COMUNIDAD PRIMITIVA
VocTEO
 

 Se habla de la comunidad primitiva en un doble sentido: en primer lugar, para indicar al primer grupo de creyentes que se recogieron después de Pascua en torno a la fe del resucitado; además, como punto de unión entre los evangelios y Jesús de Nazaret. En el primer sentido la comunidad primitiva expresa el conjunto de los «hermanos" que, en la descripción de Hch 2,42-45, se dice que «perseveraban en la enseñanza de los apóstoles y en la unión fraterna, en la fracción del pan y  en las oraciones... vivían unidos y lo tenían todo en común'". En este texto se habla, ante todo, de la comunidad de Jerusalén y, en segundo lugar, de la comunidad judía más amplia. Una nueva acepción vería en la comunidad primitiva el significado de «cristianismo primitivo"; pero el sentido de esta expresión se referiría más bien a la misión evangelizadora que la comunidad habría comenzado a desarrollar fuera de los límites de Palestina, entre los paganos.

Se entra a formar parte de esta comunidad a través del bautismo (Hch 2, 41) y de la unión del Espíritu (Hch 8, 17); se vive de la ley del amor (1 Cor 13,13) y todos, según el don que han recibido, contribuyen a su edificación ( 1 Cor 12,4). Esta comunidad aparece estructurada va desde el principio; en efecto, se reconocen en ella a los apóstoles, a los profetas, a los doctores y a los evangelistas (Ef 4,1 1; 1 Cor 12,28); se vive en el «temor del Señor», pero  haciendo que surja la simpatía en medio del pueblo que les rodea (Hch 2, 47). Esta comunidad se reconoce esencialmente por su vínculo con el Señor, de cuya resurrección se presenta como testigo. Su suele poner como fin de la primera comunidad la muerte del último apóstol, dando a entender de este modo que con él llega a faltar el último testigo ocular de la resurrección y por tanto el vínculo directo con Jesús de Nazaret.

A partir de los estudios de R. Bultmann, de manera particular, la comunidad primitiva adquiere mayor peso en el estudio de los exegetas y es identificada como la creadora del mito de Jesús y del comienzo del cristianismo a través del anuncio del kerigma. Según esta hipótesis, la comunidad primitiva sería el lugar privilegiado y el contexto natural (Sitz inz Leben) donde surgen los evangelios y donde cada una de las perícopas adquieren su pleno significado. Por consiguiente, se daría una discontinuidad entre los evangelios y Jesús de Nazaret, creada precisamente por la comunidad que transforma al Jesús predicador en Cristo predicado.

 Esta teoría, ya ampliamente superada, se apoyaba en un equívoco fundamental, que estaba presente en las precomprensiones filosóficas con las que Bultmann leía los textos sagrados. En efecto, según él, no se podía saber nada sobre el Jesús histórico, ya que los textos que tenemos a nuestra disposición, por el hecho de ser kerigma, es decir, textos de fe, no tenían interés en transmitirnos datos históricos. Por tanto, la comunidad primitiva no tenía nada que ver con Jesús de Nazaret, sino que se constituía tan sólo sobre la fe en su resurrección. Se venía a crear entonces una discontinuidad total entre  dos comunidades, la prepascual y la pospascual. Se han publicado diversos estudios para restablecer la objetividad del dato que recupera la continuidad entre la comunidad de antes y la de después de la Pascua; de manera especial H. Schurmann ha demostrado de forma sólida y definitiva que en los evangelios están presentes diversos elementos que garantizan cómo entre los dos grupos se puede hablar incluso de una «continuidad sociológica"' Efectivamente, Jesús había formado ya un grupo de personas que tenían con él unas relaciones estables, les instruía sobre la forma como deberían desempeñar su misión después de su muerte; y -hecho más importante todavía- éstos llevaban una vida en común, donde existían ciertas «reglas» de conducta.

La comunidad primitiva, por consiguiente, es el eslabón que enlaza a los evangelios con el mismo Jesús; la comunidad transmitió las palabras y los gestos de Jesús de manera fiel ya que, desde antes de su resurrección, había creído en su palabra como la palabra última y definitiva que Dios mismo les dirigía con vistas a la salvación. Esta comunidad, por su misma composición y por la experiencia peculiar que tuvo del Señor, se distingue de todas las demás comunidades; más aún, es la norma de todas las demás, ya que en ella se dio directamente y de manera normativa la revelación de Dios en Jesucristo.

 R. Fisichella

 

 Bibl.: R. Bultmann. Teología del Nuevo Testamento, Sígueme, Salamanca 1981; E Schillebeeckx, Jesús, la historia de viviente, Cristiandad, Madrid 1981; R. Fisichella, La revelación: evento y credibilidad Sígueme, Salamanca 1989, ~, M. Martini, Comunidad primitiva, en DEI, 11, 64-75,