CANTAR DE LOS CANTARES
VocTEO

 

1. El título hebreo shir haschshirim equivale al superlativo: «el más bello de los cánticos". Si el libro entró a formar parte del canon, no fue sin discusiones. El Cantar de los cantares se discutía todavía en el s. 1 d.C. y tenemos un eco de estas discusiones en la Misna (Yadavim 11, 5; Taanit 1V 8). En el canon hebreo forma parte de los ketubim, y se le sitúa entre Rut y Eclesiastés. En la sección de los ketubim pertenece al grupo de los cinco rollos (megillot): es el primero de los cinco, que se leía con ocasión de la Pascua, ya que se creía ver en él una referencia a los hechos del Éxodo en sus alusiones ala primavera (2,11s; 7 12s) y - en el recuerdo del faraón ( 1,9). La convergencia de criterios filológicos y literarios , hacen suponer que el libró tal como ha llegado a nosotros, no es anterior al s. III a.C., pero sin excluir la posibilidad  de que haya fuentes preliterarias y hasta literarias que modific6 luego ligeramente el redactor perteneciente a los círculos sapienciales.

 

 2. «El mundo entero no es digno del  día en que se le dio a Israel el Cantar" (Yadayim 111, 5), Este elogio sin medida intenta ofrecernos la medida del don.

Pronto empezaron las discusiones, que  no han acabado aún, sobre la intención concreta de esta obra: ¿Habla del amor erótico entre un joven y una muchacha, del amor entre ese «él" y ese «ella" de todos los tiempos y lugares? ¿Presenta una alegoría del amor entre Yahveh e Israel, tal como lo habían presentado antes algunos profetas?

Parece ser que la interpretación más  antigua del Cantar fue la histórica o literal, no la alegórica; en efecto, la versión de los Setenta, que se remonta a la misma época, no presenta ningún indicio de interpretación alegórica. La lectura literal se encuentra también en las antiguas versiones latinas, indicadas con el nombre colectivo de vetus latina;  lo mismo hay que decir de la Vulgata.

Según esta Interpretación, el Cantar  describe el amor mutuo entre una joven y un joven que se buscan, se encuentran, se pierden y se vuelven a encontrar, movidos por un profundo deseo de mutua pertenencia. El sentido literal responde mejor al carácter sapiencial de la obra. En efecto, la visión sapiencial coincide con una época en la historia de Israel en que este pueblo comienza a mirar el mundo en clave « moderna", sin mezclarlo con lo divino: es la época de la «ilustración bíblica". La naturaleza y el sexo suscitan interés por ellos mismos, partiendo de la base de que Dios es su creador. A partir de la segunda mitad del s. 1 a.C. parece ser que comienza la primera interpretación alegórica por obra de algunos doctos fariseos y quizás también de los círculos esenios- Un ejemplo evidente de la interpretación alegórica del Cantar es el targum y el Midrash Rabba.

El Cantar se convierte en una alegoría  historificada, en el sentido de que las peripecias del esposo, identificado con Yahveh, y de la esposa, identificada con Israel, se captan en el desarrollo de la historia del pueblo hebreo, especialmente en los dramáticos episodios relacionados con el destierro.

Se da una estrecha relación entre la interpretación alegórica judía y la interpretación alegórica patrística, que comienza con Hipólito, por el año 200: el esposo es ahora Cristo y la esposa es la Iglesia. Orígenes es el principal representante de esta interpretación, que se amplía hasta llegar a comprender también las relaciones entre Cristo y el alma del creyente, acentuando la antítesis entre la realidad y la alegoría, que se deriva del contraste entre el mundo visible y el mundo invisible, de clara derivación platónica.

3. El Cantar celebra el juego y la fruición del amor. Lo que canta no es un amor «puro», si es que con este adjetivo se quiere definir un amor simplemente espiritual, como si fuera una forma de amor más elevado y noble. El amor que celebra el Cantar no es un amor desencarnado, sin relación alguna con el cuerpo, con el sexo, con el eros, ya que celebra el amor humano, el amor profundo. La inserción de este libro en el canon bíblico tiene su propia intencionalidad. Inteligentemente, el último redactor de esta obra omite el nombre de Dios, para que quede bien claro, en un terreno tan obscuro, tan enigmático y ambiguo, que Dios es Dios y el hombre es hombre y solamente hombre. Ésta es la teología de la ternura que salva la trascendencia de Dios y proclama su «humanidad».

F Raurell

 

BibI.: R. Tournay, El Cantar de los Cantares, FAX, Madrid 1970; L. Alonso Schokel, Bl Cantar de los Cantares, Verbo Divino, Estella 31993; A. M. Pelletier, Bl Cantar de los Cantares, Verbo Divino, Estella 1995; M, Pope, Song of Songs, Nueva York 1977.