AGAPÉ

En el Antiguo y en el Nuevo Testamento, la agapé (el amor) indica aquella fuerza espiritual o sentimiento que mueve a una persona a entregarse al amado, o bien a apropiarse de la realidad amada, o bien a realizar aquello por lo que se siente algún placer o deleite. La agapé no se limita a la esfera profana o natural de la experiencia humana, sino que comprende también la relación hombre-Dios. Según el Antiguo Testamento, el amor de Dios al hombre se caracteriza por la espontaneidad, la gratuidad, la fuerza, la virtud unitiva, el impulso a compartir la vida, la fidelidad, la tendencia a ser exclusivo, la capacidad de renovarse en el perdón; y la agapé del hombre a Dios se caracteriza por el gozo, la entrega de sí mismo, la fidelidad, la observancia de la ley.

 

Jesús de Nazaret. con su praxis, muestra en concreto la profundidad, la imprevisibilidad y la desmesura de la agapé de Dios. Hablando de la agapé del hombre a Dios, Jesús subraya su radicalidad, que mueve al creyente a no dejarse seducir por las riquezas y las ambiciones y a no desanimarse ante las persecuciones. De la agapé para con el prójimo, Cristo subrava la disponibilidad a atender al necesitado, así como la obligación de amar incluso a los enemigos. La agapé es una especie de « unidad de medida» de la vida presente del creyente: y es también lo que permite (y permitirá hasta el fin de los tiempos) hacer una seria discriminación entre los hijos dignos y los hijos indignos del Padre celestial, que ama sin límites y sin medida.

También Pablo es un cantor de la agapé de Dios, que se manifiesta en el envío del Hijo y del Espíritu; en la muerte en la cruz de Cristo y en la elección universal; para el apóstol, la agapé es la anticipación del futuro: es la virtud que permanece más allá de la muerte. En la carta de Santiago se recuerda que la agapé es la ley del Reino, que se traduce en fidelidad a los mandamientos y en obras de bien para con los hermanos. En Juan, la agapé tiene siempre un carácter « descendente » : del Padre al Hijo, del Hijo a los hombres, del hombre a los demás hombres.

Como resumiendo toda la enseñanza bíblica, la Iglesia primitiva considera la agapé como « la quintaesencia del modo de obrar de Dios con el hombre y de la redención de Cristo» (E. Stauffer) y, consiguientemente, como la regla principal de la praxis de los creyentes, sobre todo en las relaciones mutuas. No es una casualidad que ágape sea también el nombre que dio la Iglesia primitiva al banquete eucarístico, que constituye el momento en que con mayor claridad se hacen presentes tanto el amor de Dios a la humanidad, concretado en el don del Hijo y en el misterio pascual, como la comunión profunda que se ha establecido entre los elegidos de Dios, en virtud de la fe, de la esperanza y del bautismo.

G. M. Salvati

 

Bibl.: W GUnter H. G. Link, Amor en DTNT 1,. 111-124; G. Quell E. stauffer, agapaO, agapé, en TWNT 1, 20ss; A. Nygren, Eros. y agapé, Sagitario, Barcelona 1969.