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Juan Pablo II recibe la lista de los mártires del siglo XX

Elaborada por la Comisión jubilar instituida por el mismo Papa

CIUDAD DEL VATICANO, 6 dic (ZENIT.org).- Juan Pablo II recibió el pasado 4 de diciembre la lista de los testigos de la fe del siglo XX, miles de páginas en las que se constata cómo hombres y mujeres han dado su vida por amor a Cristo.

La primera página de "L'Osservatore Romano", en italiano, recogía hoy el momento en el que se le entregaban al Papa dos grandes volúmenes, fruto de una investigación auténticamente ciclópea.

Se trata de una indagación realizada a nivel mundial por una Comisión especial de los Nuevos Mártires, fue creada a petición del pontífice en 1996, con motivo de la preparación del gran Jubileo del año 2000.

El pasado 7 de mayo, el pontífice hizo referencia a algunos de los nombres más conocidos presentes en la lista, en una celebración ecuménica que tuvo lugar en el sugerente marco del Coliseo.

En aquella ocasión, se evocaron los nombres de mártires de los cinco continentes: en particular, en la liturgia se hizo referencia a los testigos de la fe en la persecución religiosa en México y España; a la trágica muerte del arzobispo de San Salvador, Oscar Romero; a los católicos, ortodoxos, luteranos, y protestantes que fueron asesinados por dar testimonio de Cristo por el nazismo y el comunismo.

La Comisión, según explica el diario oficioso de la Santa Sede, ha contabilizado 13.400 ejemplos de vida de personas que han muerto a partir del 1 de enero de 1900. Proceden de 106 países. En este trabajo se han recogido sus biografías y el contexto histórico en que dieron testimonio de Cristo.

Las fuentes de documentación han sido las diócesis, conferencias episcopales, las Iglesias católicas orientales, unas 300 órdenes religiosas, las Pontificias Obras Misionales, la Congregación vaticana para las Causas de los Santos, los archivos de la organización Ayuda a la Iglesia Necesitada...

La lista no está concluida 

Pero la lista de estos "soldados desconocidos de la gran causa de Dios", como los ha denominado Juan Pablo II, se mantiene abierta, como ha explicado el secretario de la Comisión para los Nuevos Mártires, el padre Marco Gnavi.

En declaraciones a "Radio Vaticano", el sacerdote explica que el trabajo presentado termina con los datos recogidos hasta el 7 de mayo, día de la ceremonia del Coliseo. "Ahora bien, el testimonio del martirio sigue vivo y presente y, por desgracia, está abierto todavía en muchos contextos históricos".

El 70% en la ex Unión Soviética 

Gnavi revela que, entre las áreas geográficas más representadas, destaca en primer lugar Europa, pues el totalitarismo nazi y comunista se cobraron muchas vidas de testigos de Cristo. "En la antigua Unión Soviética vivieron más del 70% de estos mártires", informa.

Por su número, destaca, a continuación, "los testigos de la fe de la guerra civil española". Por último, menciona los ejemplos de cristianos de Asia, África y, en número muy inferior, de América Latina, en especial, de América Central.

¿Se trata de "mártires" en el sentido canónico del término? Esta es la pregunta que suscita inmediatamente la lista.

El padre Gnavi responde: "Yo diría que no. Nosotros hemos recibido la orden de realizar un "reconocimiento de la memoria" de los testigos de la fe que, en el sentido más amplio, han ofrecido su propia vida. Por ello, no hemos recurrido a los criterios canónicos propios del reconocimiento del martirio, que es algo muy diferente a lo que se nos ha pedido".


África, tierra de "mártires" en el siglo XX

El continente olvidado replantea el debate sobre la palabra martirio

ROMA, 6 dic (ZENIT.org).- África, a pesar del olvido, incluso de los cristianos, ha sido en este siglo tierra de mártires. Esta es la conclusión a la que llegó un congreso internacional universitario celebrado en Roma

En la nueva sede del Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum", se celebró del 4 al 5 de diciembre el Congreso "Los mártires de Asia y África" (Cf. "Corea, el país con el mayor número de conversiones"). Ha sido el último de una serie de encuentros organizados por este centro universitario sobre "Mártires del siglo XX". En ediciones anteriores se habían analizado la historia de los mártires de España, México, Brasil, Europa central y oriental (víctimas del nazismo y del comunismo).

Ahora bien, el martirio en África en este siglo XX plantea un interrogante de difícil respuesta. ¿Quiénes son verdaderamente mártires? ¿Quiénes dieron la vida por amor a Cristo o se convirtieron en simples víctimas de guerras étnicas, políticas o de intereses? Como constataron los ponentes, la pregunta no es nada fácil.

"Las víctimas de las violencias que han ensangrentado África, sobre todo en las últimas décadas, son unos 12 millones --explicó en el Congreso el padre Nazareno Coltran, director de la revista "Afriquespoir", de Kinshasa (Congo). En particular, se han vivido graves conflictos en Argelia, Angola, Burundi, Congo Brazzaville, República Democrática del Congo , Etiopía, Mozambique, Sudán, Uganda. Pero, ¿quién es capaz de decir cuántas de estas personas perdieron la vida en circunstancias tales que les merezcan el título de mártires?".

"Se trata de personas que han sabido renunciar a la vida --explicó el sacerdote congoleño-- en lugar de "hacer el mal". Murieron "sin un machete en la mano, sin una lanza o un kalashnikov".

El padre Coltran es favorable a una interpretación amplia del concepto de martirio. El mensaje más actual que nos viene de los mártires --confirmó-- es el siguiente: "Es necesaria una nueva actitud ante el mundo de la violencia bajo cualquier forma. Es necesaria una reflexión sobre el papel de la defensa nacional e internacional. Surge la exigencia de crear instancias internacionales que juzguen a los responsables de matanzas y genocidios. Su sacrificio ayuda a comprender mejor cómo debería ser el mundo, la tolerancia, el respeto de los derechos de cada persona".

Se trata de un punto de visto que también comparte Armand Veilleux, abad del monasterio de Scourmont en Bélgica, quien después de subrayar la importancia del testimonio de los contemplativos, recordó la historia de los siete monjes decapitados en Tibhirine (Argelia) por parte de un grupo de fundamentalistas islámicos.

Los religiosos vivían en esa tierra sólo para dar testimonio cristiano y servir de nexo de diálogo con los creyentes en el Islam. "Un proceso de canonización adecuado sería quizá muy difícil en las circunstancias actuales, dado que ninguna investigación judicial ha permitido determinar con certeza la identidad de los asesinos, de sus superiores, y demostrar hasta qué punto los motivos de su asesinato eran explícitamente religiosos", explicó el padre Veilleux.

"Ahora bien --añadió--, no hay duda de que su muerte ha sido provocada por su actitud evangélica. Si bien una lectura puramente política de su vida y de su muerte sería un error claro, una interpretación sólo espiritual, que ignorase la valentía y la lucidez con la que quedaron involucrados en la situación argelina, no sólo sería ingenua, sino que además vaciaría de sentido su mismo mensaje. ¿No pasó lo mismo con la muerte de Cristo?".

El padre Paul Buetubela Balembo, rector de las Facultades Católicas de Kinshasa, puso el dedo en la llaga, explicando que "las causas del martirio en África son diferentes, pero pueden resumirse en la novedad de vida traída por el anuncio del Evangelio. La predicación de la Buena Noticia crea siempre un contraste entre lo que se era antes y lo que se es después de la adhesión al cristianismo. Este contraste, este choque, no es aceptable por los no creyentes, ni por los poderes totalitarios y dictatoriales".

"No se puede proclamar la Palabra de Dios sin correr riesgos --añadió Balembo--. De este modo, el mártir vive con frecuencia su fe en contextos de hostilidad y de oposición".


Corea, el país con el mayor número de conversiones, evangelizado por laicos

Un congreso en Roma evoca la epopeya del cristianismo en el país asiático

ROMA, 5 dic (ZENIT.org).- Corea del Sur se ha convertido en una de las grandes esperanzas de la Iglesia católica en el mundo: tiene uno de los índices más elevados de conversiones y de vocaciones al sacerdocio y a la vida religiosa. ¿Qué es lo que sucede?

A esta pregunta ha respondido el padre Domenico Youn Minku, profesor de la Universidad Católica de Suwon y postulador de la Causa de beatificación de los primeros mártires coreanos, al intervenir en la tarde de hoy en el Congreso "Los mártires de África y Asia", que ha tenido lugar en la nueva sede del Ateneo Pontificio "Regina Apostolorum" de Roma. Se trataba del último de una serie de encuentros sobre el martirio que ha organizado este centro universitario con motivo del Jubileo del año 2000.

En Corea del Sur, en estos momentos, tienen lugar unos 150 mil bautismos al año, en su mayoría de adultos. Los seminarios están llenos, de hecho en este año se ha inaugurado el seminario coreano de Roma. Es el segundo país asiático que abre una sede de estudios en la Ciudad Eterna después de la católica Filipinas.

Caso único 

El padre Domenico Youn Minku explica que el caso de Corea es "único en la historia", pues en este país "la Iglesia católica nació espontáneamente".

"Algunos literatos coreanos leyeron los libros de los misioneros europeos en chino. De este modo, entre estos estudiosos nació una comunidad compuesta sólo por laicos. A partir de esta lectura, nació la fe que se concretó en el bautismo del primer coreano en 1784".

El primer católico 

"El paso decisivo vino después --añade el postulador--, cuando Yi Sung-hun (1756-1801) pudo viajar a Pekín para conocer a los misioneros. Tras instruirse en la fe, fue bautizado con el nombre de Pedro. Luego regresó a Corea para enseñar y bautizar a sus amigos y familiares, fundando así una comunidad cristiana de gran fervor. Desde entonces los cristianos sufrieron persecuciones".

El padre Minku subraya que "esta comunidad cristiana, si bien fue fundada y apoyada por laicos, nunca ha dejado de testimoniar una ardiente deseo de unión real con la Iglesia universal. Recibió a su primer sacerdote en 1795. En efecto, el padre chino Chou Wenmou (1751-1801), entró en el país clandestinamente, procedente de Pekín, para atender a una comunidad coreana que en aquel entonces contaba con 4 mil fieles".

Una historia de persecución 

"Tras la gran persecución de 1801, que diezmó a la comunidad, que ya alcanzaba los 10 mil fieles, y a pesar de padecer nuevas persecuciones entre 1811 y 1819 y en 1827, el desarrollo de la Iglesia de Corea se intensificó cada vez más".

La oleada de persecuciones fue causada por una secta conocida con el nombre de Tonghak, que significa Religión del Este, quien había desencadenado el odio contra la que llamaba "religión de Oeste", es decir, el cristianismo. El objetivo declarado de Tonghak era aplastar y expulsar a los extranjeros del país. En 1864, la comunidad cristiana en Corea contaba con 23 mil fieles. Entre 1866 y 1871 unos ocho mil cristianos fueron masacrados.

Entre los mártires de 1839 y 1946, 79 fueron beatificados el 5 de julio de 1925; entre los martirizados en 1866, 24 fueron beatificados el 6 de octubre de 1968. Estos 103 beatos fueron canonizados, todos juntos, el 6 de mayo de 1984 en Seúl por Juan Pablo II.

En 1886, con el tratado entre Corea y Francia, la Iglesia católica coreana obtuvo la libertad religiosa, que no significó la libertad total, pero permitió la expansión del catolicismo.

El terror regresó con la llegada de los comunistas. "Las tropas soviéticas --explica el padre Minku--, entre los años 1945 y 1948, impusieron a todos los ciudadanos de Corea del Norte que renunciaran públicamente a su religión. La imposición fue transcrita en el carnet de identidad, que se entregaba a los niños a partir de los seis años. Quienes no adoptaban la renuncia, eran tratados como ciudadanos de segunda categoría. En 1945, antes de la llegada de los rusos, había 50 mil católicos en tres diócesis de Corea del Norte. Ahora es un milagro si todavía quedan católicos escondidos en las catacumbas".

Con el nacimiento del régimen nacional-comunista (1948-1950), el dictador Kim Il Sung desencadenó una represión feroz contra las religiones, en particular contra la Iglesia católica y su clero.

"La guerra entre las dos Coreas (1950-1953) --constata con tristeza el padre Minku--, ofreció un nuevo pretexto a los militares comunistas para arrestar y asesinar a los representantes del clero y a los religiosos de Corea. El nuncio apostólico, el obispo Patrick James Byrne, de origen estadounidense, fue arrestado el 11 de julio de 1950, junto a otros 41 sacerdotes y religiosos extranjeros. Todos los prisioneros fueron tratados como criminales y fueron llevados a Chungganggin, el lugar más frío de Corea. Fue la "Marcha de la muerte", en la que sólo sobrevivieron 8 personas".

La Comisión de los de los Nuevos Mártires del Comité vaticano para el Jubileo ha indicado, hasta el momento, 183 mártires asesinados bajo el régimen comunista. Entre ellos, se encuentran tres obispos, uno coreano y dos extranjeros; 31 sacerdotes diocesanos, todos ellos coreanos; 20 misioneros extranjeros, y 83 laicos coreanos.

El martirio y una evangelización con laicos por protagonistas ha hecho que hoy día, en Corea del Sur, según revela el Anuario Estadístico de la Iglesia (1998) haya 2.500 sacerdotes (1.500 en 1990), 8 mil religiosas (5.336 en 1990). Los catequistas son 12.243 (7.817 hace diez años). Según esta misma fuente, en este país de 46 millones de habitantes los católicos son 3.765.000; en 1990 eran 2.732.000. Significativamente, Corea del Sur tiene por primera vez en su historia un presidente católico, Kim Dae-Jung, último premio Nobel de la Paz y principal promotor de la reconciliación con el hermano del Norte


 

Todos somos en cierto sentido minusválidos

Habla Giuseppe Pontiggia, autor de una novela con protagonista minusválido

ROMA, 4 dic (ZENIT.org-AVVENIRE).- ¿Es posible encontrar hoy una mirada auténtica hacia las personas con minusvalía? ¿Qué espacio existe para vislumbrar su misma mirada y escuchar sus pensamientos? A estas preguntas responde en esta entrevista Giuseppe Pontiggia, conocido novelista, autor de la reciente novela en italiano "Nacidos dos veces", cuyo protagonista es Paolo, un chico nacido con parálisis cerebral.

La novela es ciertamente recreada, ahora bien, Pontiggia sabe qué es lo que escribe, pues tiene un hijo minusválido. La novela esta a punto de ser traducida en español para América Latina, en inglés en Estados Unidos, e incluso será publicada en China.

--¿Debemos todos renacer a un modo más lúcido de entender la minusvalía?

--Giuseppe Pontiggia: Pienso que la minusvalía exige una mirada desde diferentes perspectivas, atenta a los aspectos dramáticos pero también sensible a la ironía y a la comicidad. En general predomina el tono de la denuncia o de la reconstrucción edificante o consoladora. En realidad para comprender y contar la verdad de la minusvalía, como de toda realidad humana, creo que haga falta mucha imaginación. Debemos lograr, al mismo tiempo, traspasar los límites que nos ponemos y amar y respetar los límites que existen realmente.

--¿Usted pretendía esto con su novela?

--Giuseppe Pontiggia: Mi objetivo era sobre todo la belleza. He buscado las palabras y las imágenes capaces de revelarla. Así sucede cuando describo la impresión del padre ante el pequeño recién nacido: lo ve con el cráneo deformado y le parece "una divinidad mesopotámica". Es una imagen de terrible esplendor. Como la minusvalía que quiero narrar.

--El mismo Paolo, en una especie de pedagogía contra corriente, enseña al padre a mirar la minusvalía en la complejidad que une a todas las personas...

--Giuseppe Pontiggia: El padre de la novela tarda quince años en conquistar aquella mirada sobre la minusvalía que Paolo encuentra, en cambio, desde la infancia. Sólo al final, el padre lograr amar al hijo por lo que es, en su diversidad. Ciertamente, la minusvalía es la forma más vistosa de una diversidad y de una inadaptación que afecta a todos. Todos, hoy, tenemos experiencia de formas de minusvalía --emotiva, psicológica, intelectual, física o profesional-- respecto a las exigencias del mundo en el que vivimos. El secreto está en lograr aceptarnos por lo que somos y por lo que se querría fuéramos.

--El protagonista de su novela va a la iglesia y a la parroquia. Y afirma convencido que la oración no es magia. ¿Cómo es la fe de una persona minusválida?

--Giuseppe Pontiggia: Otro de los equívocos a superar es el de pensar que la fe de una persona con minusvalía sea generada por una exigencia compensatoria. A veces se piensa que los minusválidos tienen una especie de delegación colectiva por la que cargan con el sufrimiento de todos y, en nombre de su dolor, pueden obtener de Dios lo que puede hacer mejor la vida. No es así. Creo que la fe auténtica es una energía que nace dentro de la persona. Las dificultades pueden hacer más rigurosa la fe pero no generan la fe. Homero nació poeta, no fue la ceguera la que le hizo artista. La fe de Paolo, de la que hablo, es auténtica porque no nace de lazos contractuales. Es fe pura: no fuga sino conquista. Muchos me han dicho que se reconocen más en la fe intermitente y vagamente chantajista del padre, que en la fe libre del hijo paralítico cerebral.