TESIS
17.
MARCOS, DISCÍPULO E INTÉRPRETE DE
PEDRO, ES EL AUTOR DEL SEGUNDO EVANGELIO.
278.
Adversarios. Los adversarios contra esta tesis son los que expone la
doctrina de la Iglesia que vamos a
exponer.
La
doctrina de la Iglesia acerca del
evangelio de Marcos [y también de Lucas], se contiene en las respuestas
de la Comisión bíblica del día 26 de junio de 1912; según la primera
respuesta, si el sufragio luminoso de la tradición, maravillosamente unánime
desde los comienzos de la Iglesia y confirmado por múltiples argumentos... y
también por las razones internas sacadas del texto mismo de los libros
sagrados, obliga a afirmar con certeza que Marcos, discípulo e intérprete de
Pedro, y Lucas, médico, auxiliar y compañero de Pablo, son realmente los
autores de los Evangelios que respectivamente se les atribuye. (EB 390; D
2155).
Más
aún, después que Mateo, el cual escribió el primero de todos su Evangelio en
lengua patria, Marcos escribió el segundo
en orden (D 2159); y no es lícito diferir el tiempo de la composición
hasta la destrucción de la ciudad de Jerusalén (D 2160); ni es prudente poner
en duda la sentencia que sostiene que Marcos escribió según la predicación de
Pedro (D 2162).
Valor
teológico. De
todo lo dicho consta que la tesis debe ser mantenida con
asentimiento interno religioso. Cf. también n.261.
279.
Se prueba 1º. con argumentos extrínsecos: por los claros
testimonios de los Santos Padres y de los escritores eclesiásticos.
Siglo
IV, San
JERÓNIMO, recogiendo la antigua tradición, escribió: «Marcos, discípulo e
intérprete de Pedro, según lo que había oído de lo que Pedro narraba, rogado
por los hermanos en Roma, escribió un breve Evangelio. Habiéndolo oído
Pedro, lo aprobó y lo entregó a las iglesias para que se leyera bajo su
autoridad, como Clemente en el libro sexto
"mB@JLBTFgT<”
escribirá
y Papías el obispo de Hierápolis».
San
Juan CRISÓSTOMO, hablando
de la negación de San Pedro al Señor refiere que se dice sobre Marcos:
«Dice
Marcos, después que hubiese negado una vez [Pedro], cantó el gallo; después
de haberlo negado por tercera vez, entonces cantó el gallo por segunda vez,
recordando cuidadosamente la debilidad del discípulo que estaba casi muerto de
temor: y esto lo aprendió Marcos de su
maestro, porque era discípulo de Pedro. Lo que es más de admirar es que no
sólo no ocultó la caída de su maestro sino que la narró más claramente que
otros porque era su discípulo».
De
un modo semejante San EPIFANIO: «Así, después de Mateo en seguida se
le encomienda a Marcos, que había sido compañero
de San Pedro en Roma, la tarea de escribir el evangelio. Habiéndolo hecho
fue enviado por el bienaventurado Pedro a Egipto. Era éste uno de los setenta y
dos discípulos que habían sido dispersados por las palabras que había dicho
el Señor: El que no come mi carne o bebe mi sangre no es digno de mí, como lo
saben los que hayan leído el evangelio Jn 6,54. Pero él que reverenciaba la
obra de Pedro y estaba lleno del Espíritu Santo recibió el encargo de escribir
el evangelio».
Y
al principio del siglo IV, EUSEBIO DE CESAREA en su Historia
eclesiástica escribía: «Resplandeció un fulgor de la verdad tan grande
en las mentes de aquellos que habían oído a Pedro, que les parecía poco
haberle oído una sola vez y no estaban contentos con haber recibido la doctrina
de la palabra celeste de viva voz, sin que les fuera entregada por escrito; pero
rogaron insistentemente a Marcos, discípulo de Pedro, cuyo evangelio
existe hoy, que les dejase algún testimonio escrito de aquella doctrina que
habían recibido de palabra. Y no cesaron en su empeño antes de que forzasen al
hombre y apareciesen como autores del llamado evangelio según San Marcos...»
Cuando
tratamos más arriba de Mateo como autor, indicamos ya algunos testimonios
directos que se referían también a Marcos como autor, los cuales eran:
280.
Entre los autores del siglo III o II,
TERTULIANO decía: <... entre los apostólicos Lucas y Marcos instauran [la
fe]».
Y
poco después: «... la misma autoridad de las iglesias apostólicas será
patrocinada también por los otros evangelios que los tenemos por ellas y según
ellas, hablo de Juan y de Mateo, aunque se afirme también a Marcos que publicó el de Pedro, cuyo intérprete
es Marcos. Porque suelen adscribir el de Lucas al confeccionado por Pablo».
También
ORÍGENES recuerda que Marcos profetizó
también con la trompeta sacerdotal; y según Eusebio, había afirmado: «Pero
el segundo [evangelio] según
Marcos, que lo había expuesto según el mismo Pedro lo hizo».
CLEMENTE
ALEJANDRINO refiere la ocasión de su publicación de esta manera: «... el
evangelio de Marcos fue escrito por esta ocasión: Habiendo predicado Pedro en
la ciudad de Roma la palabra de Dios y habiendo promulgado el evangelio por
inspiración del Espíritu Santo, muchos que habían acompañado a Marcos le
exhortaron, que puesto que había seguido a Pedro desde hace tiempo y guardaba
en la memoria sus palabras, que escribiese
lo que había sido predicado por el apóstol. Marcos pues compuso el
evangelio y les concedió a ellos lo que le rogaban. Cuando Pedro se enteró, ni
prohibió que se hiciera, ni incitó a que se realizara...». Luego, según este
testimonio, vivía Pedro, al menos cuando Marcos empezó a escribir.
En
los Prólogos monarquianos, que aunque
parezca que están compuestos en el siglo III-IV, contienen elementos de tiempos
muy anteriores, de Marcos se dice lo siguiente: «Marcos, evangelista de Dios e
hijo de Pedro en el bautismo y discípulo en la predicación divina, realizando
el sacerdocio de Israel según la carne, levita convertido a la fe de Cristo, escribió
el evangelio en Italia mostrando en él lo que en su género debía a Cristo
... ».
281.
San IRENEO
decía (más arriba, n.265): «Pero después de éstos [Pedro y Pablo] salió
Marcos, discípulo e intérprete de Pedro, él mismo nos transmitió por escrito
lo que había sido anunciado por Pedro ... »
Y
aludiendo a Marcos, por sus palabras iniciales y finales que utiliza, dice:
«Por lo cual también Marcos, intérprete
y discípulo de Pedro, hizo así el principio de su escrito evangélico:
Inicio del evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios... Y al final del evangelio dice
Marcos: y el Señor Jesús, después de que habló con ellos, fue recibido
en los cielos ... ».
282.
Por fin existe el testimonio de Papías en favor de Marcos, por las mismas del
apóstol Juan que refiere Papías (más arriba, n.267), quien «Marcos,
intérprete de Pedro, lo que habría aprendido de memoria lo escribió
diligentemente, sin embargo, no por
orden, lo que había sido dicho o hecho por el Señor. Porque él mismo no
había oído nunca al Señor ni le había seguido. Pero con Pedro, como
dije, trató después, el cual según la utilidad de los oyentes predicaba
el evangelio pero no para entretejer una historia de las palabras del Señor...
(R 95).
Como
dije: Probablemente
estas son palabras de Juan; otros sin embargo quieren que sean de Papías.
No
por orden: Probablemente,
no ordenadamente, sino según lo pedía la ocasión de la predicación de Pedro.
Este defecto de orden es en algunas cosas,
no en todas. Se concibe bien esta preocupación por el orden, si estas
palabras son de Juan el apóstol, el autor del cuarto evangelio, pues él mismo
fue solícito del orden. Este testimonio no pretende tanto el mostrar que Marcos
había escrito, lo cual se supone, cuanto defenderlo y autorizarlo a pesar de
algún defecto de orden.
Escrito
de Marcos no
se puede entender otro, que su evangelio: porque así lo entendió Eusebio, ni
se puede entender ninguna otra obra de Marcos.
283.
Resumen de todo lo dicho. De la abundancia de los testimonios
precedentes deducimos claramente que Marcos,
discípulo e intérprete de Pedro, fue verdaderamente el autor del evangelio que
se le atribuye. Así Marcos escribió en realidad según la predicación de
Pedro (cf. D 2162).
284.
2º.,Se confirma con argumentos internos que
hemos referido más arriba en la probación extrínseca. Porque
a)
Semitismos frecuentes, especialmente
el modo de hablar por la coordinación de los miembros (v.gr. 1,21-29; 4,1-9),
repeticiones
(4*@L,
he aquí; 6"4,
y
), conservación
de las voces aramaicas, de las cuales hemos hablado bajo d): muestran que
aquí habla un verdadero semita, y que sin duda se tiene ahí la predicación de
Pedro.
b)
el modo de narrar vívido y concreto (en
oposición a Mateo) indica que el escritor es testigo de vista; de ingenio
simple, por la vulgaridad a veces de las palabras (v.gr., sobre la curación del
paralítico 2,1-12; también sobre la tempestad en el mar y su calma 4,35-41;
sobre la multiplicación de los panes 6,30-44 ... ).
c)
La narración tiene una relación peculiar a Pedro: pues
a veces solamente Marcos (no los demás evangelistas en los lugares paralelos) nombra
especialmente a Pedro entre los discípulos (1,36; 11,21; 13,3; 14,37;
16,7); se dicen de él cosas vergonzosas («Increpó a Pedro», 8,33) las
negaciones del Señor por Pedro recalcan la presunción de éste y las
circunstancias del hecho (14,29-31.54-72). Se
omiten sin embargo las cosas que le honran: la pesca milagrosa en la nave de
Pedro (Lc 5,4-9), Pedro anda sobre las aguas hacia el Señor (Mt 14,28), la
promesa del primado (Mt 16,17-19), el didracma encontrado en la boca del pez (Mt
17,24-27). Pero no se explican tan recta y apropiadamente en el supuesto
gratuito de algunos racionalistas que piensan que Marcos quiere humillar a
Pedro, ¿pues por qué lo nombra especialmente entre los discípulos cuando
trata también de cosas indiferentes?
d)
Mc está destinado a los gentiles y ciertamente a los de fuera de Palestina.
Porque
explica las palabras aramaicas: «Boanerges, que es hijos del trueno» (3,17);
«Talitha kumi, que quiere decir: Niña (a ti te lo digo), levántate» (5,41);
«Korban, que es don» (7,11); «Efethá, que es ábrete» (7,34); «Abba,
Padre» (14,36); «En el lugar del Gólgota, que quiere decir el lugar del
Calvario» (15,22); «Elohim, lamina sabacthani?, que quiere decir, Dios mío,
Dios mío ... » (15,34). Cf. 3,22; 9,43; 10,46.
Bien
explica las costumbres de los judíos, como de los lavatorios (7,2-4); omite
algunas cosas de la ley mosaica (Mt
5,17-26); y no dice que el Señor tuviese una misión particular acerca de las
ovejas que perecieron de la casa de Israel (Mt 10,5; 15,24).
e)
A veces Marcos explica las palabras
griegas con palabras latinas: «misit duo minuta
(8gBJ"
*L@)
quod est quadrans (@
gFJ4<
6@*D"<J0H)»
(12,42); «duxerunt eum in atrium praetorii (griego: gFT
J0H
"L80H,
@
gFJ4<
BD"4JTD4@<)»
(15,16). Esto
concuerda bien con aquello ya por otra parte conocido, es decir que Mc escribió
para aquellos a quienes la lengua latina era familiar, es decir para los
romanos.
Los
latinismos en Mc son más frecuentes que
en otros evangelios: v.gr.
8g(4T<,
legio (5,9); @Bg6@L8"JTD
, speculator (6,27); 60<F@H,
census
(12,14)...
f)
El autor escribe en el siglo I, antes del
año 70; como muestran las siguientes consideraciones.
285.
Sobre el tiempo de la composición. a) El evangelio de Marcos se
encuentra no sólo en todos los códices principales (B, D.... ), sino que
también estaba en el Diatessaron Tatiani (c.170)
íntegro, puesto que se encuentra en todas las versiones antiguas latinas,
siríacas, coptas...
También
se encuentran citas de él en JUSTINO, quien en el Diálogo con
Trifón (c.155) alude a Me 3,16s y dice que estaba escrito
en los comentarios de Pedro. Igualmente, además de otros probablemente se
cita Me (9,45) por San IGNACIO MARTIR en la epístola
a los Efesios; y probablemente por San CLEMENTE ROMANO dos veces en la
primera epístola, cinco veces en (la así llamada) segunda epístola a los Corintios, entre los años 96-101, cuando
fueron escritas. También probablemente en la Didaché, entre los años 90-100.
Luego
podemos decir que el evangelio de San Marcos era ya venerado y conocido a
finales del siglo I; aunque por la brevedad y el pequeño número de los
sermones del Señor, no es citado tanto como Mateo y Lucas.
286.
b) Mc. 13, en el sermón escatológico, mezcla algunas cosas de una y otra
venida del Señor, es decir de la destrucción de la ciudad y de la última
parusía; lo cual no lo hubiera hecho ciertamente, si la ciudad hubiese sido ya
destruida. Luego ciertamente Me fue escrito antes del año 70 (Cf. D 2160).
287.
e) Si usamos de argumentos extrínsecos, se
podrá determinar con mayor precisión el tiempo de la composición de Mc. Porque
la tradición sostiene (fuera de lo dicho antes) que el evangelio de Me fue
escrito antes del de Lc; y consta que el evangelio de Lc fue escrito antes de
los Hechos de los Apóstoles; y los Hechos de los Apóstoles antes del año 63.
Luego Mc fue escrito algunos años antes del año 63.
Si
por otra parte consta que Marcos había acompañado a Pedro y que le había
oído frecuentemente, especialmente cuando estaba en roma: esto no pudo ser
antes del año c.52; porque Marcos antes del Concilio de Jerusalén había
acompañado a Pablo y a Bernabé (Hchs 12,25; 13,13), y después del Concilio de
Jerusalén (en el año c.49‑50) había acompañado a Bernabé a Chipre (Hchs
15,39).
Luego
nos queda que se puede colocar la inscripción de Mc más o menos entre los
años c.53-58.
288.
Objeciones. 1. Se da oposición entre el testimonio de Eusebio
acerca de Mc ya escrito («lo cual habiéndolo conocido Pedro por revelación,
le agradó por el interés de los hombres, y se dice que aprobó con su
autoridad aquel libro, de manera que después se leyese en las iglesias»)(R
652; más arriba n.279, en la anotación), y el testimonio de Clemente
Alejandrino («habiéndose enterado Pedro de lo cual, ni prohibió que en
absoluto se hiciese, ni incitó a que se realizase»)(R 439; más arriba n.280).
Respuesta.
La
oposición no es en cuanto al autor, sino en cosas accidentales si existe
alguna.
2.
Todos los testimonios dependen de Papías.
Respuesta.
1) Aunque
dependiesen solamente de Papías, el testimonio de Papías no es
falso.
2)
Ni Ireneo ni Clemente Alejandrino parecen depender de él, puesto que añaden
nuevas cosas.
3.
En el testimonio de Papías no concuerda que Marcos fuese el
intérprete de Pedro, con el don de lenguas dado a los apóstoles en el día
de Pentecostés.
Respuesta.
El
don de lenguas fue dado el día de Pentecostés para hablar en aquel día las
maravillas de Dios (Hchs 2,11), y «empezaron a hablar en varias lenguas según
el Espíritu Santo les daba el hablarlo» (Hchs 2,4). Ni consta que este don
fuese permanente.
4.
Es de admirar que Pedro predicase en arameo y que necesitase de otro que al
mismo tiempo le interpretase en griego.
Respuesta.
Nada
de admirar en esta materia, especialmente si atendemos a las costumbres de aquel
tiempo. Ni necesariamente en toda ocasión
Marcos siempre interpretase todo
el sermón de Pedro.
TESIS
18. EL
AUTOR DEL TERCER EVANGELIO ES EL MÉDICO LUCAS, AYUDA Y COMPANERO DE PABLO.
289.
Adversarios contra esta tesis en general se dice que son aquellos
que escriben contra la siguiente doctrina
de la Iglesia (cf. y n.278).
La
doctrina de la Iglesia acerca
del Evangelio de Lucas se contiene en las respuestas de la Comisión bíblica del día 26 de junio de
1912 (D 2155, 2157-2163).
Según
la primera respuesta, de donde se toman las palabras de la tesis, esta tesis se
debe afirmar con certeza. (Véase más arriba, donde se trataba del evangelio de
Mc, n.278; y léanse las palabras en EB 390).
Y
Lucas escribió el tercer evangelio (D 2159), ni es lícito diferir su
composición hasta la destrucción de la ciudad de Jerusalén (D 2160),
escribió Lucas este evangelio según la predicación de Pablo (D 2162).
El
valor teológico de la tesis consta
por el primero de estos documentos; debe ser mantenida con
asentimiento interno religioso. Cf. y n.261.
290.
Se prueba 1º. por argumentos
extrínsecos. En el siglo IV San
JERÓNIMO, recogiendo la tradición de los predecesores, escribe abiertamente:
«Lucas, médico antioqueno, como lo indican sus escritos, no desconoció la
lengua griega, seguidor del apóstol Pablo
y compañero suyo en toda su peregrinación, escribió el evangelio, sobre
el cual el mismo Pablo dice: Enviamos con
él al hermano cuya alabanza está en el evangelio por todas las iglesias (2
Cor 8,18); y a los Colosenses: Os saluda
Lucas el médico carísimo([Col 4,14); y a Timoteo: Lucas está sólo conmigo (2 Tim 4,11).
Igualmente
San EPIFANIO: «... el Espíritu Santo exhorta y excita al bienaventurado Lucas
con ciertos estímulos ocultos, para que saque del abismo profundo las mentes de
los hombres ciegos, y que pusiese por escrito lo que había sido omitido por
otros, no fuese que alguien extraviándose lejos de la verdad creyese que
habían sido puestas por él a la generación de Cristo a modo de una fábula
ficticia».
Y
EUSEBIO DE CESAREA completa así la tradición:
<<Lucas,
de nacionalidad antioqueno y médico de profesión, que vivió mucho tiempo muy
unido a Pablo, y trató con los demás apóstoles con gran celo nos
dejó dos libros divinamente inspirados, por su pericia adquirida para sanar
las almas de los hombres, la que había recibido de la doctrina de los
apóstoles. Uno de ellos es el Evangelio, el cual testifica que lo escribió él
ciertamente, según lo había recibido de los mismos ministros de la palabra
divina y que habían visto a Cristo desde el principio: y confiesa también que
él había seguido ya desde hacía tiempo a todos ellos. El segundo libro tiene por título Hechos de los Apóstoles, escribió
los cuales no porque los había oído solamente sino porque los había visto con
sus propios ojos. Dicen que a éste se le suele llamar el Evangelio de Pablo,
siempre que al hablar dice como de un propio Evangelio: según mi Evangelio ...
«.
291.
En el siglo III tenemos
de las diversas iglesias: ORÍGENES, quien recuerda (en el año c.249-251) que
Lucas tocó la trompeta sacerdotal; TERTULIANO (año 207208), Lucas
y Marcos entre los apostólicos instauran [la fe]. Y poco después habla
así TERTULIANO:
«Digo
pues que en ellas [las iglesias], y no sólo ya las apostólicas, sino en todas,
las que están confederadas a ellas la unión sacramental, que
este evangelio de Lucas está firme desde el principio de su edición, el
cual lo custodiamos muy bien; de Marción [el evangelio] desconocido para la
mayoría... el
confeccionado por Lucas lo suelen atribuir a Pablo».
El
prólogo monarquiano sobre Lc refiere
la misma tradición estas palabras:
«Lucas
Syro, de nación antioquena, de profesión médico, discípulo de los
apóstoles, que siguió después a Pablo hasta la confesión de éste, sirviendo
a Dios sin mácula. Porque ni tuvo nunca esposa ni hijos, murió a los 73 años
en Bitinia, lleno del Espíritu Santo, quien habiendo
sido escritos los evangelios por Mateo en Judea, por Marcos en Italia, inspirado
por el Espíritu Santo en las partes de Acaya, escribió este evangelio, significando
también él mismo al principio que habían sido escritos antes otros ... ».
292.
En el siglo
II, hacia el final, si seguimos el principio de la tradición, encontramos un
nuevo documento, llamado Fragmento de
Muratori, por su inventor. Como en los versos 73-78 de este documento se
hace mención del Pastor de Hermas (a.140-155),
y sobre esta obra se dice recientisimamente
en los tiempos que Hermas lo escribió en la ciudad de Roma, cuando estaba en la
cátedra de la iglesia de la ciudad de Roma Pío [11; quien reinó en los
años 140-155; por lo tanto es necesario poner la escritura de este fragmento
hacia el final del siglo Il.
En
este fragmento se encuentra sobre Lc, hacia el principio:
«El
tercero (Tertium) libro del
evangelio, según (secundo) Lucas.- Lucas el médico, después de la ascensión
de Cristo, escribió cuando eo [a él] Pablo casi como estudioso del derecho
[compañero de camino] secundum [consigo] lo tomó, por su voluntad [esto es, en
su nombre] según la opinión [como se creía]; sin embargo no vio él al Señor
en carne, y por lo tanto alcanzó lo que pudo y así ad (desde] la natividad de
Juan empezó a hablar...».
Por
fin llegamos al primer testimonio explícito del autor Lucas proferido por
SARENEO (c.140-202), que, después de la mención de Mateo y Marcos, habla así:
«Y
Lucas, seguidor de Pablo, redactó en un libro el evangelio que era predicado
por aquél».
Y
sobre el mismo Lucas, escritor del evangelio, habla en otros lugares. Sin
embargo el evangelio de Lucas, aunque se dé a entender primeramente por Ireneo
como su autor, sin embargo mucho antes había sido conocido y citado; como en su
lugar indicaremos, n.295, 304-305, al tratar del tiempo de su composición.
293.
2º. por
argumentos internos se
confirma la tesis.
a)
El autor del tercer evangelio no aparece
tanto como judía, cuanto como cristiano gentil: porque su lengua, aunque
sea en caracteres griegos, la
6@4<0
(coiné),
no alcance el período del clasicismo, muestra sin embargo gran abundancia de
vocablos (cerca de 370 voces propias), y concuerda bien con la índole y el
artificio de la lengua griega; así, v.gr., en el uso de las partículas en
caracteres griegos :g<
... *g,
"<,
en
optativo (v.gr., Lc 1,38), también en el prólogo, 1,1-4. Lo cual responde a
los argumentos extrínsecos que nos mostraban al autor antioqueno.
b)
Algunas
palabras y cosas de medicina sólo se encuentran en Lc, entre los evangelios.
Cf.
Lc 4,23: Médico, cúrate a ti mismo; 4,38: La suegra de Simón tenía grandes
fiebres; 8,43: una mujer que había gastado en los médicos todo lo que tenía y
no había podido ser curada por ninguno; 14,2: el hidrópico; 21,34: en
borrachera... Todo esto muestra bien que
la cultura del autor concuerda bien con los argumentos extrínsecos acerca
de su profesión médica; pero por sí mismos solos no convencerían de que el
autor es médico.
294.
c) La afinidad con
San Pablo en las ideas confirma
que el autor fue su compañero.
Así
en el modo de narrar la institución de la Eucaristía (Lc 22,19s; 1 Cor
11,24s), en lo cual difieren Mateo y Marcos en forma semejante; al afirmar el
cese de la ley mosaica (Lc 16,16); en la frecuente profesión del universalismo
del reino mesiánico (Lc 2,30-32; 3,6; 13,29; 24,46s) como Pablo (v.gr. Rom
1,16); y también para los pecadores está preparada la salvación, como algunos
ejemplos aducidos solamente por Lucas nos lo muestran (Lc 7,36-50: sobre la
mujer pecadora en la casa de Simón; 10,25-37: sobre el buen samaritano;
15,8-32: sobre la dracma perdida y el hijo pródigo; 18,9-14: sobre el
publicano y el fariseo; 19,1-10: sobre Zaqueo; 23,40-43: sobre el buen ladrón
al punto de morir).
Además,
el evangelio de Lucas, como destinado a los étnico-cristianos, omite algunas cosas que refiere Mt, las cuales se
refieren a la Ley y a los judíos en cuanto que iban a ser preferidos en primer
lugar (v.gr., Mt 5,17ss en el sermón de la montaña; 10,6: «pero id más bien
a las ovejas que perecieron de la casa de Israel»; 15,21-29: sobre la cananea).
d)
Más aún, todas estas cosas se confirman por el hecho de que el
autor del tercer evangelio es el mismo por el examen interno que el autor del
libro de los Hechos de los Apóstoles, que fue Lucas, como veremos en
seguida.
e)
Por el tiempo antiquísimo de la
composición de Lucas, cf. lo que sobre esta materia decimos en seguida, y
después también, en la tesis siguiente, más cómodamente se dirán sobre
estad misma materia, n.304s.
295.
Citas del tercer evangelio. La
composición antiquísima del tercer evangelio y juntamente su reconocimiento
por la Iglesia antiquísima consta también por las citas que se encuentran
de él en los escritores antiguos.
Este
evangelio no sólo estaba incluido en Tatiani Diatessaron (en el año c.170), sino también su maestro San
JUSTINO (c. 100-167) en el Dialogo cum
Tryphone iudaeo (año c.155), recuerda el evangelio de Lucas, puesto que
sólo este evangelio contiene la perícopa citada del sudor de sangre: «En los
comentarios que de sus apóstoles, y los escritos
por los discípulos de éstos, se narra el sudor de sangre como gotas ...
». También en la Apología, casi del
mismo tiempo que el Diálogo, recuerda San Justino las palabras de Lc 22,19
sobre la institución de la Eucaristía: «Porque los apóstoles en sus
comentarios, que se llaman evangelios, nos transmitieron que Jesús así lo
había mandado: es decir que El, habiendo dado gracias, dijo: Haced esto en
conmemoración mía; porque esto es mi cuerpo ... ».
Entre
otras citas de Lucas, probables, San POLICARPO en la Epístola a los Fílipenses,
escrita en el año 107, refiere las palabras de Lc 6,20.36-38, aunque parece
que pueden ser también de San Mateo.
Por
San IGNACIO DE ANTIOQUIA probablemente se cita Lc 6,44. En la así llamada 2ª
epístola a los Corintios (escrita probablemente en Corinto antes del año 150),
se cita el dicho del Señor «en el evangelio»: «Si no observáis lo pequeño,
¿quién os dará lo grande? Porque os digo: el que es fiel en lo mínimo,
también lo es en lo mayor» (Lc 16,10-12). En la 1ª. carta a los Corintios San CLEMENTE ROMANO tiene una cita probable de Lc
17,2. También probablemente existen otras citas.
En
la Didaché (a.c.90-100) probablemente
se cita a Lucas cuatro veces.
De estas cosas consta por lo tanto que ya al principio del siglo II, más aún, al fin del siglo I, había sido conocido el evangelio de Lucas.
Los
mismos herejes utilizaron
el evangelio de Lucas, o más bien abusaron de él: como Tertuliano y San Ireneo
lo refieren de MARCION. VALENTINO es impugnado también por Ireneo, hacia la
mitad del siglo II, por haber abusado de Lc. También BASILIDES, hereje al
principio del siglo II, apelaba a Lc 1,35:
El Espíritu Santo vendrá sobre ti..
296.
Objeciones. 1. Papías, al hablar de los autores Mt y Mc, calla
sobre Le. Luego cuando Papías escribía (a.c.90-100), probablemente Lc no
había sido escrito aún (cf. más arriba n.296, en la anotación 29 del
paréntesis); porque de lo contrario lo hubiese dicho. Luego el tercer evangelio
no tiene a Lucas por autor
Respuesta.
Distingo el antecedente. Papías calla sobre Lc, en
los fragmentos reservados, concedo el antecedente; en otros lugares de sus
libros, pido la prueba. Aunque hubiese
callado, el argumento del silencio sólo probaría, en cuanto que convenciese
que Papías hubiese debido hablar de
Le.
2.
Falsamente dice Ireneo que Lc contiene la predicación de Pablo; sino más bien
depende de Mt y de Me. Luego no se debe admitir el testimonio de Ireneo.
Respuesta.
Distingo el antecedente. Puesto
que Ireneo dijo esto, por eso se debe rechazar el testimonio substancial de
Ireneo sobre Lc como autor, lo niego; se
debe explicar en el sentido de que las
ideas de la predicación de Pablo se encuentran en Lc, concedo. Cf. n.294, sobre la afinidad de las ideas entre uno y otro
(cf. también D 2162). Por otra parte también Pablo pudo ser de aquellos que desde
el principio fueron ministros de la palabra (Lc 1,2).
3. Lc muestra un influjo judeo-cristiano de las doctrinas de los ebionitas, según las cuales los
ricos son excluidos del reino de los cielos. Así Lc propone maldiciones y
parábolas del Señor sobre los ricos en favor de los pobres (cf. Lc 6,20ss;
12,13‑21; 16,11; 16,19‑31: la parábola del rico epulón y de
Lázaro; 18,22-25: sobre el joven rico, «qué difícil es que los ricos entren
en el reino de Dios»).
Respuesta.
Esta
doctrina se encuentra substancialmente en otros evangelios. Pero en Le no se
dice que el Señor excluyó a los ricos; más aún, «lo que es imposible para
los hombres es posible para Dios» (Lc 18,27). Lucas al aparecer favorable a los
pobres muestra el universalismo de la salvación y está de acuerdo con Pablo (cf.
1 Cor 1,26-31).
TESIS
19.
LUCAS EVANGELISTA ES EL AUTOR DEL LIBRO DE LOS HECHOS DE LOS
APÓSTOLES.
297.
Porque se hace mención frecuentísima del libro de los Hechos de los Apóstoles
y su uso ocurre a cada paso en los tratados apologéticos, ha parecido oportuno,
más aún, necesario - como dijimos -, cómo demostrar críticamente su
genuinidad e historicidad igualmente que la de los evangelios.
298.
Noción. El libro de los Hechos
de los Apóstoles o
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indica
que el libro contiene las cosas eminentes
realizadas por los apóstoles; cuyo título es, en el Fragmento
Muratoriano que ya suponemos conocido: «Hechos de todos los apóstoles».
De donde el libro se designaba con este nombre en el siglo II.
De
las dos formas de los Hechos una es la «oriental», la que contiene la mayor
parte de los manuscritos; la otra en cambio se dice la «occidental», que
responde a algunas variantes de algunos códices. La forma «canónica» es la
oriental.
299.
Adversarios. Entre ellos deben ser contados los que distinguiendo
entre las diversas partes del libro de los Hechos, no quieren que sea Lucas el
único autor, sino que quieren que tenga diversos autores; y pretenden probar
por la diversidad estimada por ellos de la lengua y el estilo o por el uso
abrupto de la narración en tercera persona y por la inducción de primera
persona de plural (cf. D 2167s).
300.
La doctrina
de la Iglesia acerca
de los Hechos se contiene en las respuestas de la Comisión bíblica del día 12
de junio de 1913 (D 2166-2171); y según la primera respuesta, «si considerando
principalmente la tradición de la Iglesia universal que se remonta hasta los
primeros escritores eclesiásticos y atendidas las razones internas del libro de
los Hechos ora en sí mismo considerado, ora en relación con el tercer
evangelio y sobre todo, la mutua afinidad y conexión de ambos prólogos, ha de
tenerse por cierto que el volumen que se titula Hechos
de los Apóstoles tiene por autor a Lucas evangelista» (D 2166).
Por
otra respuesta de la misma Comisión si puede demostrarse que el libro de los Hechos
de los Apóstoles debe ser atribuido a un solo autor, y no tiene fundamento la sentencia que sostiene que Lucas no es el único autor del
libro (D 2167); y esa unidad de composición y su autenticidad se confirma
precisamente por la inducción de la primera persona del plural (D 2168).
Valor
teológico. De
todo lo dicho consta que la tesis debe ser sostenida con
un asentimiento interno religioso. Cf. también n.261.
301.
Se prueba 1º. por
los testimonios extrínsecos. En
el siglo IV San JERÓNIMO, después de la atribución del tercer evangelio al
médico antioqueno Lucas, dice lo siguiente sobre los Hechos de los Apóstoles:
«[Lucas]
editó también otro volumen egregio,
conocido con el título De los Apóstoles, cuya historia llega hasta el
bienio de la estancia de Pablo en Roma, es decir hasta el año cuarto de Nerón.
De lo deducimos que el libro fue compuesto en la misma ciudad».
También
EUSEBIO DE CESAREA entre dos libros divinamente inspirados que atribuye a Lucas
antioqueno, médico, que vivió mucho tiempo muy unido con Pablo, «el segundo
libro, dice, se titulo Hechos de los Apóstoles, los cuales los escribió no
solamente recibidos por el oído sino contemplados por sus propios ojos».
En
el siglo III TERTULIANO,
refiriendo diversos lugares de los Hechos, declara su autor: «Manifestando en
el mismo comentario de Lucas, que a la hora de tercia, de la oración, en
que los iniciados por el Espíritu Santo eran tenidos por ebrios (Hchs 2,15); y
en la de sexta en que. Pedro fue elevado a cosas más altas (Hchs 10,9); y en la
de nona, en la que ‑entraron en el templo (Hchs 3,1)... », aludiendo
evidentemente al libro de los Hechos.
ORÍGENES,
recordando el canto con las trompetas sacerdotales recuerda también a Lucas:
«... y Lucas describiendo las gestas de
los apóstoles»; y el mismo Orígenes refiere: «Y Judas Galileo, según
el testimonio de Lucas en los Hechos de los apóstoles, quiso ser tenido por
alguien grande, y ante él Theodas [Hchs 5,36s] ... ».
CLEMENTE
DE ALEJANDRÍA alude al dicho de Pablo a los atenienses sobre el Dios
desconocido «como
Lucas conmemora también en los Hechos de los apóstoles que Pablo lo dice».
En
el siglo II, el
FRAGMENTO MURATORIANO habla clarísimamente de los Hechos de los Apóstoles:
«... Y los Hechos de todos los Apóstoles
fueron escritos en un sólo libro. Lucas expresa al óptimo Teófilo, las
cosas que se realizaban bajo su presencia, como declara evidentemente la evitada
pasión de Pedro, y la marcha de Pablo al partir de la ciudad para España».
Por
fin, San IRENEO, habiendo hablado de muchas de las cosas que están en los
Hechos de los Apóstoles, dice:
«Así
concuerda y es casi lo mismo tanto el anuncio de Pablo, cuanto el testimonio de
Lucas por los apóstoles - porque él mismo manifiesta que este Lucas fue
inseparable de Pablo y cooperador suyo en el evangelio... [ahora refiere muchas
cosas de los Hechos en que aparece Lucas como compañero de Pablo]. Todas
estas cosas las escribió diligentemente Lucas puesto que asistió a ellas, y
no pudo ser tenido ni como mendaz ni como exagerado, porque todas ellas
constaban y que él era más anciano que todos los que ahora enseñan otra cosa,
ni tampoco que ignorase la verdad ... ».
302.
Se prueba, 2º. por argumentos internos y por comparación con el evangelio de Lucas. Porque el tercer evangelio y
el libro de los Hechos tienen al mismo autor. Porque,
a)
El libro de los Hechos, como se dice en el
prólogo al óptimo Teófilo, supone un primer sermón, o sea un libro hecho
por el mismo autor, «acerca de todas las cosas que Jesús desde un principio
hizo y enseñó, hasta el día en que después de dar sus instrucciones por el
Espíritu Santo a los apóstoles que El se había elegido, fue llevado a lo
alto». (Hchs 1,1s). Ahora bien, esto responde óptima y únicamente al
evangelio de San Lucas entre los libros conocidos.
b)
También se da una conexión óptima entre
el último hecho narrado en el tercer evangelio (Lc 24,50-53: sobre la
Ascensión) y el primer hecho que se
refiere en los Hechos de los Apóstoles 1,4-12: también sobre la
Ascensión).
c)
El autor del libro de los Hechos fue compañero de San Pablo en sus
peregrinaciones; lo
cual consta por el modo de hablar en primera persona plural, cuando dice, v.gr.:
... al punto tratamos de salir para Macedonia (16,10-17);... nos
aguardaban en Tróade, y nosotros navegamos (20,5-15); igualmente 21,1-18;
27,1-28,16... (Wir-Stücke).
Pablo
en sus epístolas no raramente hace mención de Lucas su socio: «Os saluda
Lucas, el médico carísimo» (Col 4,14), al cual contrapone,
como a gentil‑cristiano, a otros cristianos que son de la circuncisión (ibídem v.11); igualmente,
Lucas está sólo conmigo (2 Tim 4,11); Te
saluda Epafras... y Lucas, colaboradores míos (Fil 23s); y probablemente aquello,
Te enviamos también con él (con Tito) al hermano cuya alabanza está
en el evangelio por todas las iglesias; y no sólo esto, sino que fue además
designado por sufragio de las iglesias compañero de nuestro viaje (2 Cor
8,18s).
d)
Y no faltan indicios de que el autor es
médico (Hchs 28,8); pero como son meros indicios, no los aprobamos
apodícticamente.
e)
El modo de hablar en Lc y en los Hechos no
rara vez es idéntico, en aquellas cosas que son propias del evangelio de Lc:
así Lc 15,13 y Hchs 1,5; Lc 1,20 y Hchs 1,2
(«Hasta el día»).
f)
El autor de los Hechos y de Lc es un
varón antiquísimo, porque por el examen de estos libros aparece que el
autor debió escribir antes del año 66, como se demostrará en seguida.
303.
Sobre el tiempo de la composición de los Hechos y de Lc. 1) EN
CUANTO A LOS HECHOS DE LOS APÓSTOLES. a) San Lucas habla en Hchs 28,30s del
bienio de la cautividad romana de San Pablo, y ciertamente en su casa, de manera que pudiese hablar sin prohibición. Esto se refiere al año 61, en que comenzó tal
cautividad de Pablo. Luego Lucas escribió
los Hechos después del año 62, o al menos los concluyó después de este
año.
b)
Pero como Lucas no narra nada del juicio y del martirio de Pablo, que había
apelado al César (Hchs 25,11), con cuya gloriosa narración del martirio
hubiese podido favorecer al cristianismo: es señal de que este
martirio de Pablo no ocurrió cuando Lucas escribió los Hechos. Luego los
Hechos fueron escritos antes del año 67.
c)
Además no hay indicios en los Hechos de ninguna perturbación en la política
de los judíos y en el culto jerosolimitano; cuales fueron las perturbaciones
desde el año 66 hasta el año 70.
d)
Y puesto que Lucas no dice nada de la absolución de Pablo, y consta que Pablo
fue liberado en el año 63: es señal de que los Hechos fueron concluidos en el año 63 «bajo el fin de la primera
cautividad romana del Apóstol Pablo» (cf. D 2169).
Porque se diría gratuitamente (TH. ZAHN) que Lucas «escribió otro libro perdido o que lo quiso escribir, y por lo tanto [que] el tiempo de la composición del libro de los Hechos podría distar mucho de esa misma cautividad» (D 2169): como si después «el primer sermón» (Hchs 1,1) del evangelio, se debiese escribir en segundo, de los Hechos, y seguirse el tercero en el cual se narrase el martirio de Pablo. Si Lucas hubiese pensado así, lo cual se finge gratuitamente, hubiese procurado añadir al final de los Hechos una cláusula sobre este martirio, según su modo de unir el fin de un libro con el principio del siguiente, como el sermón de la Ascensión está al fin del tercer evangelio y al principio de los Hechos.
304.
2) EN CUANTO AL TIEMPO DE LA COMPOSICIÓN DE Lc. a) El evangelio
de Lc fue escrito antes de los Hechos; puesto que el autor de ambos llama al
evangelio primer sermón (Hchs 1,1).
Si, pues, el libro de los Hechos fue escrito en el año c.63, el evangelio
debió ser escrito antes de este año (cf. D 2160s).
b)
Pero como la tradición sostiene que Lc es el tercer evangelio, escrito después
de Mt y de Mc, y Mc fue escrito entre los años c.53‑58 (consultar antes,
n.287), sólo nos queda decir que Lc fue escrito entre los años c.58‑62
(D 2159).
305.
PODRÍAS OBJETAR: En Lc se dan narraciones escritas después de sucedidas; tales
como son el asedio de Jerusalén: Lc 19,43
(te rodearán tus enemigos con una valla ... ); también Le 21,20-24 (cuando viereis cercada de ejércitos a Jerusalén... y caerán
al filo de la espada, y serán llevados cautivos a todas las naciones ... ).
Luego este evangelio fue escrito después de la toma de Jerusalén, es decir
después del año 70.
Respuesta.
1) Esto
se dice a priori, nada científicamente. Supone además el prejuicio de la
imposibilidad de la profecía.
2)
La forma y el estilo de estos vaticinios es semítica, como en Mt y en Mc; y por
lo tanto supone una fuente más antigua, no una narración hecha por Lucas
después de lo sucedido.
3)
El
vaticinio refiere lo que entonces solía ocurrir en los asedios de la ciudad;
Lucas, si lo hubiese narrado después de lo sucedido, no hubiese dicho: no
dejarán en ti [Jerusalén] piedra
sobre piedra (Lc 19,44); lo que
ocurrió en el mismo asedio no tan exactamente, sino por hipérbole (cf.
n.512-520).
306.
Objeciones. 1. Las diferencias que se notan entre las diversas
partes de los Hechas muestran una diversidad de autor. Así por ejemplo la
diversidad que existe entre Hchs c.1-12 y Hchs c.13-28. Porque,
a)
aquéllas tratan principalmente de San Pedro, éstas de San Pablo;
b)
allí se narran las cosas sucintamente y casi cortadas, no conexas, aquí más
amplia y continuadamente;
e)
allí el autor habla principalmente en tercera persona, aquí más
frecuentemente en primera persona de plural;
d)
allí no abunda una más prolija mención de los tiempos y de los lugares, aquí
por el contrario; e) la lengua en c.1-12 se aproxima más a la lengua griega de la versión de los LXX;
f)
allí se conservan los términos ya olvidados cuando escribía: v.gr. Dios
glorificó J@<
B"4*"
"LJ@L
a
Jesús (3,13);
convinieron contra J@<
"(4@<
B"4*"
(4,27); o que su Ungido había de padecer B"2g4<
J@<
OD4FJ@<
(3,18).
Respuesta.
Todas estas cosas no obstan a la unidad del autor si atendemos a lo siguiente:
Lucas fue compañero de San Pablo, por lo tanto fue testigo ocular y participó
en aquellas cosas que narra en la segunda parte; de donde habla en ella también
frecuentemente en primera persona del plural, y pudo narrar más amplia y
continuadamente, e indicar más cuidadosa y abundantemente los lugares y los
tiempos; y éstos son sin duda hechos principalmente de Pablo, no de Pedro. Luego
de todo esto queda clara la respuesta a las dificultades desde a) hasta d).
Pero
para escribir los primeros capítulos Lucas debió acudir a fuentes judeo‑cristianas,
sean orales, sean escritas, para los capítulos 1-5; y a fuentes helenísticas
(es decir a judeas no palestinenses, sino de cultura helenística), para los
capítulos 6-12. De donde no es de admirar, si aparecen fuentes semíticas para
estos capítulos de la primera parte, y además si se aproxima a la lengua de
los LXX, igualmente si la narración no se hace tan continuada, sino que se
rompe a veces y se propone esquemáticamente porque si el autor utilizó fuentes
escritas, ¿qué otra cosa podía?. Pero esto mismo prueba el cuidadoso sentido
crítico del autor, que no se atrevió a retractar las fuentes (retocar,
remanier, bearbeiten), sino que procuro dejarlas en su misma genuinidad en
cuanto pudo.
Además
las diferencias de la lengua de ningún modo son tan grandes que nos manifiesten
a diversos autores (cf. D 2167s).
2.
La atribución del tercer evangelio y de los Hechos que los Padres y escritores
eclesiásticos hicieron a Lucas, más que una cosa recibida por tradición, es
una interpretación del examen del evangelio y de los Hechos, el cual examen da
algún fundamento.
Respuesta.
Eso se dice gratuitamente; porque
no hay ningún fundamento cierto en Lc y en los Hechos para que esos escritores
y Padres digan que Lucas fue antioqueno, más aún, también médico. Y si era
necesario asignar algún compañero a San Pablo, no había razón para elegir
precisamente a Lucas, del cual solamente de paso se acuerda San Pablo. Cf.
n.302,c.
TESIS
20. JUAN
APÓSTOL, Y NO OTRO, DEBE SER RECONOCIDO COMO EL AUTOR DEL CUARTO EVANGELIO.
307.
Adversarios.
Mediado
el siglo II, "8@(@4,
herejes
que negaban al Verbo, y
como les avergonzase contradecir abiertamente a San Juan, quien trata
clarísimamente de El en el cuarto evangelio, negaban que tales escritos fuesen
de Juan y los atribuían a Cerinto.
En
el año 1792
EVANSON estimó que el autor del cuarto evangelio fue un filósofo neoplatónico
del siglo II; y poco después, en el año 1796, ECKERMANN decía que muchas
cosas de Jn debían ser atribuidas no al apóstol, sino a otros.
En
el año 1820
S.BRETSCHNEIDER, aunque después, retractó esa sentencia, afirmó que el autor
del cuarto evangelio parecía otro distinto de Juan el Apóstol, al cual lo
muestran los sinópticos.
FEDERICO
STRAUSS (1835) y BRUNO BAUER (1840) no piensan de ninguna manera sobre Juan el
Apóstol como el autor del cuarto evangelio.
FERDINAND
CHRISTIAN BAUR (1844) decía que el cuarto evangelio había nacido entre los
años c.160-170 para conciliar las tendencias del gnosticismo
y del montanismo con la ayuda de las doctrinas del Verbo encarnado y del
Espíritu Santo.
KEIM
y después A. VON HARNACK (1897) dijeron que el cuarto evangelio debía
atribuirse no a Juan Apóstol, sino a otro, al presbítero
Juan.
Se
encuentran otros que niegan la genuinidad del autor y la historicidad:
M.HOLTZMANN (1892), THOMA, JÜLICHER, JOHREVILLE...
A.Loisy
y H.VON SODEN estiman que este evangelio fue escrito por un judío helenístico
imbuido en la filosofía alejandrina. También parece que pertenecen a la misma
sentencia P.GARTNER y W.BACON.
Entre
los que sólo niegan al apóstol Juan una parte del cuarto evangelio pueden contarse H.WEISSE, KM-SAECKER,
A.SABATIER, HMENDT, SOLTAN, BRIGGS...
308.
La doctrina de la Iglesia
acerca
del cuarto evangelio se encuentra ya en el año 1907, en las respuestas de la
Comisión bíblica del día 29 de mayo (D 21102112). La genuinidad del autor por
la constante, universal y solemne tradición de la Iglesia que viene del siglo
II.., prescindiendo del argumento teológico, por tan sólido argumento
histórico se demuestra que debe reconocerse por autor del cuarto evangelio a
Juan Apóstol y no a otro (D 2110); y también las
razones internas que se sacan del texto del cuarto evangelio, considerado dicho
texto separadamente, del testimonio del escritor y del parentesco manifiesto del
mismo evangelio con la 1 Epístola de Juan Apóstol, se ha de considerar que
confirman la tradición que atribuye sin vacilación al mismo apóstol el cuarto
evangelio; las dificultades que aparecen por la comparación de este
evangelio con otros se solucionan bien (D 2111).
Valor
teológico. La
tesis debe ser mantenida al menos con
asentimiento interno religioso, según las respuestas precedentes de la
Comisión bíblica (cf. antes n.261).
Decimos
al menos, porque si las razones
internas, tomadas del examen del mismo evangelio, no sólo confirman sino que
abiertamente lo demuestran: entonces se debe decir que la tesis o se contiene en
la misma palabra de Dios o al menos se deduce de ella; por lo tanto, como
mínimo será teológicamente cierta.
309.
Se prueba 1º.
por argumentos extrínsecos, con los
cuales se demuestra la constante, universal y solemne tradición de la Iglesia.
En
el siglo IV San
JERÓNIMO confesaba clarísimamente el origen del cuarto evangelio de Juan:
«Juan
apóstol, al que Jesús amó mucho, hijo del Zebedeo, hermano de Santiago
apóstol, al que Herodes degolló después de la Pasión del Señor, escribió
el evangelio el último de todos, rogado por los obispos de Asia, contra
Cerinto y otros herejes, principalmente contra la doctrina de los ebionitas que
entonces surgía, quienes afirman que Cristo no había existido antes que
María. Por lo que se. vio obligado a proclamar su natividad ... »
En
otra parte narra San Jerónimo el modo como fue compuesto el libro: «Y la
Historia Eclesiástica narra, cómo fue obligado por los hermanos a escribir, y
al hacerlo así dijo que, proclamado un ayuno rogasen todos a Dios en común;
cumplido el cual, lleno de la revelación, proclamó aquel proemio venido del
cielo: En el principio existía el Verbo, y el Verbo estaba en Dios ... ».
Y
San AGUSTÍN
repetía solemnemente la antigua tradición en su libro «Sobre
el evangelio de Juan» (en el año c.416-417):
«En los cuatro evangelios, o más bien en los cuatro libros del único evangelio, San Juan apóstol no sin razón es comparado al águila por su inteligencia espiritual, porque elevó su predicación mucho más altamente y mucho más sublimemente que los otros tres; y en su elevación quiso también elevar nuestros propios corazones. Porque los otros tres evangelistas andaban en la tierra como un hombre con Dios, sobre su divinidad dijeron pocas cosas; pero éste, como si le entristeciera andar en la tierra, como clamó en el mismo exordio de sus palabras, se elevó... y llegó a Aquél por el que son hechas todas las cosas, diciendo: En el principio existía el Verbo».
Y
SAN EPIFANIO afirmaba lo mismo,
significando las características peculiares de los evangelistas: «Por
fin el cuarto Juan, de condición y naturaleza más sublime en Cristo, fue
como el que corona la obra y el intérprete de la divinidad sempiterna».
EUSEBIO
DE CESAREA nos da la universalidad de la tradición: «... recordemos los
escritos del mismo apóstol [Juan], que con el consentimiento de todos se le
atribuyen a él. Y en primer lugar su
evangelio conocidísimo en todas las iglesias por el orbe de la tierra debe
ser recibido sin ninguna duda. El que fuese colocado por los antiguos con razón
en aquel cuarto lugar después de los otros tres evangelios, se verá claramente
de esta manera... Sin embargo sólo Mateo y Juan de todos los discípulos del
Señor nos dejaron escritos sus comentarios... ».
310.
En el siglo III de
TERTULIANO es conocido lo siguiente: «A vosotros
[en cuanto a los evangelios] de entre
los apóstoles Juan y Mateo nos insinúan la fe ... »; y otra cosa: «La
misma autoridad de las iglesias apostólicas patrocinará a los otros
evangelios, los que por lo tanto los tenemos por ellas y según ellas, me
refiero a Juan y a Mateo ... ».
ORÍGENES
no olvidó recordar a Juan tocando la trompeta sacerdotal; y con no menor solemnidad y belleza que con
otros enaltece el evangelio del mismo evangelista, diciendo:
«Y
yo juzgo, que aunque sean cuatro los evangelios como los elementos de la fe de
la Iglesia, de los cuales elementos consta todo este mundo reconciliado por
Cristo para Dios..., las primicias de los evangelios es
el evangelio de Juan propuesto a nosotros... [Lucas] mayores y más
perfectas palabras sobre Jesús reserva a aquel que se recostó sobre el pecho
de Jesús. Porque ninguno de ellos manifestó tanto su pura divinidad, como
Juan... Atrevámonos pues a decir que las primicias de todas las Escrituras
son los evangelios; pero las primicias de
los evangelios, es el evangelio transmitido por Juan; cuyo sentido nadie lo
puede percibir, sino quien se recostó sobre el pecho de Jesús o recibió a
María de Jesús, para que fuese también su propia madre...».
Concuerda
con Orígenes CLEMENTE DE ALEJANDRÍA: «Juan el último de todos, habiendo
visto en los evangelios de los otros transmitido lo que pertenece al cuerpo de
Cristo, inspirado por el mismo Espíritu divino, escribió
el evangelio espiritual a ruegos de sus familiares».
311.
En el siglo II San
IRENEO, habiendo hecho mención de los otros evangelios, dice: «Después también
Juan, discípulo del Señor, que se recostó sobre su pecho, también
publicó el evangelio, cuando habitaba en Éfeso de Asia».
Y
en otro lugar: «Anunciando esta fe Juan, discípulo del Señor, queriendo por el anuncio del evangelio acabar
con el error que había sido sembrado en los hombres por Cerinto ... »
Lo
que San Jerónimo y otros transmitieron, eso también en el Fragmento
Muratoriano, de casi el mismo tiempo que San Ireneo, lo encontramos como la
verdad fundamental y substancial del fragmento: que Juan, discípulo
que había visto y oído al Señor, escribió:
«...
el cuarto de los evangelios Juan de los
discípulos. Exhortándole los condiscípulos y sus obispos, dijo: «Allegad
conmigo hoy y un triduo y lo que le fuese revelado a cada uno, nos lo contaremos
unos a otros». En la misma noche fue revelado a Andrés de los apóstoles, que
reconociéndolo todos, Juan en su nombre escribiese todas las cosas; y por eso,
aunque se enseñan varios principios en cada uno de los libros de los
Evangelios, no difiere nada la fe de los creyentes, pues todas las cosas han
sido declaradas a todos por un único y principal Espíritu sobre la natividad,
la pasión, la resurrección, el trato con sus discípulos y su segundo
adviento, y que en primer lugar fue despreciado en la humildad; y en segundo
lugar será preclaro en la potestad real. No es de admirar si Juan revela tan
constantemente cada cosa bien en las epístolas diciendo él mismo: Lo que vimos
con nuestros ojos y oímos con nuestros oídos y palparon nuestras manos, esto
es lo que escribimos. Así no sólo es reconocido como el que ha visto y ha
oído, sino como el escritor más admirable de todos sobre el Señor...».
Pero
si Juan se llama «de los discípulos», y Andrés en cambio «de los
apóstoles», esto no niega que Juan fuese apóstol, sino solamente manifiesta
que fue de los discípulos, es decir
aquel discípulo que, como llamaban, era el que amaba el Señor.
312.
En el Prólogo monarquíano al cuarto evangelio (c.170), muchas cosas son
de este autor, entre las cuales: «Este
[según el cual es el cuarto evangelio] es Juan evangelista, uno de los
discípulos de Dios, el cual siendo virgen fue elegido por Dios, al que
queriendo casarse lo llamó Dios. Al cual se le da en el evangelio un doble
testimonio de su virginidad porque se dice que fue más amado por Dios que los
demás, y a éste le encomendó Dios su madre desde la cruz, para que el virgen
custodiase a la virgen. Por fin manifestando en el evangelio que él mismo era
incorruptible, incoando la obra del Verbo él sólo testifica que el Verbo se
hizo carne y que la luz no fue sofocada por las tinieblas ... ».
313.
Por fin S.PAPIAS refería el mismo
origen del cuarto evangelio por Juan, autor del Apocalipsis, del cual había
sido discípulo; es decir, atribuía el cuarto evangelio a Juan el apóstol.
Este testimonio de Papías se lee indirectamente en un códice del siglo X
conservado en Madrid:
Juan
apóstol, al cual el Señor
Jesús amó mucho, escribió el último de todos este evangelio... Este
evangelio, pues, escrito después del Apocalipsis, fue manifestado y dado a las
iglesias en Asia por Juan cuando aún existía en el cuerpo, como el
llamado Papías, obispo de Hierápolis, discípulo de Juan y muy querido,
refiere en sus exégesis, esto es en sus últimos cinco libros, quien
escribió este evangelio bajo el dictado de Juan ... ».
314.
Resumen de todo lo dicho. Consta pues, por lo dicho anteriormente, que existe una tradición universal y solemne que afirma que el
cuarto evangelio tiene a Juan apóstol como autor. Y de estos testimonios reluce
que los de Ireneo y el Fragmento
Muratoriano, casi del mismo tiempo, y aquel otro de Clemente de Alejandría son entre sí independientes.
Parece
que existe también otro testimonio independiente, es decir de Ptolomeo
hereje, quien atribuye al Apóstol (Juan)
las palabras (Jn 1,3) del cuarto evangelio.
315.
Se prueba en 2º. lugar con argumentos internos.
a)
El autor del cuarto evangelio es aquel
discípulo al que amaba Jesús... el que en la cena se había recostado en su
pecho (Jn 21,20); pues este es el discípulo que da testimonio de esto, que lo escribió
(21,24)[1]. Y también el que lo vio y
da testimonio (19,35) es el discípulo
a quien Jesús amaba, que estaba junto a la cruz (19,26).
Ahora
bien, ¿quién es este discípulo al que amaba Jesús y que se recostó sobre su
pecho? Tiene que ser apóstol, porque
en la cena del Señor estaban los doce apóstoles (Mt 26,20; Mc 14,17; Lc
22,14), y no se hace mención de otros discípulos.
Ahora
bien, entre los apóstoles predilectos (Pedro, Santiago, Juan) no se puede
indicar a San Pedro, porque éste que es llamado en Jn, «aquel al que amaba
Jesús, el cual se recostó sobre su pecho», se contradistingue de San Pedro en
la narración de la cena (Jn 13,23-25) y en otros lugares. Ni tampoco puede ser
Santiago, puesto que éste había muerto en tiempo de Herodes Agripa I hacia el
año 43 (Hchs 12,2), y el cuarto evangelio aún no había sido escrito. Luego
sólo queda el que se trata de san Juan.
Lo
cual se confirma también por el hecho
de que el autor del cuarto evangelio nunca nombra a san Juan con este nombre
propio suyo, sino siempre con la fórmula «aquel a quien amaba Jesús».[2]
316.
b) También el autor de este libro, prescindiendo de sus propios testimonios
aducidos antes, necesariamente debe ser
testigo ocular de muchos hechos, que narra, y al mismo tiempo amado
especialmente por el Señor. En efecto los datos que se narran en el cuarto
evangelio están contados con una narración tan minuciosa y tan detallada
(sobre todo cuando aparece «el discípulo al que amaba Jesús»), los cuales
datos muestran necesariamente un testigo ocular y experimental.
Así
en la narración del c.1, vv.35‑40 acerca del coloquio con Jesús: Rabí,
¿dónde vives?; donde hay que tener también en cuenta la pormenorizada
cronología: al día siguiente... era como la hora décima, en algo que no
concierne en nada a la exposición de la doctrina.
Del
mismo modo en la determinación del tiempo de las bodas de Caná: al
tercer día (2,1), y en los datos que refiere acerca de Jesús: fatigado
del camino, el cual se sentó sin más
junto a la fuente; era como la hora de sexta... y los discípulos se
maravillaban de que hablase con una mujer (4,6.27).
De
forma semejante en la curación de un ciego de nacimiento (9,1-40); en la
resurrección de Lázaro: lloró
Jesús,... ya hiede, etc. (11,4-45); en el lavatorio de los pies antes de la
institución de la Eucaristía (13,1-15.22-30); en el prendimiento de Jesús: a
quién buscáis... retrocedieron y cayeron en tierra... (18,3-11); y estando
junto a la cruz... el que lo vio da testimonio... (19,26-35).
Así
también en c.20,2-10, cuando Pedro y el otro discípulo, al que amaba Jesús,
corrían hacia el monumento al mismo
tiempo, pero el otro corrió por delante más de prisa que Pedro... Después
de la resurrección en la captura de los peces en el mar de Tiberíades ya
izo podían arrastrar la red por la muchedumbre de los peces... llena de ciento
cincuenta y tres peces grandes. Y con ser tantos, no se rompió la red... (21,2-13).
Estos
datos, los cuales manifiestan un testigo ocular y experimental, traen a la
memoria lo que el autor dice al comienzo: y hemos visto la gloria del Verbo encarnado (1,14); y están
totalmente de acuerdo con el comienzo de 1 Jn, la cual se atribuye igualmente al
mismo autor: «Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que
contemplamos y palparon nuestras manos tocando al Verbo de vida... os lo
anunciamos a vosotros» (1 Jn
1,13).
317.
c) El autor del cuarto evangelio era judío. En
primer lugar porque cita muchas veces el A.T. en el texto hebreo, no en la versión de los LXX (1,23;
6,45; 12,15.40; 13,18; 19,13); y además alude
en multitud de ocasiones al A.T. (así al tratar de la traición de Judas:
17,12; de la dureza de los judíos en su falta de fe: 12,37s; del sorteo de las
vestiduras de Jesús: 19,24; de la sed de Jesús: 19,28; de la lanzada que
atravesó el costado: 19,36s.
Después
porque el autor conoce absolutamente las
festividades públicas de los judíos; y en base a ello establece su
cronología y coloca así los hechos en el tiempo: la Pascua (2,13, etc.); y el
último gran día de la fiesta (7,37) juntamente con las ceremonias de la
aspersión del agua a las cuales alude (7,37s); asimismo la Dedicación; y era
invierno (10,22); fa Parasceve (19,14.31.42).
Conoce
también las costumbres de los judíos: la
expectación del Mesías (1,1951), la cual expectación conocemos también por
Flavio Josefo que se dio, y en verdad del Mesías que permanezca para siempre
(12,34); sobre las abluciones rituales (2,6); el hecho de no tratarse los
judíos con los samaritanos (4,9); el esperar la salvación de Judea, no de
Galilea (7,41.52); el gloriarse de Abraham, de Moisés (8,33; 9,28 ... ).
318.
d)
El autor era judeopalestinense más bien que helenista.
En
no raras ocasiones determina con más detalles los lugares de Palestina: Betania
(Betabra) detrás del Jordán (1,28);
en Ainón, cerca de Salim, donde había mucha agua (3,23); Sicar, próxima a la
heredad que dio Jacob a José, su hijo (4,5). Más aún, incluso como que a veces mide los lugares: habiendo,
pues, navegado [hacia Cafarnaum] como unos veinticinco o treinta estadios
(6,19); Betania estaba cerca de Jerusalén como unos quince estadios (11,18).
El
autor también sabe interpretar las palabras arameas: el
Mesías, que quiere decir el Cristo (1,41; cf. 4,25); Céfas, que quiere decir
Pedro (1,42); Tomás, llamado Dídimo (11,16; 20,24; 21,2); rabino, que quiere
decir maestro (20,16); y usa de vocablos
arameos: Amen, amen... (1,51; 3,5 ... ); $0*F"*"
(5,2).
El
estilo del autor no
abunda en vocablos griegos (hay en él menos variedad que en Mc); las frases se
construyen de un modo muy simple, o bien yuxtapuestas (asindéticamente) sin
conjunciones, o bien meramente coordinadas (paratácticamente) mediante la
repetición de la partícula 6"4
[y]
(v.gr. en el prólogo 1,1‑18) como la "vaw" de los hebreos, y
con cierta monotonía bien del vocablo bien de la sentencia, sobre todo en los
largos sermones.
e)
El autor del cuarto evangelio es varón
antiguo, como lo mostrarán las siguientes consideraciones.
319.
Acerca del tiempo de la composición,
esto
es, sobre la genuinidad del tiempo.
1)
El cuarto evangelio se cita ya al comienzo del siglo II. Así
no solamente TEÓFILO DE ANTIOQUIA hacia el año 180 citaba las palabras del
prólogo (Jn 1,1); y San JUSTINO hacia los años 150-155 refería las palabras
de Jn 3,3 y hacia el año 155 las palabras Jn 1,20.23, por no citar otros textos
que aparecen también en San Justino extraídos de Jn; sino también San
POLICARPO, poco después del año 107, parece aludir al texto Jn 6,44: Y yo lo resucitaré
en el último día; y San IGNACIO
DE ANTIOQUIA hace alusión al texto Jn 3,8: El Espíritu sabe de dónde viene y
a dónde va. También en la Epístola de Bernabé
(hacia los años 90-100) aparecen palabras y alusiones que se refieren a Jn
3,14.
De
forma semejante también los herejes (en
la primera mitad del siglo II), como los gnósticos, PTOLOMEO discípulo de
Valentín, HERACLEON, TEODOTO, CELSO, BASILIDES, VALENTIN.
De
donde se deduce que el evangelio de san Juan fue compuesto a finales del siglo I,
de forma que pudiera divulgarse y citarse de este modo...
320.
2) Hay que añadir otro dato: el año 1935 se publicó un papiro
que pertenece al comienzo del siglo Il, a saber a los tiempos de Adriano
(117-138) o incluso de Trajano (98-117), en el cual se encuentra un fragmento
del evangelio de san Juan (Jn 18,31-33.37-38). El papiro, escrito en Egipto, era
parte de un libro; de donde sabemos que por aquel entonces no solamente en Asia
Menor, sino también en Egipto había sido divulgado el evangelio de san Juan.
Lo cual exige el que el cuarto evangelio haya sido escrito un poco antes: y
llegamos en verdad al menos al final del siglo I, como al tiempo de la
composición del evangelio de san Juan.
3)
Por otra parte el evangelio de san Juan, a) consta por la tradición que fue
compuesto después de los otros tres evangelios y, b) que fue publicado mientras
san Juan vivía en Efeso; c) ahora bien san Juan no parece que vino a vivir en
Efeso más que después del martirio de san Pablo, el año 67, puesto que
anteriormente san Pablo gobernaba aquella iglesia por medio de Timoteo (1 Tim
1,3); d) ahora bien el evangelio de san Juan fue. escrito contra Cerinto y los
seguidores de éste; e) Cerinto vino a Efeso casi al mismo tiempo que san Juan,
y necesitó algún tiempo para esparcir sus errores; f) y Papías al investigar
las tradiciones de los más ancianos (hacia los años 80-90) no encontró nada
acerca del evangelio de Jn y entonces no dice nada sobre él, lo cual parece
insinuar que el evangelio todavía no había sido escrito. Luego por todos estos
datos parece que queda en claro que el evangelio de san Juan fue escrito
ciertamente al final del siglo I, a saber hacia el año 90; lo cual también
queda confirmado por los datos que en el evangelio de san Juan atestiguan que se
trata de un escritor de edad bastante avanzada.
321.
Objeciones.
1.
Con Keim, Harnack: El cuarto evangelio no hay que atribuirlo al apóstol Juan, sino
al presbítero Juan, al cual cita Papías; de ahí la confusión y la
atribución posterior al apóstol Juan.
Respuesta.
1)
Ya
hemos demostrado (n.271) que este presbítero Juan muy probablemente es el mismo
san Juan apóstol.
2)
Papías en el testimonio citado no habla en absoluto del autor del cuarto
evangelio; de donde en virtud de este testimonio no se puede aducir nada en
contra de la tesis. Además Ireneo, Eusebio..., que confían en el testimonio de
Papías, unánimemente con el resto de la tradición atribuyen el cuarto
evangelio al apóstol Juan.
2.
Ireneo,
siendo niño cuando escuchaba las
lecciones de san Policarpo (R 212) y por tanto no entendiendo fácilmente lo
que se le decía, él mismo fue el que introdujo la confusión del presbítero
Juan con Juan apóstol.
Respuesta.
1.
De
nuevo se ve claro que el decir que hubo dos Juanes y no uno solo es una
hipótesis gratuita y con toda probabilidad falsa.
2.
Se dice gratuitamente que
Ireneo tuvo como única fuente a Policarpo y no a
muchos otros; o que Ireneo se equivocó al recibir de Policarpo la
tradición de este testimonio, la cual no era en verdad difícil de entender.
Aunque
Ireneo por aquel entonces hubiera tenido alrededor de quince años, puesto que
nació (como lo más tarde) hacia el año 140, y Policarpo sufriera el martirio
el año 155, sin embargo pudo recordar ciertamente bien el que san
Juan apóstol fue el que escribió el cuarto evangelio; sobre todo al apelar
él mismo a la fidelidad de su memoria en su edad juvenil.
3.
Ireneo se equivocó en otras cuestiones, v.gr. admitiendo fábulas respecto al
milenarismo, respecto a la edad del Señor, prolongada hasta los 40-50 años,
acerca de la muerte del traidor Judas... Luego pudo equivocarse acerca del autor
del cuarto evangelio.
Respuesta.
Una
cosa seria equivocarse en la transmisión del
nombre y de la persona de algún libro muy célebre, lo cual es difícil e
improbable en este caso; y otra cosa es errar acerca de la interpretación
de hechos, como es fácil si se trata, en cuanto al milenarismo, acerca de
explicaciones de las alegorías y de los símbolos que aparecen en Apoc 20,2-7;
o si en el evangelio se presenta ocasión para que alguien piense que el Señor
predicó a la edad de unos 40-50 años, haciéndose eco de las palabras de los
judíos: «Aún no tienes cincuenta años y has visto a Abraham» (Jn 8,57); o
bien si surgieron fábulas acerca de la muerte de Judas...
4.
El autor del cuarto evangelio parece un alejandrino imbuido en la filosofía
alejandrina y filoniana más bien que un judío de Palestina.
Respuesta.
Algunas palabras, 8@(@H
(palabra), .T0
(vida), nTH
(luz)...
son comunes en Juan y en Filón; sin embargo, las concepciones filosóficas, que
están encerradas en estas palabras, son totalmente diversas. El autor del
cuarto evangelio quiere escribir contra los errores propagados por Cerinto de
Alejandría, por tanto nada tiene de extraño el que algunos vocablos sean
comunes con la filosofía alejandrina, etc.
5.
El martirologio siríaco pone el martirio de Juan apóstol juntamente con el de
Santiago apóstol.
Respuesta.
Hay
que tener en cuenta que este martirologio es de los siglos IV-V, y la tradición
que procede de Ireneo es sin duda alguna muchísimo más importante y
preferible.
Otras invenciones sin fundamento alguno, que proceden de los adversarios y que son de fácil solución, pueden verse si se desea en Rosadini.
[1] Estas palabras, así como también las siguientes, y sabemos que su testimonio es verdadero, las cuales son de Juan que habla en plural mayestático, en plural no inusual en él (1 Jn 1,14; 2,1-12; 3 Jn 12), el cual sin embargo también habla después en singular (v.25: Juzgo ... ): estas palabras no son a modo del testimonio de alguna iglesia, sino que pertenecen totalmente al evangelio mismo. En efecto, a) se encuentran en todos los códices y versiones; b) terminaría de un modo incongruente el evangelio con las palabras Si yo quisiera que éste permaneciese... ¿A ti qué?; c) la lengua y el estilo son substancialmente los mismos que en el resto del evangelio; d) estas palabras cierran no sólo el c.21, sino el evangelio íntegro; pues de este modo se comprende mejor la hipérbole final...
[2] A no ser que se quiera decir que de este modo ya se indica el nombre, puesto que Juan significa «aquel al que favorece Yahvé».