ANOMEÍSMO

Este término se aplica al ala de los arrianos intransigentes que se creó después del concilio de Nicea (325) alrededor del 355. Se llamaron así porque sostenían la «desemejanza» total entre el Padre y el Hijo (anómoios = desemejante). Considerando la «ingeneración» como el elemento constitutivo de la esencia divina y refiriéndola sólo al Padre, los anomeos consideraban al Hijo engendrado directamente por el Padre, pero distinto por substancia y, por consiguiente, inferior a él.

Sin embargo, debido a su cercanía con el Padre y a su función cosmológica, gozaba de un rango casi divino. En esta concepción degradante el Espíritu era considerado como la más excelsa de las criaturas producidas por el Hijo por voluntad del Padre.

Los exponentes más destacados de esta orientación teológica fueron el sirio Aecio y su discípulo Eunomio, convertido en obispo de Cízico hasta que el pueblo lo expulsó de esta sede. El grupo de los anomeos tomó también de él el nombre de eunomianos.

Su pensamiento está contenido en la Apologia (361), donde se expone de modo completo y orgánico la doctrina arriana radical. En este documento, que es el testimonio más amplio y autorizado del anomeísmo, Eunomio resume su teoría en los términos siguientes: «(Dios) engendró e hizo, antes de todas las cosas, al Unigénito Dios, nuestro Señor Jesucristo, por medio del cual todas las cosas vinieron a la existencia...; en cuanto a la existencia no puede compararse con el que lo engendró, ni puede compararse con el Espíritu Santo, que vino a la existencia por medio de él. En efecto, es inferior al primero, en cuanto que es criatura; y es superior al segundo, en cuanto que es creador" (Apologia 26).

L. Padovese

 

 

Bibl.: M. Simonetti, Anomeos, en DPAC, 1, 129; Íd" La crisi ariana nel IV secolo, Roma 1975; Anomeos, en ERC, 1, 694-696.