IR A HOMILÍA 38 Homilía 40 sobre la Natividad

HOMILIA 39


1. De nuevo mi Jesús, de nuevo el misterio, un misterio que no es 
falaz ni indecente como lo son los del error y embriaguez de los 
griegos —de tales motejo yo a sus sacrificios y pienso que lo mismo 
harán todas las personas cuerdas—, sino que es un misterio sublime 
y divino, adecuado al supremo resplandor. Pues el sagrado día de la 
luz que hoy nos ha congregado y de cuya celebración hemos sido 
considerados dignos tiene por objeto el Bautismo de mi Cristo, luz 
verdadera que ilumina a todo hombre que viene a este mundo1, lleva 
a cabo mi purificación y presta ayuda a la luz que al principio 
recibimos de lo alto y que por el pecado oscurecemos y ofuscamos. 

2. Escucha, por tanto, la palabra divina que resuena vehemente 
dentro de mí, iniciado e iniciador de estos misterios, aunque bien 
pudiera ser que a vosotros os suceda otro tanto. «Yo soy la luz del 
mundo»2 y, por este motivo, «acércate a El y sé iluminado y tu rostro 
no se avergonzará»3, porque estará signado con la luz verdadera4. 
Es tiempo de regeneración: ¡nazcamos de nuevo! Tiempo para 
nuestra reforma: ¡retomemos el primer Adán!5. No sigamos siendo 
como ahora somos, ¡seamos como fuimos! «La luz resplandece en las 
tinieblas»6, es decir, en esta vida, en esta vida carnal. Es perseguida, 
por las tinieblas, mas no apresada7. Me refiero al poder del enemigo 
que si, imprudente como era, atacó a quien parecía Adán, enfrentado 
con Dios fue vencido8 para que nosotros, apartados de las tinieblas, 
nos acerquemos a la luz y luego lleguemos a ser luz perfecta, o sea, 
engendrados por la luz perfecta. ¿Advertís la gracia en este día? 
¿Veis la eficacia de este misterio? ¿Acaso no sois levantados de la 
tierra? ¿No fuisteis, por ventura, puestos en el cielo, a la vista de 
todos, merced a mi voz y a mis consideraciones?9 Y aún más altos 
seréis colocados cuando el Logos dirija por buen camino mi discurso. 


3. ¿Es ésta la purificación conforme a la ley, la que es sombra10, 
que actúa mediante purificaciones pasajeras y en virtud de las 
cenizas de una ternera11 purifica a los manchados? ¿O es, tal vez, 
los misterios de este linaje que celebran los griegos? Celebraciones e 
iniciaciones que a mí se me antojan simplezas, invenciones sombrías 
de los demonios, ficción de mentes desgraciadas afianzada por el 
paso del tiempo y cubiertas de mitos. Adoran todas estas cosas como 
verdaderas, las encubren como míticas. Sin embargo, si realmente 
son verdaderas no conviene que se les llame «mitos», ya que no son 
vergonzosas12. En cambio, si son falsas no son dignas de respeto ni 
cabe tener sobre una misma cuestión opiniones encontradas, como si 
estuvieran entreteniéndose con una pandilla de muchachos o en un 
corro de hombres privados por entero de juicio y no hablando con 
personas sensatas, adoradores del Logos aunque desprecien el hábil 
y sucio arte de la persuasión13. 

4. Nosotros nada tenemos que ver ni con la estirpe ni con los 
hurtos de Zeus, el tirano de los cretenses —aunque a los griegos les 
moleste esta interpretación14. Ni con los estruendos, aplausos y 
danzas armadas de los Curetes15, destinados a ocultar los sollozos 
del dios para que pase inadvertido a su padre, odiador de sus hijos. 
Pues indigno era que quien debía ser devorado como una piedra 
llorase igual que un niño. No se trata aquí de las mutilaciones de los 
frigios, de sus flautas16, de los Coribantes17, ni de todo aquello que, 
estando fuera de sí, hacen los iniciados en los misterios de Rea en 
honor de la madre de los dioses. A nosotros no nos es raptada 
ninguna muchacha18, ni tenemos Deméter que ande errante, ni 
sacamos a relucir Celeos, Tritolemos19, ni dragones, ni, en fin, tantas 
otras cosas que aquella hace y padece. Me avergüenzo de poner a la 
luz del día la nocturna celebración de los misterios y de hacer de la 
vergüenza un misterio20. Eleusis conoce tales cosas y también los 
iniciados en esos misterios, silenciosos y realmente dignos de 
silencio. Nada tenemos que ver con Dioniso, ni con el muslo que sufre 
dolores de parto al alumbrar a un feto no llegado a término21, ni, por 
ende, con la cabeza que ya antes había parido otro feto22. Ni con un 
dios afeminado y su coro de borrachos, ejército de disolutos, ni con la 
necedad de los tebanos que lo veneran23, ni con el rayo adorado de 
Semele24. Tampoco con los obscenos misterios de Afrodita, 
engendrada de forma vergonzosa, y según la opinión de sus propios 
adoradores, también vergonzosamente venerada25. Ni con ciertos 
Falos e Itífalos, depravados de aspecto y hechos26. Tampoco con los 
asesinos de extranjeros de Taúride27, ni con la sangre de los 
adolescentes espartanos desgarrados con látigos, que se derrama 
sobre los altares. Adolescentes adoradores de una diosa, virgen por 
más señas28, que sólo se comportaban virilmente ante una cosa: el 
mal. Pues en unas solas personas se juntaban el honor a la molicie y 
la veneración del coraje. 

5. ¿Dónde dejas el canibalismo de Pélope, gracias al cual se 
sacian los hambrientos dioses, y su hospitalidad cruel e inhumana?29 
¿Dónde las horribles y sombrias apariciones de Hécate?30 ¿Dónde 
los oráculos y los vaticinios subterráneos de Trofonio31, las necias 
parlerías del roble de Dodona32, las astutas mañas del trípode de 
Delfos33, el agua de la fuente de Castalia, que presagiaba el 
futuro?34 Ninguno de éstos fue capaz de adivinar su propio porvenir: 
el silencio35. En nada tenemos los sacrificios de los magos, ni los 
augurios fundados en el examen de visceras36. En nada la astrología 
y la genealogia de los caldeos quienes, incapaces de conocerse a sí 
mismos y de saber qué son y qué serán, vinculan nuestro futuro a los 
movimientos celestes37. Nuestras fiestas no guardan relación alguna 
con las orgías de los tracios de las que, según es fama, derivan las 
prácticas religiosas de los cultos38. Ni con las celebraciones y 
misterios de Orfeo39, a quien los griegos admiran por su sabiduría, 
atribuyéndose la invención de la lira con cuyo tañido atraía a sí todas 
las cosas. Ni con el justo castigo que Mitra impone a los iniciados en 
sus misterios40. Ni con los descuartizamientos de Osiris o con 
cualquier otro suplicio venerado por los egipcios41. Ni con los 
infortunios de Isis42, ni con los machos cabríos adorados por los 
mendesios43, ni con el pesebre de Apis, el buey cebado por la 
necedad de los habitantes de Menfis44, ni con las injurias con que se 
honra al Nilo, el dador de frutos, como le llaman, rico en espigas y 
que mide la felicidad por cubos de agua45. 

6. Y paso por alto el culto tributado a los reptiles y a las bestias 
salvajes, así como el precio pagado a la obscenidad. Cada uno de 
éstos tenía ceremonias y fiestas propias, sólo les era común la 
insensatez. Dado que deseaban ser impíos hasta el extremo y 
apartarse por completo de Dios, entregándose a la adoración de 
ídolos producto de su arte, creación de sus manos, nada mejor 
podían apetecer las personas sensatas sino que aquellos honrasen y 
venerasen sus cosas tal y como lo hacían, de suerte que, como dice 
San Pablo46, recibieran por recompensa un premio adaptado al error 
que adoraban: que a causa de sus divinidades se hicieran tanto más 
despreciables cuanto más las honraban. Detestables eran por su 
error. Más aún por la vileza de lo que adoraban y veneraban. De 
manera que llegaban a ser más necios que los objetos de su 
adoración, superándolos en necedad tanto cuanto ellos los 
superaban en vileza. 

7. Los hijos de los griegos y sus demonios diviértanse con estas 
cosas que acarrean su desgracia y, divididos por la diversidad de 
opiniones e imágenes vergonzosas, dirijan a ellas el honor digno de 
Dios. Todo esto comenzó a suceder desde el punto en que fuimos 
expulsados del árbol de la vida47 por haber comido su fruto en 
momentos que no era oportuno ni conveniente48. Al instante los 
demonios asaltaron a los hombres incitándoles para que, como 
débiles que eran, se olvidaran de guiarse por la razón y abrieran las 
puertas a las pasiones. Pues, envidiosos y enemigos del hombre o, 
mejor dicho, hechos tales por su maldad, no querían permitir que los 
hombres, una vez hechos terrenos por su caída desde el cielo a la 
tierra, alcanzasen los bienes celestes. Ni llevaban tampoco a bien ser 
desposeídos de su gloria y condición de primeros. Por ello 
persiguieron a la naturaleza humana, para injuriar en ella a la imagen 
de Dios. Y como no elegimos observar la ley, fuimos dejados al 
albedrío de nuestro error; como nos equivocamos, obtuvimos la 
deshonra conveniente al objeto de nuestra veneración49. No sólo es 
indigno que habiendo sido creados para las buenas obras, para la 
alabanza del Creador, para imitar a Dios en la medida en que nos es 
posible, nos hayamos convertido en instigadores de toda suerte de 
pasiones que devoran al hombre interior y lo consumen 
miserablemente, sino que también es igualmente indigno que 
inventemos dioses patronos de las pasiones, a fin de que la comisión 
de los pecados no sea considerada una necedad, sino algo divino. 
Pues algunos pretenden justificarse con el ejemplo de aquellos a 
quienes adoran. 

8. Mas como a nosotros, por beneficio divino, se nos ha concedido 
huir del error supersticioso y permanecer en la verdad y servir a Dios 
vivo y verdadero y estar por encima de la creación, sobrepasando a 
cuanto está sometido al tiempo y al movimiento, conocemos a Dios y 
meditamos sobre las cosas divinas. Y comenzamos nuestra 
meditación por donde más conviene hacerlo. El punto de arranque 
más adecuado nos fue indicado por Salomón al decir50: «principio de 
la Sabiduría: adquiere la Sabiduría». ¿A qué se refiere con «principio 
de la Sabiduría»? Al temor51. TEMOR/COMPLA: 
En efecto, no es menester que quien se inicia en la contemplación 
desemboque en el temor, aunque una contemplación sin mesura 
podría empujar hasta el precipicio. Lo que resulta necesario es que 
mediante el temor, quien contempla se instruya en los principios 
básicos, se purifique y, por así decirlo, se disponga para elevarse a 
las alturas. Allí donde existe temor, se da también la observancia de 
los mandatos; cuando está presente la observancia de los mandatos, 
se encuentra la purificación de la carne, esto es, de la nube que 
obnubila al alma y no le permite ver la luz divina en toda su pureza 
donde hay, en fin, purificación, hay iluminación. Esta constituye la 
plenitud del deseo para quienes aspiran a las cosas o a la cosa más 
grande, o a lo que está por encima de lo que es grande52. 

9. Por este motivo, en primer lugar cada uno debe purificarse y 
luego acostumbrarse a ser puro, si no queremos que nos suceda lo 
mismo que a Israel, que no soportaba la gloria de Moisés53 y, por 
ende, éste debía usar un velo. O si no queremos exponernos a sentir 
y decir aquello que Manóaj cuando se le presentó Dios en una 
visión54: «mujer, vamos a morir porque hemos visto a Dios». O, como 
Pedro en la barca, tendremos que apartarnos del Señor porque no 
somos dignos de su presencia55 (mas cuando hablo de Pedro ¿de 
quién hablo? De aquel que anduvo sobre las aguas)56. O 
quedaremos ciegos como le sucedió a Saulo, cuando antes de ser 
purificado de las persecuciones, habló con el perseguido, o sea, con 
un breve resplandor de la gran luz57. O si no estamos dispuestos a 
hacer como el centurión que, aunque pretendía una curación, no se 
abrevió a recibir en su casa al médico58 por un temor digno de 
alabanza. Diga también alguno de nosotros, todavía no purificado, 
que es centurión con mando sobre muchos vicios y soldados del 
César, es decir, del dueño del mundo, de los que andan a ras de 
tierra: «no soy digno de que entres bajo mi techo»59. Sólo cuando 
vea a Jesús, cuando, aun siendo pequeño en edad espiritual, se suba 
como Zaqueo a una higuera60 por la mortificación de estos miembros 
de barro y la superación del cuerpo de humillación, sólo entonces 
podrá recibir en su casa al Logos y escuchar de El: «hoy ha venido la 
salvación a esta casa»61. Reciba entonces la salvación y produzca 
frutos perfectos, distribuyendo y desprendiéndose por completo de 
cuanto había adquirido deshonestamente. 

10. Ciertamente, el Logos es por su naturaleza terrible para 
quienes no son dignos de El y por su amor a los hombres, 
comprensible para cuantos estuvieran bien dispuestos, es decir, los 
que han arrojado de sus almas al espíritu impuro y material y las han 
barrido y adornado con el conocimiento62. No han dejado al alma 
ociosa e inactiva, dando lugar a que con mayor aparato se 
apoderaran de ella los siete espíritus malignos, iguales en número a 
los espíritus de la verdad63. Tanto más se desea algo, cuanto más 
difícil es su consecución. Sino que, para apartar el mal y que obrase 
el bien, han acogido a Cristo tanto como les ha sido posible, a fin de 
que las fuerzas del mal no pudiesen dominarlos de nuevo al 
encontrarlos vacíos, llegando a ser la situación segunda peor que la 
primera64, porque el asalto ha sido más impetuoso y la vigilancia 
mayor y más difícil de sorprender. Mas si hemos custodiado nuestra 
alma con todo esmero65 y hemos dispuesto nuestro corazón para el 
ascenso66 y limpiado nuestro barbecho para sembrar en el la 
justicia67y si, según comenta Salomón, David y Jeremías, nos hemos 
iluminado con la luz del conocimiento, podremos hablar de la 
Sabiduría de Dios escondida en el misterio68 e iluminar también a los 
demás. Entre tanto, habremos de purificarnos e iniciarnos en el Logos 
para procurarnos todo el bien posible, haciéndonos semejantes a 
Dios y recibiendo al Logos cuando venga a nosotros, a fin de que no 
sólo lo admitamos en nosotros sino que teniéndolo en abundancia, 
podamos también mostrarlo a otros. 

11. Purificado ya con la palabra nuestro auditorio, ¡ea! meditemos 
acerca de la fiesta de hoy y celebrémosla con el ánimo de quien ama 
la fiesta y a Dios. Dado que el punto capital de la fiesta es la 
conmemoración de Dios, evoquémosle. Pues entiendo que el clamor 
de quienes celebran la fiesta allá arriba, es decir, en el lugar donde 
está la morada de los que saltan de júbilo69, ese clamor, digo, no es 
otra cosa que un himno de gloria a Dios entonado por quienes han 
sido considerados dignos de habitar tal lugar. Que nadie se 
sorprenda si mi discurso repite cosas ya dichas: no sólo hablaré 
sobre las mismas cosas, sino que emplearé idénticas palabras70, 
mientras mi lengua y mi corazón y mi pensamiento tiemblan al 
referirme a Dios. Os ruego además, que vosotros por vuestra parte 
adoptéis una actitud santa y digna de alabanza. TRI/NACIANCENO: 
Mientras yo esté hablando de Dios, vosotros debéis dejaros iluminar 
por la luz que es una y tres. Tres, de acuerdo con la diversidad de 
condiciones, esto es, de personas, o de hipóstasis, si alguno prefiere 
este término, que no discutiremos sobre palabras cuando todas ellas 
expresan una misma idea71. Una, conforme a la unidad de sustancia 
o naturaleza divina. Esta única, se divide de forma indivisa, se une, 
por así decirlo, separadamente. Porque la naturaleza divina es una 
en tres y la trinidad constituye una unidad. En las tres se halla la 
naturaleza divina o, por ser más exacto, las tres constituyen la 
naturaleza divina. Olvidémonos de cualquier superioridad o 
insuficiencia72: no hagamos de la unidad una confusión y de la 
diversidad una división73. Queden lejos de nosotros tanto la 
confusión de Sabelio, cuanto la división de Arrio, errores ambos 
opuestos diametralmente entre sí pero merecedores de una 
condenación semejante. ¿A qué viene reunir equivocadamente a Dios 
o separarlo mediante una desigualdad? 

12. «Para nosotros no hay más que un Dios Padre, de quien todo 
procede, y un solo Señor, Jesucristo, por quien son todas las 
cosas»74 y un solo Espiritu Santo en el que todas las cosas están. 
Los términos «de quien», «por quien», «en el que» no afirman 
distinción de naturaleza, pues de ser así no podría alterarse el orden 
ni la disposición de tales partículas. Sino que mediante la definición 
de la naturaleza de una persona, se obtiene la caracterización del 
conjunto de la naturaleza, sin que ello implique confusión75. Que las 
tres personas se unen en una sola naturaleza resulta obvio a quien 
lea con detenimiento lo escrito por el Apóstol: «De El, por El y para El 
son todas las cosas, a El la gloria por los siglos. Amén»76. El Padre 
es padre y no tiene principio, porque no proviene de nadie. El Hijo es 
hijo y tiene principio, porque proviene del Padre. Mas si por 
«principio» entiendes algo inserto en el tiempo entonces habrás de 
negar que El tenga principio, ya que es El quien ha creado el tiempo 
y, por tanto, no puede someterse a lo temporal. El Espiritu Santo es 
realmente espíritu y proviene del Padre77, pero no por generación 
como el Hijo, sino por procesión, si se nos concede inventar esa 
palabra para expresarnos con alguna claridad75. Ni el haber 
engendrado supone algo contrario a la condición de no engendrado 
del Padre, ni contra la condición de engendrado del Hijo supone algo 
su procedencia de quien no ha sido engendrado. ¡No podria ser de 
otra manera! Ni el Espiritu Santo se transforma en Padre o Hijo 
porque proceda de ambos y sea Dios. Aunque los impíos se resistan 
a creerlo, la peculiaridad de la persona es inmutable. Pues, en efecto, 
¿cómo seria peculiaridad si se moviera y transformara? Quienes 
consideran la peculiaridad de no ser engendrado o la de serlo como 
reductibles a la naturaleza de dioses que tienen el mismo nombre se 
verán forzados a reconocer que Adán y Set pertenecen a naturalezas 
distintas, ya que el primero no nació de carne, sino que fue creado 
por Dios, y el segundo nació de Adán y Eva79. En resumen, un solo 
Dios en tres Personas y tres Personas en un solo Dios, tal y como ya 
hemos dicho. 

13. Siendo así las cosas, según las hemos expuesto, era necesario 
que no fueran los únicos adoradores los seres superiores80, sino que 
convenia que hubiera también adoradores terrenales, para que todo 
se llenase de la gloria de Dios, pues suyo era todo. Por tal motivo fue 
creado el hombre honrado con la mano y la imagen divinas. Ahora 
bien, cuando el hombre se apartó miserablemente del Dios que lo 
había creado, no hubiera sido digno de Dios desinteresarse de su 
criatura. ¿Qué sucedió entonces? ¿Cuál es el gran misterio que nos 
atañe? Las naturalezas se renuevan y Dios se hace hombre. El que 
cabalga sobre el cielo más alto hacia el oriente de su propia gloria y 
esplendor81, es glorificado en el occidente de nuestra simpleza y 
humildad y el Hijo de Dios acepta ser Hijo del Hombre y ser así 
llamado. No porque cambiase lo que era, que es inmutable, sino 
porque adquiría lo que no era, por amor al hombre, a fin de que lo 
incompresible fuera comprendido. Se nos unió mediante la carne, que 
actuaba de velo, pues no es propio de la naturaleza creada y 
corruptible llevar la pureza de la naturaleza divina. Por tanto, se 
mezcló lo que no podia mezclarse. No sólo Dios con lo que tiene 
origen, la mente con la carne, lo que está por encima del tiempo con 
el tiempo, lo que no admite limite con lo mensurable, sino también el 
nacimiento con la virginidad, la deshonra con lo que excede a todo 
honor, lo impasible con lo sometido a toda suerte de sentimientos, lo 
inmortal con lo corruptible. Y el autor del mal que, tras engañarnos 
con el espejuelo de una naturaleza divina, se creía invencible, es 
engañado por la apariencia de carne, de manera que, creyendo 
atacar a Adán, tropezó con quien era Dios al mismo tiempo. Asi el 
nuevo Adán salvaba al antiguo82, así se rompía la atadura de la 
carne83, así, la carne era condenada a muerte por la carne.

14. Yo, que presido esta celebración, y vosotros y cuanto está en 
el mundo y por encima del mundo hemos celebrado, según convenía, 
la Natividad de Cristo. Corrimos con la estrella, adoramos con los 
Magos84, con los pastores fuimos iluminados, lo glorificamos junto 
con los ángeles85, como Simeón lo tomamos en brazos, con Ana, 
aquella anciana y casta mujer86, lo alabamos. Gracias fueron dadas 
a quien vino a su patria como extranjero87, pues así glorificó a 
quienes realmente éramos extranjeros. Mas ahora nos hallamos ante 
una nueva acción de Cristo y ante un nuevo misterio. No puedo 
sofocar mi entusiasmo. Me siento lleno de Dios. Poco falta para que 
anuncie el Evangelio como Juan88, que si bien no soy yo el 
Precursor, vengo también del desierto89. Cristo es iluminado: 
comportémonos así nosotros. Cristo es bautizado: sumerjámonos 
también nosotros para que juntamente con El salgamos del agua90. 
Es bautizado Jesús. ¿Esto sólo? ¿O también es necesario considerar 
el resto de sus acciones? ¿Quién es el bautizado? ¿Por quién? 
¿Cuándo? ¿Siendo puro es bautizado por Juan cuando da inicio a las 
señales divinas? ¿Qué hemos de aprender? ¿Cómo debemos 
instruirnos con este acontecimiento? Debemos purificarnos, ser 
humildes y anunciar su palabra en la madurez de la edad física y 
espiritual91. Aludo a quienes improvisan la administración del 
Bautismo, no la preparan, no procuran que, mediante la disposición 
para recibir la gracia, se logre la seguridad que otorga el Bautismo. 
Pues si la Gracia, que de Gracia se trata, confiere el perdón de los 
pecados, urge prevenirse para no recaer en el antiguo vómito. En 
segundo lugar, me refiero a quienes se alzan contra quienes 
administran los misterios, en el caso de que se distingan por una 
especial dignidad. Por fin, aludo en tercer lugar a quienes presumen 
de su juventud y piensan que toda edad es buena para enseñar o 
para asumir un cargo presbiteral. Se purifica Jesús: ¿despreciarás tú 
la purificación? Es purificado por Juan: ¿te rebelarás tú contra quien 
te enseña el Evangelio? Tenía treinta años, ¿enseñarás a los 
ancianos tú, que aún eres imberbe? ¿Crees que para enseñar no se 
requiere el respeto que dispensan la edad y la forma de ser? 
Entonces acuden al caso de Daniel o al de cualquier otro juez joven, y 
tales ejemplos corren de boca en boca. En efecto, nunca falta 
justificación a quien quiere obrar injustamente. Mas la excepción no 
ha de ser hecha ley en la Iglesia. Una golondrina no hace primavera, 
ni un solo trazo hace al geómetra, ni una sola travesía al buen 
marino. 

15. Juan bautiza y se le acerca Jesús, quizá para santificar al que 
bautiza, en cualquier caso, es evidente que para santificar a todo el 
antiguo Adán92, sumergiéndolo consigo en el agua del Bautismo. 
Pero antes que a éstos y por su causa, santifica al río Jordán. Como 
era espíritu y carne, comienza por el espíritu y el agua. Juan se 
resiste y Jesús le convence. «Soy yo quien tiene necesidad de ser 
bautizado por ti»93, dice la luz al sol, la voz al Logos94, el amigo al 
esposo95, el que está por encima de todos los nacidos de mujer96, al 
Primogénito de toda criatura97, el que saltó de alegría en el vientre 
de su madre al adorado cuando estaba aún en el seno materno98, el 
Precursor que precedería99 a quien se muestra y habrá de 
mostrarse. «Soy yo quien tiene necesidad de ser bautizado por 
ti»100°. Y añade también: «en favor tuyo». Pues sabía que sería 
bautizado con el martirio o que, como Pedro, no lavaría sólo sus 
pies101. Y sigue: «¿y vienes tú a mí?» También esto es profético: 
sabía que, tras Herodes, enloquecería Pilatos102 y de ese modo 
Cristo seguiría a aquel que ya antes había sido muerto. ¿Qué 
contesta Jesús? «Déjame ahora»103, esto se ajusta a lo convenido. 
Conocía bien que, poco después, El bautizaría al Bautista104. ¿Qué 
significa el bieldo?105 La purificación. ¿Y el fuego?106 La 
destrucción de lo mudable y el fervor del Espíritu. ¿Y el hacha?107 
Que será arrancada el alma que permanezca estéril tras recibir el 
estiércol. ¿Qué significa la espada?108 El corte hecho por el Logos, 
la división establecida entre lo peor y lo mejor, la que separa al 
creyente del incrédulo, la que enfrenta al hijo, a la hija, a la esposa, 
con el padre, la madre, la suegra109, la que distingue las cosas 
nuevas y recientes de las viejas y sombrías. ¿Qué significa la correa 
de la sandalia, esa que no osas desatar tú110 que bautizas a Jesús, 
que vienes del desierto y no te alimentas, que eres el nuevo Elías111, 
incluso superior al profeta112, pues has visto al profetizado, tú, 
mediador del Antiguo y el Nuevo Testamento?113 ¿Qué significan 
todas estas cosas? Se trata, tal vez, de explicaciones sobre la venida 
de Cristo y su Encarnación, explicaciones cuya interpretación no es 
fácil, ni siquiera en lo fundamental y ello no sólo para cuantos son 
aún carnales e infantiles en Cristo, sino también para los que, como 
Juan, están ya en el Espíritu. 

16. Sale Jesús del aguar114. J/BAU: Consigo lleva levantado el 
mundo y ve cómo se abren los cielos que Adán se había cerrado a sí 
mismo y a cuantos de él descendieran, como había cerrado también 
el Paraíso con flameante espada115. El Espíritu da testimonio de la 
naturaleza divina de Jesús: acude a encontrarse con su igual. Y otro 
tanto la voz del cielo116, pues de allí procedía Aquél de quien se da 
testimonio. El Espíritu se manifiesta corporalmente en forma de 
paloma117, honrando así al cuerpo, honrado ya antes por Dios 
mediante la deificación. Por otra parte, ya desde antiguo la paloma 
estaba acostumbrada a anunciar el final del diluvio118. Claro que si 
tú estimas la naturaleza divina atendiendo al peso y al volumen, te ha 
de parecer insignificante el Espíritu, pues se presenta en forma de 
paloma. ¡Ah, mezquino para contemplar tales grandezas! Incluso 
cuentas con la posibilidad de despreciar el reino de los cielos, que es 
comparado con un grano de mostaza119. Y, por supuesto, advertirás 
que el enemigo aventaja en grandeza120 a Jesús, porque aquel 
recibe los nombres de «monte alto»121, «Leviatán»122 y rey de lo 
que se halla en las aguas123, mientras que Jesús es el cordero124, 
la perla125, la gota126 y otros nombres semejantes. 
17. Es decoroso que en la fiesta del Bautismo del Señor nos 
aprestemos para sufrir un poco por Aquél que por nosotros asumió 
una cierta forma127, fue bautizado y crucificado. ¡Ea! Consideremos 
las diversas maneras en que puede recibirse el Bautismo, para que 
así nos vayamos de aquí purificados. Bautizó Moisés, pero en el 
agua128. Y antes aún, en la nube y en el mar129. Como nota San 
Pablo130, esto era una figura: el mar era figura del agua del 
Bautismo; la nube, del Espiritu; el maná, del pan de vida; la bebida, 
de la bebida divina. También Juan bautizó. Mas ya no lo hizo a la 
manera de los judíos, puesto que no bautizaba sólo con agua, sino 
además en función del arrepentimiento131. No obstante, no era 
todavía enteramente espiritual, pues no bautizaba en nombre del 
Espiritu Santo. Por último, bautiza Jesús y lo hace en el nombre del 
Espiritu132. Este es el bautismo perfecto. Detengámonos un poco en 
este punto: ¿cómo es posible que no sea Dios Aquél gracias al cual 
llegas tú a ser dios?133. Aún conozco un cuarto tipo de bautismo: 
aquel que se obtiene por el testimonio y la sangre. Cristo también fue 
bautizado según este cuarto modo, que es mucho más venerable que 
los anteriores, porque no admite ser mancillado después con mancha 
alguna134. Por fin diré que hay todavía un quinto bautismo. 
LAGRIMAS/BAU Es el de las lágrimas135. Este resulta en extremo 
penoso, pues riega cada noche con lágrimas el propio lecho y el 
estrado136. Este es propio de aquel cuyas llagas son fétidas137, que 
camina llorando y entristecido138 y reproduce el arrepentimiento de 
Manasés139 y la humillación con que Ninive140 alcanzó el perdón. Es 
el bautismo perteneciente a quien pronuncia en el templo las palabras 
del publicaNo, que es juzgado por contraposición con la arrogancia 
del fariseo141. El bautismo propio de quien, como la cananea, se 
ampara en la misericordia y suplica migajas, esto es, el alimento de 
un perro hambriento142. 

18. Por mi parte, yo reconozco que, como hombre que soy, soy un 
animal voluble y de frágil naturaleza. Acepto el bautismo de buen 
grado, venero a quien me lo ha concedido y procuro que los demás 
participen de él, mostrándome misericordioso para poder alcanzar 
misericordia. Pues me sé rodeado de debilidad y recuerdo que seré 
medido según midiere143. Mas ¿qué dices, qué dispones tú, nuevo 
fariseo, puro de nombre, que no de comportamiento, que nos echas a 
la cara las doctrinas de Novato mas te dejas llevar también por sus 
debilidades?144 ¿No aceptas el arrepentimiento? ¿No das lugar a los 
lamentos? ¿No te mueven a llanto las lágrimas ajenas? ¡Que no topes 
con un juez como tú! ¿No respetas la misericordia de Jesús, que 
soportó nuestras enfermedades145, cargó con nuestros dolores y 
vino no por los justos, sino por los pecadores146, para conducirlos a 
penitencia, que prefirió la misericordia al sacrificio147 y manda 
perdonar los pecados hasta setenta veces siete148? ¡Bendita 
arrogancia la tuya si es pureza y no vanidad, que pone preceptos que 
superan la capacidad humana y aniquila con la desesperación el 
deseo de enmienda! Son malas por igual una absolución imprudente 
y una condenación que no admita el arrepentimiento. La primera 
suelta las riendas por completo. La segunda ahoga con su violencia. 
Muéstrame tu pureza y aceptaré tu severidad. Mas mucho me temo 
que, estando tú lleno de heridas, no admitas la posibilidad de 
curación. ¿No aceptas el arrepentimiento de David, gracias al cual 
conservó la gracia que le había sido profetizada?149 ¿Rechazas al 
gran Pedro, que durante la Pasión del Salvador se dejó arrastrar por 
un sentimiento meramente humano?150 Le perdonó Jesús, sin 
embargo, y mediante tres preguntas y tres respuestas sanó su triple 
negación151. ¿No es acaso prueba de que le aceptó el que llegara a 
la perfección merced a su muerte en el martirio? También esto es 
propio de tu presunción. ¿Tampoco aceptarás a aquél que en Corinto 
transgredió la Ley?152 Mas Pablo con la enmienda de su vida ratificó 
su caridad. Y éste fue el motivo: «para que no se viera consumido por 
excesiva tristeza»153 si era castigado con excesivo rigor. ¿No toleras 
el matrimonio de las viudas jóvenes argüyendo que, por su edad, son 
fáciles de conquistar? Pablo sí osó hacerlo154. Claro que tú, sin 
duda, eres su maestro, pues has alcanzado el cuarto cielo, has visto 
otro paraíso y escuchado palabras secretas155 y has rodeado tu 
evangelio con un gran círculo156. 

19. Mas tú podrías decir: «tales cosas no proceden después del 
Bautismo». ¿En qué te basas? Pruébalo o no lo condenes. Si la 
cuestión es ambigua sea nuestra guía la misericordia. Según tú dices, 
Novato «no recibió a quienes habían cometido apostasía en el 
momento de la persecución»157. ¿Y qué? Actuó ciertamente con 
rectitud si los tales no se habían arrepentido. Tampoco yo acepto a 
quienes no se someten o no lo hacen dignamente o no compensan el 
mal con su enmienda. Cuando los acepto asigno a cada uno de ellos 
el puesto que le convienen. Mas si Novato no admitió a quienes se 
consumían en llanto por su pecado, no seré yo quien le imite. ¿Por 
qué he de tomar como norma la crueldad de quien no condenaba la 
avaricia, que es una forma de idolatría, y sin embargo castigaba 
cruelmente la fornicación, como si él no fuera de carne y hueso? 
¿Qué decís? ¿Os han convencido nuestras palabras? Poneos 
entonces junto a nosotros que somos hombres. Exaltemos todos 
juntos al Señor. Que ninguno de nosotros, por mucha confianza que 
tenga en sí mismo, ose decir: «nadie me toque, yo soy puro»159, ni 
«¿quién como yo?». Hacednos partícipes de vuestro esplendor. ¿No 
os hemos persuadido? Lloraremos, entonces, por vosotros. Quienes 
lo deseen vengan por nuestro camino, que es el de Cristo. Quienes 
no, vayan por el suyo. Tal vez en el otro mundo sean bautizados con 
fuego, padeciendo el último Bautismo, el más penoso y largo, el que 
devora la materia como pasto y consume la ligereza de todos los 
males. 

20. Honremos hoy nosotros el Bautismo de Cristo y celebrémoslo 
bien, no deleitándonos con el vientre sino alegrándonos 
espiritualmente. Mas ¿cómo podremos deleitarnos? «Lavaos, sed 
puros»160. Si sois de color púrpura por el pecado o de un tono 
menos sanguinolento, volveos blancos como la nieve161. Mas si sois 
del color escarlata y casi perfectos en la sangre, alcanzad la blancura 
de la lana. En cualquier caso, purificaos y aumentad vuestra pureza, 
porque nada alegra a Dios tanto como la corrección y la salvación del 
hombre. En favor de él fue dada toda palabra y todo misterio, para 
que actuara como luz del mundo, como fuerza vivificadora para el 
resto de los hombres162, para que colocados como luces perfectas 
junto a la gran luz, seáis iniciados en la luz que proviene del cielo, 
iluminados de una forma más pura y clara por la Trinidad, de quien 
recibís ahora el único resplandor de la única naturaleza divina en 
Cristo Jesús, Señor nuestro, a quien la gloria y el poder por los siglos 
de los siglos. Amén. 
................................................. 
1 Cf. Jn. 1,9. 
2 Jn. 8, 12. 
3 Sal. 33, 6. 
4 Cf. Jn. 1, 9. 
5 Cf. 1 Cor. 15, 45. 
6 Jn. 1, 5. 
7 Cf. Jn. 1, 5. 
8 Aquí se alude a lo que San Gregorio explicará más detenidamente 
después (cf. cp. 13), esto es, al encuentro victorioso de Cristo con el demonio. 
Este último, engañado por el aspecto humano (de Adán, como se dice aquí y en 
el capitulo 13) del Hijo de Dios, cayó sobre El a fin de apoderarse de aquella 
presa que, como hombre, consideraba le pertenecía. Mas quedó burlado porque 
bajo la envoltura de la carne humana, se escondía la naturaleza divina. 
9 Hemos traducido así el término griego (anagoghé), aunque la versión no 
sea del todo precisa: en griego indica una interpretación espiritual del hecho 
bíblico y San Gregorio añade también al término el significado de «conducir a lo 
alto», implícito en el verbo anághein. 
10 Alusión a la Ley, considerada comúnmente como «sombra del futuro», de 
la nueva ley, desde los tiempos de la apologética. 
11 Cf. Heb. 9, 13. 
12 Alusión a los cultos mistéricos paganos que contaban con una amplia 
difusión en la época imperial y constituían para el cristianismo un peligro mayor 
aún que el de la religión tradicional. 
13 Referencia polémica al arte retórica, tenida en gran consideración en la 
época en que escribía San Gre- gorio.
14 Una tentativa de interpretación racionalizante de la adolescencia de Zeus, 
alimentado y educado en Creta a espaldas de su padre Crono, que quería 
devorarlo como al resto de sus hijos por temor a que, como luego sucedió, lo 
destituyese. Según San Gregorio, Zeus no habría sido sino un rey de Creta, 
divinizado después.
15 Según la tradición, los Curetes eran guerreros que danzaban con sus 
armas, a fin de que el fragor de su baile ocultase a los oídos de Crono los 
vagidos de Zeus niño.
16 Alusión a los ritos de los sacerdotes frigios que al son de flautas se 
mutilaban en honor de Rea (o Cibeles). Este culto orgiástico había tenido origen 
en Asia Menor y difundido por el mundo grecoromano, gozaba de muy poca 
estima. 
17 Los Coribantes eran los sacerdotes de Rea que danzaban y batían palmas 
durante las procesiones. 
18 Alusión al rapto de Proserpina efectuado por Plutón y a la búsqueda que de 
aquélla hizo por todo el mundo su madre Deméter. 
19 El rey Celeo, padre de Tritolemo, había acogido y hospedado a Deméter 
durante su peregrinaje. 
20 Oscuras alusiones a los ritos mistéricos de Eleusis, que representaban el 
mito de la peregrinación de Deméter y del descubrimiento de Proserpina. Era 
fama que este rito se celebrara en los misterios eleusinos con prácticas 
obscenas. 
21 Dioniso, concebido por Zeus y Semele, fue extraído del cuerpo de su 
madre antes de que se cumpliera el tiempo de su nacimiento y fue escondido 
por Zeus en uno de sus muslos, cuando Semele fue asesinada por Era, airada 
contra ella por el adulterio de Zeus. 
22 Referencia al nacimiento de Atenea de la cabeza de Zeus, para significar 
su origen virginal e intelectual. 
23 Alusión polémica a Baco y a sus desenfrenados coros. En Tebas se 
celebraban fiestas sagradas en honor de Baco, conocidas de todos por la 
posesión dionisíaca y la ebriedad de sus participantes. 
24 Cf. supra, nota 21. 
25 No se sabe exactamente a qué se refiere aquí San Gregorio. Tal vez se 
trata sólo de que el hecho de ser Afrodita la diosa del amor le hiciera suponer la 
existencia de misterios obscenos. 
26 Personajes míticos del séquito de Afrodita y cuyo nombre es de por sí 
suficientemente expresivo. 
27 Según la leyenda, existía en Taúride, entre los escitas, en la región 
correspondiente más o menos a la actual Rusia, un altar consagrado a Artemis, 
sobre el cual eran inmolados todos los extranjeros.
28 Alusión al culto a «Artemis Orthia», la «diosa virgen» de que se habla, en 
Esparta. En su honor los jóvenes espartanos se flagelaban a veces ante los 
ojos de los espectadores que los animaban. 
29 La expresión griega que acabamos de traducir es ambigua. El acto de 
canibalismo fue preparado para los dioses por Tántalo, quien les ofreció como 
comida la carne de su hijo Pélope, iniciando con este atroz delito la serie de 
maldiciones que arruinaron a todos sus descendientes. 
30 Los misterios de Hécate no son bien conocidos. En cualquier caso, Hécate 
era considerada la diosa de la noche y del infierno. 
31 El beocio Trofonio, deseoso de gloria, se habría escondido hasta el fin de 
sus dias en una gruta subterránea en Lebadea, en Beocia. En aquel mismo 
lugar, habría establecido su morada un demonio quien, fingiéndose Trofonio, 
ofrecía a quienes lo solicitaban los vaticinios requeridos. 
32 En Dodona, célebre ciudad del Epiro, se encontraba un bosque de robles 
consagrados a Zeus, de cuya fronda se extraían los vaticinios. 
33 El famoso oráculo del Apolo de Delfos, donde había un trípode a cuyo lado 
la Pizia, sacerdotisa del Apolo pítico, poseída por el dios, vaticinaba. 
34 Una fuente del monte Parnaso consagrada a Apolo y a las musas. Era 
designada con frecuencia como la fuente de la poesía y de la inspiración 
poética. 
35 Alusión al hecho de que en los tiempos de San Gregorio muchos de los 
oráculos más famosos se habían reducido al silencio, esto es, no vaticinaban ya 
y estaban abandonados, testimonio de la difusión del cristianismo y del 
abandono de la religión tradicional. 
36 Con el nombre genérico de magos se designaba a los sacerdotes persas 
u orientales en general, expertos en la práctica de las predicciones basadas en 
el examen de vísceras de victimas sacrificadas al efecto. Esta práctica, con todo, 
era típica también de otros sacerdotes paganos. 
37 También los caldeos eran sacerdotes orientales, expertos en astrologia. 
Recuérdese que el estudio de la astronomía era particularmente cultivado desde 
la antigüedad sobre todo por los babilonios, a quienes se consideraba 
antepasados de los caldeos. 
33 Según la tradición, los tracios habían sido los primeros en enseñar las 
prácticas del culto divino. 
39 Alusión a los misterios y a las iniciaciones a los ritos de Orfeo, cubiertos 
de secreto al igual que los misterios eleusinos. 
40 Los iniciados en el culto al dios persa Mitra, equivalente al sol, debían 
superar una serie de pruebas y experiencias particularmente arduas. No parece, 
sin embargo, que San Gregorio esté bien informado sobre el particular. 
41 Osiris, dios de Egipto, había sido despedazado por su enemigo Tifón, dios 
de la violencia y de la fuerza irracional. 
42 Isis, mujer de Osiris, recorrió todo el mundo buscando los miembros 
despedazados de su marido, para recomponerlos y devolverlo a la vida. 
43 Los habitantes de la ciudad de Mendes, en el bajo Egipto, veneraban como 
dios a un macho cabrio.
44 En Menfis, por el contrario, era objeto de particular devoción el buey Apis.
45 Referencia a los beneficios reportados a Egipto por el Nilo, que con sus 
crecidas fertiliza su vega. 
46 Cf. Rom. 1, 23 ss. 
47 Cf Gén 3 22
48 Reaparece la interpretación del árbol de la vida que se encontraba en el 
paraíso y de su significado que ya se ha visto en la Homilía 38, cp. 12. 
49 Cf. Rom. 1, 24-25. 
50 Prov. 4, 7. 
51 Cf. Ecl. 1, 16.
52 Sobre el significado y el valor de la purificación, previa a todo conocimiento 
de Dios, cf. cuanto se ha dicho en la introducción. 
53 Cf. Ex. 34, 30 ss. 
54 Jue. 13, 22. 
55 Cf. Lc. 5, 8.
56 Cf. Mt. 14, 29
57 Cf. Act. 9, 4 ss. 
58 Cf. Mt. 8, 5 ss. 
59 Mt. 8, 8. 
60 Cf. Lc. 19, 2 ss. 
61 Lc. 19, 9. 
62 Cf. Mt. 12, 44-45. 
63 Cf. Is. 11, 2-3.
64 Cf. Mt. 12, 45
65 Cf Prov. 4, 23. 
66 Cf. Sal. 80, 6. 
67 Cf. Jer. 4, 3. 
68 Cf. 1 Cor. 2, 7. 
69 Cf. Sal. 86, 7.
70 Referencia a cuanto el mismo San Gregorio había dicho ya antes en la 
Homilía 38, donde se había apuntado la historia de la Creación del universo, del 
hombre, de su caída y de su salvación gracias a la Encarnación del Hijo de 
Dios.
71 Sobre estas líneas de teología trinitaria, cf. cuanto se ha dicho en la 
introducción. 
72 Alusiones a la diversidad de naturalezas entre el Padre y el Hijo sostenida 
por la herejía arriana, que consideraba mayor al primero, en cuanto Dios, e 
infinitamente inferior al segundo en cuanto criatura. 
73 El contexto es, simultáneamente, de polémica contra los arrianos y contra 
los modelistas. La confusión de que aquí se habla y la reducción a la que 
enseguida se hará referencia, describe el modalismo, que hace del Hijo un 
modo de ser del Padre y, por ende, lo reduce, lo resuelve en el Padre; la 
diversidad, la división, el truncamiento indican la separación de sustancia o 
naturaleza entre el Hijo y el Padre, según la herejía arriana, que considera al Hijo 
una criatura y a Dios solamente el Padre. 
74 1 Cor. 8, 6. 
75 Sobre este pasaje, cf. cuanto se ha observado en la introducción. 
76 Rom. 11, 36. 
77 Cf. Jn. 15, 26. 
78 San Gregorio había sido, en efecto, el primero en formular con esta 
terminología la Pneumatología ortodoxa. Frente a San Basilio que se limitaba a 
considerar al Espíritu Santo como «par en honor» al Padre y al Hijo, y por 
consiguiente Dios, el Nacianceno sostiene que el Espíritu Santo proviene del 
Padre, pero no como el Hijo, sino por «procesión». Aunque derivado de Jn. 15, 
26, el término es un neologismo de San Gregorio, en la medida en que pretende 
indicar «el modo de ser» del Espíritu Santo. 
79 El mismo ejemplo es empleado en la Homilía 31, 11, para ilustrar los 
diversos orígenes del Hijo y del Espíritu Santo, que, aunque proceden ambos del 
Padre, no son los dos Hijos. Los pneumatómacos argüían que si el Espíritu 
tenía su origen en el Padre, debía ser Hijo y, por consiguiente, había dos Hijos. 
80 Esto es, los ángeles; cf. lo dicho por San Gregorio en la Homilía 38, 9. 
81 Cf. Sal. 67, 34.
82 Cf. 1 Cor. 15, 45. 
83 Cf. Rom. 5, 16.18. 
84 Cf. Mt. 2, 11. 
85 Cf. Lc. 2, 9 ss. 
86 Cf. Lc. 2, 28-38. 
87 Cf. Jn. 1, 11. 
88 Cf. Mt. 3, I ss. 
89 También San Gregorio, en efecto, antes de ser llamado a guiar la 
comunidad nicena de Constantinopla había pasado casi cinco años en la 
meditación y en el silencio del desierto, junto a Seleucia, en Siria. 
90 Cf. Mt. 3, 16. 
91 La contraposición de la «edad física» y la «edad espiritual» representa un 
argumento muy difundido en el cristianismo antiguo, según el cual la madurez 
espiritual, del hombre interior, no se corresponde necesariamente con la 
madurez física, la del hombre exterior. Se solía interpretar con arreglo a esto a 
algunos personajes del Antiguo Testamento, como Daniel, citado aquí un poco 
más adelante, Jacob u otros que, a pesar de su juventud. mostraban una 
madurez intelectual y, sobre todo, espiritual, desproporcionada con su aspecto 
físico externo.
92 Cf. 1 Cor. 15, 45. 
93 Mt. 3, 14. 
94 Cf. Mt. 3, 3. 
95 Cf. Mt. 9, 15. 
96 Cf. Mt. 11, 11.
97 Cf. Col. I, 15.
98 Cf. Lc, 1, 41.
99 Cf. Lc. 1, 17.
100 Mt. 3, 14.
101 Cf. Jn. 13, 6 ss.
102 Cf. Mt. 27, 11.
103 Mt. 3, 15.
104 Lo que equivale a decir que también Juan Bautista seria bautizado con el 
Bautismo de Cristo, o sea, con el bautismo de sangre del martirio, porque fue 
asesinado por Herodes.
105 Cf. Mt. 3, 12.
106 Cf. Mt. 3, 10.
107 Cf. ibid. 
108 Cf. Mt. 10, 34.
109 Cf Mt. 10, 35.
110 Cf. Mt. 3, 11.
111 Cf. Mt. 11, 14. 
112 Cf. Mt. 11, 9. 
113 Cf. Lc. 16, 16. 
114 Cf. Mt. 3, 16. 
115 Cf. Gén. 3, 24. 
116 Cf. Mt. 3, 17. 
117 Cf. Mt. 3, 16. 
118 Cf. Gén. 8, 10. 
119 Cf. Mt. 13, 31. 
120 Cf. Zac. 4, 7. 
121 Cf. Dan. 2, 45. 
122 Cf. Job 3,8. 
123 Referencia insegura. 
124 Cf. Jn. 1, 29. 
125 Cf Mt. 13, 46. 
126 Lo que San Gregorio presenta como una cita bíblica no ha sido 
identificado hasta ahora. Ni siquiera los editores Maurinos han podido indicar el 
pasaje a que hace referencia San Gregorio. 
127 O lo que es lo mismo, asumió una forma humana, mientras una forma, 
en cuanto limitación, no puede adaptarse a la naturaleza divina del Hijo. 
128 Cf. Ex. 17, 6. 
129 Cf. Ex. 13, 21; 14, 22. 
130 Cf. 1 Cor. 10, 1 ss. 
131 Cf. Mt. 3, 2.
132 Cf. Mt. 28, 19. 
133 Es la función que tiene el Espíritu Santo en la celebración del Bautismo: 
vuelve al hombre perfecto como Dios, según la pneumatologia enseñada sobre 
todo por San Basilio (cf. De Spiritu Sancto, 16, 38; 26, 61), que retama el 
Nacianceno también en la Homilía 33, 17 y 34, 12. Y otro tanto San Gregorio de 
Nisa en su trabajo Sobre el Espiritu Santo contra los Macedonianos. 
134 Se trata del martirio, considerado desde los tiempos más antiguos como 
el «bautismo de sangre».
135 Esto es, la penitencia. 
136 Cf. Sal. 6, 7. 
137 Cf. Sal. 37,6. 
138 Cf. Sal. 37, 7. 
139 Cf 2 Cron. 33, 13. 
140 Cf. Jon. 3, 5. 
141 Cf. Lc. 18, 13. 
142 Cf. Mt. 15, 22 ss. 
143 Cf. Mt. 7, 2. 
144 Novato, hereje que vivió en Roma durante la segunda mitad del siglo III, 
fue condenado por su excesivo rigorismo y se convirtió enseguida en el símbolo 
de toda actitud excesivamente severa en la administración de la penitencia. 
145 Cf. Is. 53, 4. 
146 Cf. Lc. 5, 32. 
147 Cf. Os. 6, 6. 
148 Cf. Mt. 18, 22.
149 Cf. 2 Sam. 12, 13.
150 Cf Mt. 26, 70
151 Cf. Jn. 21, 15. 
152 Cf 1 Cor. 5, 1 ss. 
153 2 Cor. 2, 7. 
154 Cf 1 Tim. 5, 14. 
155 Cf. 1 Cor. 7, 8. 
156 Cf. 2 Cor. 12, 1 ss.
157 Durante la persecución de Decio (249-250 d. C.).
158 Parece poder deducirse de este ligero apunte que los penitentes tenían 
en la comunidad cristiana gobernada por San Gregorio de Nacianzo un lugar 
reservado a ellos. Para más detalles sobre este punto cf. H. Althaus, Die 
Hellslebre des Gregors von Nazianz, Münster 1972, p. 196. 
159 1s. 65, 5. 
160 1s. 1, 16. 
161 Cf. Is. 1, 18.
162 Cf. Flp. 2, 15.

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