15 de octubre
SANTA TERESA, MAESTRA DE ORACIÓN
SANTA TERESA DE JESÚS
(+ 1582)
¿Qué tiene esta mujer que, cuando nos vemos ante su obra, quedamos avasallados y rendidos? ¿Qué fuerza motriz, qué imán oculto se esconde en sus palabras, que roban los corazones? ¿Qué luz, qué sortilegio es éste, el de la historia de su vida, el del vuelo ascensional de su espíritu hacia las cumbres del amor divino? Con razon fundada pudo decir Herranz Estables que "a Santa Teresa no acaba de conocerla nadie, porque su grandeza excede de tal suerte nuestra capacidad que la desborda, y, como los centros excesivamente luminosos mirados de hito en hito, deslumbra y ciega".
Teresa de Cepeda nace en Avila, el 28 de marzo de 1515. En el admirable Libro de la Vida, escrito por ella misma, nos refiere cómo fueron sus primeros años en el seno de su hidalga familia. Sabemos, además, por testimonio de quienes la trataron, que Teresa de Cepeda era una joven agradable, bella, destinada a triunfar en los estrados del mundo, y, como ella confiesa, amiga de engalanarse y leer libros de caballería; y aún más, son sus palabras, "enemiguísima de ser monja" (Vida, II, 8). Pero el Señor, que la había creado para lumbrera de la cristiandad, no podía consentir que se adocenara con el roce de lo vulgar espíritu tan selecto, y así, la ayudó a forjarse a sí misma. Venciendo su natural repugnancia, Teresa se determinó, al fin, a tomar el hábito de carmelita en la Encarnación de Avila. "Cuando salí de casa de mi padre para ir al conventonos dice ellano creo será más el sentimiento cuando me muera" (Vida, IV, 1).
¡Qué emoción tiene, al llegar este punto, ese capítulo octavo del Libro de la Vida, en que ella relata los terminos por los que fue perdiendo las mercedes que el Señor le había hecho! Teresa de Jesús, ya monja, quería conciliar lo inconciliable, vida de regalo con vida de oración, afición de Dios y afición de criaturas, que, como más tarde diría San Juan de la Cruz, no pueden caber en una persona a la vez, porque son contrarios, y como contrarios se repelen.
Nuestro Señor, que vigilaba a esta alma, no había ya de tardar en rendirla por entero a su dominio. Y acaeciole a Teresa que, cierto día que entró en el oratorio, vió una imagen que habían traído a guardar allí. Era de Cristo, nos dice ella, muy llagado, un lastimoso y tierno Ecce Homo. Al verle Teresa se turbó en su ser, porque representaba muy a lo vivo todo lo que el Señor había padecido por nosotros. "Arrojéme cabe Élnos cuentacon grandísimo derramamiento de lágrimas" (Vida, IX, 1). ¿Cómo no había de ser así, si aquel corazón generoso, magnánimo de Teresa estaba destinado a encender en su fuego, a través de los siglos, a miles y miles de almas en el amor de Cristo?
Y ya, desde este trance, el espiritu de Teresa es un volcán en ebullición, desbordante de plenitud y de fuerza. Su alma, guiada por Jesucristo, entra a velas desplegadas por el cauce de la oración mental. ¿Qué es la oración para Teresa? ¿Será un alambicamiento de razones y conceptos, al estilo de los ingenios de aquel siglo? No; mucho más sencillo: "No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama" (Vida, VIII, 5 ). En ese "tratar de amistad" vendrán a resolverse todos los grados de oración que su alma y su pluma recorran, hasta las últimas "moradas", hasta el "convite perdurable" que San Juan de la Cruz pone en la cima del "Monte Carmelo". ¿Y quién no se siente con fuerzas para emprender el camino de la oración mental? Teresa esgrimirá el argumento definitivo para alentar a los irresolutos: "A los que tratan la oración el mismo Señor les hace la costa, pues, por un poco de trabajo, da gusto para que con él se pasen los trabajos" (Vida, VIII, 8).
Esta es la oración de Santa Teresa, elevada, cordial, enderezada al amor, porque, son sus palabras, "el aprovechamiento del alma no está en pensar mucho, sino en amar mucho" (Fund., V, 2 ) . ¿Quién se imagina que el fruto de la oración son los gustos y consolaciones del espíritu? En otro lugar nos avisará Santa Teresa que "no está el amor de Dios en tener lágrimas..., sino en servir con juticia y fortaleza de ánima y humildad" (Vida, XI, 13).
Es el año 1562. Teresa de Jesús, monja de la Encarnación de Avila, siente dentro de si la primera sugestión del Señor que ha de impulsarla a la gran aventura de la reforma carmelitana. ¿Por qué no volver al fervor y rigor de la regla primitiva? Y, desde este punto, Teresa de Jesús pone a contribución todas sus fuerzas en la magna empresa. Ella ha comprendido muy bien el mandato del Señor y el sentido de aquellas palabras del salmista: "obra virilmente", y se lanza con denuedo a la lucha.
Una marea de contradicciones va a oponerre al tesón de su ánimo esforzarlo. No importa. Ella seguirá adelante, porque es el mismo Jesucristo quien le dirá en los mornentos críticos: "Ahora, Teresa, ten fuerte" (Fund.. XXXI, 26). No importa el parecer contrario de algunos letrados, la incomprensión de sus confesores, el aborrecimiento, incluso, de sus hermanas en religión, todo un mundo que se levanta para cerrarle el paso. No importa. Es Santa Teresa la que escribe para ejemplo de los siglos venideros esta sentencia bellísima: "Nunca dejará el Señor a sus amadores cuando por sólo Él se aventuran" (Conceptos, III, 7).
Espoleada por esta convicción, Teresa de Jesús vence todos los obstáculos y sale, por fin, de la Encarnación para fundar, en la misma Avila, el primer palomar de carmelitas descalzas. Se llamará "San José", pues de San José es ella rendida devota. ¿Sabéis cuál es el ajuar que de la Encarnación lleva a la nueva casa, y del que deja recibo firmado? Consiste en una esterilla de paja, un cilicio de cadenilla, una disciplina y un hábito viejo y remendado.
"Andaban los tiempos recios" (Vida, XXXIII, 5), cuenta la fundadora. Las ofensas que de los luteranos recibía el Señor en el Santísimo Sacramento le impelían a levantar monasterios donde el Señor fuese servido con perfección. Y así, desprovista de recursos, "sin ninguna blanca" (Vida, XXXIII, 12: Fund., III, 2), como ella dice donosamente, fiada sólo en la Providencia y en el amor de Cristo que se le muestra en la oración, funda e irán surgiendo como llamaradas de fe que suben hasta el cielo los conventos de Medina del Campo. Malagón, Valladolid, Toledo, Pastrana, Salamanca, Alba de Tormes, Segovia, Beas, Sevilla, Caravaca, Villanueva de la Jara, Palencia, Soria, Granada y Burgos. "Para esto es la oración, hijas mías apunta la madre Teresa a sus descalzas: de esto sirve este matrimonio espiritual: de que nazcan siempre obras, obras" (Moradas, séptima, IV, 6). Paralelamente, su encuentro con San Juan de la Cruz, a quien gana para la reforma del Carmelo, señala un jalón trascendental en la historia de la espiritualidad. Estas dos almas gigantes se comprenden en seguida, las dos que, más tarde, habrán de ser los reyes de la teología mística, gloria de España.
Teresa de Jesús desarrolla una actividad enorme, asombrosa, tan asombrosa como lo variado de su personalidad. No hav más que asomarse a la fronda de su incomparable epistolario-cuatrocientas treinta y siete cartas se conservanpara calibrar el talento y fortaleza excepcionales de esta mujer, que, en un milagro de diplomacia y de capacidad de trabajo, lleva sobre sus frágiles hombros el peso y la responsabilidad de un negocio tan vasto y dilatado como es el de la incipiente reforma del Carmelo.
Su diligencia se extiende a los detalles más nimios. A sí misma se llama "baratona y negociadora" (Epíst., I, p.52 ), porque llega hasta entender en contratos de compraventa y a discutir con oficiales y maestros de obras.
Por pura obediencia, sólo por pura obediencia, escribe libros capitales de oración, ella, que, de si misma, dice "cada día me espanta más el poco talento que tengo en todo" (Fund., XXIX, 24 ). Y, mientras escribe páginas inimitabies, confiesay no podemos por menos de leer estas palabras con honda emoción: "me estorbo de hilar por estar en casa pobre, y con hartas ocupaciones" (Vida, X, 7). Sus obras quedan ya para siempre como monumentos de espiritualidad y bien decir. El castellano de Santa Teresa es unico. En opinión de Menéndez Pidal, "su lenguaje es todo amor; es un lenguaje emocional que se deleita en todo lo que contempla, sean las más altas cosas divinas, sean las más pequeñas humanas: su estilo no es más que el abrirse la flor de su alma con el calor amoroso y derramar su perfume femenino de encanto incomparable".
Santa Teresa de Jesús, remontada a la última morada de la unión con Dios, posee, además, un agudisimo sentido de la realidad, el ángulo de visión castellano, certero, que taladra la corteza de las cosas y personas, calando en su íntimo trasfondo. En relación con el ejercicio de la presencia de Dios, adoctrina a sus monjas de esta guisa: 'Entended que, si es en la cocina. entre los pucheros anda el Señor, ayudándoos en lo interior y exterior" (Fund., V. 8).
¡Ay la gracia y donaire de la madre Teresa! En cierta ocasión, escribiendo al jesuita padre Ordóñez acerca de la fundación de Medina, dice estas palabras textuales: "Tengo experiencia de lo que son muchas mujeres juntas: ¡Dios nos libre!" (Epíst., I, p. 109). Otra vez, en carta a ia priora de Sevilla, refiriéndose al padre Gracián, oráculo de la Santa y puntal de la descalcez: "Viene bueno y gordo, bendito sea Dios" (Epist., Il, 87). Y en otro lugar, quejándose de algún padre visitador, cargante en demasía, escribe a Gracián: "Crea que no sufre nuestra regla personas pesadas, que ella lo es harto" (Epist., I, 358). Con sobrado motivo el salero de la fundadora ha quedado entre el pueblo español como algo proverbial e irrepetible.
Teresa de Jesús ya ha consumado su tarea. El 4 de octubre de 1582, en Alba de Tormes, le viene la hora del tránsito. Su organismo virginal, de por vida asendereado por múltiples padecimientos, ya no rinde más. "¡Oh Señor mío y Esposo míole oyen suspirar sus monjas, ya es llegada la hora deseada, tiempo es ya que nos veamos. Señor mío, ya es tiempo de caminar!..." Muere, como los héroes, en olor de muchedumbre, porque muchedumbre fueron en España los testigos de sus proezas y bizarrías, desde Felipe II y el duque de Alba hasta mozos de mulas, posaderos y trajinantes. Asimismo la trataron, asegurando su alma, San Francisco de Borja, San Pedro de Alcántara, San Juan de Avila y teólogos eminentes como Báñez.
"Yo no conocí, ni vi, a la madre Teresa de Jesús mientras estuvo en la tierraescribiría años después la egregia pluma de fray Luis de León, más agora, que vive en el cielo, la conozco y veo casi siempre en dos imágenes vivas que nos dejó de sí, que son sus hijas y sus libros..." Cuatro siglos más tarde, sin perder un ápice de su vigencia, muy bien podemos hacer nuestras las palabras del in signe agustino.
El cuerpo de Santa Teresa y su corazón transverberado se guardan celosamente en Alba. No hay más que decir para entender que, por derecho propio e inalienable, señala Alba de Tormes una de las cimas más altas y fragantes de la geografía espiritual de España.
PABLO BILBAO ARÍSTEGUI
2.
SANTA TERESA DE JESÚS
15 de Octubre
Los fragmentos del Libro de la Vida, están en el lenguaje original
Nota (Los fragmentos del Libro de la Vida, están en el lenguaje original)
1. El nombre Teresa
En el Diccionario Etimológico (de nombres propio de Gutierre Tibón, FCE), se
lee: Teresa, Latín, Therasia, Terapia, Teresia, y que viene del griego
cosechadora o segadora, y también de cazar, entonces, que Teresa sea conocida
también como la cosechadora, cultivadora de las virtudes y cazadora de almas, es
algo muy particular de ella reflejada en su nombre.
En efecto, ella es una buena cazadora, pues nos atrapa, nos cautiva.
Es sin lugar a dudas, una de las grandes mujeres santas, su vida y su
literatura, Exclamaciones del Alma, Camino de Perfección, Cartas, Libro de la
Vida, Los Conceptos del Amor de Dios, Escritos Menores, Las Fundaciones, Las
Relaciones, entre otros, su poemas, su dicho, su forma de orar, la hace estar
entre las mujeres más grandes y admirables de la historia, y ser una de las tres
doctoras de la Iglesia como otra gran Santa, Teresita del Niño Jesús y Santa
Catalina de Siena.
2. Sus Padres
Sus padres fueron Alonso Sánchez de Cepeda y Beatriz Dávila y Ahumada, de ellos
Santa Teresa escribió:
“Era mi padre hombre de mucha caridad con los pobres y piedad con los enfermos y
aun con los criados; tanta, que jamás se pudo acabar con él tuviese esclavos,
porque los había gran piedad, y estando una vez en casa una de un su hermano, la
regalaba como a sus hijos. Decía que, de que no era libre, no lo podía sufrir de
piedad. Era de gran verdad. Jamás nadie le vio jurar ni murmurar. Muy honesto en
gran manera.”
“Mi madre también tenía muchas virtudes y pasó la vida con grandes enfermedades.
Grandísima honestidad. Con ser de harta hermosura, jamás se entendió que diese
ocasión a que ella hacía caso de ella, porque con morir de treinta y tres años,
ya su traje era como de persona de mucha edad. Muy apacible y de harto
entendimiento. Fueron grandes los trabajos que pasaron el tiempo que vivió.
Murió muy cristianamente.”
Cuando su madre murió Santa Teresa escribió: “Acuérdome que cuando murió mi
madre quedé yo de edad de doce años, poco menos. Como yo comencé a entender lo
que había perdido, afligida fuime a una imagen de nuestra Señora y supliquéla
fuese mi madre, con muchas lágrimas. Paréceme que, aunque se hizo con simpleza,
que me ha valido; porque conocidamente he hallado a esta Virgen soberana en
cuanto me he encomendado a ella y, en fin, me ha tornado a sí”
3. Sus Hermanos
Éramos tres hermanas y nueve hermanos. Todos parecieron a sus padres, por la
bondad de Dios, en ser virtuosos, si no fui yo, aunque era la más querida de mi
padre. Y antes que comenzase a ofender a Dios, parece tenía alguna razón; porque
yo he lástima cuando me acuerdo las buenas inclinaciones que el Señor me había
dado y cuán mal me supe aprovechar de ellas.
Su Padre enviudo con tres hijos, Juan, Pedro y María, luego se caso y tuvo nueve
hijos, Rodrigo, Teresa, Lorenzo, Pedro, Jerónimo, Antonio, Agustín y Juana.
4. Su ciudad
Teresa nació en la ciudad castellana de Ávila, distante a 115 km de Madrid, allí
nació ella el 28 de marzo de 1515. Su padre escribió en su diario al nacer:” Hoy
28 de marzo de 1515, nació Teresa mi hija, a las cinco de la mañana. Su mamacita
Beatriz esta cumpliendo en este día sus veinte años. Gobierna el país el rey
Fernando el Católico. Regente es el Cardenal Cisneros. Es el según año del
Pontificado del Papa León X.
5. Los deseos martirio y vivir como ermitaños siendo niña
Santa Teresa nos cuenta que con uno de sus hermanos, Rodrigo tres años mayor que
ella, leían la vida de los santos, llamándole mucho la atención, lo que decía:
“Como veía los martirios que por Dios las santas pasaban, parecíame compraban
muy barato el ir a gozar de Dios y deseaba yo mucho morir así, no por amor que
yo entendiese tenerle, sino por gozar tan en breve de los grandes bienes que
leía haber en el cielo” y así fue como concertó con su hermano ir a tierra de
los moros, “,pidiendo por amor de Dios, para que allá nos descabezasen”. Pero no
le fue posible ir a esa tierras, entonces luego ella escribe: “De que vi que era
imposible ir a donde me matasen por Dios, ordenábamos ser ermitaños; y en una
huerta que había en casa procurábamos, como podíamos, hacer ermitas, poniendo
unas pedrecillas que luego se nos caían, y así no hallábamos remedio en nada
para nuestro deseo; que ahora me pone devoción ver cómo me daba Dios tan presto
lo que yo perdí por mi culpa”
6. Las devociones siendo niña
Hacía limosna como podía, y podía poco. Procuraba soledad para rezar mis
devociones, que eran hartas, en especial el rosario, de que mi madre era muy
devota, y así nos hacía serlo. Gustaba mucho, cuando jugaba con otras niñas,
hacer monasterios, como que éramos monjas, y yo me parece deseaba serlo, aunque
no tanto como las cosas que he dicho.
7. Cosa juveniles
Santa Teresa, nos relata un pasaje juvenil, y nos deja a los padres una buena
enseñanza, el cuidado con las amistades, algo que ella se dio cuenta a tiempo y
sus cualidades la hicieron pasar muy bien por esta etapa.
“Comencé a traer galas y a desear contentar en parecer bien, con mucho cuidado
de manos y cabello y olores y todas las vanidades que en esto podía tener, que
eran hartas, por ser muy curiosa. No tenía mala intención, porque no quisiera yo
que nadie ofendiera a Dios por mí”
“Si yo hubiera de aconsejar, dijera a los padres que en esta edad tuviesen gran
cuenta con las personas que tratan sus hijos, porque aquí está
mucho mal, que se va nuestro natural antes a lo peor que a lo mejor.”
“Por aquí entiendo el gran provecho que hace la buena compañía, y tengo por
cierto que, si tratara en aquella edad con personas virtuosas, que estuviera
entera en la virtud.”
Los santos, no dejan de ser personas humanas, pero hay algo especial en ellos
que los hace diferentes, estar iluminados por la buena luz.
En todo caso, a don Alonso, padre de Teresa, no le parecía bien la influencia de
una amistad de la juventud, auque como dice ella misma, “pues nunca era
inclinada a mucho mal, porque cosas deshonestas naturalmente las aborrecía”, sin
embargo su padre la envío a vivir a un monasterio, así lo relata Teresa “Porque
no me parece había tres meses que andaba en estas vanidades, cuando me llevaron
a un monasterio que había en este lugar, adonde se criaban personas semejantes,
aunque no tan ruines en costumbres como yo. Teresa tenía ya 15 años.
8. Retrato de Teresa
Según el Libro Semblanza de Santa Teresa de Jesús, del Padre Jesús Marti
Ballester, este es el retrato físico y psíquico de Teresa.
Sus contemporáneos nos han dejado su retrato. Teresa era de estatura mediana,
más bien grande que pequeña. Medía 1,68. Gruesa más que flaca, y en todo bien
proporcionada. De color blanco y encarnado, especialmente en las mejillas.
Cabello negro, limpio, reluciente y blandamente crespo. Frente ancha y muy
hermosa. Cejas un poco gruesas, de color rubio oscuro. Los ojos negros, vivos y
redondos, al reír mostraban alegría, y cuando mostraban gravedad eran muy
graves. La nariz, más pequeña que grande. La boca, ni grande ni pequeña. Los
dientes, iguales y muy blancos. La garganta ancha, blanca y no muy alta, sino un
poco metida. Manos y pies, lindos y proporcionados. Y tenía tres lunares en la
cara. Daba gran contento mirarla y oírla, porque era muy apacible y graciosa en
todas sus palabras y ademanes. Tenía particular aire y gracia en el andar, en el
hablar, en el mirar y en cualquier ademán que hiciese. Los vestidos, aunque
fuesen viejos y remendados, todos le caían muy bien. No ignoraba Teresa las
cualidades que tenía. Anciana ya, manifestaba a un padre carmelita: «Sepa,
padre, que me loaban de tres cosas temporales, que eran de discreta, de santa y
de hermosa, y yo creía que era discreta y hermosa, que era harta vanidad, mas
que era buena y santa, siempre entendía que se engañaban». Su psicología está
marcada por una gran sensibilidad, que se manifestaba en la expresión de su
rostro; sus profundos sentimientos fácilmente le bañaban en lágrimas los ojos de
pena, de ternura, de alegría o de compasión. Lloraba con mucha frecuencia,
aunque con más parsimonia, en su madurez. Tenía una gracia natural que se
llevaba a la gente de calle, y un deseo de agradar fuera de lo común. Juan Rof
Carballo ha estudiado su grafismo y ha escrito: «Trazos llenos, vibrantes,
contradictorios, muestran el juego activísimo de las fuerzas del inconsciente.
Pero todo ello aparece, y esto es lo asombroso, como enmarcado o dominado con
suavidad infinita dentro de un yo de extraordinario poder y riqueza»
9. Un cambio en Teresa
Estando en el internado, Teresa conoció a una monja que le fue buena compañía,
ella escribió de esta amistad “Pues comenzando a gustar de la buena y santa
conversación de esta monja, holgaba me de oírla cuán bien hablaba de Dios,
porque era muy discreta y santa. Esto, a mi parecer, en ningún tiempo dejé de
holgarme de oírlo. Comenzóme a contar cómo ella había venido a ser monja por
sólo leer lo que dice el evangelio: Muchos son los llamados y pocos los
escogidos. Decíame el premio que daba el Señor a los que todo lo dejan por El.
Un año y medio estuvo en ese monasterio, donde ella poco a poco fue
experimentando un cambio en su vida, así escribía “Comencé a rezar muchas
oraciones vocales y a procurar con todas me encomendasen a Dios, que me diese el
estado en que le había de servir.”
10. Regreso a casa
Teresa enfermo gravemente y su padre la regreso a su casa, donde se repuso
totalmente, en el período de convalecencia fue a visitar a una hermana quien la
quería mucho, en el camino pasaron por la casa de un tío, viudo y hermano de su
padre llamado Pedro, que luego fue monje, allí donde su tío paso un corto
tiempo, el influyó de alguna forma con sus libros religiosos y su conversación
espiritual, y especialmente como lo declara ella, la causo una gran impresión
las cartas de san Jerónimo.
11. El deseo de ser Monja
Dice Teresa “en esta batalla estuve tres meses, forzándome a mí misma con esta
razón: que los trabajos y pena de ser monja no podía ser mayor que la del
purgatorio”, esto es significa que al forma de pensar era que las penas del
purgatorio ere menores que las que merecía fuera del convento.
Animada por las Epístolas de San Jerónimo, ella le comento a su padre la
intención de ser monja, pero se opuso y le respondió, una vez que acabará su
vida, esto es cuando muriese, en ese momento ella podía tomar esa decisión.
El 2 de noviembre de 1535, siendo de madrugada, ayudada por uno de sus hermanos,
Teresa tomo la decisión de ir a visitar a una amiga religiosa a un convento de
las carmelitas, ella estaba resuelta en su determinación, y así lo dijo “puesto
que ya en esta postrera determinación ya yo estaba de suerte, que a cualquiera
que pensara servir más a Dios o mi padre quisiera, fuera; que más miraba ya el
remedio de mi alma, que del descanso ningún caso hacía de él.” Con todo ella
manifestaba su gran dolor y angustia por la separación de su familia,
especialmente su padre.
Dijo Teresa que una vez tomado el hábito, luego le dio el Señor a entender cómo
se favorece a los que se hacen fuerza para servirle y que a la hora después fue
tan grande su felicidad, que por siempre estuvo feliz de haberlo llevado.
Su padre, luego de ingresar al convento le retiro la negativa.
12. La toma del hábito y la profesión religiosa
El 2 de noviembre de 1536, después de un año de postulación, le impusieron el
hábito de religiosa, y el 3 de noviembre de 1537, hizo su profesión religiosa,
esto es los tres votos de pobreza, castidad y obediencia.
13. Teresa cae gravemente enferma
El cambio de vida, entre su hogar y el monasterio, le provoco un problema de
salud, que al no ser al principio bien tratado, le comenzó a provocar una
enfermedad que se fue agravando, Teresa lo relata así: “La mudanza de la vida y
de los manjares me hizo daño a la salud, que, aunque el contento era mucho, no
bastó. Comenzáronme a crecer los desmayos y dióme un mal de corazón tan
grandísimo, que ponía espanto a quien le veía, y otros muchos males juntos, y
así pasé el primer año con harta mala salud”
Así fue como su padre la retiro del convento, a fin de buscar mejores médicos y
al no encontrarlos, ella se quedo por nueve mese en casa de una hermana casada.
Teresa estuvo enferma por casi tres años.
14. Lectura espiritual
En el camino a la casa de su hermana, paso nuevamente donde su tío Pedro, quien
le regalo un libro titulado Tercer Abecedario, que trataba de enseñar oración de
recogimiento espiritual, (escrito por Francisco Osuna), con el aprendió la
oración mental y la contemplación, y lo tuvo por libro maestro, y guiada por
aquella buena lectura, experimento un cambio espiritual. “Procuraba lo más que
podía traer a Jesucristo, nuestro bien y Señor, dentro de mí presente, y ésta
era mi manera de oración”, escribiría Teresa.
15. El peligro de los confesores mal preparados
Teresa nos comenta sobre el peligro de los confesores que no están bien
preparados, y aconseja que para ser director espiritual, deben ser personas bien
instruidas, es así como ella escribió: “Estaba una persona de la iglesia, que
residía en aquel lugar adonde me fui a curar, de harto buena calidad y
entendimiento. Tenía letras, aunque no muchas. Yo comencéme a confesar con él,
que siempre fui amiga de letras, aunque gran daño hicieron a mi alma confesores
medio letrados, porque no los tenía de tan buenas letras como quisiera”. Esto lo
advierte para que las personas que buscan dirección le den debida importancia a
la calidad del elegido para esta tarea.
16. Teresa ayuda a un sacerdote a corregir sus faltas
Nos narra Teresa que mientras ella se sanaba de su enfermedad, conoció a un
sacerdote el cual fue su confesor, ella le tomo gran estimación, y le hizo su
comentarios en su fervor de joven religiosa, de su gran alegría de hablar de
Dios, es así como este sacerdote, viendo la gran calidad moral que le mostraba
Teresa, le llego a contar que por durante siete años, llevaba una amistad
pecaminosa y así con esa falta, el celebraba misa, a pesar de que no creía en
hechicería, el se sentía así, por esa costumbre de las mujeres de mala fama de
utilizar este argumento para atraer a los hombres. Cuando supo de esto Teresa,
comenzó con mucho cariño a hablarle de Dios y a motivarlo a abandonar esta
situación, lo que logro con éxito, porque finalmente el sacerdote lo hizo. Luego
hasta su muerte, un año y medio después el con mucho arrepentimiento y con
buenas obras, salvo su alma.
17. Teresa es dada por muerta y la confesión.
A fin de completar su tratamiento, Teresa se traslado donde un curandera, donde
paso dos meses de gran sufrimiento y no se sanó, entonces su padre la regresó a
Avila.
Un comentario de San Gregorio sobre el libro de Job, que ella repetía a menudo
en el pensamiento de daba mucha fuerza, “Si aceptamos los bienes de la mano del
Señor, ¿por qué no aceptar también de El los males?
En la fiesta de la Asunción pidió Teresa confesarse, su padre no le permitió
hacerlo, y eso que era un buen católico, pero lo hizo por temor a que fuera como
algo último en su vida, y en ese entonces le vino una parálisis y luego un
estado de inconciencia, la creyeron en estado moribundo y le pusieron hasta cera
en los ojos para que le quedaran abiertos, la amortajaron y comenzaron a
preparar el velorio, pero su padre se resistió a aceptarlo, aún más cuando un
hermano de ella la cuidaba haciendo turno, se durmió y una de la velas del
velorio provoco un amago de incendio con tal humareda que Casio se asfixió, con
todo después de cuatro días de delirio, despertó, pidiendo un confesor, a lo que
su padre feliz accedió. Teresa, después de este suceso nunca dejo falta, aunque
se venial, sin confesar.
18. San José, abogado de Teresa
Después de volver a su conciencia, Teresa estuvo 8 meses tullida, privada de
todo movimiento, con paciencia admirables soporto grandes dolores hasta su 25
años, aceptado todo lo que le había venido, tuvo que aprender a caminar de
nuevo, igual que de pequeña, “gateando”, pero en su soledad, recibió mucho amor
de Dios, una gran fuerza, se confesaba y comulgaba con frecuencia, leía libros
espirituales, y viendo que lo médicos no la sanaban, se encomendó a San José,
así lo relata ella: “Tome por abogado y señor al glorioso San José y encomendéme
mucho a él. Vi claro que así de esta necesidad como de otras mayores de honra y
pérdida de alma este padre y señor mío me sacó con más bien que yo le sabía
pedir. No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de
hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio
de este bienaventurado Santo, de los peligros que me ha librado, así de cuerpo
como de alma; que a otros santos parece les dio el Señor gracia para socorrer en
una necesidad, a este glorioso Santo tengo experiencia que socorre en todas y
que quiere el Señor darnos a entender que así como le fue sujeto en la tierra
-que como tenía el nombre de padre, siendo ayo, (padre adoptivo) le podía
mandar-, así en el cielo hace cuanto le pide.” Teresa nos quiere decir que así
como Jesús le fue obediente en la tierra durante años, que como padre adoptivo
podía mandar, así ahora Jesucristo en el Cielo, le concede cuanto pide.
19. Un poco de relajación, no hace bien
Luego de recuperada Teresa, se relajo un poco, y dejo a un lado la oración
mental y se dedico a la oración de la comunidad, ella culpaba un poco esta
situación a que el monasterio no era de clausura y entraba y salía visitas
continuamente, causando distracción, incluso con visitas de personas
pecaminosas, pero pronto comprendió que ese no era el camino, es así como ella
explica el mal que hace cuando en los convento no se practica la estricta
observancia religiosa. Ella misma se dio cuenta mientras estaba en una
conversación mundana que no le parecía dañosas a la vida espiritual, tuvo una
visión con los ojos del alma, en la cual Jesús le hizo saber que esto a El le
disgustaba.
20. Regreso a la oración contemplativa
El padre de Teresa expiro en la vigilia de la navidad de 1543, ella tenía 28
años, un sacerdote dominico, confesor de su padre, le hizo un gran bien
espiritual, al darle el consejo que no abandonara la oración contemplativa, el
comulgar con frecuencia, a partir de ese minuto no la abandono jamás.
Según su propia experiencia ella nos enseña acerca de la oración mental, que
aunque al principio es imperfecta, nunca se debe dejar de hacer, ya que poco a
poco se perfecciona, y agrega Teresa “Y quien no la ha comenzado, por amor del
Señor le ruego yo no carezca de tanto bien. No hay aquí que temer, sino que
desear; porque, cuando no fuere adelante y se esforzare a ser perfecto, que
merezca los gustos y regalos que a estos da Dios, a poco ganar irá entendiendo
el camino para el cielo”
Esa es la infinita bondad de Dios, que le da mucha importancia al tiempo que a
El le damos. Y que cuando nos ve arrepentido de nuestras faltas, olvida las
ofensas que le hemos hecho.
21. El Señor despierta su alma y le da luz
Dice Teresa, que andaba su alma cansada, y auque ella lo quería, no cambiaba un
modo de vida que no degustaba, entonces le sucedió, que entrando a un oratorio
(Capilla), vio una imagen, que había traído allá a guardar, y que se había
utilizado para una cierta fiesta del convento, era Cristo, con todas sus
heridas, y se impresiono mucho, así lo relata: “Vi una imagen que habían traído
allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa.
Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle
tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí
de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me
partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas,
suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle” Entonces se
arrodilló y suplico que Jesús la fortaleciera de una vez y nunca mas ofenderlo.
22. Todo es dado por Dios
Nos narra que con frecuencia le sucedía que presentía muy cerca la presencia del
Señor, y de que ninguna manera podía dudar que estaba dentro de ella, pero esto
no era una visión, mas bien un sentimiento de mística teológica.
Todo es dado de Dios no dice Tersa, y no le parece bien que seamos tan bajo e
ingrato con Dios, por todo lo que hizo por nosotros, como la Pasión de
Jesucristo, sus dolores, y su calvario, y por todo los que nos ama, sus obras y
su grandeza para sus hijos.
El dedicarse a amar a Dios, en un gran honor, no existe otro que se le parezca,
especialmente cuando se ama de verdad, y más por agradarle que por temor a los
castigos, “El mejor tesoro que podríamos adquirir es amar a Dios”
23. Nuestra disposición física al orar
Teresa nos recomienda la disposición física que tenemos que tener para nuestros
momentos de oración, esto es no hacerla cuando estamos cansados, pero si darse
un descanso para orar, y nos recuerda que Jesús dijo: “Suave es su yugo, y es
gran negocio no traer el alma arrastrada, como dicen, sino llevarla con suavidad
para su mayor aprovechamiento.”, esto es su yugo es suave, por eso no hay que
atormentar al alma, y no llevarla como rastra hacia la perfección, sino
suavemente.
24. Los grados de la oración
A pesar de algunas arideces en la oración, Teresa, nos dice que al recordar todo
lo que sufrió por nosotros Jesucristo, puede llevarnos a un grado de compasión
que le hace mucho bien a nuestra alma, y al pensar en gloria que esperamos y el
amor que el Señor nos tuvo y su resurrección, no mueve a un gozo virtuoso, y muy
provechoso. Estas son las cosas, que causan devoción y nos invitan a la oración.
El primer grado de oración, es hacer muchos actos o propósitos, de dedicarse a
servir a Dios, y hacer mucho por Dios, y a despertar el amor, para ayudar a
aumentar las virtudes conforme a un libro que se llama “Arte de servir a Dios”,
que es muy bueno y apropiado para los que están en este grado, porque obra el
entendimiento, dice Teresa: “Puede representarse delante de Cristo y
acostumbrarse a enamorarse mucho de su sagrada Humanidad y traerle siempre
consigo y hablar con El, pedirle para sus necesidades y quejársele de sus
trabajos, alegrarse con El en sus contentos y no olvidarle por ellos, sin
procurar oraciones compuestas, sino palabras conforme a sus deseos y necesidad.”
Es bueno andar alegres y con libertad en este grado de oración, y no andar
pensando que por eso se les ira el entusiasmo por la devoción, si hay que huir
de las ocasiones donde se puede ofender a Dios, no hay que descuidarse y se debe
se humilde en reconocer nuestra débil naturaleza, es necesario distraerse
sanamente, recrearse, así estaremos mejor para la oración.
Dice Teresa “Tener gran confianza, porque conviene mucho no apocar los deseos,
sino creer de Dios que, si nos esforzamos, poco a poco, aunque no sea luego,
podremos llegar a lo que muchos santos con su favor.”
Para el segundo grado de oración Teresa nos explica con este ejemplo: “Pues ya
queda dicho con el trabajo que se riega este vergel y cuán a fuerza de brazos
sacando el agua del pozo, digamos ahora el segundo modo de sacar el agua que el
Señor del huerto ordenó para que con artificio de con un torno y arcaduces
sacase el hortelano más agua y a menos trabajo, y pudiese descansar sin estar
continuo trabajando. Pues este modo, aplicado a la oración que llaman de
quietud, es lo que yo ahora quiero tratar”
Esto es el primero es hacer las cosas fatigadamente, “a fuerza de brazos”, que
son las dificultades del primer grado, el segundo con la ayuda de una maquina,
(un torno), esto es sacamos más, y nos cansa menos, aunque dure mucho rato el
orar.
Entonces en ese minuto, parece que el alma empezara a gozar ya de lo que será la
alegría de la gloria eterna, y a perder el interés o la codicia por los bienes
terrenales.
En el tercer grado de oración, dice Teresa “Vengamos ahora a hablar de la
tercera agua con que se riega esta huerta, que es agua corriente de río o de
fuente, que se riega muy a menos trabajo, aunque alguno da el encaminar el agua.
Quiere el Señor aquí ayudar al hortelano de manera que casi El es el hortelano y
el que lo hace todo.”
En este grado, el alma solo quiere ocuparse de Dios, es como un sueño, da mucho
gusto, es un suave deleite sin comparación, como el que da el agua en una
garganta que estuvo seca, de un alma en gracia que aun no puede ir más adelante,
pero tampoco puede volver atrás, o como un cirio o candela que le falta poco
para finalizar, esto es morir de las cosas del mundo y estar gozando de Dios,
Teresa dice con sus palabras: “Yo no sé otros términos cómo lo decir ni cómo lo
declarar, ni entonces sabe el alma qué hacer; porque ni sabe si hable ni si
calle, ni si ría, ni si llore. Es un glorioso desatino, una celestial locura,
adonde se desprende la verdadera sabiduría, y es deleitosísima manera de gozar
el alma.”
El cuarto grado de oración. Escribe Teresa: “El Señor me enseñe palabras cómo se
pueda decir algo de la cuarta agua. Bien es menester su favor, aun más que para
la pasada; porque en ella aún siente el alma no está muerta del todo, que así lo
podemos decir, pues lo está al mundo; mas, como dije, tiene sentido para
entender que está en él y sentir su soledad, y aprovéchase de lo exterior para
dar a entender lo que siente, siquiera por señas. “
Teresa hace toda una declaración de la gran dignidad que adquiere el alma en
este estado, es para que muchos pedan animarse, para entusiasmar a muchos a la
oración, porque es un estado de divinidad que el Señor aprecia, por tanto nos
exhorta a esforzarnos a llegar a esta grado, ya que se puede alcanzar en nuestra
vida, no por merecerlo si no por la bondad de Dios.
Teresa nos escribe en libro de su vida “En toda la oración y modos de ella que
queda dicho, alguna cosa trabaja el hortelano; aunque en estas postreras va el
trabajo acompañado de tanta gloria y consuelo del alma, que jamás querría salir
de él, y así no se siente por trabajo, sino por gloria. Acá no hay sentir, sino
gozar sin entender lo que se goza. Entiéndese que se goza un bien, adonde juntos
se encierran todos los bienes, mas no se comprende este bien. Ocúpanse todos los
sentidos en este gozo, de manera que no queda ninguno desocupado para poder en
otra cosa, exterior ni interiormente.”
25. El modo de llevar la oración y el consejero espiritual
En una momento sucedió que alguna mujeres se sentía muy iluminadas por Dios en
su grado de oración, pero descubrió que estaba engañadas por el demonio,
entonces temió de ella misma, al creer que por gran deleite y suavidad que
sentía, algo de lo cual no podía excusarse, puesto que veía en ella una gran
seguridad de que era Dios que la hacia sentir así cuando estaba en oración.
Para disipar los temores decidió consultar a una persona espiritual para
consultarle sobre su modo de oración, a fin de la iluminara si estaba errada o
no, consulto con un hombre ejemplar que la derivó a un clérigo, el que no le dio
importancia al modo de orar de Teresa y además no la quiso confesar, aún mas,
ambos luego de analizar el modo de oración de Teresa, le insinuaron que lo que
le sucedía era cosa del demonio, pero al verla tan angustiada por esto, le
consiguieron un guía espiritual Jesuita. Con todo, este jesuita luego le aclaró,
que lo que estaba sintiendo venía de Dios y no del Diablo. Consolada y animada
comenzó una vida nueva, contenta e iniciada en un nuevo modo de Ejercicios
Espirituales, como lo hacían los Jesuitas.
26. La transverberación.
Se denomina así a la experiencia mística de ser traspasado en el corazón
causando una gran herida.
Narración de Teresa: Quiso el Señor que viese aquí algunas veces esta visión:
veía un ángel cabe (junto a) mí hacia el lado izquierdo, en forma corporal, lo
que no suelo ver sino por maravilla; aunque muchas veces se me representan
ángeles, es sin verlos, sino como la visión pasada que dije primero. En esta
visión quiso el Señor le viese así: no era grande, sino pequeño, hermoso mucho,
el rostro tan encendido que parecía de los ángeles muy subidos que parecen todos
se abrasan. (encendidos de amor). Deben ser los que llaman querubines, que los
nombres no me los dicen; mas bien veo que en el cielo hay tanta diferencia de
unos ángeles a otros y de otros a otros, que no lo sabría decir. Veíale
(observo) en las manos un dardo de oro largo, y al fin del hierro me parecía
tener un poco de fuego. Este me parecía meter por el corazón algunas veces y que
me llegaba a las entrañas. Al sacarle, me parecía las llevaba consigo, y me
dejaba toda abrasada en amor grande de Dios. Era tan grande el dolor, que me
hacía dar aquellos quejidos, y tan excesiva la suavidad que me pone este
grandísimo dolor, que no hay desear que se quite, ni se contenta el alma con
menos que Dios. No es dolor corporal sino espiritual, aunque no deja de
participar el cuerpo algo, y aun harto. Es un requiebro tan suave que pasa entre
el alma y Dios, que suplico yo a su bondad lo dé a gustar a quien pensare que
miento. Los días que duraba esto andaba como embobada. No quisiera ver ni
hablar, sino abrazarme con mi pena, que para mí era mayor gloria que cuantas hay
en todo lo criado.
27. El encuentro con San Pedro Alcántara
En Avila, se oían murmuraciones en contra Teresa, incluso su confesor la trataba
con dureza, le suspendió temporalmente de comulgar, le pidió suspender la
meditación y la contemplación, por ese entonces estaba en un casa fuera del
convento, donde a solas le sucedían éxtasis, esto es un estado en el que el alma
alcanza una unión mística con Dios por medio de la contemplación y del amor, es
un estado de la persona cautivada por visiones o sensaciones extremadamente
bellas, agradables o placenteras.
Entonces se le ordenó regresar al convento, y esto la asustaba, por que allí no
estaría sola ante estos éxtasis, por lo cual había pensado emigrar a otro
convento, pero sucedió que llego por aquel lugar el ya famoso fraile Pedro de
Alcántara, un religioso que por cuarenta años dormía una hora y media, que
incluso cuando dormía lo hacia sentado, vestía con telas ordinarias, y caminaba
descalzo, ayunaba día por medio, o más, nunca levantaba la vista, ni siquiera
conocía la cara de otros frailes de su convento. Cuando se encontró con Teresa
él tenía como sesenta años. El encuentro con él le dio gran tranquilidad, ya que
le aseguró que siguiera tranquila, en la vida de oración, tal como lo estaba
haciendo, y le confirmó que lo que le sucedía venía de Dios.
28. Visión de demonio
Relato de Teresa en el Libro la Vida: Estaba una vez en un oratorio, (capilla) y
aparecióme hacia el lado izquierdo, de abominable figura; en especial miré la
boca, porque me habló, que la tenía espantable. Parecía le salía una gran llama
del cuerpo, que estaba toda clara, sin sombra. Díjome espantablemente que bien
me había librado de sus manos, mas que él me tornaría a ellas. Yo tuve gran
temor y santigüéme como pude, y desapareció y tornó luego. Por dos veces me
acaeció esto. Yo no sabía qué me hacer. Tenía allí agua bendita y echélo hacia
aquella parte, y nunca más tornó.
29. La Reforma de la comunidad
Habiendo cierto día comulgado, sintió que el Señor le pidió que se esforzara por
fundar un nuevo convento, algo que ya había planeado, asegurándole que recibiría
su ayuda y que el proyecto saldría adelante, y que debería llamarse san José, y
que además que guardarían sus puertas El y la Virgen, y que Cristo andaría
siempre entre ellas.
Ella le rogó a su confesor su ayuda quien en no se opuso, pero tampoco se
arriesgó, a aprobar la idea, siguiendo el orden, le consulto a Padre Provincial
a través de una buena señora amiga, contándole que sería un monasterio de
clausura.
Pero como esto se supo en el convento de la Encarnación, entre los celos, y
burlas, oposiciones del clero y parte de la comunidad se rechazo la idea.
Entonces a través de una de sus hermanas y en secreto hizo comprar la propiedad,
para hacer la construcción del nuevo convento. En una ocasión se encontró sin
dinero para el pago de los jornaleros, (oficiales), entonces Teresa relata lo
siguiente: “Me apareció San José, mi verdadero padre y señor, y me dio a
entender que no me faltarían, que los concertase. Y así lo hice sin ninguna
blanca, y el Señor, por maneras que se espantaban los que lo oían, me proveyó.
Así fue como tiempo después, y con ausencia de Teresa, porque se le encomendó
acompañar a una dama viuda en Toledo, se término la construcción en el momento
que llega la autorización desde Roma para fundar el convento. Con todo, aún
faltaba convencer al Señor Obispo, asunto del que se encargó el fray Pedro
Alcántara, quien lo llego a convencer. Así en agosto de 1562 ingresaron al nuevo
convento, colocando como guardianes las imágenes de la Virgen en la puerta
principal y la de san José en la Capilla.
Sin embargo, a Teresa se le ordeno regresar al convento de la Encarnación, y
después de largo juicios que llegaron a resolverse con participación de todos
los personajes de importancia de la ciudad, entre clérigos y autoridades
civiles. Estos duraron casi una año, antes de resolver finalmente favorable.
Tenía ya 47 años cunado ingreso por fin al monasterio de San José. A partir de
esa instancia Teresa se comenzó a llamar Teresa de Jesús.
30. Nuevos conventos
En 1567, el superior general de los carmelitas, Juan Bautista Rubio (Rossi),
visitó el convento de Avila y quedó encantado de la superiora y de su sabio
gobierno; concedió a Santa Teresa plenos poderes para fundar otros conventos del
mismo tipo (a pesar de que el de San José había sido fundado sin que él lo
supiese) y aun la autorizó a fundar dos conventos de frailes reformados
("carmelitas contemplativos"), en Castilla.
Santa Teresa pasó cinco años con sus trece religiosas en el convento de san
José, precediendo a sus hijas no sólo en la oración, sino también en los
trabajos humildes, como la limpieza de la casa y el hilado. Acerca de esa época
escribió: "Creo que fueron los años más tranquilos y apacibles de mi vida, pues
disfruté entonces de la paz que tanto había deseado mi alma . . . Su Divina
Majestad nos enviaba lo necesario para vivir sin que tuviésemos necesidad de
pedirlo, y en las raras ocasiones en que nos veíamos en necesidad, el gozo de
nuestras almas era todavía mayor".
La santa no se contenta con generalidades, sino que desciende a ejemplos
menudos, como el de la religiosa que plantó horizontalmente un pepino por
obediencia y la cañería que llevó al convento el agua de un pozo que, según los
plomeros, era demasiado bajo.
En agosto de 1567, Santa Teresa se trasladó a Medina del Campo, donde fundó el
segundo convento, a pesar de las múltiples dificultades que surgieron. A
petición de la condesa de la Cerda se fundo un convento en Malagón. Después
siguieron los de Valladolid y Toledo. Esta última fue una empresa especialmente
difícil porque la santa sólo tenía cinco ducados al comenzar; pero, según
escribía, "Teresa y cinco ducados no son nada; pero Dios, Teresa y cinco ducados
bastan y sobran".
Una joven de Toledo, que gozaba de gran fama de virtud, pidió ser admitida en el
convento y dijo a la fundadora que traería consigo su Biblia. Teresa exclamó:
"¿Vuestra Biblia? ¡Dios nos guarde! No entréis en nuestro convento, porque
nosotras somos unas pobres mujeres que sólo sabemos hilar y hacer lo que se nos
dice". No es que la santa rechazare la Biblia, sino que supo descubrir que esta
se habría convertido en un pretexto para faltar en humildad.
31. La reforma de los religiosos carmelitas
La santa había encontrado en Medina del Campo a dos frailes carmelitas que
estaban dispuestos a abrazar la reforma: uno era Antonio de Jesús de Heredia,
superior del convento de dicha ciudad y el otro, Juan de Yepes, más conocido con
el nombre de San Juan de la Cruz.
Aprovechando la primera oportunidad que se le ofreció, Santa Teresa fundó un
convento de frailes en el pueblecito de Duruelo en 1568; a este siguió, en 1569,
el convento de Pastrana. En ambos reinaba la mayor pobreza y austeridad. Santa
Teresa dejó el resto de las fundaciones de conventos de frailes a cargo de San
Juan de la Cruz.
32. Nuevas fundaciones, dificultades y gracias extraordinarias
La santa fundó también en Pastrana un convento de carmelitas descalzas. Cuando
murió Don Ruy Gómez de Silva, quien había ayudado a Teresa en la fundación de
los conventos de Pastrana, su mujer quiso hacerse carmelita, pero exigiendo
numerosas dispensas de la regla y conservando el tren de vida de una princesa.
Teresa, viendo que era imposible reducirla a la humanidad propia de su
profesión, ordenó a sus religiosas que se trasladasen a Segovia y dejasen a la
princesa su casa de Pastrana.
En 1570, la santa, con otra religiosa, tomó posesión en Salamanca de una casa
que hasta entonces había estado ocupada por ciertos estudiantes "que se
preocupaban muy poco de la limpieza". Era un edificio grande, complicado y
ruinoso, de suerte que al caer la noche la compañera de la santa empezó a
ponerse muy nerviosa. Cuando se hallaban ya acostadas en sendos montones de paja
("lo primero que llevaba yo a un nuevo monasterio era un poco de paja para que
nos sirviese de lecho"), Teresa preguntó a su compañera en qué pensaba. La
religiosa respondió: "Estaba yo pensando en qué haría su reverencia si muriese
yo en este momento y su reverencia quedase sola con un cadáver". La santa
confiesa que la idea la sobresaltó, porque, aunque no tenía miedo de los
cadáveres, la vista de ellos le producía siempre "un dolor en el corazón". Sin
embargo, respondió simplemente: "Cuando eso suceda, ya tendré tiempo de pensar
lo que haré, por el momento lo mejor es dormir".
En julio de ese año, mientras se hallaba haciendo oración, tuvo una visión del
martirio de los beatos jesuitas Ignacio de Azevedo y sus compañeros, entre los
que se contaba su pariente Francisco Pérez Godoy. La visión fue tan clara, que
Teresa tenía la impresión de haber presenciado directamente la escena, e
inmediatamente la describió detalladamente al P. Alvarez, quien un mes más
tarde, cuando las nuevas del martirio llegaron a España, pudo comprobar la
exactitud de la visión de la santa.
33. Nombrada superiora de La Encarnación
Por entonces, San Pío V nombró a varios visitadores apostólicos para que
hiciesen una investigación sobre la relajación de las diversas órdenes
religiosas, con miras a la reforma. El visitador de los carmelitas de Castilla
fue un dominico muy conocido, el P. Pedro Fernández. El efecto que le produjo el
convento de La Encarnación de Avila fue muy malo, e inmediatamente mandó llamar
a Santa Teresa para nombrarla superiora del mismo. La tarea era particularmente
desagradable para la santa, tanto porque tenía que separarse de sus hijas, como
por la dificultad de dirigir una comunidad que, desde el principio, había visto
con recelo sus actividades de reformadora.
Al principio, las religiosas se negaron a obedecer a la nueva superiora, cuya
sola presencia producía ataques de histeria en algunas. La santa comenzó por
explicarles que su misión no consistía en instruirlas y guiarlas con el látigo
en la mano, sino en servirlas y aprender de ellas: "Madres y hermanas mías, el
Señor me ha enviado aquí por la voz de la obediencia a desempeñar un oficio en
el que yo jamás había pensado y para el que me siento muy mal preparada . . . Mi
única intención es serviros . . . No temáis mi gobierno. Aunque he vivido largo
tiempo entre las carmelitas descalzas y he sido su superiora, sé también, por la
misericordia del Señor, cómo gobernar las carmelitas calzadas". De esta manera
se ganó la simpatía y el afecto de la comunidad y le fue menos difícil
restablecer la disciplina entre las carmelitas calzadas, de acuerdo con sus
constituciones. Poco a poco prohibió completamente las visitas demasiado
frecuentes (lo cual molestó mucho a ciertos caballeros de Avila), puso en orden
las finanzas del convento e introdujo el verdadero espíritu del claustro. En
resumen, fue aquella una realización característicamente teresiana.
34. Sevilla
En Veas, a donde había ido a fundar un convento, la santa conoció al P. Jerónimo
Gracián, quien la convenció fácilmente para que extendiese su campo de acción
hasta Sevilla. El P. Gracián era un fraile de la reforma carmelita que acababa
precisamente de predicar la cuaresma en Sevilla.
Fuera de la fundación del convento de San José de Avila, ninguna otra fue más
difícil que la de Sevilla; entre otras dificultades, una novicia que había sido
despedida, denunció a las carmelitas descalzas ante la Inquisición como
"iluminadas" y otras cosas peores.
35. La persecución lleva a la separación entre calzados y descalzos
Los carmelitas de Italia veían con malos ojos el progreso de la reforma en
España, lo mismo que los carmelitas no reformados de España, pues comprendían
que un día u otro se verían obligados a reformarse. El P. Rubio, superior
general de la orden, quien hasta entonces había favorecido a santa Teresa, se
pasó al lado de sus enemigos y reunió en Plasencia un capítulo general que
aprobó una serie de decretos contra la reforma. El nuevo nuncio apostólico,
Felipe de Sega, destituyó al P. Gracián de su cargo de visitador de los
carmelitas descalzos y encarceló a San Juan de la Cruz en un monasterio; por
otra parte, ordenó a Santa Teresa que se retirase al convento que ella eligiera
y que se abstuviese de fundar otros nuevos.
La santa, al mismo tiempo que encomendaba el asunto a Dios, decidió valerse de
los amigos que tenía en el mundo y consiguió que el propio Felipe II
interviniese en su favor. En efecto, el monarca convocó al nuncio y le reprendió
severamente por haberse opuesto a la reforma del Carmelo.
En 1580 obtuvo de Roma una orden que eximía a los carmelitas descalzos de la
jurisdicción del provincial de los calzados. "Esa separación fue uno de los
mayores gozos y consolaciones de mi vida, pues en aquellos veinticinco años
nuestra orden había sufrido más persecuciones y pruebas de las que yo podría
escribir en un libro. Ahora estábamos por fin en paz, calzados y descalzos, y
nada iba a distraernos del servicio de Dios".
36. Aguila y paloma
Indudablemente Santa Teresa era una mujer excepcionalmente dotada. Su bondad
natural, su ternura de corazón y su imaginación chispeante de gracia,
equilibradas por una extraordinaria madurez de juicio y una profunda intuición,
le ganaban generalmente el cariño y el respeto de todos. Razón tenía el poeta
Crashaw al referirse a Santa Teresa bajo los símbolos aparentemente opuestos de
"el águila" y "la paloma". Cuando le parecía necesario, la santa sabía hacer
frente a las más altas autoridades civiles o eclesiásticas, y los ataques del
mundo no le hacían doblar la cabeza. Las palabras que dirigió al P. Salazar:
"Guardaos de oponeros al Espíritu Santo", no fueron el reto de una histérica
sino la verdad. Y no fue un abuso de autoridad lo que la movió a tratar con
dureza implacable a una superiora que se había incapacitado a fuerza de hacer
penitencia. Pero el águila no mata a la paloma, como puede verse por la carta
que escribió a un sobrino suyo que llevaba una vida alegre y disipada: "Bendito
sea Dios porque os ha guiado en la elección de una mujer tan buena y ha hecho
que os caséis pronto, pues habíais empezado a disiparos desde tan joven, que
temíamos mucho por vos. Esto os mostrará el amor que os profeso". La santa tomó
a su cargo a la hija ilegítima y a la hermana del joven, la cual tenía entonces
siete años: "Las religiosas deberíamos tener siempre con nosotras a una niña de
esa edad".
37. Ingenio y franqueza
El ingenio y la franqueza de Teresa jamás sobrepasaban la medida, ni siquiera
cuando los empleaba como un arma. En cierta ocasión en que un caballero
indiscreto alabó la belleza de sus pies descalzos, Teresa se echó a reír y le
dijo que los mirase bien porque jamás volvería a verlos. Los famosos dichos
"Bien sabéis lo que es una comunidad de mujeres" e "Hijas mías, estas son
tonterías de mujeres", demuestran el realismo con que la santa consideraba a sus
súbditas.
Criticando un escrito de su buen amigo Francisco de Salcedo, Teresa le escribía:
"El señor Salcedo repite constantemente: 'Como dice el Espíritu Santo', y
termina declarando que su obra es una serie de necedades. Me parece que voy a
denunciarle a la Inquisición".
38. Selección de novicias
La intuición de Santa Teresa se manifestaba sobre todo en la elección de las
novicias. Lo primero que exigía, aun antes que la piedad, era que fuesen
inteligentes, es decir, equilibradas y maduras, porque sabía que es más fácil
adquirir la piedad que la madurez de juicio. "Una persona inteligente es
sencilla y sumisa, porque ve sus faltas y comprende que tiene necesidad de un
guía. Una persona tonta y estrecha es incapaz de ver sus faltas, aunque se las
pongan delante de los ojos; y como está satisfecha de sí misma, jamás se
mejora". "Aunque el Señor diese a esta joven los dones de la devoción y la
contemplación, jamás llegará a ser inteligente, de suerte que será siempre una
carga para la comunidad". ¡Que Dios nos guarde de las monjas tontas!"
39. Últimos años
En 1580, cuando se llevó a cabo la separación de las dos ramas del Carmelo,
Santa Teresa tenía ya sesenta y cinco años y su salud estaba muy debilitada. En
los dos últimos años de su vida fundó otros dos conventos, lo cual hacía un
total de diecisiete. Las fundaciones de la santa no eran simplemente un refugio
de las almas contemplativas, sino también una especie de reparación de los
destrozos llevados a cabo en los monasterios por el protestantismo,
principalmente en Inglaterra y Alemania.
Dios tenía reservada para los últimos años de vida de su sierva, la prueba cruel
de que interviniera en el proceso legal del testamento de su hermano Lorenzo,
cuya hija era superiora en el convento de Valladolid. Como uno de los abogados
tratase con rudeza a la santa, ésta replicó: "Quiera Dios trataros con la
cortesía con que vos me tratáis a mí". Sin embargo, Teresa se quedó sin palabra
cuando su sobrina, que hasta entonces había sido una excelente religiosa, la
puso a la puerta del convento de Valladolid, que ella misma había fundado. Poco
después, la santa escribía a la madre de María de San José: "Os suplico, a vos y
a vuestras religiosas, que no pidáis a Dios que me alargue la vida. Al
contrario, pedidle que me lleve pronto al eterno descanso, pues ya no puedo
seros de ninguna utilidad".
En la fundación del convento de Burgos, que fue la última, las dificultades no
escasearon. En julio de 1582, cuando el convento estaba ya en marcha, Santa
Teresa tenía la intención de retornar a Avila, pero se vio obligada a modificar
sus planes para ir a Alba de Tormes a visitar a la duquesa María Henríquez. La
Beata Ana de San Bartolomé refiere que el viaje no estuvo bien proyectado y que
Santa Teresa se hallaba ya tan débil, que se desmayó en el camino. Una noche
sólo pudieron comer unos cuantos higos. Al llegar a Alba de Tormes, la santa
tuvo que acostarse inmediatamente. Tres días más tarde, dijo a la Beata Ana:
"Por fin, hija mía, ha llegado la hora de mi muerte". El P. Antonio de Heredia
le dio los últimos sacramentos y le preguntó donde quería que la sepultasen.
Teresa replicó sencillamente: "¿Tengo que decidirlo yo? ¿Me van a negar aquí un
agujero para mi cuerpo?" Cuando el P. de Heredia le llevó el viático, la santa
consiguió erguirse en el lecho, y exclamó: "¡Oh, Señor, por fin ha llegado la
hora de vernos cara a cara!" Santa Teresa de Jesús, visiblemente transportada
por lo que el Señor le mostraba, murió en brazos de la Beata Ana a las 9 de la
noche del 4 de octubre de 1582.
Precisamente al día siguiente, entró en vigor la reforma gregoriana del
calendario, que suprimió diez días, de suerte que la fiesta de la santa fue
fijada, más tarde, el 15 de octubre.
Santa Teresa fue sepultada en Alba de Tormes, donde reposan todavía sus
reliquias.
Su canonización tuvo lugar en 1622.
El 27 de septiembre de 1970 Pablo VI le reconoció el título de Doctora de la
Iglesia.
En la actualidad, las carmelitas descalzas son aprox. 14.000 en 835 conventos en
el mundo. Los carmelitas descalzos son 3.800 en 490 conventos.
Bibliografía
El Libro de la Vida
www.corazones.org
Caminando con Jesús
3. Santa Teresa de Jesús, virgen y doctora de la Iglesia
(1515-1583) "Mujer de inteligencia peregrina y corazón sublime de cristiana, fue más divina cuanto más humana, y más humana cuanto más divina". Así cantó de ella Gabriel y Galán.
Nació Teresa de Cepeda y Ahumada el año de 1515, en el seno de una familia patricia de doce hijos, siendo educada muy cristianamente. A la edad de 12 años construyó una cabaña como la de los padres del desierto en el jardín de sus progenitores; y también deseó ponerse en camino, junto con su hermano Rodrigo, para ir con los moros a buscar las palmas del martirio, para ser decapitada por Cristo, pero su tío se lo impidió y la hizo volver a la casa paterna. Es internada. Muere su madre y atraviesa una temporada un tanto desviada de sus fervores anteriores. De adolescente fue soñadora y novelera, con gran afición a los libros de caballería, coqueta, y "enemiguísima de ser monja". A los veinte años ingresa, sin permiso de su padre, al Convento de la Encarnación. Viste el hábito carmelitano y hace sus Votos Religiosos en 1537.
Cae muy enferma y sale del convento, y después de sanar prosigue un penoso camino de arideces, tentaciones e incomprensiones que van edificando su alma.
Su vida está todavía muy lejos de dar ese "Sí" definitivo o de que sea la tercera conversión al Señor. Esta no llegará hasta la Cuaresma de 1554, cuando ella tenga ya 39 años. Hasta antes de esa edad Teresa vivirá en un ambiente religioso muy mediocre. Se entrega de lleno al Señor y... para siempre. Su vida tuvo un cambio profundo. Sintió un llamado especial de Dios a la santidad y respondió con DECISION y GENEROSIDAD.
Ella acostumbraba decir:
"Ntro. Señor quiere y ama a las almas animosas y humildes. En la vida espiritual hace falta emprender grandes cosas".
Su existencia fue desde entonces un milagro contínuo lleno de visiones, éxtasis, persecuciones demoníacas y apariciones de Ntro. Señor. Felizmente para liberarla de los teólogos que la asediaban y la inducían al error, Dios le envió al gran místico, Pedro de Alcántara. Este continuó guiándola
apareciéndosele después de muerto.
A partir de 1562 llevó a cabo grandes obras como fueron las fundaciones de numerosos centros de vida contemplativa y logró, tras difíciles oposiciones, la reforma del Carmelo, y sin embargo pudo gozar de la quietud que reclama la más alta contemplación, escalando siempre las más elevadas cumbres. En 1568 funda el primer convento de Padres reformados, yendo a la cabeza San Juan de la Cruz.
Herida de una pierna, se quejó un día con el Señor, diciéndole:
"Señor, después de tantos problemas, ¿hacía falta también éste? A lo que el Señor le contestó: "Teresa, yo así trato a mis amigos" y ella Concluyó
diciendo: "¡Ah, Dios mío! Ahora entiendo por qué tienes tan pocos amigos".
Escribe libros prodigiosos llenos de sabiduría y experiencia mística: su autobiografía, camino de perfección, las moradas, cartas , poesías, modo de visitar conventos, constituciones... libros que son un prodigio de gracia personal, simpatía y elevación. Teresa fue la admiración de propios y extraños. En éxtasis o entre pucheros, es la SANTA DE LA NATURALIDAD SOBRENATURAL, de una sencillez altísima que parece inasequible a los humanos sin la ayuda de Dios. Muere en Alba de Tormes, España en 1582. Es canonizada en 1622 y el 27 de septiembre de 1970 es declarada Doctora de la Iglesia por el Papa Paulo VI.