HERMENÉUTICA BÍBLICA
VocTEO
 

El término «hermenéutica» se deriva del verbo griego herméneuein que en su raíz nominal, se relaciona con Hermes o Mercurio, el dios del lenguaje. No es casual que, en los Hechos de los Apóstoles, después de la curación de un cojo, los habitantes de Listras confundieran a Pablo con Hermes: "era él quien hablaba» (Hch 14,12). Este significado del término pone de manifiesto un primer aspecto fundamental de la misma hermenéuticas bíblica contemporánea: se trata de un lenguaje que intenta explicar los acontecimientos, lo «dicho» y lo "no-dicho».

Con este significado se relaciona consiguientemente el de «explicar» o "comentar». En este sentido Lucas indica que Jesús, después de la resurrección, caminando con los discípulos de Emaús, «empezando por Moisés y los profetas, les explicó lo que decían de él las Escrituras» (Hch 24,27). Con esta acepción la hermenéutica bíblica no se detiene en una " interpretación » general, sino que se convierte en una «explicación» del texto mismo como fuente de interpelación para los lectores. Por eso, si se concentra en este proceso explicativo e interpelativo, la hermenéutica se caracteriza como exégesis, es decir, como explicitación o explicación (cf. también Hch 10,8). De esta indicación se deduce que la hermenéutica y la exégesis bíblica, aunque están estrechamente relacionadas entre sí, no se identifican, sino que -como opinan algunos- la exégesis no representaría más que la actuación de la hermenéutica. Por el contrario, el proceso hermenéutico no se puede reducir a la interpelación que un texto suscita en el lector, sino que representa además la exigencia interpelativa del lector respecto al texto, que es lo que se denomina precisamente « exégesis » finalmente, el significado todavía más específico de «hermenéutica», entendida como « traducción » pone de relieve la función semiótica' de la hermenéutica; se trata de la ciencia que traduce en lenguaje distinto el significado del acontecimiento y de la palabra (cf. el sentido simple de «traducción» en Jn 1,42; 9,7. Hch 9,36).

Por tanto, sobre la base de estos horizontes de léxico, la hermenéutica puede definirse como ciencia de la interpretación, de la significación y de la explicitación.

De estas acepciones dependen también los tres principales ámbitos de la hermenéutica bíblica: la «noemática», que consiste en el reconocimiento de uno o de varios significados del texto bíblico en cuanto tal: la «eurística», que se propone explicitar esa significación; y la «proforistica», que intenta establecer una relación interpelante entre el texto bíblico y sus destinatarios.

Así pues, la hermenéutica bíblica, en sus diversas acentuaciones históricas y a través de las diversas metodología, intenta iluminar la relación "triangular» entre autor-texto-lector.

Ante todo, el primer eje relacional consiste en la relación entre el autor y el texto. Cada uno de los textos, aunque se coloque dentro de un proceso de unificación, como es la Biblia, representa la objetivación escrita de un autor, con su lenguaje y con un contexto muy concreto. Por eso la teología de Ezequlel es muy distinta de la de Amós, aunque las dos pertenecen al mismo fenómeno del profetismo en el Antiguo Testamento. Así pues, en este eje relacional es necesario centrar la atención en el sensus auctoris: ¿qué es lo que quiso destacar Marcos con su evangelio? A primera vista, este nivel parece sencillo, pero en realidad resulta complejo, sobre todo si se le relaciona con la sagrada Escritura que, en su globalidad, no sólo tiene que contar con un autor históricamente situable, sino también con el autor divino, en cuanto que es inspirada.

La aproximación al sensus plenior, surgida en la primera mitad del siglo xx, se propone poner de relieve un sentido más global que el literal, presente en el texto bíblico: reivindica precisamente esta doble paternidad del texto bíblico. Además, en la nueva hermenéutica se invoca a menudo la importancia del sensus auctoris, para que el texto bíblico no caiga en el subjetivismo interpretativo (cf. F. Schleiermacher, E. D. Hirsch, E. Betti). Sin embargo, esta relación no procede solamente del autor al texto, sino también al revés: del texto al autor. No todos los significados lingüísticos y semánticos de un texto bíblico pueden ser controlados por la égida racional de su autor, aun cuando le pertenezcan.

Por tanto, tras una noemática del autor bíblico viene otra del mismo texto bíblico que, por eso mismo, aunque esté colocado en un contexto espaciotemporal, revela un sensus propio. Ha sido sobre todo Gadamer el que ha puesto en evidencia la centralidad del texto respecto a cualquier otra relación hermenéutica, Este principio resulta fundamental a la hora de proyectar una posible teología del Antiguo Y del Nuevo Testamento; los diversos textos asumen una interrelación significativa que prescinde a menudo de la intención de su autor inmediato. El segundo eje relacional se refiere a las conexiones entre el texto y el lector; se entiende aquí por lector a todo el que, en cualquier situación cultural o social, se pone en relación con el texto bíblico. También en esta relación hay que considerar no sólo las implicaciones relacionales entre el texto Y el lector. sino también al contrario. Ante todo, en este ámbito es donde la hermenéutica se convierte en exégesis bíblica, va que se propone, dentro del respeto a la interpelación del texto bíblico, manifestar su significado, o mejor dicho sus significados. A su vez, una exégesis adecuada del texto bíblico determinará una jerarquización semiótica del mensaje bíblico. En términos concretos, la exégesis a través de sus diversas metodologías (cf. "historia de las formas», " redacción de las formas », semiótica semántica, estructuralismo, retórica) asume la tarea de aclarar el mensaje teológico del Apocalipsis, o de cualquier otro texto bíblico. Sin embargo, el itinerario inverso es igualmente fundamental, por lo que la "exégesis» y la "eiségesis» constituyen las dos fases del llamado "círculo hermenéutico».

El tercer eje relacional, que se pone a menudo en segundo plano en hermenéutica bíblica, se refiere a la relación entre el autor Y el lector. En primer 1ugar, ningún aUtor, y con mayor razón ninguno de los autores bíblicos, escribe simplemente por estética literaria.

Y al revés, se puede afirmar que el lector o el oyente condiciona siempre a la función comunicativa de todo autor u orador. Por consiguiente, cuanto más llegue el lector a la "fusión de horizonte» no solamente con el texto, sino también con su autor, tanto mejor podrá interpretar de modo pertinente el texto bíblico. Por eso, la hermenéutica bíblica no puede prescindir de las ciencias paralelas, como la arqueología, la geografía y la sociología bíblica.

En la historia de la hermenéutica bíblica se ha acentuado unas veces un aspecto y otras otro, debido a la múltiple significación que asume el texto bíblico tanto respecto al autor como respecto al lector. La identificación de una isotopía basica del texto bíblico, que constituye su "sentido», si se la refiere al sensus auctoris, permite al propio texto hacerse interpelativo sin verse fagocitado por el subjetivismo de su lector.

A. Pitta

 

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