BIEN
VocTEO
 

El término «bien» está cargado de  toda la historia de la reflexión humana. Por consiguiente, su uso encierra dificultades, sobre todo porque es más fácil despertar con él emociones que mover a argumentaciones. Se refiere a una cosa o a un estado de cosas (situaciones) de carácter positivo en el mundo; "positivo" se refiere a la persona afectada, a la que el observador quiere designar, a todas las personas en situaciones semejantes; "en el mundo» no indica necesariamente el cosmos, sino lo objetivo, lo no fantástico. Incluso algunos cambios internos al sujeto humano pueden ser objetivos: por ejemplo, perder una cierta actitud para con una persona, aprender inglés, etc. Así pues, este término indica algo que tiene que ver con un posible cambio, tanto si éste acontece al agente como si es provocado por él. En este último caso hablamos de obrar entendiendo con ello la capacidad de introducir cambios en el mundo contrapuesto al sujeto agente, incluso cuando él actúa sobre sí mismo.

En el obrar general del hombre es  preciso introducir una nueva división: el hacer (poiesis, facere) y el obrar en  sentido estricto (praxis, agere). El primero se refiere esencialmente a la acción que se dirige a objetos no humanos (o no considerados como tales), mientras que el segundo tiene como objetivo del cambio a una persona humana o sus capacidades. Así, para Aristóteles, el obrar consistía sólo en la acción política y comunicativa del ciudadano libre, diferenciándose del hacer, es decir, de la actividad del esclavo.

Sólo en el obrar en sentido estricto el agente (o el que juzga del obrar de  otro agente) se plantea el problema de si lo que ha hecho o lo que quiere hacer está bien o está mal. Cuando me pregunto si he hecho bien en arreglar yo solo mi bicicleta, puedo dar a la pregunta dos tipos de respuesta. Primera respuesta: así me he ahorrado dinero, así podré dar mañana un paseo, así he demostrado mi capacidad a mi chica, La otra respuesta puede ser: he ahorrado dinero para poder comprarme un libro; no hemos de depender de otros por pura comodidad. La primera serie se refiere a la consideración pragmática, es decir, a la posibilidad de llegar con ese medio al fin que me he propuesto; la segunda serie se refiere a una consideración moral, es decir, a los fines que puede aceptar o no, pero no decidir ni determinar. Los fines morales son aquellos que el sujeto agente puede elegir por sí mismo, pero no establecer. En efecto, se trata de fines del hombre en absoluto, de valores universales, atemporales, como la justicia distributiva, la fidelidad, la generosidad, la ayuda a los más débiles. Son los objetos de las virtudes, que se concretan a través de normas morales, en relación con unas situaciones humanamente relevantes. Así pues, las expresiones que indican valores son inmutables (no en la forma lingüística, sino en su estructura semántica), mientras que las expresiones que indican normas son mutables por definición y contienen una descripción que también puede cambiar y que, por tanto, hay que reajustar eventualmente. Algunas normas, las llamadas normas absolutas, no pueden cambiar, ya que en su parte descriptiva se refieren a una situación que reaparece continuamente: por ejemplo "ayudar al que se encuentre en peligro inminente de muerte, a no ser que esto ponga en peligro grave mi propia vida», será una norma siempre válida, ya que la situación que se describe es una situación universal.

El bien moral es, por consiguiente,  el que puede desear un hombre, considerando su naturaleza en absoluto; es el bien que se refiere al desarrollo de la persona como persona, a la búsqueda de la felicidad a largo plazo, a la expresión plena de todas las capacidades humanas. Por eso, los bienes morales son sólo una serie en el conjunto de bienes humanos, la serie que contribuye al devenir autofinalista del hombre, al despliegue de su estructura más profunda. El bien moral se realiza en el espacio y en el tiempo, pero es una realización absoluta ligada a la dignidad de la persona.

En los diversos sistemas filosóficos  o cosmológicos, el bien moral va estrechamente ligado a la visión de conjunto de la realidad (incluyendo el lugar del hombre en el universo) y a la epistemología en general (y en particular, a la cognoscibilidad de las estructuras de valores). Por eso hay materialistas positivistas que consideran la distinción entre pragmática y moral como una idea útil, pero en definitiva insignificante; sociobiólogos que consideran el valor/norma como una función de supervivencia de la especie; finalmente, hay quienes sostienen que la norma es meramente optativa o que se trata de una cuestión de emotividad. En la visión de la teología católica, el bien es la felicidad última ligada a la visión de Dios, que no puede alcanzarse sin la gracia primera de la justificación y sin la ayuda continua de Dios.

Esto no cambia la naturaleza, sino que le ayuda a completarse, a desarrollarse a sí misma, siguiendo las líneas intrínsecas puestas en ella por el Creador,  que es causa eficiente y final de la naturaleza del hombre. El bien es por tanto lo primero que se capta Y lo último que se realiza.

 F. Compagnoni

 

 Bibl.: Aristóteles, Ethica ad Nicomachum 1,  c. 4; Tomás de Aquino, Summa contra gentes 111; E. Kuhn, Bien, en CFF, 195-216; H, von Wright, The Varieties oí Goodness, 1963,