XVII (Ap 18-20)
El Mesías Juez
Esto que vuestra caridad acaba de oír en la lectura del
Apocalipsis, recibidlo con espíritu atento según vuestra
costumbre.
El caballo blanco y su jinete: Cristo y la Iglesia
El bienaventurado evangelista Juan dice en efecto que
él vio el cielo abierto, y he aquí un caballo blanco, y el que
sobre él montaba era llamado Fiel y Verdadero. Y sus ojos
eran como llama de fuego, y sobre su cabeza llevaba
muchas diademas1. Porque en él está representada la
multitud de aquellos que son coronados. Y tenía un
nombre escrito, que nadie sabe sino él2; ciertamente él y
toda la Iglesia que está en él. E iba envuelto en un manto
salpicado de sangre3. El vestido de Cristo es la Iglesia
que él ha revestido; ella está salpicada por la sangre de
los que han sufrido la pasión.
Y es llamado por nombre el Verbo de Dios. Y las
huestes que están en el cielo le seguían montados en
caballos blancos4, es decir, que la Iglesia le imita en los
cuerpos blancos como más arriba se ha dicho: Éstos son
los que siguen al Cordero dondequiera que va5.
Revestidos de lino blanco y puro6, en lo que mostró las
acciones justas de los santos7. Y de su boca sale una
espada aguda a doble filo8, es la misma por la cual los
justos son defendidos y los injustos castigados. Para herir
a las naciones; y él mismo las regirá con una vara de
hierro, y él mismo pisa el lagar del vino del furor de la
cólera de Dios omnipotente9. Él mismo también la pisa
ahora cuando permite a los malos hacer el mal y los
abandona a sus voluptuosidades; y después él los pisará
fuera de la ciudad, es decir, los pisará fuera de la
Iglesia10, cuando entregue al fuego de la gehenna a los
que no han hecho penitencia. Y sobre su manto y sobre
su muslo lleva escrito un nombre: Rey de reyes y Señor
de señores11. Éste es un nombre que ninguno de los
soberbios conoce12 porque la Iglesia sirviendo reina en
Cristo y manda a los que dominan, es decir, que ella
triunfa de los vicios y pecados. Pero el muslo es la
posteridad13, como está escrito: «Un príncipe de la
posteridad de Judá no faltará»14. Y Abrahán, para que su
posteridad no se mezclase con los extranjeros, emplea el
muslo como pacto cierto entre él y su servidor15.
El festín de Dios: la entrada de los paganos en la
Iglesia
Y yo vi, dice, un ángel puesto de pie en el sol, es decir,
un predicador en la Iglesia. Y gritó con voz potente,
diciendo a todas las aves que vuelan en el cielo16; las
aves o las bestias son buenas o malas según los pasajes
de la Escritura, así: «Las bestias del campo me darán
gloria»17, y el león de la tribu de Judá18. Aquí, pues, los
pájaros que vuelan en el medio del cielo designan a las
Iglesias que él había aludido reuniéndolas en un solo
cuerpo, el águila que vuela en medio del cielo. Venid,
congregaos para la gran cena de Dios, en que comáis
carnes de reyes, y carnes de tribunos militares, y carnes
de poderosos, y carnes de caballos, y de los que montan
en ellos, y carnes de todos, de libres y de siervos, de
pequeños y de grandes19. En efecto, todas las naciones,
cuando creyendo en Cristo se incorporan a la Iglesia, son
devoradas espiritualmente por la Iglesia20.
Los mil años: el tiempo de la Iglesia
Y después de esto dice del diablo: Y lo cerró, y puso el
sello por encima de él, para que no se reduzca ya más a
las naciones, hasta que se hayan cumplido los mil años21.
Estos mil años deben ser comprendidos como los años
que van desde la venida de Nuestro Señor; durante estos
años el Señor prohibe al diablo que extravíe a los pueblos
que están destinados a la vida eterna para que puedan
reconciliarse con Dios aquellos a los que antes había
extraviado22.
Después de esto es necesario que sea desatado por
breve tiempo23, es decir, en el tiempo del Anticristo,
cuando «se manifestase el hombre del pecado24, cuando
recibiere todo el poder de perseguir que no había recibido
desde el principio. Al decir mil años indica la parte por el
todo; en este lugar ha querido que se entienda el resto de
los mil años del día sexto, en el cual el Señor ha nacido y
ha padecido25.
Babilonia: los impíos que persiguen a la Iglesia
Después de esto dijo ¡Ay! ¡ay! la ciudad grande, en la
cual se enriquecieron los que teníán naves en el mar,
porque en una sola hora fue devastada. Alégrate sobre
ella ¡oh cielo!, y vosotros los santos, y los apóstoles y los
profetas26.
¿Es que es Babilonia la única ciudad en todo el mundo
que persigue o ha perseguido a los santos de Dios para
que todos sean vengados por su destrucción? En verdad,
en todo el mundo Babilonia está en los hombres malos y
en el mundo entero ella ha perseguido a los buenos.
Y un ángel tomó una piedra, grande como una rueda
de molino, y la lanzó al mar diciendo: «Así, de golpe, será
arrojada Babilonia, la ciudad grande»27. Babilonia es
representada como una gran piedra porque la revolución
de los tiempos destroza, a modo de rueda de molino, a los
que aman el mundo, y les hace dar vueltas alrededor. De
éstos está escrito: «Paséanse en torno los impíos» 28. Su
malvada ocupación parece recomenzar de continuo.
Y no se le encontrará ya más. Y la voz de citaristas, y
de músicos, y de trompetas, y flautistas, no se oirá ya más
en ella29. Dice que la felicidad de los impíos pasa, y que
ya no se encuentra más. Y añade la razón diciendo:
Porque tus mercaderes eran los magnates de la tierra30,
es decir, «porque en vida has recibido tus bienes»31.
Porque con tus hechicerías fueron embaucadas todas las
gentes, y en ella fue hallada la sangre de los santos y
profetas y de todos los que han sido degollados por ti
sobre la tierra32. ¿No es, pues, la misma ciudad que mata
a los apóstoles, a los profetas y al resto de los mártires?
Pero ésta es la ciudad de todos los soberbios que Caín ha
fundado con la sangre de su hermano y «la llamó Henoc,
como la sangre de su hijo»33, es decir, de su
posteridad34, porque todos los malos, a los que
representa Babilonia, sucediéndose persiguen a la Iglesia
de Dios hasta el fin de los tiempos. Es, pues, en la ciudad
de Caín donde se derrama «toda la sangre de los justos,
desde la sangre del justo Abel hasta la sangre de
Zacarías»35, es decir, del pueblo y del sacerdote. Esto se
dijo porque no solamente los pueblos sino también los
sacerdotes conspiraron en la muerte de Zacarías. «Entre
el santuario», dice, «y el altar»36. Por el altar hay que
entender a los sacerdotes, el santuario representa a los
pueblos. No hay, en efecto, ninguna otra razón para traer
a colación el lugar37.
Ésta es la ciudad que mata a los profetas y lapida a los
enviados a ella38. Es ésta la ciudad que se construye, tal
como está escrito: «¡Ay de los que edifican una ciudad
con sangre y fundan un pueblo en la injusticia!»39.
Recapitulación
En el caballo blanco, del que se habló más arriba,
descubrid la Iglesia; en su jinete, descubrid a Cristo el
Señor. Pero él dijo: Y tenía un nombre escrito, que nadie
sabe sino él40: ciertamente él mismo y toda la Iglesia que
está en él. En el manto41 salpicado de sangre es
menester entender a los mártires que están en la Iglesia.
Pero las huestes que hay en el cielo y que le seguían en
caballos blancos42 es la Iglesia en sus cuerpos
blancos43. En la espada a doble filo44 descubrid el poder
de Cristo con el que los justos son defendidos y
castigados los injustos. En la vara de hierro45 se
reconoce su justicia con la cual los humildes son
instruidos y los soberbios son destruidos como vasos de
alfarero.
Pero él dijo: Y él mismo pisa el lagar del vino de la
cólera de Dios omnipotente46. Pues, él pisa también
ahora el lagar cuando permite a los malos perseguir a los
buenos y los abandona a sus voluptuosidades; pero
enseguida los retribuirá cuando envíe al infierno a los que
no hayan hecho penitencia.
Y el ángel puesto de pie en el sol47 significa la
predicación en la Iglesia; pues la Iglesia es comparada al
sol48 porque de ella se ha escrito: «Entonces los justos
resplandecerán como el sol en el reino de su Padre»49
Mas él gritó a todas las aves que vuelan en medio del
cielo50, aquellas aves son figura de la Iglesia. Pero él dijo:
Venid, congregaos para la gran cena, en que comáis
carnes de reyes, y carnes de tribunos51. En verdad
sabemos que esto acontece en la Iglesia; porque cuando
todas las naclones son incorporadas a la Iglesia son
devoradas espiritualmente; y los que, devorados por el
diablo, eran cuerpo del diablo, incorporados a la Iglesia se
convierten en miembros de Cristo.
Y a propósito del diablo dijo: Y lo cerró, y puso el sello
por encima de él para que no seduzca ya más a las
naciones, hasta que se hayan cumplido los mil años52.
Como se ha dicho estos mil años son los que transcurren
desde la Pasión del Señor, durante los cuales no le es
permitido al diablo hacer lo que quiere porque no permite
Dios tentar a sus siervos más allá de lo que pueden
soportar53. Pero después será soltado por un poco de
tiempo, esto es lo que se designa como tiempo del
Anticristo, durante el cual el diablo recibirá un poder más
grande para perseguir. Y lo que dice: ¡Ay! ¡ay! la ciudad
grande54, se refiere a Babilonia. Sin embargo, es
menester saber que no sólo es Babilonia la que persigue
a los santos de modo que por su destrucción todos sean
vengados; pues en todo el mundo Babilonia se encuentra
en los hombres malos y en todo el mundo persigue a los
buenos.
Y el ángel lanzó al mar una piedra grande como rueda
de molino, diciendo: Así será hundida Babilonias55
Compara Babilonia a una rueda de molino porque la
revolución de los tiempos quebranta, como rueda de
molino, a los que aman al mundo y los envía a dar vueltas
alrededor. Pero también dijo: Todas las naciones fueron
embaucadas con tus hechicerías y fue hallada la sangre
de todos los profetas degollados por ti sobre la tierra56.
No es que en una sola ciudad hayan sido matados los
apóstoles, los profetas y los restantes mártires, sino que
ésta es la ciudad de los soberbios que persigue a los
santos en todo el mundo. Es la misma ciudad que Caín
fundó con la sangre de su hermano y la llamó con el
nombre de su hilo Henoc, es decir, posteridad; porque
todos los malos en los que se encuentra Babilonia,
sucediéndose hasta el fin del mundo, persiguen a la
Iglesia de Dios. Dígnese el Señor, por su misericordia,
librarnos de esta persecución, El, que con el Padre y el
Espíritu Santo vive y reina por los siglos de los siglos.
........................
1. Ap 19, 11-12.
2. Ap 19, 12.
3. Ap 19, 13.
4. Ap 19, 13-14.
5. Ap 14, 4.
6. Ap 19, 14.
7. Cf. Primasio, 267, 160-167 (912, 24-33); Beda, 189, 55-57;
Beato, II, 331, 10-16.
8. Ap 19, 5.
9. Ap 19, 15.
10. Cf. Beda, 190, 9-10; Beato, II, 332, 4-8.
11. Ap 19, 16.
12. Cf. Beda, 190, 12-13; Beato, II, 333, 11-13.
13. Cf. Cf. Primasio, 268, 187 (913, 1); Beda, 190, 15-16; Beato, II,
333, 4-5.
14. Gn 49, 10.
15. Cf. Gn 24, 2.
16. Ap 19, 17.
17. Is 43, 20.
18. Ap 5, 5.
19. Ap 19, 18.
20. Cf. Primasio, 269, 206-209 (913, 26-29); Beda, 190, 29-30.
34-36 Beato, II, 334, 7-335, 2.
21. Ap 20, 3.
22. Cf. Primasio, 274, 55-57 (915, 28-34); Beda, 191, 40-43;
Beato, Il, 346, 6-8.
23. Ap 20, 3.
24. 2 Ts 2, 3.
25. Cf. Primasio, 274, 58-60 (915, 45-48); Beda, 191, 29-31;
Beato, II, 346, 15-347, 2.
26. Ap 18, 19-20.
27. Ap 18, 21.
28. Sal 10, 9.
29. Ap 18, 21-22.
30. Ap 18, 23.
31. Lc 16, 25.
32. Ap 18, 23-24.
33. Gn 4, 17.
34. Cf. Primasio, 259, 200-260, 206 (908, 39-51); Beda, 187,
32-42 Beato, II, 316, 7-317, 3.
35. Mt 23, 35.
36. Mt 23, 35.
37. Cf. Beato, Il, 318, 1-5.
38. Cf. Mt 23, 37.
39. Ha 2, 12; cf. Beato, 11, 318, 11-13.
40. Ap 19, 12; cf. Primasio, 264, 95-97 (910, 46-52); Beato, II, 330,
11-14; 1, 555, 17-556, 6.
41. Cf. Ap 19, 13.
42. Cf. Ap 19 14.
43. Ct. Primasio, 267, 160-167 (912, 24-33); Beda, 189, 55-57,
Beato II. 331, 10-13.
44. Ct. Ap 19. 15.
45. Cf. Ap 19, 15.
46. Ap 19. 15.
47. Cf. Ap 19, 17.
48. Cf. Beda, 190. 29-30; Beato, II, 324, 9-10.
49. Mt 13, 43.
50. Cf. Ap 19, 17.
51. Ap 19, 17-18.
52. Ap 20, 3.
53. Cf. 1 Co 10, 13.
54. Ap 18, 10.
55. Ap 18, 21.
56. Ap 18, 23-24.