SANTA SEDE
PARA LOGRAR LA PAZ, HAY QUE CONSIDERAR LA PROPUESTA DEL PAPA SOBRE JERUSALÉN
Declaraciones del ex secretario de Estado norteamericano
ROMA, 28 julio (ZENIT.org).- «L'Osservatore Romano» está siguiendo muy de cerca la evolución política en Oriente Medio y en los últimos dos días ha dejado amplio espacio a las esperanzas suscitadas por Ehud Barak, según las cuales, podrían volverse a tener negociaciones de paz entre los representantes del Gobierno israelí y los de la Autoridad Nacional Palestina.
Estos contactos comenzar ya el próximo domingo, en un encuentro entre el negociador israelí, Oder Eran, y el palestino, Saeb Erekat. Ambos estuvieron presentes en los coloquios de Camp David.
Por su parte, George Shultz, quien siguió durante años el conflicto entre árabes e israelíes cuando era secretario de Estado del presidente Ronald Reagan y que hoy continúa dedicándose a estos asuntos como uno de los principales consejeros de política exterior del candidato presidencial republicano George Bush, afirma en declaraciones al diario italiano «Avvenire»: «Ha llegado la hora de considerar la propuesta de Juan Pablo II de dar un estatuto especial a Jerusalén».
Como reveló el mismo Bill Clinton, las negociaciones de Camp David se rompieron cuando se afrontó el delicado tema de Jerusalén. «Las divergencias entre israelíes y palestinos son demasiado profundas y no se resuelven trazando los confines en la ciudad, porque tocan cuestiones religiosas y de vida --explica George Shultz--. Al mismo tiempo, Jerusalén tiene un valor universal, que trasciende los posibles acuerdos entre israelíes y el líder de la OLP. Juan Pablo II tiene razón cuando sugiere adoptar el estatuto internacional».
Algunos opinan que esto complicaría las negociaciones de paz, pues en ellas habría que tener una tercera parte, los cristianos. Shultz responde: «La negociación ya me parece suficientemente complicada y sin salida. Los cristianos, por otra parte, no vendrían a hacer reivindicaciones territoriales o políticas, sino más bien a mediar en la búsqueda de una solución común. El Papa ya ha ofrecido en este sentido un gran liderazgo y hay grupos de otras denominaciones cristianas que trabajan sobre el tema de Jerusalén desde hace años».
EL CRISTIANISMO ES EL ENCUENTRO CON JESÚS Y NO UNA DOCTRINA O PRINCIPIOS
El Papa analiza la «revolución» de los nuevos movimientos y comunidades
CASTEL GANDOLFO, 30 julio (ZENIT.org).- «El cristianismo no puede ser reducido a doctrina, ni a simples principios». Juan Pablo II sorprendió a muchas personas con una imagen anquilosada de la vida cristiana, durante el tradicional encuentro dominical que tiene con peregrinos de todo el mundo. De hecho, añadió, «Cristo, centro del cristianismo, está vivo y su presencia constituye el acontecimiento que renueva constantemente a las criaturas humanas y al cosmos».
Hoy fue un domingo particular para el Papa. Por una parte, el pueblo en el que transcurre estos días de verano, Castel Gandolfo, situado a las afueras de Roma, celebraba su «fiesta de los melocotones»: una típica celebración veraniega llena de bullicio y, claro está, buena comida. Por si fuera poco, vinieron al palacio apostólico los protagonistas en el «Festival de la nueva canción romana en tour». Como no cabían en el patio de la residencia del Papa, desde la sala de audiencia generales del Vaticano, se encontraban conectados en directo miembros del movimiento Cursillos de Cristiandad, que en este fin de semana celebraron su Jubileo en Roma.
De hecho, el Papa todavía tenía frescas las imágenes del encuentro que había tenido en la tarde en la plaza de San Pedro del Vaticano con más de 20 mil «cursillistas» de todo el mundo. Y precisamente el contacto con los miembros de este movimiento, surgido hace cincuenta años en España, que cuenta con unos 5 millones de miembros en los cinco continentes, le sugirió el tema de las palabras que pronunció este domingo.
Juan Pablo II recordó que la característica de los Cursillos de Cristiandad, «al igual que de análogos movimientos eclesiales, es la nueva evangelización de los adultos». Estas realidades han traído en los cincuenta últimos años una auténtica revolución en el seno de la Iglesia católica: «El mensaje cristiano es propuesto a través de momentos de intensa experiencia espiritual, capaces de hacer redescubrir la belleza de encontrarse con Cristo y de ser Iglesia, así como la alegría de la fraternidad y del servicio recíproco, penetrando con el espíritu cristiano toda la existencia».
«La exigencia de un cristianismo integral --explicó el Papa--, que no llega a compromisos cuando se trata de la verdad y que sabe, al mismo tiempo, medirse con la historia y la modernidad, ha marcado todo este siglo y ha surgido con fuerza en el Concilio Ecuménico Vaticano II».
El Papa explicó de esta manera el motivo que ha dado vida a estas nuevos movimientos y comunidades, a los que en otras ocasiones ha llamado como una «primavera del Espíritu»: «La Iglesia ha comprendido cada vez más claramente, tras los acontecimientos de las décadas pasadas, en ocasiones dramáticos, que su tarea es la de atender y responsabilizarse del hombre; pero no un hombre "abstracto", sino real, "concreto" e "histórico", al que debe ofrecer incesantemente a Cristo como su único Redentor».
«De hecho, sólo en Cristo --y no se cansa de repetirlo, especialmente durante este año Jubilar-- el ser humano puede experimentar el sentido auténtico y pleno de su existencia --añadió el obispo de Roma--. El cristianismo, por tanto, no puede ser reducido a doctrina, ni a simples principios, pues Cristo, centro del cristianismo, está vivo y su presencia constituye el acontecimiento que renueva constantemente a las criaturas humanas y al cosmos. Esta verdad de Cristo hoy tiene que ser proclamada con vigor, tal y como ha sido defendida valientemente en el siglo XX por tantos testigos de la fe e por ilustres pensadores cristianos, entre los cuales quiero recordar a Vladimir Sergueyevich Soloviev, de quien se cumplen en estos días el centenario de la muerte».
EL PAPA CONDENA FIRMEMENTE LA OLA DE TERRORISMO DE ETA
Ninguna idea o concepción social o política puede imponerse por la violencia
CASTEL GANDOLFO, 30 julio (ZENIT.org).- Juan Pablo II, al encontrarse a mediodía con miles de peregrinos, expresó su «profundo dolor», así como su «solidaridad y cercanía a las familias de las víctimas», de la «ola de terrorismo que azota en estos días España».
El mes de julio de 2000 se recordará por la constante escalada de violencia de la banda terrorista ETA en toda el país. Desde la ruptura de la tregua en noviembre del año pasado, el grupo armado ha cometido 17 atentados en los que han muerto siete personas, pero la frecuencia de los ataques ha aumentado con la llegada del verano.
En las últimas semanas, la banda terrorista ha perpetrado atentados fallidos contra varios políticos y un cuartel de la Guardia Civil; ha colocado bombas lapa y explosivos en los bajos de varios coches; ha asesinado al concejal del Partido Popular en Málaga, José María Martín Carpena, y el sábado pasado acabó con la vida del ex gobernador civil de Guipúzcoa, Juan María Jáuregui, quien fue asesinado con dos disparos en la nuca mientras disfrutaba de unos días de vacaciones en su pueblo natal. Juan Pablo II mencionó este dramático suceso después de rezar, como todos los domingos, el «Angelus», en esta ocasión en el palacio apostólico de Castel Gandolfo, junto a varios miles de peregrinos.
«Renuevo una vez más la condena más enérgica a estos actos contra el derecho a la libertad y a la vida --dijo el Santo Padre--, reafirmando que ninguna idea o concepción social o política puede imponerse por la violencia. Pido al Señor que el querido pueblo español pueda gozar siempre de una pacífica convivencia y armonía social».
SOLOVIEV, EL PIONERO RUSO DEL ECUMENISMO
Hace más de cien años reconoció el carisma del sucesor de Pedro
CASTEL GANDOLFO, 30 julio (ZENIT.org).- Juan Pablo II, al recordar este mediodía a los grandes testigos del cristianismo del siglo XX, para quienes la fe no era una doctrina o una serie de principios, sino un encuentro con Cristo, quiso mencionar, al gran filósofo y teólogo ruso Vladimir Sergueyevich Soloviev (1853-1900), de quien se conmemoran en estos días los cien años de su muerte.
«Al recordar a esta personalidad rusa, de extraordinaria profundidad, que con gran claridad comprendió también el drama de la división entre los cristianos y la urgente necesidad de su unidad --explicó Juan Pablo II--, quisiera invitar a rezar para que los creyentes en Cristo de Oriente y de Occidente puedan volver a encontrar cuanto antes su plena comunión. Para que esto tenga lugar, es indispensable que se conviertan todos a Cristo vivo, ayer, hoy y siempre y, viviendo sin compromisos su Evangelio, se conviertan en fermento de una nueva humanidad».
La herencia espiritual de Soloviev, considerado como uno de los pensadores rusos más grandes del siglo XIX, es sorprendente. Murió en las afueras de Moscú, el 21 julio de 1900, cuando no tenía más que 47 años. Dedicó su vida, especialmente en los últimos años, a la causa de la unidad de la Iglesia. Su visión ortodoxa, estaba iluminada por la profundidad de la experiencia mística, que le llevó a reconocer el carisma del apóstol Pedro que vive en sus sucesores. Una visión ecuménica claramente profética, que le provocó serias incomprensiones: su mismo padre espiritual llegó a negarle la Eucaristía.
EL PAPA PROMUEVE UN ENCUENTRO JUBILAR ENTRE ORTODOXOS Y CATÓLICOS
Tendrá lugar el 5 de agosto en Roma por petición del patriarca de Constantinopla
CASTEL GANDOLFO, 30 julio (ZENIT.org).- Juan Pablo II ha pedido a los mil millones de católicos del mundo que se unan espiritualmente a la vigilia de oración que se celebrará con motivo de la fiesta de la Transfiguración (5 de agosto) en Roma por petición del patriarca de Constantinopla, Bartolomé I.
Tras rezar este mediodía el «Angelus» con varios miles de peregrinos, en el palacio apostólico de Castel Gandolfo, el obispo de Roma explicó que el objetivo de este encuentro será «dar gloria a Dios que, en Cristo, se ha manifestado plenamente cuando afirmó: "Este es mi Hijo predilecto, escuchadle».
De este modo, el Jubileo del año 2000 será testigo en la Ciudad Eterna de un decisivo momento de encuentro entre la Iglesia católica y la ortodoxa, cuyo símbolo de comunión es el patriarca ecuménico de Constantinopla. El Papa responde así a una propuesta que había sido presentada por una delegación bizantina en una visita que hizo al Vaticano con motivo de la fiesta los Santos Pedro y Pablo, a finales del mes de junio pasado.
La liturgia tendrá lugar a las 18.30 en la Basílica de San Juan de Letrán. Será presidida por el presidente del Consejo Pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, el cardenal australiano Edward Idris Cassidy.
Monseñor Eleuterio Fortino, subsecretario de este organismo vaticano, en el último número del «Periódico del peregrino», subraya la importancia de la celebración común de la fiesta litúrgica en ese día, la Transfiguración, que coincide en el calendario católico y ortodoxo. Esta festividad sugiere algunas «dimensiones esenciales de la fe cristiana» y plantea, 2000 años después del nacimiento de Cristo, uno de los temas centrales de la tradición de los cristianos de oriente: la «vocación a la deificación del hombre».
La separación entre católicos y ortodoxos tuvo lugar en 1054, a causa de diferencias doctrinales de culto, aunque, el motivo principal se debió quizá a la disputa entre Oriente y Occidente por el primado en la cristiandad.
LOS CURSILLOS DE CRISTIANDAD CELEBRAN SU JUBILEO CON EL PAPA
El pontífice invita «a rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana»
CIUDAD DEL VATICANO, 30 julio (ZENIT.org).- Entre bailes, cantos y banderas de los cinco continentes, Juan Pablo II se encontró ayer con más de veinte mil miembros de los Cursillos de Cristiandad, movimiento apostólico presente en casi 60 países con unos 5 millones de adherentes.
Después de 51 años de la fundación de esta realidad surgida en Palma de Mallorca, los responsables de este movimiento decidieron celebrar en Roma, en el Vaticano, su tercera reunión mundial, o como ellos la llaman familiarmente, Ultreya.
Por su parte, interrumpiendo brevemente su estancia en Castel Gandolfo, Juan Pablo II no quiso perderse esta cita y así llegó poco antes de las 7 de la tarde al pequeño helipuerto del Vaticano. Tras cruzar el Arco de las Campanas, entró en la plaza de San Pedro del Vaticano en un coche panorámico saludando a todos los presentes. En el atrio de la basílica, recibió un homenaje floral de dos niños y el saludo de Frances Ruppert, presidenta mundial de los Cursillos.
A continuación, el pontífice dirigió unas palabras para subrayar ante los cursillistas la necesidad de testimoniar la presencia de Cristo a los hombres y mujeres del siglo XXI. «Algo que se hace todavía más urgente --añadió--, pues países y naciones enteros, donde la religión y la vida cristiana eran en otra época florecientes y capaces de dar vida a comunidades de fe viva y operante, se encuentran ahora sometidos a dura prueba por la continua difusión de la indiferencia, del secularismo y del ateísmo».
«Ante esta situación --añadió--, que constituye un desafío para los creyentes a rehacer el tejido cristiano de la sociedad humana, el método de los Cursillos pretende contribuir a cambiar en sentido cristiano los ambientes en los que las personas viven y trabajaban, a través de la inserción de "hombres nuevos" por el encuentro con Cristo».
A las palabras del Papa respondieron con gran entusiasmo y aplausos los presentes. Los más bulliciosos y numerosos eran los españoles. Junto a ellos, se encontraba un numeroso grupo de la diócesis de Fátima, quienes vinieron guiados por su obispo Serafim.
El individualismo y el relativismo constituyen dos grandes desafíos para el cristianismo en estos momentos, según el pontífice. «Frente a una cultura que con frecuencia niega incluso la existencia de una Verdad objetiva de valor universal y que con frecuencia se hunde en las arenas movedizas del niquilismo, los creyentes tienen que saber indicar con claridad que Cristo es el Camino, la Verdad y la Vida».
Por ello, dirigiéndose a los millones de cursillistas de todo el mundo --también a los que no pudieron venir a Roma--, el Papa afirmó: «A vosotros, que le habéis abierto de par en par el corazón, Cristo mismo os pide que le anunciéis incansablemente a quien todavía no le ha acogido. Os pide que os pongáis a su servicio, al servicio de su Verdad que hace libres».
En tono a las 8 de la tarde, cuando el sol comenzaba a ponerse, Juan Pablo II se despidió de los cursillistas para regresar a Catel Gandolfo. La III Ultreya Mundial de los Cursillos de Cristiandad continuó hasta entrada la noche rodeada por los brazos de la Columnata de Bernini con los testimonios de distintos representantes de todo el mundo.