DESTINATARIO
VocTEO
 

Si la teología no tuviese un destinatario, quedaría reducida a una simple especulación del teólogo y no serviría de nada para la vida de la Iglesia. Lo que da fuerza a la reflexión histórica que lleva a cabo la Iglesia es saber que ella se encuentra siempre ante una persona concreta a la que debe dirigir la riqueza de la revelación y el testimonio de fe de los creyentes.

El destinatario es esencial, porque  cualifica la búsqueda, la orienta y al mismo tiempo la determina. En efecto, la revelación va dirigida siempre a la humanidad, y la Iglesia tiene que ser su mediación en todas las épocas y en todos los rincones del mundo. La revelación, al ser la comunicación de Dios en lenguaje humano, está marcada por la historicidad asumida en la persona de Jesucristo, en el que la revelación encuentra su expresión última Y definitiva. Por tanto, tiene que llegar concretamente a cada una de las personas, ya que es portadora de sentido, como amor que se ofrece. Pero el hecho de que la revelación llegue hasta cada uno en todas las épocas y en todas las partes del mundo implica, por otro lado, que no solamente tiene que pensar continuamente en las palabras decisivas que marcan la vida de los hombres, sino también en las preguntas que caracterizan a la vida personal y las diversas conquistas que provocan la adhesión de fe a una respuesta. En este sentido, el destinatario es esencial para la fe y para la teología, que debe saber ofrecer las razones para que el acto del creer pueda ser personal, es decir, inserto en la historicidad de cada uno.

 Si esta indicación es válida para toda la reflexión teológica, lo es más todavía para una disciplina teológica que, con mayor razón, tiene que tomar en consideración al destinatario, es decir, la teología fundamental. En efecto, la teología fundamental no tiene como destinatario suyo solamente al creyente -al que siempre se dirige la teología para ofrecerle las razones del creer-, sino también al «otro» que no profesa la fe y a quien hay que mostrar el sentido y la necesidad del creer como acto en el que se puede realizar plenamente la persona.

A lo largo de los siglos de historia de  la teología ha habido diversos destinatarios a los que referirse: en los primeros siglos, por ejemplo, estaban los judíos y los paganos; luego fueron los musulmanes y, más tarde, los racionalistas o los ateos. La teología ha intentado responder a cada uno, o bien presentando los datos de la fe, o bien respondiendo a las críticas que se le dirigían. Hoy, además del destinatario de siempre, que es el hombre llamado a la salvación, parece asomarse un doble destinatario específico. En Occidente toma el rostro de Jano bifronte: en efecto, nos encontramos con un  destinatario que parece ser cada vez más consciente de su fe y cree en la necesidad de darse una motivación que le permita atestiguarla y saber presentarla, comprometiéndose en concreto en diversas formas de voluntariado, adecuadas para recuperar a los marginados y dar un testimonio concreto de la coherencia necesaria con la profesión de su fe. Pero al mismo tiempo son cada vez más numerosas las generaciones de los que se muestran indiferentes ante la práctica religiosa, intolerantes de la enseñanza de la Iglesia e ignorantes de los contenidos de la fe.

En Oriente, el destinatario asume el rostro del hombre posmarxista, que ha vivido varios decenios bajo el dominio de la dictadura atea, privado de sus derechos fundamentales y sometido a una continua censura y espionaje; se muestra vacilante, receloso, desconfiado y deslumbrado ante el bienestar de Occidente. Para éstos la teología tiene que saber asumir la responsabilidad de una presentación adecuada de la fe, de manera que su contenido surja en un lenguaje inmediato, creador de nuevos espacios de comunicación y denso de significado. La teología que no tuviera en consideración la situación histórica y al hombre contemporáneo correría el riesgo de verse privada del mordiente necesario, mortificaría la fuerza del Espíritu y apagaría la profecía como la reforma de poder alcanzar al hombre en la intimidad del corazón de todo ser humano (1 Cor 14,25).

R. Fisichella

 

Bibl.: R. Fisichella, Teología fundamental: destinatario, en DTF 1448-1454: Íd., Introducción a la teologia fundamental Verbo Divino, Estella 1993; E. Alberich, Destinatarios, en DC, 266-268; K. Rahner, Oyentes de la palabra, Herder, Barcelona 1961