CAPITULO V

 

DE LA PROVIDENCIA DIVINA, DE LA PREDESTINACIÓN
Y DE LA REPROBACIÓN

 

213. Después de haber considerado la ciencia y la voluntad divina en sí, es necesario tratar acerca de «lo que se refiere simultáneamente al entendimiento y a la voluntad. Dentro de este campo entra ciertamente la providencia respecto a todas las cosas; la predestinación y la reprobación... por lo que se refiere a los hombres, especialmente a la salvación eterna». Así se expresa Santo TOMÁS en la introducción a q.22. Nosotros seguimos también este orden; aunque podría tratarse, como hacen muchos autores, las cuestiones de la predestinación y de la reprobación en el tratado de Gracia, a causa de la conexión íntima de los temas que se tratan.

 

Articulo I
De la providencia divina

 

TESIS 19. Todas las cosas que ha creado Dios las gobierna con su providencia; y no escapan a esta providencia los males, ni los físicos ni los morales.

 

214. Nociones. LA PROVIDENCIA la define Santo TOMÁS «ratio ordinandorum in finem» (la razón de las cosas que deben ser ordenadas al fin): q.22 a.1; y el gobierno lo define como «la ejecución del orden»: a.1 hasta el 2. Dios ha creado todas las cosas como ser inteligente y que posee voluntad; por tanto ha preestable­cido un fin a las cosas creadas por El. Ahora bien el orden y la disposición de las cosas en cuanto que están ordenadas al fin, orden y disposición que preexiste en la mente de Dios, es la providencia. La providencia abarca la ciencia y la voluntad divina, puesto que se trata de una sabia ordenación de las cosas, no meramente posible, sino constituida eficazmente, la cual por consiguiente incluye esencialmente la acción de querer; por ello Santo TOMÁS la sitúa en el entendimiento práctico.

 

La cuestión frecuentemente tratada acerca de si la providencia concierne formalmente al entendimiento y a la voluntad parece que es de menor importancia. Sitúan la providencia en el entendimiento comúnmente los tomistas como GONET y BILLUART, lo cual parece que lo indica Santo TOMAS, y muchos teólogos de la Compañía de Jesús, TOLEDO. MOLINA, BELARMINO, RUIZ DE MONTOYA. VALENCIA, BERAZA, etc. Y sin embargo no explican del mismo modo en qué acto del entendimiento debe situarse. Muchos, en unión de los tomistas, hablan de un mandato intelectual, el cual sea un acto no propiamente que conoce, sino que ordena. Ahora bien esto lo rechazan acertadamente otros, puesto que parece que va en contra de la tendencia propia del entendimiento, y que tiene cieno sabor a antropomorfismo en Dios; por lo cual otros llaman al mandato una mera expresión intelectual del acto de la voluntad divina; o bien colocan formalmente la providencia en el acto divino que conoce el orden que decreta la voluntad. Los ESCOTISTAS juntamente con San BUENAVENTURA y ESCOTO, sitúan la providencia formalmente en la voluntad. Por último otros con SUÁREZ, como MUNCUNILL, indican que ambos actos pertenecen formalmente a la esencia de la providencia, la cual sentencia STRUGGL dice que fue en su época bastante común.

 

215. Pensamos que esta última sentencia es más probable, más aún que esta sentencia contiene el verdadero pensamiento de Santo TOMAS cuando dice que la providencia concierne al entendimiento práctico, el cual no es, segur su sentencia, cierto acto formalmente distinto del acto especulativo del entendimiento y de la voluntad, sino más bien algo que abarca a ambos, lo cual parece que está claro por q.14.a.8 y 16. En efecto en a.8 dice que el entendimiento "per se" no es práctico, y que la inclinación al efecto, que es necesaria para que sea causa de las cosas, se da por la voluntad; y que por ello la ciencia de Dios es la causa de las cosas «en cuanto que tiene unida la voluntad». Y en a.16 después de haber explicado cómo la ciencia debe ser práctica por parte del objeto y del modo de saber, dice por último sencillamente que es práctica «cuando está ordenada al fin de la operación» la cual ordenación se realiza por la voluntad unida. Y no obsta, sino que más bien confirma lo mismo, el que la providencia sea puesta como parte de la prudencia 2-2 q.49 a.6, la cual consiste en el poder cognoscitivo q.47 al; pues en a.2 dice expresamente que la prudencia concierne a la razón práctica. Por ello parece que concibe la providencia a manera de la ciencia misma acerca de cierto orden posible, en cuanto determinada por la voluntad, para que sea una ordenación práctica; lo cual indica con bastante claridad que ambos elementos pertenecen a la razón formal de la providencia.

 

Y la razón parece que aconseja esto. Pues la providencia por su propio concepto incluye la disposición sabia y ordenada de los medios al fin, lo cual con bastante claridad indica formalmente algo existente en el entendimiento; y por otra parte indica que esta disposición ha sido determinada en orden al efecto, lo cual se da formalmente por el acto de la voluntad. Por consiguiente la providencia consiste en el conjunto de la ciencia de simple inteligencia, por la cual Dios ve el orden como pueden las cosas ser sabiamente ordenadas al fin (añadiendo la ciencia media según parece), y de la voluntad por la cual determina eficazmente llevar dicho orden al efecto.

 

216. TODAS LAS COSAS que Dios ha creado las gobierna con su providencia, incluso las cosas más pequeñas, y no sólo en general, sino también cada una de las cosas y en verdad de manera inmediata. Sin embargo esto no impide el que tenga una providencia especial de ciertas cosas. En efecto la providencia responde a las naturalezas de las creaturas, las cuales tienden al fin universal de diversa manera y con distinta transcendencia. Y por otra parte la providencia no está constreñida a las naturalezas que ha creado de tal manera, que no pueda ordenar de diversos modos las cosas al fin, o incluso que no puedan establecer para éstas un fin superior, que el que demandaría la naturaleza por sí. Por ello Dios tiene respecto a los seres racionales y libres, los cuales son ordenados "per se" individualmente al fin universal, una providencia más singular que la que tiene respecto a aquellos que solamente tienden plenamente al fin universal mediante los seres racionales libres, y obran de una forma simplemente necesaria. Por último Dios puede ordenar en ciertos casos todas las cosas a peculiares manifestaciones de los atributos divinos que rebasan el orden acostumbrado. Si bien la providencia en sí se refiere inmediatamente a todas y cada una de las cosas, el gobierno puede realizar esta providencia, al menos en parte, mediante las causas segundas.

 

Como quiera que el MAL es algo que existe en el mundo, lo cual parece que va en contra de la providencia universal, la cual persigue el bien, hacemos notar de un modo especial que también el mal está sujeto a la providencia. El mal en general es la privación de la perfección debida, no una mera limitación o carencia de una perfección superior, si bien muchas veces la limitación de las cosas es como cierto origen natural del mal. El mal moral formalmente tal es la desviación libre del ser racional en el orden de las costumbres, o sea en la relación inmediata respecto al fin último. Los otros males se llaman males físicos; los males que están de una forma más estrecha coaligados con el mal moral suelen recibir el nombre de males materialmente morales.

 

La providencia divina puede llegar a los males físicos como medio respecto a algún fin, ya universal, ya particular. En cambio al mal moral solamente llega de forma permisiva, y en cuanto una vez que se da o que ha sido previsto dicho mal, Dios puede ordenarlo para algún bien, como la crueldad de los perseguidores en orden a la paciencia de los mártires, o como el hecho de restituir el orden mediante la pena que ha sido impuesta. Sin embargo el bien que se sigue de ahí no es más que la condición previa, sin la cual Dios no podría permitir el mal; y aunque muchas veces Dios saque de los males permitidos bienes mayores, sin embargo, no parece que se requiera esto en orden a la permisión del mal.

 

217. Adversarios. Se oponen a la doctrina católica de la providencia universal de Dios los que no admiten a Dios personal, como los ateos, los panteístas y los monistas de toda índole, y los dualistas maniqueos. Suele denominarse fatalismo la opinión de que todos los sucesos humanos están sujetos a cierta necesidad ciega, y es semejante al fatalismo el astrologismo que enseñaron los priscilianistas. Por último el deísmo admite ciertamente a Dios como autor del mundo, pero no como providente.

 

Doctrina de la Iglesia. Siempre esta verdad ha estado en la predicación explícita de la Iglesia universal. El Concilio Bracarense condenó el fatalismo priscilianista (D 239). INOCENCIO III en la profesión de fe prescrita a los Valdenses enseña que la providencia universal respecto a todas las cosas es de fe (D 421). El Concilio Vaticano l define: «Todas las cosas que ha creado Dios las gobierna con su providencia (D 1784).

 

Valor dogmático. De fe divina, católica y definida

 

218. Se prueba por la sagrada Escritura. La sagrada Escritura puede considerarse toda ella como la historia de la providencia divina. El Antiguo Testamento muestra la providencia singular para con el pueblo elegido, pero unida a la providencia respecto a los otros pueblos y en orden a la naturaleza entera, como hace notar explícitamente el libro de la Sabiduría. El Nuevo Testamento muestra principalmente la providencia sobrenatural mediante la redención y la Iglesia. Además hay innumerables y bellísimos testimonios de la providencia universal de Dios, incluso respecto a las cosas más pequeñas, y de la providencia especial para con los hombres, y por último de la providencia acerca de los males físicos y morales.

 

a) Providencia respecto a la naturaleza. Dios creó la naturaleza y estableció para ésta unas leyes y el orden de su desarrollo Gen 1,7.12, etc. De tal manera que se dice que Dios hace lo que hace la naturaleza Gen 2,5 y muchas veces en otros textos. Por ello Sal 147,8-9 alaba la providencia de Dios, El es el que cubre el cielo de nubes, el que prepara la lluvia para la tierra, el que hace que broten hierba los montes para pasto de los que sirven al hombre. El que da al ganado su pasto y a los polluelos del cuervo que claman. Lo mismo se dice en Sal 103.144,15 ss, Job 38,41; 39,1-8.13-18, en el libro de la Sab, la cual se extiende poderosa del uno al otro extremo y lo gobierna todo con suavidad: Sab 8,1, y... todo lo dispone con medida, número y peso; Sab 11,1, proclama de muchas maneras la providencia para con todas las cosas, y concluye: pero tu providencia, Padre, gobierna todas las cosas: Sab 14,3, Jesucristo resalta con bellas palabras la providencia paternal de Dios para con los hombres partiendo de la que tiene con los lirios, con los pájaros, con el sol y con la lluvia en beneficio de todos los hombres Mt 6,25-30; 10,28-31: Mirad las aves del cielo... ¿no se venden dos pajaritos por un as?... los Apóstoles también proclaman a los gentiles esta providencia: Hch 14,16-17; 17,26-28.

 

219. b) Providencia de Dios respecto a los hombres y respecto a los pueblos en lo moral. Dios cuida de la vida física y moral del hombre Gen 2,3,6ss; elige constantemente a unos antes que a otros. Arroyo de agua el corazón del rey en mano de Yahvé que El dirige a donde le place: Prov 21,1; porque El ha hecho al pequeño y al grande, e igualmente cuida de todos: Sab 6,8-9; como el barro en manos del alfarero... así son los hombres en las manos de su Hacedor, que hace de ellos según su voluntad: Eclo 33,13-14. En innumerables textos se predica la providencia divina al dar el premio y al castigar la iniquidad: Sal 1,1-6; 33,22; 36,13; 111,1-9; 112,7-8, etc. Sobre todo el libro de la Sabiduría 10-19 al exponer la providencia de Dios para con el pueblo elegido, alaba a ésta llena de justicia y misericordia la cual la tuvo en el castigo de los egipcios y de los cananeos 11,12; y que se muestra también en las amenazas de los profetas en contra de los asirios, de los babilonios, de los filisteos, de los sirios. Enseña esta providencia general para los pueblos paganos San Pablo en Rom 1-2; Hch 14,16-17; 17,26-28.

 

c) Se habla frecuentemente en la sagrada Escritura acerca de que a la providencia de Dios no escapan los males físicos y morales. José después de haber sido vendido a los de Egipto dice a sus hermanos: «No temáis ¿estoy yo acaso aquí en el lugar de Dios?. Vosotros creíais hacerme mal, pero Dios ha hecho de él un bien, cumpliendo lo que hoy sucede, de poder conservar la vida de un pueblo numeroso, Gen 50,19-20. Los libros de Job y de Tobías, el Eclesiástico, Sal 36 y 72, Sab 1-6 tratan esto con más amplitud. En el Nuevo Testamento Hch 2,22ss, Rom 9,11; más aún toda la doctrina de Cristo pone de relieve sobre todo, como por la divina providencia lo que parece malo es el camino por el que se muestra la sabiduría de Dios en la disposición de las cosas.

 

220. Se prueba por la tradición. La providencia divina es el capítulo de la doctrina católica, que difícilmente podemos encontrar en los Santos Padres otro que haya sido tratado con más abundancia y con más detalle. No sólo afirman "simpliciter" en muchísimas ocasiones la providencia, como San IRENEO (R 202), San GREGORIO NACIANCENO (R 1014), San JUAN CRISOSTOMO (R 1134), sino que, a) por ella demuestran la existencia de Dios; y según dice CLEMENTE ALEJANDRINO, no es necesario demostrarla «También hay ciertas cosas que merecen castigo; como es el preguntar acerca de si hay providencia» (R 422); b) dicen que la providencia está tan unida con la divinidad, que negar la providencia es negar a Dios, como ATENAGORAS, LACTANCIO: «¿,Qué hay tan digno y tan propio de Dios como la providencia? pues en el caso de que no se preocupara de nada, y no proveyera de nada, hubiera perdido toda la divinidad», y San AMBROSIO añade, hubiera sido una enorme crueldad crear al hombre y no tener providencia de él; c) y por ello este es un primer elemento doctrinal de cada religión, según hace notar San AGUSTÍN. Por consiguiente los Santos Padres, impulsados por la importancia de esta doctrina y por las objeciones del fatalismo, escribieron muchos extraordinarios tratados especiales acerca de la providencia en general y en concreto respecto a los males del mundo, como San GREGORIO NACIANCENO, Poemas 5 y 6; San GREGORIO NICENO, Diálogo en contra del "fatum"; San JUAN CRISOSTOMO, A Estagirio, etc; TEODORETO compuso diez extraordinarios Sermones acerca de la providencia, SINESIO, LACTANCIO, Acerca del enojo de Dios; San AGUSTÍN trata el tema de la providencia de Dios en toda la obra De la ciudad de Dios; San PROSPERO, Poemas sobre la divina providencia; SALVLANO, Acerca del gobierno del mundo, y otros Santos Padres.

 

221. Se prueba por la razón. 1. En general se prueba que la providencia divina alcanza a todas y cada una de las cosas por tres atributos infinitos de Dios: la sabiduría, la bondad y la omnipotencia, en los cuales tiene su fundamento la providencia divina.

 

2. Santo TOMAS a.1 y 2 prueba la providencia, y ciertamente inmediata acerca de todas las cosas, por el orden del mundo, el cual es un bien y ha sido creado por Dios, cuya razón por tanto debe preexistir en la mente divina.

 

3. Tampoco los males pueden darse sin la voluntad divina al menos la voluntad permisiva; «así pues nada sucede, a no ser que quiera el Omnipotente que suceda, bien permitiendo el que acontezca algo, bien realizándolo El mismo» según dice San AGUSTÍN; por consiguiente ni siquiera los males escapan a la providencia de Dios.

 

Objeciones. 1. San Pablo dice: ¿Es que Dios se ocupa de los bueyes?, 1 Cor 9,9. Luego parece que niega la providencia universal.

 

Distingo el consiguiente. Niega respecto a los animales la providencia particular que tiene Dios acerca del hombre, concedo el consiguiente; niega la providencia general, niego el consiguiente.

 

2. La providencia divina debe ser infalible; luego impone necesidad a las cosas; ahora bien se dice que Dios dejó al hombre en manos de su albedrío Eclo 15,14. Además la providencia universal e infalible de Dios hace inútil el esfuerzo humano.

 

Concedo el antecedente y distingo el consiguiente. Impone una necesidad consiguiente, concedo el consiguiente; impone una necesidad antecedente a los seres libres, niego el consiguiente y distingo la menor subsiguiente: deja al hombre en manos de su albedrío en cuanto que actúa libremente, concedo; lo deja en manos de su albedrío como si el uso mismo del libre albedrío no estuviera sometido al dominio y a la providencia de Dios, niego. La providencia de Dios de ningún modo hace inútil el esfuerzo humano; más bien prevé y exige este esfuerzo a fin de conducir por su parte a la ejecución el orden establecido.

 

3. Si la providencia de Dios llega a los males, se comporta respecto a éstos no de un modo meramente permisivo, sino que los causa positivamente, lo cual parece que lo dice la sagrada Escritura: ¿Habrá en la ciudad calamidad cuyo autor no sea Yahvé?: Amós 3,6.

 

Niego el aserto por lo ya explicado. Las expresiones de la sagrada Escritura tienen sabor, como es lógico, a la naturaleza de la lengua hebrea, la cual expresa toda la causalidad divina de cualquier clase que sea prácticamente con las mismas palabras. Por otra parte Dios concurre físicamente a las malas obras, y no suceden sin su voluntad permisiva.

 

222. 4. Si existiera providencia divina, debería ser perfectísima; ahora bien no sucede así, ya que hay muchos males y desórdenes, los cuales parece que hubieran podido evitarse fácilmente.

 

Distingo la mayor. La providencia debe ser perfectísima subjetivamente, concedo la mayor; objetivamente, subdistingo; absolutamente, niego; relativamente en cuanto al fan pretendido y en el grado y en el modo que se pretende, concedo. Contradistingo la menor y distingo la razón que se ha añadido. Hay muchos males que hubieran podido evitarse muy fácilmente por Dios absolutamente y en sí, concedo; relativamente respecto al grado y al modo del orden que debe ser realizado, niego; podían ciertamente ser evitados estos males, sin embargo Dios no estaba obligado a ello por ningún atributo; por eso Dios pudo establecer este grado y modo de obtener el fin, en el cual tienen su lugar estos males.

 

Los datos fundamentales que hay que sostener en este tema prácticamente son los siguientes: a) Dios no está obligado de ningún modo a un determinado grado de manifestación de su gloria "ad extra", sino que de entre los infinitos posibles elige aquel que le agrada. b) Muchas veces desconocemos los fines particulares, puesto que no consienten ni por su propia naturaleza ni por la revelación; por ello con todo derecho San Agustin dice en tono de censura lo siguiente: «En un taller no se atreve un hombre a vituperar al artífice, y sin embargo se atreve en el mundo a ponerle pegas a Dios; siendo así que lo que el hombre ve en general o respecto a ciertos seres particulares es abundantemente suficiente respecto al entendimiento humilde y prudente en orden a reconocer la providencia sapientísima de Dios, Rom 11,32. c) Debe tenerse muy en cuenta sobre todo que el orden de la providencia divina en la tierra de ningún modo debe juzgarse como algo independiente de suyo del fin último que se ha de alcanzar en la bienaventuranza y de la glorificación divina. d) Resplandece la providencia divina en la permisión del mal de tal manera, que parece que los grandes doctores juzgaron dicha permisión como necesaria para la formación del universo, en cuanto que en caso contrario no se darían muchos bienes; así Santo TOMAS q22 al; q.23 a5. Lo cual no debe entenderse de forma que no pudiera alcanzarse la perfección del universo de otra forma más que con la permisión del mal; y tampoco debe entenderse como si estos bienes fueran pretendidos por Dios a manera de con intención primera, pues en otro caso el mal vendría a ser el medio intentado para el fin, el cual no seria la mera permisión del mal; sino que debe entenderse sólo del siguiente modo: Dios que preveía la posible ordenación extrínseca del mal para el bien, pudo sencillamente elegir este orden, que es muy perfecto, si bien no el mejor, en el cual estos bienes se alcanzan de este modo, y no se alcanzarían sin la permisión del mal.