DOCTRINA SOCIAL DE LA IGLESIA
VocTEO
 

Con este apelativo (que hoy ha vuelto a ocupar un lugar preferente), añadido a algunos otros (enseñanza, Magisterio, discurso social de la Iglesia), se señala toda aquella serie de intervenciones (encíclicas, discursos, radiomensajes, documentos) con los que el Magisterio de la Iglesia (papas, concilios y obispos) ha entrado en lo más vivo de las cuestiones sociales de nuestro tiempo, examinando situaciones, valorando con criterios concretos de juicio los sistemas y las orientaciones diversas, proponiendo indicaciones tanto doctrinales como operativas.

La enseñanza social de la Iglesia hunde sus raíces en la Palabra de Dios, en la doctrina patrística y en las elaboraciones doctrinales de los grandes doctores medievales. Ya ab antiquo encontró su expresión en algunas bulas y en otros documentos de los papas. Sin embargo, se la hace remontar al siglo pasado cuando, de manera no esporádica y ocasional, sino orgánica y sistemática, el papa León XIII con su encíclica Rerum novarum, del 15 de mayo de 1891, tomó una posición clara y - decidida en el tema de la «cuestión social» es decir, ante el conflicto capital, trabajo que se había abierto con la revolución industrial. En esta encíclica, considerada como la «carta magna» o el texto inspirador de la doctrina social de la Iglesia, preparada por escuelas y hombres (eclesiásticos y laicos) que ya se habían especializado en el estudio de los principales nudos de esta cuestión, el papa enuncia algunos criterios y principios idóneos para iluminar su solución. Considerados justamente como «gérmenes proféticos», recogidos y desarrollados continuamente en los otros textos magisteriales, pueden reducirse a las siguientes consideraciones: 1} el hombre trabajador, por su eminente dignidad personal, no puede compararse con la mercancía, sometida a la ley de la oferta y de la demanda; 2} la economía no debe separarse de la moral ni de los imperativos de la justicia y de la caridad; 3} la Iglesia tiene el derecho-deber de intervenir en la «cuestión social», en cuanto que no se trata sólo de un problema técnico, sino que contiene siempre aspectos ético-religiosos; 4} el socialismo y el liberalismo económico no constituyen auténticos remedios a los problemas sociales; 5} el Estado, en cuanto comunidad dirigida al bien común, tiene el derecho-deber de intervenir en la cuestión social con una legislación que garantice a los trabajadores (y a sus familias) condiciones justas de salario, de vida y de seguridad social; 6} los obreros, abolidas las corporaciones, no pueden permanecer aislados frente al poder patronal, reducidos a «condiciones poco menos que serviles », sino que tienen derecho a asociarse para salvaguardar sus derechos, pero rechazando la lucha de clase y las acciones violentas, en grupos no solamente «mixtos», sino también sólo de trabajadores.

Los principales documentos en los que la doctrina social de la Iglesia ha encontrado nuevos desarrollos con una dinámica de continuidad (en los elementos esenciales) y de innovaciones (dictadas por el cambio de situación y por las nuevas adquisiciones culturales, científicas y teológicas) son sobre todo las grandes encíclicas sociales, generalmente firmadas con ocasión de los aniversarios de la Rerum novarum: Quadragesimo anno (mayo de 1931); Radiomensaje de pío XII el 1 de junio de 1941; Mater et Magistra, de mayo de 1961, y Pacem in terris, de abril de 1963, - firmadas por Juan XXIII; la carta Octogesima adveniens (mayo de 1971) y la encíclica Populorum progressio (26 de marzo de 1967) de Pablo VI, y finalmente las tres encíclicas sociales de Juan Pablo 11: Laborem exercens ( 14 de septiembre de 1981), Sollicitudo rei socialis (31 de diciembre de 1987) y Centesimus annus ( 1 de mayo de 1991), con ocasión del primer centenario de la encíclica de León XIII.

Esta larga serie de textos, sin embargo, está lejos de ser exhaustiva, ya que no recoge otras muchas intervenciones significativas de los papas en materia social, ni tampoco las tomas de posición de las comisiones episcopales, de los sínodos y conferencias (algunas de notable importancia, como las de Medellín y Puebla en América Latina) y de cada uno de los obispos.

Todo este rico material da una gran densidad al Magisterio social de la Iglesia, Magisterio auténtico y «verdadero» que compromete a la conciencia de los creyentes, aunque no esté caracterizado por la nota de la infalibilidad y de la irreformabilidad.

La doctrina social de la Iglesia sigue una metodología que, a lo largo de los años, ha ido asumiendo un carácter cada vez más inductivo, abierto a desarrollos, al diálogo y a las aportaciones laicales y de las ciencias humanas. La doctrina social de la Iglesia, además de ofrecer elementos doctrinales, se muestra preocupada de su encarnación histórica en favor de los creyentes y de todos los hombres de buena voluntad. Por eso tiene un carácter « práctico ». Según una autorizada indicación de Juan Pablo 11 (en la Sollicitudo rei socialis , remachada luego en la Centesimus annus), la enseñanza social de la Iglesia pertenece al saber teológico y, en particular, a la reflexión teológico-moral. Teniendo en cuenta esta colocación epistemológica, resulta claro que la doctrina social de la Iglesia no debe considerarse como una ideología (en el sentido peyorativo de origen marxista), ni como una «tercera vía», es decir, como un sistema social, elaborado orgánicamente l en medio del liberalismo y - del colectivismo, que tuviera la intención de constituir una « sociedad cristiana».

La motivación de fondo de la doctrina social de la Iglesia es la antropología cristiana, que se expresa en una visión de la persona humana, no mutilada ni reductiva, que a la luz de la Palabra de Dios y de una sana filosofía ve siempre en todo ser humano y - en cada una de las etapas de su desarrollo el valor inconmensurable de la imago Dei: toda persona humana es «icono de Dios» y «camino de la Iglesia».

Después de un cierto período de crisis (en los años 60), la doctrina social de la Iglesia suscita hoy un gran interés y se presenta como punto de referencia no sólo para los creyentes, a los que se propone como instrumento de la «nueva evangelización», sino también para los no creyentes y para todos los hombres « de buena voluntad», a quienes, por otra parte, se dirigen expresamente los documentos eclesiásticos desde los tiempos de Juan XXIII.

G. Mattai

 

Bibl.: F Rodríguez (ed.), Doctrina pontificia. Doctrinas sociales, BAC 1959., AA. VV l La doctrina social cristiana, Encuentro, Madrid 1990; R. Antoncich y J M. Munárriz, La doctrina social de La Ig!esia, San Pablo, Madrid 1989. J Y Calvez, La enseñanza social de la Iglesia, Herder, Barcelona 1991; A. A. Cuadrón (ed.), Manual de doctrina social de la Iglesia, BAC, Madrid 1993.