INTRODUCCIÓN

LA CUESTIÓN SOBRE
EL FUTURO DE LA TEOLOGÍA


La fe en el Dios trinitario es el corazón de la teología cristiana que, como expresa su nombre, se define como doctrina de Dios, como discurso sobre Dios, justificado intelectualmente. La cuestión sobre la existencia de Dios es el centro de todo trabajo teológico. Lo que se dice en este núcleo de la doctrina de la fe tiene consecuencias sobre toda palabra teológica posterior.

Las decisiones básicas, adoptadas aquí, afectan a todo el sistema. La doctrina de la persona y de la misión de Cristo, la comprensión de la salvación del hombre, la doctrina sobre la Iglesia y los sacramentos, abreviando: toda afirmación teológica depende de la cuestión de si, en su búsqueda, el hombre reconoce, y de qué modo, la realidad de la existencia de Dios, cómo la confiesa en la fe y la expresa agradecido.

Esta importancia fundamental de la cuestión de Dios para la teología en su totalidad, se percibe también como tal en la actualidad. Hoy en día se discute menos sobre ésta o aquella cuestión de detalle teológico; ante todo, se trata de la existencia de Dios. La cuestión de Dios se ha convertido en decisiva para la fe, así como para el cristianismo y la Iglesia. Hubo tiempos en que se trataba de la «sola gratia» y la «sola scriptura», o, como discutían las verduleras asiáticas, sobre la «i» (iota) entre «homoousios» y «homoiousios».

Hoy en día se trata —o se debería tratar— sobre la realidad de la existencia de Dios 1. En el centro de la teología y de todo el pensamiento cristiano se formula la cuestión totalmente concreta de si existe un Dios y de si éste es un Dios personal, que se dirige al hombre, revelándose. Y ¿hasta qué punto es

1. J.J. O'Donnell, ll Mistero della Trinitd, Roma - Casale Monferrato 1989.1 H. Ott, Gott (ThTh 10), Stuugaft 1971, 32 s.

capaz en general el interpelado de tratar sensata y comprensiblemente sobre este Dios? 2

La presencia de Dios en la naturaleza, reconocida desde antiguo, tanto sensible como racionalmente, y cuya contemplación conducía, sin romper la continuidad, al ámbito de lo divino y de lo invisible, ha desembocado de un modo creciente en la actual experiencia de inseguridad y desconfianza de poder decir algo sobre Dios. Según K. Rahner (1904-1984) 3, que habla aquí en nombre de muchos, a la experiencia vital del hombre actual corresponde «el espanto sobre la ausencia de Dios en el mundo, la sensación de no poder realizar lo divino, el desconcierto por el silencio de Dios, por el encierro de Dios en su propio aislamiento, por la absurda profanidad del mundo, por el materialismo sin ojos ni rostro de las leyes del mundo, incluso donde ya no se trata de la naturaleza, sino del hombre... Hoy en día experimentamos de nuevo y con inaudita radicalidad... que Dios se eleva inefable por encima de todo lo que está fuera de él y de todo lo que podemos pensar de é1... Ya no somos capaces de percibir el gobierno de Dios en nuestro mundo tan ingenuamente como en tiempos pasados. Y no somos capaces, no porque Dios haya muerto, sino porque es inmenso, inefable, lejano, incomprensible».

La tarea fundamental de la teología actual, apuntada así por K. Rahner, se agudiza aún más a la vista de la confesión cristiana-trinitaria de Dios. Cierto que no faltan voces que rechazan el considerar la doctrina de la Trinidad como el núcleo de la fe cristiana; según éstas, sería una falsa visión de las cosas encontrar en ella el misterio más íntimo del cristianismo 4. A otros, la doctrina trinitaria de la Iglesia les parece una pura idea y una especulación objetivada 5. Pero precisamente estas posturas críticas demuestran que la fe en el Dios trinitario y en la doctrina desarrollada a su alrededor representa actualmente el mayor desafío del cristianismo.

Esto lo subraya con energía J. Moltmann 6. El analizar la problemática de la doctrina actual de Dios no significa para él precisamente evadirse de este círculo temático, para volverse supuestamente a cuestiones más concretas. Según Moltmann, en la teología actual ningún camino puede pasar de largo ante la doctrina de Dios y de la Trinidad, ya que lo que ha llevado al cristianismo a su actual crisis de identidad es precisamente un monoteísmo sólo débilmente cristianizado'.

  1. H.U. v. Balthasar, Die Gottesfrage des heutigen Menschen, Wien-München 1955, 142 s.

  2. Wissenschaft als «Konfession»? Schriften zur Theologie 111, Einsiedeln' 1967, 455-472, 461 s.

  3. W.Blasig, Christ im Jahr 2000, München 1984, 170, 190.

  4. G. Hasenhüttl, Kritische Dogmatik, Graz 1979, 112-115, 113.

  5. Der gekreuzigte Gott, München 21973.

  6. Ibid., 223.

Y en Moltmann esto no es una observación ocasional. Lo repite expresamente, reforzando su análisis: «El que Dios sea sólo uno o trino, parece irrelevante tanto para la doctrina de la fe como para la ética. En los escritos apologéticos modernos, que pretenden aproximar el cristianismo al mundo actual, raramente aparece la doctrina trinitaria. Tampoco la nueva teología fundamental se inicia con la Trinidad. Ya se trate de teología hermenéutica, o de teología política, o de teología procesual, o de epistemología teológica, la doctrina trinitaria no tiene ninguna importancia básica en estos intentos de fundar la teología actual» 8. La terapia correspondiente a este diagnóstico se llama también esta vez para el teólogo reformado: renovación de la doctrina trinitaria y del pensamiento trinitario.

El análisis de Moltmann coincide con el de K. Rahner 9 sobre el debilitamiento de lo trinitario en la vivencia de la fe y en la teología. El jesuíta se lamenta «de que los cristianos, a pesar de su profesión ortodoxa de fe en la Trinidad, viven en realidad como si fuesen sólo "monoteístas"».

Rahner cree poder afirmar que «si se tuviera que desechar como falsa la doctrina trinitaria, la mayor parte de la literatura religiosa pode a conservarse sin modificaciones. A esto no se le puede objetar que la doctrina de la Encarnación es, teológica y religiosamente, tan central en los cristianos que, desde ese punto de vista la Trinidad está, siempre y en todas partes, "presente" inseparablemente en la vida religiosa de los cristianos. Pues, cuando se habla de la encarnación de Dios, hoy en día la atención religiosa y teológica recae sólo sobre el hecho de que "Dios" se hizo hombre, de que "una" Persona (de la Trinidad) se encarnó, pero no sobre que esa Persona sea precisamente el Logos (Verbo). Se puede sospechar que para el catecismo de la cabeza y del corazón (a diferencia del catecismo impreso) la imagen que tiene el cristiano de la Encarnación no tendría que cambiar, aunque no existiera la Trinidad».

Rahner completa este análisis crítico 10 con la indicación de que «las afirmaciones sobre la Trinidad, en sus formulaciones catequísticas, son casi incomprensibles para el hombre de hoy y producen errores inevitables». El juicio de Rahner sobre la teología escolar está en concordancia con su análisis sobre la situación efectiva de la fe. Una vez estudiado el tratado De Trinitate, ya no vuelve a aparecer más en los otros sectores de la teología. «Sólo se percibe confusamente su función en el conjunto de la dogmática»11.

La consecuencia que extrae Rahner de este olvido de la Trinidad, tan claramente diagnosticado por él (al igual que por J. Moltmann) no es una rendi-

  1. J. Moltmann, Trinität und Reich Gottes, München 1980, 17.

  2. Bemerkungen zum dogmatischen Traktat "De Trinitate". Schriften zur Theologie IV, Einsiedeln 51967, 103-133, 105.

  3. Grundkurs des Galubens, Freiburg 1976, 139.

  4. Bemerkungen, 108.

ción incondicional ante una evolución aparentemente irreversible; al contrario, se ha comprometido en la tarea de reafirmar que la doctrina de la Trinidad no es una especulación teológica sutil y en el fondo secundaria, sino una expresión de la fe totalmente irrenunciable 12. A la vista de su aportación al respecto, se puede considerar a Rahner como uno de los «exponentes más destacados del pensamiento teológico trinitario» 13.

A estas interpelaciones intraeclesiales hay que añadir hoy, como tarea especial de la doctrina cristiana sobre Dios, la oposición fundamental por parte del Judaísmo y del Islam 14. Ambas religiones adoran a un Dios uno y único; y esto les lleva a rechazar la confesión trinitaria del Cristianismo. Ante la fe cristiana en el Dios trinitario, el Judaísmo no sólo se ve turbado y desafiado en su estricto monoteísmo sino incluso traicionado 15. Desde su punto de vista, la genuina herencia bíblica sobre Dios habria sido tergiversada y llevada al plano de la multiplicidad primordial, en un planteamiento gnóstico 16. En el diálogo con el Islam, la problemática es análoga. ¿Acaso lo fascinante de su imagen de Dios no radica precisamente en su inequívoca unidad, en su total absolutez?

Para muchos, ésta era la postura inicial de Charles de Foucauld (1858-1916). Durante su estancia en África del Norte, la fe trinitaria le resultaba imposible 17. Al igual que el eremita y buscador de Dios francés, muchos hombres que buscan hoy a Dios, se sienten impresionados por la sencillez del dogma y de la moral del Islam; por la incondicional adoración del Dios único, al que se refiere todo lo real; por su teología negativa, que rechaza todo tipo de representación artística de Dios en las criaturas; por su mística y su exigencia apremiante de purificación personal 18. No es exagerado afirmar que el Islam supone uno de los mayores retos para la doctrina cristiana de Dios.

Pero el tema de Dios uno y trino no es sólo la cuestión vital de la teología actual, sino también la de cada teólogo. Con energía aludía por ejemplo S. Kierkegaard (1813-1855) 19 a que el saber sobre Dios no se puede desarrollar en actitud existencialmente distante como una doctrina abstracta. «... no existe una doctrina cristiana en el sentido de que ella sea lo esencial y la persona lo accesorio, aquí lo esencial es el seguimiento».

  1. Grundkurs, 142; cf K. Rahner, Der dreifaltige Gott als traszendenter Urgrund der Heilsgeschichte: MySal II, 317-397.

  2. H. Ott, Wirklichkeit und Glaube II, Göttingen-Zurich 1969, 331.

  3. Cfr A. Manaranche, Le monothéisme chrétien, Paris 1985, 49-55. 55-78; Art. Trinität: Lexikon religiöser Grundbegriffe, ed. por A.Th. Khoury, Graz 1987, 1074 s. (judío), 1079 s. (islámico).

  4. FJVH,671s.

  5. EJ XII, 262 s.

  6. Ch. de Foucauld, Letres á Henry de Castries, Paris 1938, 94-96.

  7. A. Manaranche, Le monothéisme, 63.

  8. Gesammelte Werke. Die Tagebücher IV, Düsseldorf 1970, 177-179 (Der Professor), 177.

Sólo se puede dar teología cuando hay acuerdo entre la vida y la doctrina. Para la cuestión de Dios, esto significa que de Dios sólo se puede hablar si uno se siente interpelado y tocado por Él. «A quien admite realmente que Dios existe, este hecho ya no le puede ser indiferente... El reconocimiento de que Dios existe debería afectar y poner en marcha toda nuestra existencia en todas sus dimensiones. Esto significa: aquí se trata de un conocimiento que sólo puede ser alcanzado en apuesta, arriesgando toda nuestra existencia y no por medio de una prueba teórica» 20.

El compromiso existencial bajo el que se encuentra el teólogo incluye el esfuerzo intelectual de hacer accesible para los tiempos actuales la auténtica fe en Dios. El biblicismo no es suficiente. En cuanto la fe en Dios es una decisión total del hombre, en cuanto debe ser el anuncio de un testigo vivo y la proclamación de la salvación, no puede renunciar a actualizar y hacer comprensibles las expresiones de la Escritura y a traducirlas en el lenguaje de la época. ¿Qué queremos decir nosotros los cristianos cuando usamos la palabra «Dios» y cuando lo llamamos trinitario? La exigencia del esfuerzo intelectual vale sobre todo cuando nosotros nos esforzamos en dar razón (ante nosotros mismos y ante los demás) del contenido y el significado de la fe en Dios, cuando tratamos de dar expresión intelectual a la fe en Dios y a las vivencias ligadas a ella, precisamente en la teología.

El intento religioso de excluir la responsabilidad intelectual y establecerla sólo en la esfera vivencial, lleva al creyente a múltiples callejones sin salida: ¿Puede él explicar realmente lo que cree? ¿Sería en general capaz de participar en un diálogo en el que expusiera lo que él cree y vive? ¿Puede dar cuenta del sentido de su fe? ¿Es este supuesto sentido algo más que un postulado, una piadosa proyección? ¿Una fe sin inteligencia es algo más que un temeroso voluntarismo, sea que se la defina como un acto de coraje, o se la identifique con la devoción o la esperanza? A la descomposición espiritual de la época y a las exigencias de las múltiples formas del ateísmo no se puede responder simplemente con una confesión de fe animosamente llevada. En tal caso se tendría una tesis frente a una antítesis y se cedería al ateísmo teórico el campo de argumentación.

Como base para una respuesta a la cuestión sobre el futuro de la teología fijemos primero la mirada en los interrogantes que sobre Dios se plantea el hombre en este tiempo de la secularización. Se trata, más precisamente, de tomar nota de las muchas objecciones que hoy se levantan contra el sentido de la antigua pregunta del hombre sobre Dios: ¿cuál es el contexto experiencial en el que hoy en día podemos hablar de Dios con responsabilidad intelectual?

20. H. Ott, Gott, 50; L. Scheffzcyk, Goot-loser Gottesglaube?, Regensburg 1974, 23-26.