Entrevista

 

"El Jubileo ha puesto en crisis el modelo consumista de felicidad"

El economista Zamagni analiza los frutos del año santo

ROMA, 20 dic 2000 (ZENIT.org-AVVENIRE).- "Esta Navidad es la prueba (lo digo con amargura) de que el Jubileo ha fracasado". Así de claro lo afirmaba ayer un artículo de Ferdinando Camon, (nacido en 1935) en la primera página de varios diarios italianos. El escritor italiano con libros publicados en toda Europa denunciaba la relación existente entre el consumismo imperante y el Jubileo.

A pocas horas de distancia, una declaración del cardenal Camillo Ruini, presidente de la Conferencia Episcopal Italiana, parecía responder indirectamente a Camon: "En el jubileo han emergido los valores que nos esperábamos que emergieran".

En esta entrevista, el profesor Stefano Zamagni, profesor de Economía Política de la Universidad de Bolonia, hace una lectura original de los "frutos" del Jubileo.

Zamagni (1943), autor de "Economía del altruismo" ("The economics of altruism", Hants, Elgar, 1995), ha reflexionado durante toda su carrera de investigación, entre otras cosas, en las repercusiones de las actividades sin afán de lucro y caritativas para la economía civil.

"Creer que el Jubileo, evento excepcional pero limitado en el tiempo, puede cambiar costumbres de personas y de pueblos en el lapso de pocos meses, equivale a caer en la típica ilusión del determinismo --explica el catedrático--. Camon cae en el mismo error que quiere denunciar. En realidad, el Jubileo es un elemento de ruptura cultural, que exige tiempo para que su contenido profético se traduzca en estilos de vida".

--La denuncia de Camon, sin embargo, contiene una parte de verdad.

--Stefano Zamagni: Camon critica, y tiene razón, un estilo de vida que se va difundiendo cada vez más en las sociedades occidentales. Pero la misma denuncia contra el hiperconsumismo la encontramos en el recientísimo mensaje del Papa con motivo de la Jornada Mundial de la Paz (se celebrará el 3 de enero de 2001), en donde denuncia "modelos culturales del mundo occidental que, una vez desligados del substrato cristiano, están inspirados en una concepción secularizada prácticamente atea de la vida y en formas de radical individualismo". ¿Cómo es posible que en este época se haya afirmado más que nunca una concepción de la vida que representa una verdadera amenaza para la humanidad? Este interrogante, a mi me parece, ha estado presente en todo el Jubileo. Porque el hilo conductor del Año Santo es el Señorío de Dios sobre las cosas, la centralidad de Jesucristo en la vida de cada día.

--Un modelo, en verdad, alternativo a la cultura consumista...

--Stefano Zamagni: Así es. El evento jubilar está poniendo en crisis a no pocas personas e instituciones, incluso a los no creyentes.

--¿En qué se basa para decir algo así?

--Stefano Zamagni: Un ejemplo. Muchos estudiosos, especialmente en Estados Unidos, se están interrogando --justamente en este año 2000-- sobre la relación que existe entre aumento de la renta y la felicidad. Pienso por ejemplo en Robert E. Lane, autor del reciente "La pérdida de la felicidad en las democracias de mercado" ("The loss of Hapiness in market democracies", 2000 Economics). Pienso en Robert Frank ("Luxury Fever", Free Press, 1999), que incluso propone a los gobiernos introducir una tasa fuertemente progresiva sobre el consumo para desanimar los excesos de algunos estilos de vida. Motivo: más allá de una cierta renta, un aumento del consumo lleva a una disminución de la felicidad, en vez de aumentarla.

--Una tesis revolucionaria. ¿En qué se basa?

--Stefano Zamagni: Satisfechas las necesidades básicas --explican los autores-- aparecen las que están ligadas al status social. Los clásicos bienes superfluos: más consumes y más querrías consumir.

--Un círculo vicioso, en virtud del cual estamos siempre a la caza de la última novedad, del sofisticado artilugio electrónico...

--Stefano Zamagni: Pero la felicidad --el hombre lo experimenta desde los tiempos de Aristóteles-- está en las relaciones con los demás y no con las cosas. Nosotros, los católicos, tenemos que volverlo a decir con fuerza. Pero atención: pidamos también sobriedad, no en nombre de un genérico pauperismo sino porque queremos ser felices. Estoy convencido de que esta idea, genuinamente jubilar, sedimentará y dará fruto porque coincide con una sensibilidad y se injerta en un filón cultural en rápida evolución.

--Por tanto el Jubileo no es irrelevante...

--Stefano Zamagni: Su impacto ha sido, en mi opinión, devastador. En Italia, al menos, veo que la aportación de los católicos a partir de los impulsos proféticos del Jubileo es tan evidente que molesta.


 

"He reencontrado a Jesús": La confesión de un director de cine

Alessandro D´Alatri cuenta el origen de su filme "Los jardines del Edén"

ROMA, 19 dic (ZENIT.org-AVVENIRE).- "Conocí a Jesús cuando era niño. Luego lo perdí por el camino pero al final lo he reencontrado", explica Alessandro D'Alatri, nacido en Roma en 1955, director del filme "Los jardines del Edén" ("I Giardini dell'Eden"), centrado sobre la vida de Jesús antes de cumplir los treinta años, presentado con éxito en la anterior edición del Festival de Cine de Venecia.

"Estaba en Jerusalén --dice-- para presentar mi película "Senza pelle" ("Sin piel"). Cuando entré en la basílica del Santo Sepulcro no pude evitar hacerme preguntas que, antes o después, todo católico se hace: ¿Pero quién es Jesús? ¿Qué puedo transmitir de Él a mis dos niñas pequeñas? Me di cuenta de que no sabía mucho, que mi conocimiento se reducía a pocas nociones elementales, el bautismo, la comunión, la Navidad... Experimenté rabia al darme cuenta de que nadie me había enseñado nada de Jesús. Cuando volví a Roma cogí la Biblia y empecé a leerla de corrido, desde el Antiguo Testamento a los Evangelios, a los Hechos de los Apóstoles: leía, subrayaba, escribía, decenas y decenas de apuntes".

--¿Y al fin qué es lo que encontró en esta azarosa búsqueda?

--Alessandro D'Alatri: Envidio mucho a quien dice tener una fe inquebrantable porque para mí, incluso encontrar a Jesús ha resultado un recorrido complejo. Pero digamos que de católico distraído he llegado a ser menos distraído. Desde entonces no he dejado de leer, aunque repito que no soy un teólogo, soy un director de cine.

--¿Y qué quiere decir para un director de cine creer en Jesús?

--Alessandro D'Alatri: Hacer que la espiritualidad entre en las obras que realiza.

--¿En la práctica?

--Alessandro D'Alatri: Introducir en mis filmes aquellos valores que tienen las propias raíces directamente en Dios mismo.

--¿Es posible hacer algo así?

--Alessandro D'Alatri: No es imposible, pues en el fondo es lo que la gente busca y quiere. Al participar durante meses en la proyección de mi película sobre Jesús en diferentes ciudades, he tenido la posibilidad de conocer una realidad que se me había escapado completamente, la de las parroquias, que son realidades fundamentales dentro de sus barrios. Allí, en las parroquias, en las salas diocesanas, he encontrado a personas fantásticas que todavía hoy me escriben: "Ver su película me ha hecho venir el deseo de releer el Evangelio, de saber más de Jesús". ¿Qué me importa si el filme no ha sido campeón de taquilla? ¿Puede una sociedad basarse sólo en la lógica del beneficio de los números?

--Y sin embargo, usted ha dicho que hoy a nadie le importa ya Jesús.

--Alessandro D'Alatri: Es verdad, lo he dicho. Aunque luego, cuando he empezado a leer la Biblia y los Evangelios, he tenido también la prueba de lo contrario. Mucho amigos, sabiendo lo que estaba estudiando, me invitaban a cenar a cambio de que yo les contase de mí, querían saber qué me había sucedido. Eran personas más distraídas que yo, y sin embargo Jesús les interesaba, estaban fascinadas. Pero entonces, me dije, si hay todo este interés tratemos de contarlo. El simple ejercicio de "entrar" en el Evangelio me da una fuerza enorme: no leerlo y ponerlo en la librería, sino leerlo y cerrar los ojos, reflexionar sobre lo que me está diciendo en ese momento. Para estudiar a Jesús he pasado a través de San Pablo, que no conocía para nada, más bien me era un poco antipático. Y en cambio...

--¿Tiene una parábola evangélica preferida?

--Alessandro D'Alatri: Me gustan todas. Me parece que después de dos mil años son todavía actualísimas. Y sin embargo ¿cuántos las leen diariamente? Mi mujer es alemana, de origen protestante. Cada año por Navidad vamos a casa de sus padres en Alemania: mi suegro, la Nochebuena, como en todas las familias alemanas, escoge una pasaje del Evangelio y lo lee ante los familiares reunidos. Entre nosotros, no sucede esto, la Navidad es sobre todo un hecho consumista.

--No se puede generalizar. También en muchas familias católicas se lee el Evangelio y se dan gracias al Padre Eterno antes de empezar a cenar. ¿Usted reza?

--Alessandro D'Alatri: Si pienso en la oración en sentido "clásico", nunca; si pienso en la oración de gran fantasía, a menudo. Mientras rodaba "Los jardines del Edén", he sentido a Jesús muy cerca de mí, he sentido su persona. Y cuando lo comprendí, sentí la necesidad de descubrir el "antes" de El.

--¿Qué quiere decir?

--Alessandro D'Alatri: Me refiero a Moisés, por ejemplo. Es el personaje de la Biblia que más amo, por su coraje. Era un imperfecto, un pobre analfabeto que --¿cuántos los saben?-- tartamudeaba. Y sin embargo ha logrado salvar a un pueblo. Nosotros hoy casi tenemos miedo de rezar. ¿Ha visto alguna vez a los musulmanes? Muchos comparsas y técnicos de la película eran musulmanes: de vez en cuando cogían su alfombrilla y se iban aparte a dialogar con su Dios, sin aquella vergüenza o aquél pudor que tenemos nosotros.

--Tampoco en esto se puede generalizar. Hay personas que pasan la vida rezando, sin vergüenza, más bien con mucha alegría. Pero vayamos a la verdadera pregunta: "Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?".

--Alessandro D'Alatri: Jesús, en su grandeza, respondió a la pregunta con otra pregunta: probad a decirlo vosotros quién soy yo, pero decidlo a vosotros mismos, no a mí. Nosotros tenemos un gran regalo, que las otras religiones no tienen, y es la posibilidad de hablar de tú a tú con Dios. Me refiero, por ejemplo, a la confesión. Estoy trabajando en un filme con el título "La absolución". Pero prefiero no hablar ahora, es todavía pronto.


 

Cacciari: El Papa tiene razón: la identidad europea es cultural y religiosa

El filósofo de Venecia comenta la Carta Europea de Derechos Fundamentales

VENECIA, 18 dic 2000 (ZENIT.org-AVVENIRE).- "Es inconcebible una Europa que no se plantee el problema de la propia identidad cristiana". Lo dice Massimo Cacciari, filósofo prestado a la política italiana y hasta hace poco alcalde de Venecia.

Este intelectual de izquierdas laico, lo decía ya antes de que se redactara la Carta Europea de Derechos Fundamentales y lo repite con fuerza aún mayor después de la cumbre de la Unión Europea en Niza. Sobre todo después de haber leído el mensaje del Papa.

"El Papa tiene toda la razón: la identidad europea no es una identidad geográfica. Es una identidad cultural y religiosa fundada sobre la cristiandad. Aunque no hay que olvidar que esta identidad cristiana es a veces dramática. La Europa cristiana ha sido en efecto atravesada en el pasado también por los enfrentamientos, laceraciones y contradicciones", añade Cacciari, en esta entrevista.

"A decir verdad, en la Carta proclamada en Niza --subraya Cacciari-- no falta sólo todo tipo de reflexión metapolítica. Está ausente, de hecho, también toda dimensión política. Al denunciar el increíble retardo en afrontar el problema de la identidad cultural, política y, por tanto también religiosa de Europa, el Papa tiene toda la razón. Y, en mi opinión, no habría sido una cita genérica de Dios la que resolvería el problema porque esta invocación, quizá en la introducción de la Carta, no habría encontrado ningún fundamento en su interior".

--¿En qué modo se habría debido hacer explícita la identidad cristiana de Europa en la descripción de los derechos?

--Massimo Cacciari: Se habrían debido reforzar ciertos principios y ciertos valores que pertenecen a la tradición cristiana. Me refiero a la idea de persona, a la idea de subsidiariedad y de solidaridad. Principios que no son genéricos sino indispensables para fijar las políticas. Por ejemplo, fundamentan una política común en materia de acogida al extranjero, o sea una política en materia de inmigración. ¿Cómo se puede construir una Europa así? ¿Sobre qué presupuestos éticos, además de políticos y culturales? La Carta, en resumen, habría podido o debido hacer cien mil cosas más, reasumiendo en sí los valores y principios propios de la cristiandad.

--La ausencia más grave es sobre temas de la vida y de la familia.

--Massimo Cacciari: Comprendo la desilusión de la Iglesia pero hay que estar atentos, en términos normativos, a leyes y procedimientos del Estado y de los estados. El hecho de colocarse a este nivel puede comportar riesgos.

--Europa no puede prescindir --escribe el Papa-- de un enérgico esfuerzo de recuperación del patrimonio cultural dejado por Carlomagno. ¿Usted está de acuerdo?

--Massimo Cacciari: No hay duda. Lo han explicado los grandes historiadores no creyentes. Estas son verdades históricas ya pasadas a juicio. Como también están de acuerdo sobre la afirmación de que la educación en el espíritu del humanismo cristiano garantiza la formación intelectual y moral necesaria a los jóvenes para afrontar los problemas del desarrollo científico y técnico. Dicho esto, sin embargo, hay que profundizar en lo que es el humanismo cristiano porque ha habido, en su interior, diferencias y disonancias. Si no las damos también a conocer a los jóvenes no lograremos educarles efectivamente en una identidad europea. Es absurdo, en todo caso, pensar en cualquier nueva identidad europea sin recordar (con todo lo que puede significar) este pasado.

--Quizá volviendo a estudiar lenguas clásicas, como sugiere el Papa.

--Massimo Cacciari: Amén.