D. Mongillo, Humildad, en NDE, 665-674; Humildad en SM, 111, 555-557; A. Gelin, Los pobres de Jahvé Nova Terra, Barcelona 1965; A, Murray, Humildad Clie, Tarrasa 1980; E. Przywara. Humildad paciencia, amor, Las tres virtudes cristianas, Herder Barcelona 1964.