EXPOSICIÓN DEL
APOCALIPSIS DE S. JUAN


Introducción: cómo interpretar el Apocalipsis
A propósito de las revelaciones del Apocalipsis de S. 
Juan, algunos de los Padres antiguos, hermanos muy 
queridos, han sido del parecer de que aquellas se referían, o 
bien en su totalidad o al menos en su gran mayoría, al día 
del juicio y a la venida del Anticristo. En cambio aquellos que 
comentaron más cuidadosamente este libro han considerado 
que todas las revelaciones referidas en el mismo han 
comenzado a realizarse inmediatamente después de la 
Pasión de Nuestro Senor y Salvador, y de igual modo 
continuarán realizándose hasta el día del juicio, de tal 
manera que tan solo una pequeñísima parte parece 
corresponder al tiempo del Anticristo. 
Por lo tanto, todo lo que habeis entendido al escuchar 
esta lectura, ya sea sobre el Hijo del hombre, sobre las 
estrellas, sobre los ángeles, sobre los candelabros, sobre los 
cuatro animales, sobre el águila que vuela en medio del cielo 
y ya sea acerca de todo lo demás, referidlo a Cristo y 
reconoced que se cumple en la Iglesia y sabed que ésta es 
anunciada tipológicamente en Cristo. 

I
El septenario de las Iglesias y de los candelabros

En las siete Iglesias, a las que el evangelista S. Juan 
escribió en Asia, se significa la única Iglesia Católica por el 
espíritu septiforme de la graciai. Pues cuando dice Testigo 
fiel2, se refiere a Cristo, «que dió testimonio de la verdad 
ante Poncio Pilato»3. Hizo de nosotros—dice—un reino y 
sacerdotes para Dios4. Por sacerdotes para Dios entiende 
toda la Iglesia, como afirma S. Pedro: «Vosotros —dice— 
sois 'linaje escogido', 'real sacerdocio'»5. Y vi —dice—siete 
candelabros de oro6. En los siete candelabros está figurada 
la Iglesia. 

El Hijo del hombre
Y en medio de los candelabros uno como Hijo de 
hombre7, es decir, Cristo. Ya sea, pues, el Hijo del hombre, 
ya sean los siete candelabros, o ya sean las siete estrellas, 
significan la Iglesia con su cabeza, Cristo8. 
Cuando dice: ceñido por junto a los pechos con cinto de 
oro9 el que estaba ceñido era figura de Cristo el Señor. Por 
los dos pechos entiendo los dos Testamentos, que reciben 
del pecho del Señor y Salvador, como de una fuente 
perenne, el alimento que nutre al pueblo cristiano para la 
vida eterna10. El cinto de oro significa el coro o la multitud 
de los santos11; en efecto, del mismo modo que el pecho es 
apretado por el cinto, así la multitud de los santos se aúna a 
Cristo y abraza a los Testamentos como los dos pechos para 
que se alimenten de ellos como de pechos santos. 

Los cabellos blancos como símbolo del bautismo
Su cabeza, dice, y sus cabellos como lana, tan blanca 
como la nieve12. Los cabellos blancos significan la multitud 
de los que han sido lavados, es decir, los neófitos que 
proceden del bautismo. Habla de lana porque son las ovejas 
de Cristo. Habla de nieve, porque del mismo modo que la 
nieve baja del cielo espontáneamente, por su propio 
movimiento, así también la gracia del bautismo viene sin 
ningún mérito precedente. En efecto, los que son bautizados 
significan Jerusalén que cotidianamente, al igual que la 
nieve, desciende del cielo. Así se dice de Jerusalén, es decir, 
de la iglesia, que desciende del cielo, porque del cielo 
procede la gracia por la cual ella es liberada de sus pecados 
y es unida a Cristo, es decir a la cabeza eterna, al Esposo 
celeste. Del mismo modo, por el contrario, se dice que la 
bestia que asciende del abismo significa el pueblo malo que 
nace del pueblo malo. Porque del mismo modo que la 
Jerusalén que desciende humildemente es exaltada, así 
también la bestia, es decir el pueblo soberbio, que se eleva 
con arrogancia es precipitada13. 

Sus ojos como llama de fuego14. Los ojos significan los 
mandamientos de Dios según lo escrito: «Tu palabra, Señor, 
es una lámpara para mis pies»15, y «Tu palabra es un 
fuego»16. 

Los pies incandescentes: la Iglesia probada en los últimos 
tiempos 
Y sus pies semejantes a oriámbar del Libano inflamados 
en un borne ardiente '7. Los pies inflamados significan la 
Iglesia, la cual ante la inminencia del día del juicio ha de ser 
probada con abundantes persecuciones y juzgada por el 
fuego. Y dado que el pie es la parte extrema del cuerpo, y 
dice que los pies están incandescentes, por los pies hay que 
entender la Iglesia de los últimos tiempos, que será 
probada—como el oro en el horno—con muchas 
tribulaciones. El que considere bien estas cosas, las ve 
realizadas ya desde ahora por la multitud de iniquidades; por 
eso las ha designado como oriámbar, porque es con el 
bronce y un gran fuego y un ingrediente como se obtiene el 
color del oro; de igual modo es por medio de las 
tribulaciones y los sufrimientos como la Iglesia se vuelve más 
pura18. 
En la cintura de oro ceñida al pecho19 puede también 
significarse la ciencia espiritual y el sentimiento puro20 
entregado a la Iglesia21. 

La espada de dos filos, símbolo de los dos Testamentos
Pero la Espada aguda de dos filos que sale de su boca22, 
significa que es el mismo Cristo que nos ha revelado ahora 
los bienes del Evangelio y anteriormente, por medio de 
Moisés, el conocimiento de la Ley al universo entero, por eso 
David dijo de modo semejante: «Dios ha hablado una vez, 
dos veces lo he oído» 23. Estas cosas significan, pues, los 
dos Testamentos, que según la estimación del tiempo son 
llamadas nuevas o antiguas, o la espada a doble filo24. 

Simbolismo de la voz, las muchas aguas y los pies
Su voz como voz de muchas aguas25. Las muchas aguas 
significan los pueblos; la voz, la predicación de los 
Apóstoles26. Pero lo que dijo más arriba: sus pies eran 
semejantes a oriámbar fundido en la fragua27, puede 
también ser aplicado a los Apóstoles que después de la 
Pasión predicaron su palabra, pues por su medio progresa la 
predicación, por eso con toda justicia se les denominan pies, 
tal como dice el profeta: «Qué hermosos los pies de los que 
anuncian la paz, de los que anuncian la buena nueva»28, y 
también: «Prosternémonos en el lugar en donde han posado 
sus pies»29. 

Las siete estrellas: la Iglesia
Pero cuando dijo: Tenía en su mano derecha siete 
estrellas 30, ha querido referirse a la Iglesia; porque en la 
derecha de Cristo está la Iglesia espiritual, pues a los que ha 
colocado a su derecha dice: «Venid los benditos de mi 
Padre» 31 Y lo que sigue. Las siete estrellas significan la 
Iglesia; en efecto, hemos dicho que el Espíritu de la fuerza 
septiforme le fue donado por el Padre 32, como dice Pedro a 
los Judíos a propósito de Cristo: «Exaltado, pues, por la 
diestra del Padre derrama el Espíritu recibido del Padre33. 
Por eso no dice que las siete iglesias, a las que el llama por 
sus nombres, son las solas iglesias, sino que lo que dice a 
cada una lo dice a todas. Así pues ya sea en Asia ya sea en 
toda la tierra, las siete iglesias son todas las iglesias, y hay 
una sola Iglesia Católica, como dice Timoteo: «Como hay 
que portarse en la casa de Dios, que es la iglesia de Dios 
vivo»34; y en Isaías, por las «siete mujeres que tomaron un 
solo marido»35 se quiere significar que las siete iglesias no 
son más que una. Por el marido entendemos a Cristo; el pan 
de las mujeres es el Espíritu Santo que nutre para la vida 
eterna. 

Recapitulación
Y para inculcaros más fuertemente lo que se acaba de 
decir, queremos recapitularlo brevemente. Por las siete 
iglesias a las que escribe S. Juan se entiende la única Iglesia 
Católica en razón de la gracia septiforme. Cuando dice El 
testigo fiel36, se refiere a Cristo. Los siete candelabros es la 
Iglesia Católica. Aquel que es semejante al Hijo del hombre 
en medio de los candelabros es Cristo en medio de la Iglesia. 
Cuando dice ceñido por junto a los pechos 37, por los dos 
pechos hay que entender los dos Testamentos que del 
pecho de Cristo reciben la leche espiritual para alimentar al 
pueblo cristiano para la vida eterna38. La cintura de oro es 
el coro, o bien la multitud de los santos que, con constante 
dedicación a la lectura y la oración, prueban su adhesión a 
Cristo. En fin, que esto sea suficiente a vuestra caridad; lo 
que habeis entendido, meditado entre vosotros en las santas 
conversaciones hasta que podáis entender, Dios mediante, 
lo que sigue. Que El mismo se digna concederos esta gracia. 


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1. Cf. Ap 1, 4. 
2. Ap 1, 5. 
3. 1 Tm 6, 13. 
4. AP 1, 6; cf. A. ORBE, Teología de San Ireneo, o. c., III, 470. 
5. 1 P2,9. 
6. AP 1, 12. 
7. AP 1, 13. 
8. Cf. Ticonio, L. R. 11, 1-3; Primasio, 15, 179-18 (800, 23-26); 
Beato, I, 107, 16-17: Ambr. Autp., I, 68, 39-70, 2
9. Ap 1, 3. 
10. Cf. Primasio, I, 17, 212-213 (801, 10-12); Ambr. Autp., I, 72, 
35-36; Beato, 1, 112, 14-15. 
11. Cf. Victorino, 23, 5-8; Primasio, 1, 17, 220-221; Beato, I, 116, 3-4. 

12. Ap 1, 14. 
13. Cf. Victomno, 21, 6-10; Primasio, 17, 223-18, 230 (801, 4-20); 
Beato, I, 116, 10-11. 
14. Ap 1, 14. 
15. Sal 118, 105. 
16. Sal 118, 140. Cf. Victorino, 21, 11-12; Primasio, I, 18, 232-239 
(801, 35-41); Beato, I, 118, 3-14. 
17. Ap 1, 15. 
18. Cf. Primasio, I, 18, 239-19, 247 (801, 46-59); Beda, 136, 26-33; 
Ambr. Autp., 76, 30-37; Cod. Oral., 6, 475, 1-3. En este fuego último 
descubría Ireneo las postrimerías de la Iglesia de los justos, los 
cuales serán atribulados en los últimos tiempos. Cf. IRENEO, Adv. 
Ver., IV, 20, 11; V, 29, 2; véase A. ORBE, Teologíá de San Ireneo, o. c., 
III, 234. 
19. Cf. Ap 1, 13. 
20. «sentimiento puro», es decir, inteligencia ortodoxa. 
21. Cf. Victonno, 23, 5-8; Beato, I, 116, 3-ó. 
22. Ap 1, 16. 
23. Sal 61, 12. 
24. Cf. Vitorino, 23, 10-12; Ambr. Autp., I, 84, 1-2; Beato, I, 125,
25. Ap 1, 15. 
26. Cf. Primasio, I, 19, 250-254 (801, 59-902, 1); Ambr. Autp., I, 77, 
2-13; Beato, I, 122, 16-123, 6. 
27. Ap 1. 15.
28. Is 52. 7; Rm 10, 15.
29. Sal 131, 7.
30. Ap 1, 17.
31. Me 25, 34.
32. Cf. Primasio, 1. 19, 256-20, 264 (802. 9-13); Beda, 136, 40-44; 
Ambr. Autp., I, 83, 52-61; Beato, I, 124, 12-125, 5.
33. Hch 2, 33. 
34. 1 Tm 3, 15. 
35. Is 4, 1 ¡ cf. Beato, 1, 424, 5-ó. 
36. Ap 1, 5. 
37. Ap 1, 13.
38. Cf. supra.