22 DE JULIO

 

-Santa María Magdalena, Marsella, s. I.

-San Felipe Evans, jesuita, mártir, 1679

-Santa Síntiques; fue discípula de San Pablo y su cooperadora en la propagación del Evangelio, como lo dice él escribiendo a los filipenses: "Ruego a Evodia y a Síntiques que sientan lo mismo en el Señor. También te ruego a ti, fiel compañero, que asistas a aquellas que trabajaron conmigo en el Evangelio..." Y, como dice San Crisóstomo, parece que estas mujeres fueron las primicias de la Iglesia de Filipos, 78.

-San Platón, mártir, Ancira de Galacia, 304.

-San Teófilo el joven, martirizado por los árabes en Chipre, 790. 

-San Cirilo, obispo de Antioquía, mártir, 300.

-San Menelao, abad de Auvergne (Francia) 700.

-San Wandrilo o Wandregesilo, abad de Fontanella (Francia). Descendiente de una de las primeras familias del reino de Austrasia, figuró en su juventud en la corte de Dagoberto I, quien le nombró conde de palacio. Para complacer a sus padres, contrajo matrimonio, pero su esposa, tan virtuosa como él, el mismo día de la boda le persuadió a que guardase perpetua continencia, lo que hicieron ambos algún tiempo, retirándose después uno y otro a diversos monasterios. Wandregesilo, al de Montfaucon en 629. De allí pasó a Roma para practicar la vida monástica hasta 666, en que murió. Los pueblos de la Bretaña le veneran como uno de sus grandes apóstoles.

-San José, conde, Palestina. Célebre judío del s. IV, que gozó de fama bien merecida por su saber; explicó el Talmud largos años en Jerusalén. Se convirtió en un viaje a la Cilicia; sus correligionarios le persiguieron y maltrataron. Constantino el Grande le dió el título de conde. Asistió al Concilio de Nicea y fue uno de los prelados que sufrieron el destierro por defender la fe nicena en tiempo del mismo emperador Constantino. Escitópolis, 356.

-San Salviano, sacerdote de Marsella. De su vida se conocen pocos pormenores. Debió de nacer en Colonia (Alemania), y estar casado con una virtuosa señora llamada Paladia, a quien dejó para abrazar el estado clerical. San Euquerio de Lyón le confió la educación de sus dos hijos, que más tarde fueron obispos. Consultáronle a porfía los sabios más afamados y los teólogos de su tiempo. Escribió el libro De Gubernatione Dei et de justo Dei praesentique juditio, en el que se eleva a las más altas esferas de la teología, dice Bossuet, y se le puede igualar al De Civitate Dei, de San Agustín.