5 CAMINOS DE PENITENCIA.
DE LAS HOMILÍAS DE
SAN JUAN CRISÓSTOMO, OBISPO


¿Queréis que os recuerde los diversos caminos de penitencia?, Hay ciertamente muchos, distintos y diferentes, y todos ellos conducen al cielo.

El primer camino de penitencia consiste en la acusación de los pecados: "confesare al Señor mi culpa", y tu perdonaste mi culpa y mi pecado.  Condena, pues, tu mismo aquello en lo que pecaste, y esta confesión te obtendrá el perdón ante el Señor, pues quien condena aquello en lo que falto con mas dificultad volverá a cometerlo; haz que tu conciencia este siempre despierta y sea como tu acusador domestico y así no tendrás quien te acuse ante el tribunal de Dios.

Este es el primer y optimo camino de penitencia; hay también otro, no inferior al primero, que consiste en perdonar las ofensas que hemos recibido de nuestros enemigos, de tal forma que, poniendo raya nuestra ira, olvidemos las faltas de nuestros hermanos; obrando así, obtendremos que Dios perdone aquellas deudas que ante el hemos contraído; he aquí, pues, un segundo modo de expiar nuestras culpas.  porque si vosotros perdonáis al prójimo sus faltas -dice el Señor-, también os perdonara las vuestras vuestro padre celestial.

¿Quieres conocer un tercer camino de penitencia?. Lo tienes en la oración ferviente y continuada, que brota de lo intimo del corazón.

Si deseas que te hable de un cuarto camino, te diré que lo tienes en la limosna: ella posee una grande y extraordinaria virtualidad.

Quinto camino: Ser humilde y obrar con modestia: en este proceder encontraras, no menos que en cuanto hemos dicho hasta aquí, un modo de destruir el pecado: De ello tienes un ejemplo en aquel publicano, que, si bien no pudo recordar ante Dios su buena conducta, en lugar de buenas obras presento su humildad y se vio descargado del gran peso de sus muchos pecados.

Te he recordado, pues, cinco caminos de penitencia: primero, la acusación de los pecados; segundo, el perdonar las ofensas de nuestro prójimo; tercero, la oración; cuarto, la limosna; y quinto, la humildad.

No te quedes, por tanto, ocioso, antes procura caminar cada día por la senda de estos caminos: ello, en efecto, resulta fácil y no te puedes excusar aduciendo tu pobreza, pues aunque vivieres en gran penuria podrías deponer tu ira y mostrarte humilde, podrías orar asiduamente y confesar tus pecados; la pobreza no es obstáculo para dedicarte a estas practicas. Pero ¿que estoy diciendo?, la pobreza no impide de ninguna manera el andar por aquel camino de penitencia que consiste en seguir el mandato del Señor, distribuyendo los propios bienes -hablo de la limosna-, pues esto lo realizo aquella viuda pobre que dio sus dos pequeñas monedas.

Ya que has aprendido con estas palabras a sanar tus heridas, decídete a usar de estas medicinas y así, recuperada ya tu salud, podrás acercarte confiado a la mesa santa y salir con gran gloria al encuentro del Señor rey de la gloria, y alcanzar los bienes eternos por la gracia, la misericordia y la benignidad de nuestro Señor Jesucristo.