EVANGELIZACIÓN
VocTEO
 

La Iglesia es misionera por naturaleza; es decir, ha sido enviada a anunciar la buena noticia de la resurrección de Jesucristo a todo el mundo. Por este motivo, va desde el comienzo de su ministerio público, Jesús de Nazaret formó un grupo de discípulos para enviarlos a predicar el Reino de Dios y hacerles participar de sus signos (Mt 10,1-15). Después de su resurrección, Jesús confió a la Iglesia entera la tarea de anunciar su evangelio y de bautizar en el nombre de la Trinidad hasta su retomo glorioso al final de los tiempos (Mt 28,16-20). Esta misión constituye a la Iglesia y la fidelidad a la misma señala al mismo tiempo la fidelidad que debe a su Señor.

La conciencia de la evangelización maduró muy pronto en la comunidad primitiva; inmediatamente después del martirio de Esteban (Hch 7 55-60), comprendió más a fondo las palabras del Maestro que la enviaba a todas las gentes. Encontramos así, progresivamente, que Felipe predica en Samaría (Hch 8,5), que Pedro acude a casa de Cornelio (Hch 10,1-48) y que Pablo se concibe como apóstol de los gentiles (Gál 1,16). A lo largo de los siglos, condicionada por el momento histórico en que vivió la Iglesia, la evangelización sufrió movimientos alternos, a veces contradictorios, pero otras muchas veces marcados por un sincero entusiasmo por la misión que Cristo le había confiado. En todo este movimiento, la Iglesia comprende cuán grande es la distancia entre la misión recibida y el ideal al que tiende, la limitación de-sus instrumentos y la pobreza de su predicación.

En la Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, que escribió Pablo VI como conclusión del Sínodo de obispos de 1974, dedicado a la evangelización en el mundo contemporáneo, se condensa la autoconciencia renovada de la Iglesia respecto a la evangelización: « La Iglesia lo sabe. Tiene una conciencia viva de que las palabras del Salvador: "Tengo que anunciar la buena noticia del Reino de Dios" se aplican con toda verdad a ella misma... Evangelizar es la gracia y la vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. La Iglesia existe para evangelizar" (EN 14). En la descripción de su misión, la Iglesia manifiesta también cuál es el centro del contenido que tiene que transmitir. « No hay verdadera evangelización si no se proclama el nombre, la enseñanza, la vida y las promesas, el Reino, el misterio de Jesús de Nazaret, Hijo de Dios" (EN 22), Así pues, el corazón de la evangelización es el kerigma, comprendido como la verdadera promesa de salvación para todo hombre y para la humanidad entera. La Iglesia no puede eximirse de anunciar «los cielos nuevos y la tierra nueva", pero al mismo tiempo está obligada a poner Y . a crear los signos que anticipan su realización. En efecto, una verdadera evangelización va unida a un crecimiento integral del hombre. La evangelización supone un  anuncio de auténtica libertad y una promoción de la justicia, que debe considerarse -según la expresión de Juan Pablo II en la Redemptor hominis- como «un elemento esencial de la misión de la Iglesia, indisolublemente unido a la misma» (RH 15).

Puesto que la evangelización es tarea peculiar de la Iglesia, se extiende a todas sus diversas formas de vida: el anuncio, la celebración, el testimonio contribuyen a la par y, aunque de diversa forma, anuncian el mismo idéntico misterio. Además, como la evangelización no consiste en un anuncio desencarnado de la realidad, supone que el que anuncia se vea plenamente implicado y comprometido con el contenido de su predicación. Pablo VI recordaba que « el hombre contemporáneo escucha de mejor grado a los testigos que a los maestros, o si escucha a los maestros, lo hace porque son testigos » (EN 41). El papel del cristiano en su anuncio del Evangelio es, en primer lugar, vivirlo en primera persona, para que sea su misma vida la que hable. La fuerza de atracción del Evangelio, una vez acogido, no permite que nadie delegue en otros el anuncio; «es inconcebible que un hombre escuche la Palabra y se dé al Reino, sin convertirse a su vez en uno que lo atestigüe y anuncie» (EN 23).

La evangelización, precisamente  porque es un anuncio de salvación que pone en el centro el amor de Cristo revelado en su muerte y resurrección, debe ser capaz de expresar hasta el máximo el respeto a todas las demás expresiones religiosas. El misterio de Dios revelado en Cristo, que ningún cristiano puede dispensarse de anunciar, conoce sin embargo ciertas etapas que s61o podrán alcanzarse con el diálogo, la búsqueda sincera de la verdad y el amor.

La evangelización es un «proceso  complejo» (EN 24), formado de varios elementos que s61o en su complementariedad recíproca dejan vislumbrar la riqueza del acontecimiento y la necesidad y la urgencia de entregarse a él para que el Reino de Dios crezca y llegue pronto a su cumplimiento,

 R. Fisichella

 

 Bibl.: Pablo VI, Evangelii nuntiandi, Ciudad  del Vaticano I975; 5. Dianich, Iglesia en misión, Sígueme, Salamanca 1988; J. Comblin, Teología de la misión. La evangelización, Buenos Aires 1974; A. Ca6izares, La evangelización hoy, Madrid 1977. C. Floristán, La evangelización, tarea dei cristiano, Madrid 1978; íd., Para comprender la evangelización, Verbo Divino, Estella 1993.