APOLOGISTAS

Probablemente en torno al año 178 d.c. el pagano Celso compuso una obra anticristiana titulada El discurso verdadero. Constituye la primera refutación sistemática que se hizo del cristianismo y se convirtió desde entonces en la fuerte de todos los polemistas paganos posteriores.

El porqué de este escrito se explica si se piensa que el pequeño grupo cristiano se iba imponiendo a lo largo del 5. II a la atención general.

Hasta aquel momento el movimiento cristiano dejaba indiferentes a los demás o les interesaba poco. Lo prueban las escasas alusiones que nos quedan de él en la literatura pagana hasta mediados del s. II. Pero a partir de entonces empieza a destacar, debido entre otras cosas a la influencia que comienza a tener en los grupos cultos, en los que encuentra a personas capaces de justificarlo y de defenderlo incluso a través de la actividad literaria.

Los testigos de esta acción defensiva y propagandística del cristianismo en el s. II son los llamados “apologistas», autores de obras con varias finalidades, que suelen figurar con el nombre de “apologías».

Las apologías más conocidas de este tiempo son:

A. la de Arístides al emperador Adriano;

B. las dos de Justino (t 165);

C. el Discurso a los griegos, de Taciano (entre el 155 y el 170);

D. la Súplica por los cristianos, de Atenágoras ( 177);

E. los tres libros A Autólico, de Teófilo de Antioquía (por el 180);

F. la Apología, de Melitón de Sardes (por el 177) (algunos fragmentos);

G. el Apologético, de Tertuliano (por el 197);

H. el Octavio, de Minucio Félix;

I. la Carta a Diogneto (comienzos del s. 111);

J. el discurso de defensa del mártir Apolonio (por el 184), que Harnack define como " la apología más preclara del cristianismo »;

K. una apología falsamente atribuida a Melitón, compuesta probablemente en tiempos de Caracalla.

La finalidad que buscan estas apologías es diversa: en algunos casos se trata de documentos jurídicos dirigidos al emperador. Pero también se trata de obras de propaganda dirigidas a los paganos y de obras teológicas en la medida en que intentan expresar el hecho cristiano con categorías griegas.

En otras palabras, las dictaba una triple necesidad: apologética, psicológica y polémica.

Sus autores son de ordinario personas que proceden del paganismo. Los motivos de su conversión a la nueva fe pueden ser de diversos tipos. Seguramente les impresionó el valor social del evangelio. Según el testimonio de Justino, muchos de los encuentros ocasionales con cristianos convencidos debieron suscitar en no pocos de sus conciudadanos interrogantes y simpatías por la nueva fe (cf. Diálogo con Trifón 8, 1). En el mundo antiguo, tan cargado de creencias en el poder de los demonios, no hay que olvidar tampoco el papel que los exorcistas cristianos tuvieron que representar en la obra de la propagación de la fe (cf. 2 Apol. 6, 6) Naturalmente, además del testimonio de la vida, todavía resultaba más incisivo el testimonio de la muerte que sufrieron algunos cristianos en defensa de su fe. Tertuliano, aludiendo quizás a su experiencia personal, observa:

"¿Habrá alguien que, al descubrir la sólida firmeza del cristiano, no se sienta movido poderosamente a buscar cuál es el verdadero contenido ideal del cristianismo?» (Apologético 50). Y un poco antes: "la sangre es semilla de cristianos» (lb.).

Es un hecho que hombres como Justino, Atenágoras o Tertuliano, una vez convertidos al cristianismo, se hicieron sus más fervorosos propagandistas.

Los apologistas sabían que tenían una verdad que no podían alcanzar los más distinguidos espíritus de su entorno. Pero, ¿cómo hacer que esta verdad llegara hasta ellos? Ante todo, buscaron una base común con los paganos a los que se dirigían, y usaron un lenguaje comprensible para ellos.

En este empeño habían tenido algunos precedentes en la literatura misionera judeo-helenística, ligada sobre todo al nombre de Filón, en la predicación misionera del cristianismo primitivo (cf. Hch 14,II-17) y en la imitación del Protréptico de Aristóteles, o bien en la invitación del desprecio del mundo, si nos volvemos hacia la filosofía.

En su acercamiento a los paganos, los apologistas adoptan la forma de "diálogo", en el que las dos partes contendientes se esfuerzan ante todo en entenderse mutuamente. En una palabra, se esfuerzan por dar las razones de su propia fe adecuándose a sus lectores y mostrando cómo la pistis (la fe) del cristianismo no carece de loghismos (racionalidad). Pero esta confrontación no se realiza en un clima de conflictividad o de polémica. Es verdad que excluyen el diálogo con la religión politeísta de su tiempo, pero permanecen abiertos a una confrontación con la filosofía griega, a la que generalmente demuestran estimar.

Por lo demás, no puede concebirse un diálogo sin una valoración positiva del pensamiento humano como capaz de buscar y de conocer la verdad.

Sobre esta base de valoración de la capacidad «natural, del hombre, Justino construirá el diálogo entre el cristianismo y la filosofía pagana en torno a dos ideas fundamentales:

a} la doctrina del plagio o del robo;

b} la doctrina del logos o logoi spermatikoi.

La teoría del plagio se basa en la observación de la coincidencia entre los datos de la razón y los de la fe (Escritura); aquéllos han sido sacados de éstos.

En relación con la doctrina de los logoi spermatikoi, Justino afirma que todo ser humano, en cuanto racional, participa en cierto modo de la Razón divina (cf. 2 Apol. 8, 1). Por tanto, no hay ninguna ruptura entre el pensamiento humano y el pensamiento cristiano, sino una plenitud del primero en el segundo. Las verdades parciales del primero están orientadas entonces a la verdad total que es Cristo.

No se puede ignorar que, para la misión cristiana del s. II realizada por los apologistas, el problema central no fue la asimilación al mundo” sino más bien la necesidad de distinguirse de él. En la adaptación existía el peligro de perder la propia esencia cristiana. Sin embargo, el cristianismo de los apologistas, desposado -por así decirlo- con el helenismo, supo ponerle también ciertos límites, salvaguardando así la propia originalidad y autonomía religiosa.

L. Padovese

 

Bibl.: D. Ruiz Bueno. Padres apologistas griegos. BAC, Madrid ]954: J. Quasten. Patrología, 1, BAC, Madrid ]96], ]8]-242,