13 de Julio

BEATO CARLOS MANUEL RODRÍGUEZ
(Charlie)
Laico, primer beato portorriqueño


* Caguas (Puerto Rico), 22-noviembre-1918
+ Caguas, 13-julio-1963
B. 29-abril-2001


El 29 de abril de 2001 pasará a la historia de Puerto Rico como el día en que, por primera vez, un cristiano portorriqueño alcanzó el reconocimiento oficial de su santidad, al ser declarado beato: Carlos Manuel Cecilio Rodríguez Santiago, popularmente conocido como Charlie.

El proceso recibía el Nihil obstat de la Santa Sede el 26 de junio de 1992. Y, después de varios trámites, llegó la declaración sobre sus virtudes heroicas el 7 de julio de 1997, fecha en la que se declaraba Venerable al Siervo de Dios Carlos M. Rodríguez. El 29 de abril de 2001 lo beatificó Juan Pablo II, y todo Puerto Rico, lleno de gozo por la buena nueva, está ya a la espera de contar con su primer santo canonizado.

En tan solemne ocasión, Juan Pablo II dijo de Charlie:

«El nuevo beato, iluminado por la fe en la resurrección, compartía con todos el profundo significado del misterio pascual, repitiendo frecuentemente: «Vivimos para esa noche», la de Pascua. Su fecundo y generoso apostolado consistió principalmente en esforzarse para que la Iglesia en Puerto Rico cobrara conciencia de este gran acontecimiento de nuestra salvación... Puso de relieve la llamada universal a la santidad para todos los cristianos y la importancia de que cada bautizado responda a ella de manera consciente y responsable. Que su ejemplo ayude a toda la Iglesia de Puerto Rico a ser fiel, viviendo con firme coherencia los valores cristianos recibidos en la evangelización de la isla.»

Charlie nació en Caguas el 22 de noviembre de 1918, segundo de cinco hijos, de los que una es carmelita y otro es benedictino. Las otras dos hermanas contrajeron matrimonio.

Charlie fue un laico entregado por entero a la causa de Cristo y de su Iglesia como apóstol seglar. Su bendita obsesión era el misterio pascual. Y como cristiano que se adelantaba a la reforma litúrgica que restituirá el esplendor de la Vigilia Pascual, Charlie proclamó la absoluta centralidad de la Vigilia Pascual.

En Puerto Rico, hace años que Charlie es conocido y querido. Pero alguien desde España ya seguía la pista de santidad del que ya es el primer beato portorriqueño. El jesuita Javier Gafo, que murió semanas antes de la beatificación de Carlos Manuel Rodríguez, dejó escrito lo siguiente de Charlie:

Su familia era profundamente católica, de nivel modesto y atravesó por importantes dificultades económicas. La salud de Charlie fue siempre mala, sufriendo desde niño una colitis ulcerosa que le acompañó toda su vida 1. Fue un buen estudiante, con notables conocimientos musicales —por cierto, le gustaban mucho las zarzuelas españolas—. Una vez graduado en la High School, comenzó a trabajar como administrativo. A los 30 años inició sus estudios en la Universidad de Puerto Rico, pero no pudo acabarlos por sus problemas de salud. Tuvo distintos trabajos, hasta que el jesuita español padre González-Quevedo —que, por cierto, tiene una sobrina carnal, Teresita, declarada igualmente «venerable—, le ofreció un trabajo full-time en el Centro Católico de la Universidad de Puerto Rico en Río Piedras (donde fundó el Círculo de Cultura Cristiana).

Charlie Rodríguez pertenece a una importante tradición católica de la Iglesia de Borinquen. Al izarse sobre Puerto Rico la bandera de los Estados Unidos, la mayoría de los sacerdotes españoles abandonó la isla del encanto». Sonó entonces la hora de los laicos: la actividad de muchos seglares, hombres y mujeres, que asumieron con convicción y entusiasmo la misión de la predicación católica. Ahí se inscribe, según me decían, la gran misión de los Hermanos Cheos, unos importantes predicadores seglares e, igualmente, la de Charlie.

La acción de Charlie giró en especial en torno a la Eucaristía. En una época en que la misa se celebraba en latín y era incomprensible para la gran mayoría, Charlie se adelantó a lo que iba a permitirse en el Vaticano II: pedía que la Eucaristía pudiese celebrarse en español para que el pueblo entendiese las lecturas de la Escritura, e hizo grandes esfuerzos para que se comprendiesen las distintas partes de la misa, organizando círculos de liturgia y trabajando muy activamente entre sus compañeros de universidad y en el Centro Católico de la Universidad de Puerto Rico. Charlie no fue sacerdote, pero ayudó a muchos jóvenes a dedicarse al servicio de la Iglesia2.

Vamos a quedarnos con el sentido de la Eucaristía en la acción y la vida de Charlie Rodríguez. Él luchó para que la Eucaristía tuviese la necesaria centralidad en la vida cristiana, para que el pueblo fiel pudiese entender las palabras y los significados de toda la celebración. Sin duda, no se limitaba a convertir a ese sacramento en algo intimista y puramente espiritual. Luchaba por que la presencia de Jesús en el pan y en el vino con-sagrados fuese el verdadero motor de la vida del cristiano.

Sin duda que Charlie se alegra hoy de ver logrado su sueño de unas celebraciones en español. Pero con razón puede pensarse que él hoy nos seguiría urgiendo hacia unas celebraciones que fuesen más cercanas y comprensibles y que lucharía para que nuestros signos fuesen cada vez más expresivos, más vivos, más conectados con la vida de cada día... Él nos diría a los sacerdotes que debemos preparar mejor las homilías y celebrar de forma menos rutinaria; nos animaría para que toda la celebración fuese acompañada por una mayor dignidad, por un sentido más fraternal, por una mucho mayor avidez en la escucha de la palabra de la Escritura y en la acogida de la presencia del Señor Jesús en el centro de nuestra celebración.

El siempre delicado estado de salud de Charlie se deterioró y se le diagnosticó cáncer de colon, sufriendo poco después una colostomía. Sufrió mucho por lo que esa intervención quirúrgica significaba de pérdida de dignidad y de privacidad. Su médico y amigo, el doctor Aguiló, anotó en su diario: «¿Un santo portorriqueño? Esto fue su muerte psicológica». Charlie asumió con paz la proximidad de la muerte. Su hermano, ya sacerdote, afirmaba cómo la palabra «Dios» le daba una gran serenidad. Murió a los 44 años, el 13 de julio de 1963. Ojalá la bella «isla del encanto» tenga pronto un santo, cronológicamente tan cercano a nosotros, que sea un modelo para que muchos seglares de este país continúen siendo muy activos en la labor eclesial y para que todos encontremos en la Eucaristía la fuerza y el estímulo para nuestra vida cristiana...

 

JAVIER GAFO, SJ. (+)

1. Con motivo de la beatificación, el postulador de la causa, padre Romualdo Rodrigo, explica el origen de esa enfermedad: »Cuando tenía nueve años, un perro furioso entró en casa y agarró del cuello a un primito suyo de un año para llevárselo. Charlie se lanzó contra el perro y luchó con él hasta que logró quitarle al niño. Ahora ese niño tiene 70 años. Cuando fui a Puerto Rico me enseñó el cuello con la cicatriz que le dejó el perro cuando se lo llevaba. El enfrentamiento con el perro le procuró a Charlie una fuerte lesión que tuvo que soportar toda la vida y que al final degeneró en cáncer. (N. del E.).

2. Charlie tenía intuiciones que, yendo a las fuentes de la liturgia y de la espiritualidad, adelantaba el posconcilio que él no vivió: Fíjense —decía en una reunión de formación de jóvenes— que en las grandes basílicas romanas no hay reclinatorios. La actitud orante del cristiano es de pie, con lo mínimo del cuerpo tocando en tierra». Y, en 1959, sus compañeros aprendieron de él una profunda convicción: «Vivía con clara transparencia la manera como el bautismo nos une como miembros de su cuerpo místico, viniendo la iniciativa de Dios y no del hombre». Por eso, decía Charlie: No tener claro este aspecto de la vida divina en nosotros..., nos lleva a convertir la religión en legalismos al estilo del Antiguo Testamento. Recitaba diariamente el oficio divino, y lo explicaba con detalle a los miembros del Círculo, animándoles a recitar alguna de las «horas canónicas», contenidas en el «Breviario de los fieles». Su hermano Pepe recordaba en 1962 algo muy significativo de Charlie: Nos inició en el rezo de los salmos, regalándonos una forma abreviada del oficio divino. En él yo encontré al Dios verdadero, creador, dueño y Señor de todo, fuerte y poderoso, en contraste con el Dios meloso y sentimental de los devocionarios populares de la época. Quizá ese gusto por la oración litúrgica de la Iglesia que Charlie nos inculcó fue el comienzo de mi vocación monástica benedictina» (N. del E.).