Informe especial

 

"L´Osservatore Romano" censura éticamente las corridas de toros

El sufrimiento inútil provocado a un animal es injustificado

CIUDAD DEL VATICANO, 19 enero 2001 (ZENIT.org).- "No hay justificación para que el hombre haga sufrir a inútilmente los animales". Así de claro lo escribe el diario oficioso de la Santa Sede en un artículo en el que afronta cuestiones tan delicadas como el valor ético de las corridas de toros.

El artículo, publicado por "L'Osservatore Romano" (edición francesa 16 de enero de 2001, p. 10) con el título "Por una relación más justa con los animales", está firmado por Marie Hendrickx, teóloga que trabaja en Roma al servicio de la Congregación para la Doctrina de la Fe, cuyo prefecto es el cardenal Joseph Ratzinger.

La intervención del órgano informativo vaticano cobra interés tras dos importantes llamamientos lanzados recientemente por Juan Pablo II: "¡Salvemos al hombre!" (el 13 de enero al dirigirse al Cuerpo diplomático) y la invitación a evitar "la catástrofe ecológica" a favor de una "ecología humana" en su última audiencia general (Zenit, 17 de enero).

"Si una relación justa con Dios hace justas a las personas y benevolentes en su relación con los animales, la benevolencia hacia los animales podría por su parte despertar en el corazón del hombre sentimientos de admiración y alabanza por la obra grandiosa del Creador del Universo", escribe la teóloga belga.

Respondiendo a las organizaciones ecologistas que reprochan a la Iglesia su visión bíblica de la realidad, según la cual el medio natural es considerado como el marco de la actividad humana, el artículo plantea interrogantes decisivos.

"El derecho a servirnos de los animales para alimentarnos, ¿implica el criar a los pollos en batería, en un espacio más pequeño al de una hoja de papel? O el que las terneras estén encajonadas en un recinto en el que no se pueden mover y en el que no verán la luz?", pregunta.

"El derecho a utilizar los animales para la confección de los vestidos --añade--, ¿implica el dejar morir lentamente de hambre, de sed y de frío o de hemorragia en trampas a animales cuya piel es preciosa?".

También el pasatiempo está comprendido en los interrogantes suscitados por el artículo. "El derecho a ser asistidos por animales en nuestro tiempo libre, ¿implica el matar a los toros después de haberles atormentado durante un buen tiempo con banderillas? ¿Implica el reventar los caballos? ¿Implica el lanzar gatos o cabras de lo alto de un campanario?".

La lista podría continuar. La teóloga escoge un caso concreto para argumentar su respuesta, la experimentación científica con los animales. La versión del Catecismo de la Iglesia Católica de 1992 decía que "Los experimentos médicos y científicos en animales, si se mantienen en límites razonables, son prácticas moralmente aceptables, PUES contribuyen a cuidar o salvar vidas humanas" (n. 2417).

La versión definitiva del Catecismo publicada después dice: "Los experimentos médicos y científicos en los animales son prácticas moralmente aceptables SI permanecen en los límites razonables y contribuyen a curar y ahorrar vidas humanas".

El cambio que ha hecho la Iglesia, explica Hendrickx, está en que el "pues" se convierte en "si" condicional. "Ya no se acepta a priori el que los experimentos médicos y científicos contribuyan a curar o ahorrar vidas humanas. Antes de ser legítimas, estas operaciones deben demostrar su utilidad".

El número 2418 del Catecismo, en este sentido, es claro: "Es contrario a la dignidad humana hacer sufrir inútilmente a los animales y sacrificar sin necesidad sus vidas".

En particular, la teóloga afronta el tema de los espectáculos basados en la lucha y sufrimiento de los animales, como las corridas de toros. "Un atentado a la vida, un sufrimiento infligido a un ser humano, que es un fin en sí mismo, sólo es moralmente justificable en el caso en que permita a quien lo sufre (y eventualmente a otros) vivir mejor, intensificar y mejorar sus relaciones humanas, acercarse a Dios. En el caso de los animales, el sufrimiento no puede ser infligido legítimamente si no es en condiciones análogas".

"Esta observación --concluye la teóloga-- puede ayudar a aclarar el problema de los espectáculos, que comportan violencia contra los animales".

Reconoce que con frecuencia se trata de fiestas ricas de color y de folclore, y "es fácil comprender el que las masas queden fascinadas por el espectáculo de la inteligencia humana que triunfa contra la fuerza bruta y desencadenada".

"Puede comprenderse, además, que de esta experiencia surja un sentimiento de solidaridad y emoción común, que parece justificar el sacrificio del animal y el riesgo que puede correr el hombre", añade. Pero, pregunta, "¿se trata de una solidaridad real, de un acercamiento auténtico entre las personas? ¿Se da una auténtica purificación colectiva de la agresividad?".

No, afirma Hendrickx, más bien sucede lo contrario. "Hay que poner todos los medios para lograr aquello que constituye el valor del espectáculo, pero sin que eso se haga a expensas del animal y sin riesgos excesivos para el hombre".


La ecología según Francisco de Asís

Entrevista con el teólogo franciscano Luigi Iammarrone

ROMA, 19 enero 2001 (ZENIT.org).- Francisco de Asís es considerado desde siempre el santo más "ecologista" de la historia. Su figura, por tanto, cobra actualidad después de que el miércoles pasado Juan Pablo II hiciera un llamamiento a vivir una "conversión ecológica" como condición indispensable para evitar una "catástrofe".

En ocasiones, sin embargo, el "pobrecillo" de Asís 1182-1226) es presentado como modelo para militantes de organizaciones ecológicas radicales para quienes la divinidad parecería confundirse con la "Madre Tierra".

Para aclarar mejor la herencia que en este campo ha dejado el santo italiano, Zenit ha entrevistado al padre Luigi Iammarrone, uno de los teólogos franciscanos más conocidos en estos momentos, catedrático de la Facultad Teológica "San Buenaventura" de los Frailes Menores Conventuales en Roma.

--¿Era san Francisco una especie de "ecoterrorista"?

--Padre Iammarrone: Quien dice esto no ha leído una palabra sobre san Francisco ni conoce la historia de su vida. Para ofrecer una correcta interpretación del pensamiento de san Francisco basta recordar las palabras de fray Tommaso Celano, contemporáneo del santo de Asís: "Nuestro bienaventurado peregrino tenía prisa por dejar este mundo, que para él era como una tierra de exilio. Sin embargo, sabía sacar gran consuelo de las cosas de este mundo, las usaba como armas cuando se trataba de combatir al príncipe de las tinieblas y como espejos para contemplar la bondad de Dios. En toda obra admiraba al artífice. Atribuía al Creador las cualidades que descubría en cada una de sus criaturas y de este espectáculo, que se convertía en su alegría, se remontaba hasta su causa. Iba en busca de su Amado en todo lugar de su creación, sirviéndose de todo el universo, como una escalera para elevarse al trono de Dios".

San Francisco llamaba a los animales, al fuego, y al agua, hermanos y hermanas, pues todas las criaturas provienen de la misma fuente y, por tanto, en cierto sentido, todos son miembros de una familia.

--Para algunos ecologistas el hombre es el cáncer del planeta. Y, ¿para san Francisco de Asís?

--Padre Iammarrone: Quien afirma esto tampoco ama a las plantas o a los animales. Si amaran a las plantas, en el sentido adecuado, amarían a los hombres, para quienes ha creado el Señor las plantas, pues el universo es para el hombre. El hombre debe servirse del universo para mejorarlo, custodiarlo, transformarlo para la gloria del Creador. San Francisco no despreciaba a ninguna criatura y con menos razón despreciaba al hombre, hecho a "imagen y semejanza de Dios".

--¿Cómo sería entonces el ideario una organización ecologista que quiere seguir el ideal franciscano?

--Padre Iammarrone: San Francisco respetaba la creación porque es obra de Dios. Pero la naturaleza no es Dios. San Francisco hablaba claramente de creación y no de identidad de la naturaleza. Sin embargo, hoy día hay ideologías que llegan a divinizar la naturaleza, como si fueran nuevas formas de paganismo.

En este sentido, si san Francisco viviera hoy, condenaría la ecología entendida en este sentido pagano, y nos daría una enseñanza auténtica de ecología. Enseñaría el respeto de las criaturas porque son obras de Dios, invitaría a no ofenderlas y a no dañarlas, todas las criaturas le ayudarían a remontarse a Dios.

--Alguien ha dicho que san Francisco era vegetariano...

--Padre Iammarrone: No es verdad. Quien afirma esto no ha leído nada de la vida de san Francisco. En las antiguas biografías se lee que san Francisco decía que si el día de Navidad caía en viernes había que ofrecer ración doble de carne a los frailes y a los animales ración doble de heno por amor de nuestro Señor, nacido por nosotros.


El Jubileo ha descubierto el "ecumenismo de los mártires"

Habla el padre Marco Gnavi, secretario de la comisión vaticana ad hoc

ROMA, 24 enero 2001 (ZENIT.org).- Mañana concluye la Semana de Oración por la Unidad de los Cristianos que ha reunido en todo el planeta en encuentros y liturgias de la Palabra ecuménicas a muchos de los casi dos mil millones de bautizados en Iglesias y comunidades cristianas.

En Roma, Juan Pablo II presidirá una celebración ecuménica en la que participarán representantes de las Iglesias, comuniones y organizaciones cristianas de todo el mundo.

Han confirmado ya su participación los patriarcados ortodoxos de Constantinopla, Alejandría, Antioquía, Moscú, Serbia, Rumanía, Bulgaria, Grecia, Polonia, Albania, Egipto (copto), Etiopía, India (siro-malankar).

Estarán también presentes, además, representantes de la Iglesia apostólica armenia, del Catholikós de Cilicia de los Armenios, de la Iglesia Asiria de Oriente.

Por lo que se refiere a las confesiones cristianas de Occidente, han confirmado su presencia la Comunión Anglicana, la Federación Luterana Mundial, la Alianza Mundial de las Iglesias Reformadas, el Consejo Metodista Mundial y la Alianza Baptista Mundial.

Por último, cabe señalar la presencia de uno de los máximos representantes del Consejo Ecuménico de las Iglesias, instancia que reúne a más de 337 confesiones cristianas.

Se trata de un momento importante para el obispo de Roma, quien en la recién publicada carta apostólica Novo Millennio Ineunte, afirma: "La confrontación teológica sobre puntos esenciales de la fe y de la moral cristiana, la colaboración en la caridad y, sobre todo, el gran ecumenismo de la santidad, con la ayuda de Dios, producirán sus frutos en el futuro".

Un fruto de la fuerza ecuménica de la santidad y del martirio son los ocho volúmenes, con miles de páginas, que la Comisión vaticana "Nuevos mártires", que trabaja desde 1995, entregó al Papa, de modo reservado, en diciembre pasado.

Los perfiles de los nuevos testigos de la fe en más de cien países suman un total de 13.400. Se trata de un censo de amplio alcance que afronta también el contexto en que ha tenido lugar el martirio de muchos cristianos. Sólo se han podido escribir los nombres de las personas sobre las que se han recogido pruebas y documentación.

El padre Marco Gnavi, secretario de la Comisión para los "Nuevos mártires", en declaraciones concedidas al diario italiano Avvenire (19 de enero) ha explicado que en este "catálogo" se menciona también la muerte por Jesús de cristianos de otras confesiones: "Es evidente que, cuando hablamos de nazismo, comunismo y contextos más recientes en Africa o en Asia, es fácil encontrar cristianos de diferentes confesiones que han sufrido los unos junto a los otros".

El sacerdote considera que podría ser de ayuda la elaboración de un martirologio ecuménico, algo que ya ha comenzado a hacer, por ejemplo, la Comunión Anglicana, quien ha colocado en la catedral de Westminster diez estatuas de testigos de la fe ecuménicos.

Se trata de una idea, confirma, que ha recibido el apoyo de Juan Pablo II, quien ha animado a otras las Iglesias a reconocer el testimonio de personas que han dado su vida por Cristo, aunque no hayan sido bautizadas en la Iglesia católica.

Como ejemplo de este ecumenismo del martirio, el padre Gnavi cita el caso de la persecución comunista rusa, y más en particular "el santuario desfigurado del monasterio de las islas Solovki, por cuyas celdas, convertidas en prisión, han desfilado centenares de miles de cristianos".

No se trataría de reconocimientos oficiales de martirio por parte de la Iglesia católica. Para llegar a un pronunciamiento de este tipo es necesario que la Congregación para las Causas de los Santos haga un riguroso estudio interdisciplinar.

Según Gnavi los testigos de la fe que han muerto por Cristo constituyen un llamamiento a vivir "con audacia los mandamientos evangélicos de la caridad, de la reconciliación y de la unidad entre los cristianos".

"¿Quién si no los mártires pueden hacer algo así?", concluye.