Unión
Soviética. VI. Cristianismo en Rusia
 

A. Evangelización y primeros siglos. 1. Cristianismo en Rusia antes de la conversión de la mayoría del país. 2. Cristianización de Rusia. 3. El cristianismo rusa antes de la invasión de los mongoles. 4. Invasión de los mongoles. Ruptura con Occidente. B. Los ortodoxos. 1. Siglo XIV. 2. Siglo XV. 3. Siglo XVI. 4. Siglo XVII. 5. Siglo XVIII. 6. Siglo XIX. 7. Principios del siglo XX. 8. El concilio de 1917 y su obra. 9. Bajo el poder soviético comunista. 10. La dispersión. 11. Las sectas rusas. C. Los católicos. 1. Católicos de rito latino. 2. Católicos de rito bizantino-eslavo.

El aspecto religioso de varias de las Repúblicas que constituyen la URSS se trata en las voces correspondientes a estas Repúblicas (V. ARMENIA V; GEORGIA III; ESTONIA III; LETONIA III; LITUANIA III; UCRANIA III). Aquí nos referiremos a los territorios de la parte europea de la República de Rusia, así como a Bielorrusia (v.) y a parte de Ucrania. Trataremos, en primer lugar, de la evangelización de estos territorios y de la expansión del cristianismo hasta la ruptura de la comunión con el Papa de la mayor parte de estos cristianos. En segundo lugar, de la historia de los ortodoxos rusos desde el mencionado cisma y, por último, la historia de los católicos durante el mismo periodo, tanto de los de rito latino como de los de rito bizantino-eslavo.


A. EVANGELIZACIÓN Y PRIMEROS SIGLOS.

1. Cristianismo en Rusia antes de la conversión de la mayoría del país. El cristianismo había penetrado en Rusia mucho antes de que en 988 tuviera lugar la conversión de la mayoría del país abandonando las religiones paganas de sus antepasados (v. ESLAVOS 11). Una leyenda dice que el apóstol S. Andrés (v.), que había ido a predicar el Evangelio a Scytia (V. ESCITAS), había remontado el Dnieper hasta el lugar en que fue edificada Kiev, había erigido allí una cruz y predicho la gloria de la futura ciudad. También es creencia tradicional que el papa S. Clemente Romano (v.) exiliado en Crimea y martirizado en el 101, convirtió allí a muchos habitantes. Sus reliquias fueron encontradas por S. Cirilo en el 860, durante su misión en Kazaria, y trasladadas en parte a Roma. Crimea tuvo en el s. IV siete obispos mártires. El patriarca Tarasio (784-806) envió a Crimea a un misionero, Esteban, que llegó a ser obispo de Souroj (m. 790). Durante la lucha con los iconoclastas (v.), el Sur de Rusia, ocupado aún por los kázaros (v. UCRANIA), fue juntamente con Roma uno de los dos lugares de refugio de los ortodoxos, perseguidos entonces por los Emperadores de la dinastía isáurica (v.).
Cirilo, futuro apóstol de los eslavos, enviado en misión a Kazaria por el patriarca Focio (v.), visitó el Sur de Rusia. Compuso con su hermano Metodio un alfabeto para los pueblos eslavos, adaptado admirablemente a los sonidos de sus lenguas y que ha reemplazado al antiguo alfabeto glagolítico (v.), probablemente de origen caucasiano, que sólo subsistió como escritura criptográfica. Los dos hermanos griegos (V. CIRILO Y METODIO, SANTOS), originarios de Salónica, tradujeron la S. E. y los libros litúrgicos al dialecto búlgaro de los alrededores de su ciudad, que de este modo llegó a ser la lengua litúrgica de los pueblos eslavos ortodoxos. Desde fines del s. IX, los discípulos de S. Metodio predican la fe en las regiones occidentales de Rusia. Es posible que los primeros bautismos de rusos daten de mediados de ese siglo.

2. Cristianización de Rusia. Se remonta a S. Olga (su fiesta se celebra el 2 de julio), abuela de S. Vladimiro el Grande (v.), que fue bautizada en Constantinopla en el 954. Olga estaba en relación con el emperador alemán Otón I (962-973) y recibió en Kiev al obispo Adalberto de Tréveris en el 959. Cuando tuvo lugar la ocupación de Bulgaria por su hijo Sviatoslav, éste preservó a todas las iglesias, a pesar de que é1 era pagano; gracias a esta guerra, la Rusia de Kiev (v.) entró en relación con Bulgaria, que, desde Simeón el Grande (893-927), estaba en pleno florecimiento cultural y artístico. S. Vladimiro, lo mismo que sus hijos, fue bautizado probablemente en el 988 y la mayoría del pueblo de Kiev lo fue en la primavera del 989 por sacerdotes búlgaros, antes de las dos grandes expediciones para ayudar a los Emperadores bizantinos contra Bardas Focas. S. Vladimiro entró triunfalmente en Kiev en el 990, dando inicio a unos años de gobierno que quiso inspirar en la fe cristiana. Ésta no sólo transformó la vida del príncipe, sino que influyó en toda la vida del país.
Es necesario subrayar, para comprender la historia del cristianismo en Rusia, que ésta ha recibido su evangelización en la época de la victoria definitiva de la ortodoxia sobre la iconoclasia y del gran desarrollo litúrgico. El culto de los iconos y la liturgia -teología auditiva, como se la llamará después- estarán en el centro de la vida religiosa del pueblo ruso. A esto hay que añadir dos rasgos específicamente rusos: el comunitarismo (sobornost) y el escatologismo. El primero se expresa en la participación activa de los laicos en la vida de la Iglesia, y el segundo en el deseo de ver el reino de los cielos y en la búsqueda de la verdad sobre esta tierra, en el desprendimiento de los bienes terrenos y en una verdadera pasión por las peregrinaciones a través del país, al Monte Athos (v.), a Tierra Santa (v.) y a la iglesia de S. Nicolás de Bar¡ (v.). La riqueza de los textos litúrgicos servirá de Biblia auditiva y los iconos serán testigos de la presencia de los santos entre los fieles.

3. El cristianismo ruso antes de la invasión de los mongoles. Los primeros santos rusos canonizados son Boris y Gleb, hijos de S. Vladimiro, muertos por su hermano primogénito Sviatopolk, que fueron ejemplo de vida y abandono cristianos. La cultura religiosa llega a Kiev desde Bizancio, pero a través de Bulgaria; los metropolitas griegos no se instalan en Rusia hasta después de 1039. La época del gran príncipe Jaroslav el Sabio (1019-54) es la más brillante de la historia rusa desde el punto de vista cultural y religioso. El príncipe estaba emparentado con todas las dinastías de Europa e hizo de Kiev la segunda ciudad de Europa oriental, después de Bizancio. A mediados del s. XI, Thietmar de Merseburg cuenta en Kiev 400 iglesias. Los monumentos religiosos más célebres de esa época son la catedral de S. Sofía (1025) y las iglesias de S. Miguel y de la abadía de las Grutas en Kiev, y la catedral de S. Sofía en Novgorod (1045). El arte religioso nacional se desarrolla sobre todo en la pintura de los frescos, en las miniaturas y en la orfebrería (v. IX, 2).
El monasterio de las Grutas (V. PECHERSKAIA LAVRA), fundado por los S. Antonio y Teodosio, vino a ser hacia 1040 un centro cultural y religioso para todo el país. Entre sus muros se escriben las primeras crónicas y las vidas de algunos santos; allí se instala también el primer taller de pintura iconográfica. El monasterio es semillero de obispos y misioneros. Una de las hijas del príncipe Jaroslav llega a ser reina de Francia y es coronada en Reims en 1051. Funda una abadía en Senlis y recibe una carta de bendición del papa Nicolás II (1058-61). El cisma bizantino de 1054 fue considerado en Rusia como una ruptura personal entre el patriarca Miguel y el card. Humberto, y no tuvo ningún efecto en Rusia. El enviado del obispo de Roma pasó por Kiev tras su partida de Constantinopla y recibió una acogida a la altura de su rango.
S. Antonio de Kiev seguía el ideal monacal atonita y fue el fundador del monaquismo eremita en Rusia. En su tiempo, el monasterio era subterráneo y estaba enteramente separado del mundo. S. Teodosio de Pechersk (v.), por el contrario, introdujo la vida comunitaria. Gran asceta y monje severo, considera, sin embargo, que los monasterios deben estar orientados hacia el mundo y llevar la luz de Cristo a las poblaciones. Bajo su dirección, el monasterio de las Grutas viene a ser un centro de instrucción, de vida litúrgica y de misión. El pueblo ruso sigue este ideal de vida, humanizado y profundizado en el s. XIV por Sergio de Radonege. Los peregrinos rusos van desde esa época a Tierra Santa. El prior Daniel acompaña al rey Balduino en sus viajes. Se reserva a los rusos un gran monasterio en el Monte Athos, en donde llegan a ser muy numerosos. Entre los grandes oradores de la época se encuentra Hilarión, elegido metropolita de Kiev en 1054. Su sermón sobre la Ley y la Gracia es de una elevación excepcional. El príncipe Vladimiro Monómaco es el prototipo del monarca cristiano y pacificador.
Cuando el país se divide en numerosos principados, la Iglesia es el único lazo entre los Estados y las metrópolis, el único poder por encima de las querellas dinásticas. La misión en el Norte es difícil, porque las poblaciones están apegadas a su paganismo. Muchos misioneros, entre ellos S. León de Rostov, son martirizados. Los lazos con «la antigua Roma», llamada así en oposición a «la Nueva Roma» que es Constantinopla, son estrechos. Las reliquias de S. Clemente justifican la consagración de un metropolita de Kiev en 1137, sin la bendición del patriarca constantinopolitano. -

4. Invasión de los mongoles. Ruptura con Occidente. Los mongoles (v.) invaden Rusia en 1237-40 (v. IV, 4). Durante los 150 años de dominio tártaro (v.), la aflicción moral y física de las poblaciones es extrema. Sólo la Iglesia, que gozaba de ciertos privilegios cerca de los invasores, podía defender a los débiles y a los oprimidos. Los metropolitas eran objeto de exenciones por parte de los Khanes mongoles. La situación de los cristianos se hizo más trágica después de la conversión de los tártaros al Islam en 1313 (v. HORDA DE ORO).
La ruptura entre Roma y Constantinopla se consumó en 1203, cuando los cruzados saquearon la ciudad y latinizaron el país. La ruptura con Rusia se produjo en 1240-42. En 1240, los suecos organizaron una cruzada contra Rusia, como si se tratara de un país pagano. Fueron vencidos por el príncipe Alejandro en el Neva; Alejandro llevará en adelante el sobrenombre de Nevski. Por su parte, las órdenes militares de los Caballeros Porta Espadas y Teutónica atacaron a Rusia por el Oeste. Alejandro Nevski les derrotó en la llamada «batalla de los Hielos», sobre el lago Peipus (1242). Príncipe cristiano, de gran valor moral, profundamente religioso, entre los ortodoxos se le considera santo.


B. LOS ORTODOXOS. Con las victorias de Alejandro Nevski se hace definitiva la separación entre Roma y los ortodoxos rusos. Tras estos acontecimientos, el cristianismo florece en el Norte del país, no sometido a los mongoles. Se fundan allí nuevas ciudades y también algunas abadías. El centro religioso pasa de Kiev a Vladimir y Suzdal. Allí será venerado el icono de la Santa Virgen, llamada de Vladimir, traída de Grecia en el s. XI.
La Iglesia desempeña un gran papel en la vida de la República de Novgorod, que forma parte de la Liga Hanseática y está en relación con Occidente. El arzobispo de Novgorod es presidente de iure del Consejo del Estado, guardián del Tesoro público y protector de los extranjeros. La catedral de S. Sofía es el centro de la vida del Estado. Entre los ascetas de esta época hay que mencionar a los estilitas y a los «locos en Cristo»; Abraham de Esmolensko es, por otra parte, un precursor de los starets (venerables) rusos.
En 1325, el metropolita Pedro decide trasladar la sede metropolitana de Kiev a Moscú, entonces una pequeña ciudad, pero que pronto será el centro de reunión de todas las provincias rusas. Coloca los fundamentos de la catedral de la Asunción, que reemplazará a la del mismo nombre construida en Vladimir en 1159, prototipo de la futura catedral de la Consagración en Moscú.

1. Siglo XIV. La segunda mitad del s. XIV es un periodo de renacimiento para el cristianismo. Sergio de Radonege (v.), educador de su pueblo, funda su célebre monasterio (v. SERGUIEVA LAVRA) en 1340 y allí forma a muchas generaciones de monjes. Será el pacificador del país, el reconciliador de los príncipes y el restaurador de la vida monástica. Él y sus discípulos fundan más de cien abadías. Él da su bendición al príncipe Dimitri para luchar contra los tártaros, que serán vencidos en Kulikovo (1380). El s. XIV es la época de las misiones. Esteban de Perm cristianiza toda la región de Zyrianes y es el primer obispo de Perm. Zósimo y Sabacio fundan el monasterio de Solovki en las islas del mar Blanco. También es la época de los grandes pintores e iconógrafos, discípulos de Teófanes el Griego, cuyos frescos e iconos son de un vigor y de una fuerza espiritual excepcionales. Su célebre colaborador André Roublev (1360-1430) es el más grande iconógrafo ruso, autor de la Trinidad (hacia 1411) y de los iconos de la Sergieva Lavra y de las iglesias del Kremlin.
En 1370 aparece en Novgorod la primera gran herejía rusa, la de los Peluqueros (Strigolniks), quienes rechazan la jerarquía y profesan un moralismo mezclado con un ascetismo riguroso.

2. Siglo XV. Desde el comienzo del siglo amenaza a la iglesia ortodoxa rusa la división a causa de la rivalidad de los dos grandes ducados, el de Moscú y el de Lituania, que desean tener cada uno una metrópoli independiente. La ruptura se consuma en 1469.
Los grandes acontecimientos en la vida religiosa rusa en el s. XV son: la reacción violenta contra el Acta de Unión de Florencia, la proclamación de la independencia respecto al Patriarcado de Constantinopla, la idea de la Tercera Roma como heredera espiritual de Bizancio después de la caída de ésta, la gran disputa sobre los bienes eclesiásticos y, por fin, la herejía de los judaizantes.
En 1439, la Iglesia rusa estuvo representada en el Conc. de Florencia (v.) por el metropolita Isidoro de Kiev, que firmó la unión con Roma, pero al volver a su sede fue hecho prisionero por el Gran Príncipe Basilio y tuvo que huir a Occidente. Paralelamente, los obispos rusos se proclamaron independientes de Constantinopla. La caída de Bizancio en 1453 hizo que naciera en Rusia la teoría de la «Tercera Roma»; aplicada en un principio a los príncipes de Tver, esta teoría encontró su forma definitiva en la epístola del monje Filoteo, dirigida al príncipe Basilio de Moscú. La sucesión política del Imperio de Oriente pasó a Moscú con Iván III, casado con Zoé Paleólogo, sobrina de los últimos Emperadores. Ella trajo consigo arquitectos italianos que construyeron el Kremlin y erigieron la basílica y la catedral de la Asunción tomando como modelo la catedral de Vladimir. Aristóteles Fioravanti, Marco Rufo, Pedro Antonio Solario y Luis de Milán reanudan las relaciones culturales entre Rusia y el Occidente.
La herejía de los judaizantes, que a fines del siglo adquirió una gran extensión, tuvo origen en la enseñanza del judío Zacarías, que era antitrinitario, racionalista y no reconocía los dogmas cristianos. Según los judaizantes, Cristo era sólo uno de los profetas. Tenían en gran consideración las obras filosóficas judío-árabes y en particular las de Maimónides (v.). La herejía no sólo ganó a una parte del clero sino también al círculo del Gran Duque y a los círculos oficiales de la capital. El arzobispo de Novgorod, Guennade o Ganadio (1440-1504), traductor de la Biblia al eslavo, fue su principal adversario. Los herejes fueron juzgados en el Concilio de 1504, pero la herejía se mantuvo en una forma latente, y en el s. XIX reapareció de nuevo.
La polémica entre los «poseedores» y los «no poseedores» de bienes eclesiásticos cristalizó alrededor de dos hombres de gran valor, ambos ascetas y monjes ejemplares, pero de ideas opuestas. José de Volokolamsk (1439-1515) afirmaba que las abadías debían poseer bienes para poder servir de centros culturales y de semilleros de hombres eruditos y administradores de la Iglesia. Nilo de Sora (1433-1508), humanista cristiana, pertenecía a la escuela atonita y exigía del monje una vida enteramente separada del mundo, un estudio crítico de la S. E. y la no posesión de los bienes de esta tierra. La discusión duró hasta los Concilios de principios del s. xvi y terminó con la victoria del ideal de José. Las artes continúan en el s. XV su ascensión y son coronadas por el conjunto de frescos de la abadía de Teraponte, debidos al gran iconógrafo Maestro Dionisio.

3. Silo XVI. El s. XVI fue al mismo tiempo trágico y brillante. Comienza con la intervención del poder secular en los asuntos religiosos bajo el reinado de Basilio III, intervenciones que se multiplicarán bajo Iván el Terrible. La primera mitad del siglo se caracteriza por la actividad del erudito y humanista Máximo el Griego, que fija su residencia en Moscú (1518), en donde prepara sus obras teológicas, litúrgicas, filosóficas y filológicas. Su influencia se dejará sentir durante más de un siglo. Amigo de Pico della Mirandola (v.), discípulo de Savonarola (v.), asiste a su muerte y se hace monje en el monasterio de S. Marcos de Florencia. Reside después en el Monte Athos en Constantinopla y fallece en 1556 en la Sergieva Lavra. El metropolita Macarios es otro gran erudito. Publica las Grandes vidas de los santos y una Enciclopedia ilustrada. Organiza la vida eclesiástica y reglamenta las canonizaciones en los Concilios de 1548-50. Los primeros libros, impresos en Moscú, aparecen entre 1560 y 1564. La segunda mitad del siglo se caracteriza por el desplazamiento del centro cultural de Moscú hacia el Gran Ducado de Lituania. La élite se aleja de Iván el Terrible y funda algunos centros fuera del Gran Ducado de Moscú. El metropolita Felipe y el arzobispo Germán, misionero célebre, fueron martirizados, siendo víctimas de las persecuciones ordenadas por el Zar, que no toleraba ninguna crítica a su régimen. La teoría de la Tercera Roma, centro de la Ortodoxia, degenera en una política de chauvinismo nacional moscovita. La misión en las provincias del Este, conquistadas por Iván, se desarrolla gracias a la actividad de los misioneros Germán, Goury y Varsonufo de Kazán. La música religiosa inicia su desarrollo, y el arte religioso produce una de sus obras maestras más originales, la basílica de la Intercesión de la Virgen (S. Basilio) en la Gran Plaza de Moscú.
El fin del siglo conoce una restauración de la vida religiosa bajo Teodoro 1, soberano piadoso y benévolo, y bajo Boris Godunov (v.). La metrópoli de Moscú es elevada en 1589 al rango de Patriarcado.

4. Siglo XVII. A principios del siglo, las tierras rusas se hallan divididas: el trono es a veces ocupado por impostores, invasores extranjeros dominan el país, etc. La Jerarquía eclesiástica se ve así convertida en la única institución capaz -de reunir todas las fuerzas espirituales y morales del país. En 1612, el metropolita Cirilo es virtualmente jefe de Estado. Cuando es elegido Zar Miguel Romanov, su pariente el patriarca Filareto gobierna el país juntamente con 61 hasta 1633. Durante esa época tuvieron lugar reformas importantes en la vida eclesiástica: lucha contra los desórdenes, revisión de los textos litúrgicos, reacción contra las costumbres depravadas del pueblo y cruzada para la restauración de la predicación, caída en desuso totalmente. Mientras las reformas se hacen bajo la égida del monasterio de Sergieva Lavra, los resultados son positivos, pero cuando la empresa cae en manos del Patriarca Nikón (v.), hombre violento e intolerante, se organiza una oposición que degenera en el cisma de los Viejos creyentes, apegados a los ritos y a los textos no reformados. El cisma arranca a la Iglesia ortodoxa más de la mitad de sus fieles más activos, y a principios del s. XVIII no puede resistir a las reformas de matiz protestante de Pedro el Grande. Los grandes jefes del cisma: Avvakum, Neronov y Nikita, perecen en Siberia, pero sus adeptos sobreviven hasta el s. XX.
Por otra parte, en 1620 había sido restaurada en Kiev la Jerarquía ortodoxa por los Patriarcas de Constantinopla. El metropolita Pedro Moguila (v.), de origen moldavo y alumno de las escuelas católicas, fundó la primera Alta Escuela de Teología. La influencia de la teología católica se hizo sentir no sólo en Kiev sino también en Moscú, en donde los sabios de Kiev fundan escuelas a partir de 1650. El reformador, Patriarca Nikón, entra en conflicto con el zar Alejo y es destituido. La armonía entre los dos poderes se rompe definitivamente. Ucrania, hasta entonces bajo la dominación polaca, pasa a estarlo bajo la de Moscú, y los monjes de Kiev contribuyen a la renovación religiosa de Moscú a finales del siglo. Los más eminentes representantes de esta restauración son el metropolita Dimitri de Rostov, el arzobispo Teodosio de Tchernigov, ambos considerados santos entre los ortodoxos, y el monje Simeón de Polotsk, poeta y preceptor de los hijos del Zar.

5. Siglo XVIII. Pedro el Grande, que veía en la Iglesia y sobre todo en el clero a un adversario para sus reformas, procedió unilateralmente a la reorganización total de la vida religiosa (v. PEDRO I DE RUSIA). El Reglamento de 1721, compuesto por Feofan Prokopovich (v.), tenía por objeto la humillación del clero y la supresión de su influencia sobre el pueblo. El autor del reglamento era un uniata, que se había hecho protestante y había vuelto de nuevo a la ortodoxia. El Patriarca fue reemplazado por un Colegio llamado el Santo Sínodo y sometido al Zar por intermedio de un Procurador General. Los sacerdotes debían ser funcionarios que vigilan la vida espiritual de los creyentes. Los monjes fueron declarados holgazanes y se les prohibió escribir. En 1764 fue Catalina II (v.) quien infligió otro golpe terrible al cerrar todos los monasterios. Subsistieron algunos, pero tuvieron que vivir con asignaciones del Estado extremadamente reducidas. La restauración del monaquismo se produjo al final del siglo, partiendo de Moldavia, en donde había fijado su residencia el abad Paissy VelichkovskI. El s. XVIII cuenta en su honor con la vida de Inocencio de Irkutsk, fundador de la misión en China; de Tikón de Zadonsk, autor de obras ascéticas, y de Joasaph de Belgorod, obispo de una gran piedad; los tres son tenidos por santos entre los ortodoxos. La misión en Siberia se desarrolla gracias a Filoteo Leszinsky.
A pesar del yugo que hacen sentir los Procuradores Generales, volterianos y a veces ateos, los creyentes reaccionan e intentan seguir adelante con su obra. Las artes religiosas están bajo la influencia occidental, y los monumentos más bellos son edificados por el arquitecto italiano Bartolomé Rastrelli. La música religiosa está bajo la influencia de Sarti, que se traslada a Rusia.

6. Siglo XIX. A pesar del régimen sinodal y de los Procuradores Generales, el más conocido de los cuales es el conde de Protassov, abiertamente incrédulo, la vida religiosa continúa desarrollándose gracias a la autoridad del metropolita Filareto (v.), que ocupa desde 1821 hasta su muerte (1867) la sede arzobispal de Moscú, y es el símbolo de la vida eclesiástica en condiciones difíciles. Es un gran teólogo y un orador sagrado de talento. La condición del clero rural es miserable y todas las medidas tomadas para mejorarla terminan en la reducción del número de parroquias. Al principio del siglo, la influencia de los jesuitas se deja sentir en la enseñanza. En la emigración francesa hay numerosos sacerdotes, entre los cuales se encuentra el abad Nicolle, que funda un colegio en S. Petersburgo, en donde recibirían instrucción los hijos de la gran nobleza.
La enseñanza religiosa está en desarrollo en las cuatro academias teológicas (Moscú, Kiev, San Petersburgo y Kazán). Merecen citarse los nombres de los teólogos siguientes: el metropolita Macario Bulgakov (v.), Filareto Filaretov, el obispo Silvestre, el historiador eclesiástico Filareto Gumilevski y el orador sagrado Inocencio, arzobispo de Herson. Los dos grandes autores de obras ascéticas son Feofan el Enclaustrado, obispo de Vladimir, editor de la Filocalia (1815-94), e Ignacio Briantchaninov, obispo de Stavropol (1807-67). La vida monacal vuelve a establecerse gracias a los trabajos de los discípulos del «Starets» Païssy Velichkovski, de origen ucraniano pero abad del monasterio de Niamtsy en Moldavia. Los grandes centros de la vida monástica son Valram en el lago Ladoga, Sarov (v.) y Optina Pustin (v.). El primero es conocido por su regla severa y sus anacoretas. El segundo será el lugar de la acción espiritual de uno de los más grandes ascetas rusos, Serafín de Sarov (v.), y el tercero llegará a ser un influyente centro espiritual. Merecen especial mención los monjes Leónidas, Macario, Ambrosio y Anatole.
A mediados del s. XIX el pensamiento religioso viene a ser patrimonio de los laicos; entre ellos citemos a Nicolás Gogol (v.), a los hermanos Kirieievsti (v.) y Alexis Komiakov. La misión ortodoxa se extiende a todo el Extremo Oriente. Inocencio Veniaminov bautiza a los pueblos de Kamchatka y del Pacífico; Nicolás Kasatine, más tarde arzobispo de Tokio, funda la misión del Japón, y Macario Glukarev, la de Altai y la del Asia Central. La música religiosa es floreciente: citemos entre los autores religiosos a Toutchaninov, Gretchaninov, Lvov, Arjanguelski y Lvovski. Los coros más célebres fueron los de la Capilla Imperial y Sinodal de Moscú.

7. Principios del siglo XX. A principios del siglo presenciamos la vuelta de una parte de la clase intelectual a la religión. Pensadores y filósofos marxistas se vuelven hacia el idealismo y después hacia la religión y hacia la iglesia ortodoxa. Pueden citarse, entre otros, a Piotr Struve y Serguei Bulgakov, que se hará sacerdote, Nicolai Berdiaev (v.), Simón Frank y Nicolai Lossky. A iniciativa de Dimitri Merejkovski y de Ternavtsev, se organizan reuniones entre los teólogos y los intelectuales. Se produce un florecimiento de las artes religiosas después de la reapertura de las iglesias y capillas de los viejos creyentes, que han guardado celosamente los tesoros artísticos de los siglos pasados. Es una vuelta a las fuentes y el redescubrimiento del icono. Se manifiestan dos tendencias. Por una parte, la influencia siempre creciente de León Tolstoi (v.), que predica su nueva religión, mitad deísta mitad racionalista, y lucha contra la Iglesia, y por la otra la actividad misionera y social del gran orante, Iván de Kronstadt, que atrae a las masas hacia esta ciudad obrera y portuaria.
La situación eclesiástica es muy difícil. El Procurador General Constantino Pobedonostsev (1880-1905) crea el Departamento de la Confesión Ortodoxa como sustitución de la iglesia ortodoxa y la subyuga definitivamente al Estado. Por otra parte, las voces cada vez más generales y apremiantes se elevan clamando por la reforma de la vida eclesial y la convocación de un concilio. El Zar Nicolás II está de acuerdo, pero Pobedonostsev logra persuadirle para que aplace las reformas. Sin embargo, trabajan algunas comisiones de obispos y publican cinco volúmenes de materiales preparatorios para el Concilio. En vísperas de la Revolución, está cuestión es llevada a la tribuna del Parlamento.

8. El Concilio de 1917 y su obra. Sólo después de la Revolución de 1917 puede reunirse, por fin, un Concilio y elaborar las reformas indispensables para la vida eclesiástica. Elegido por el conjunto de la población ortodoxa, comprendía a todos los obispos, a los representantes del clero y de los monjes, de los laicos y de las grandes instituciones del Estado. Su obra fue inmensa. Reformó y reorganizó la vida de las parroquias, de las diócesis y de la administración central, restableció el Patriarcado, eligió al metropolitano Tikón para el cargo supremo y se ocupó de la enseñanza religiosa y de la defensa de la iglesia con vistas a las próximas persecuciones. Estas comenzaron desde la subida al poder de los comunistas, al final de 1917. Las primeras víctimas fueron el metropolitano Vladimiro de Kiev y muchos sacerdotes asesinados a principios de 1918. El Concilio y el Patriarca publicaron encíclicas convocando a la población para la defensa de la fe. La Iglesia fue separada del Estado, y la escuela descristianizada. El patriarca Tikón (1917-25) pudo, a pesar de todo, ir a la capital, San Petersburgo, en donde le acogieron enormes multitudes. En las grandes ciudades fueron organizadas procesiones y oraciones, y el pueblo se aprestó a la defensa de sus creencias.

9. Bajo el poder soviético comunista. El verdadero periodo de persecución comenzó en 1922. Tomando como pretexto la necesidad de ayudar a las víctimas del hambre, el Gobierno exigió la entrega de los objetos preciosos en posesión de las iglesias y los conventos. El Patriarca autorizó esta entrega, excepto de los vasos sagrados, necesarios para la celebración del culto. Se organizó entonces una serie de procesos, y muchos eclesiásticos fueron juzgados y condenados a muerte; entre ellos estaba el metropolitano Benjamín de San Petersburgo, muy popular y que había sido elegido por la población obrera. El Patriarca fue hecho prisionero y sólo fue liberado a instancias de los Gobiernos europeos. Se creó una Falsa Iglesia, consagrada enteramente al partido, lo que provocó un cisma interior.
Después de la muerte del Patriarca, el gobierno de la iglesia ortodoxa pasó sucesivamente a muchos locum tenens, pero todos fueron detenidos. Por fin, en 1927 el metropolitano Sergio intentó llegar a una especie de concordato con el Gobierno comunista, que reconoció la existencia de un sínodo de obispos. El Concordato provocó un cisma y la formación de una iglesia de Catacumbas, que no reconocía la autoridad de mons. Sergio. La situación de la cristiandad antes de la guerra de 1939-45 fue trágica. Casi todas las iglesias estaban cerradas o destruidas. Los obispos y el clero se encontraban en los campos de concentración o habían sido asesinados. La anexión de vastas provincias en 1939 en donde el cristianismo no era perseguido, y la necesidad de obtener el apoyo del pueblo en la Guerra mundial, incitaron al Gobierno a cambiar de táctica. Se autorizó la reelección de un Patriarca (Sergio desde 1943 hasta 1945; Alexis de 1945 a 1972, y Pimen desde 1972), la reapertura de dos Facultades de teología y de ocho seminarios y la de algunos conventos. Durante cinco años, la vida religiosa volvió a adquirir algunos de sus derechos, pero desde los a. 50 la presión se hizo de nuevo cada vez más dura. Ahora sólo quedan tres seminarios, se cierran iglesias en gran número todos los años, y casi todos los monasterios son suprimidos. Todos los actos de la vida religiosa están bajo el control de las autoridades. Sólo el gran - centro religioso del monasterio Sergieva Lavra continúa pujante, pero ha sido declarado «propiedad nacional».

10. La dispersión. Más de un millón de ortodoxos han abandonado la URSS entre 1919 y 1925 y se han dispersado por todo el mundo, dando origen a una pujante vida en el exilio: han edificado iglesias y capillas, han organizado escuelas -entre las cuales el célebre Inst. de Teología de S. Sergio de París-, han editado revistas religiosas y han tomado una parte muy activa en la vida de la cristiandad occidental y del movimiento de acercamiento entre las confesiones. La iconografía ortodoxa, los cantos litúrgicos y el renacimiento patrístico les deben igualmente mucho.

11. Las sectas rusas. Ordinariamente se considera a los Viejos creyentes como una de las sectas rusas. Pero no son una secta, sino un cisma que antes de la Revolución de 1917 contaba con más de diez millones de fieles. Eran ortodoxos integrales, pero que mantenían los antiguos ritos y usos religiosos. El cisma ha dado origen, sin embargo, a muchas sectas, debido a la falta de clero y a la dispersión de la población refractaria. Los viejos creyentes habían organizado su jerarquía propia, que tenía como centro Belaia Krinitsa en Austria. En 1905 obtuvieron la libertad del culto.
Las sectas rusas, muy numerosas y con frecuencia poco importantes, se dividen en sectas místicas, racionalistas y protestantizantes. Fuera de estas categorías existen movimientos judaizantes. Las sectas místicas están todas más o menos relacionadas con los Khlysty (los flagelantes), a los que pertenecía probablemente el célebre curandero Rasputín. La secta de los khlysty, que se nombran a sí mismos hombres de Dios, fue fundada por el soldado Daniel Filippov en 1645. Se proclamó a sí mismo «dios padre» y adoptó al campesino Suslov bajo el nombre de «mi hijo». Escogió a una «madre de Dios» y a doce «apóstoles», arrojó la Biblia al Volga y organizó «casas de Dios», llamadas «Sions». Sus numerosos adeptos, reclutados entre las diferentes clases de la población, le adoraron como a un dios. Los khlysty creen en la reencarnación y en la preexistencia de las almas. Afirman que toda la materia ha sido creada por el diablo y debe ser despreciada, comprendido el matrimonio; pero existe un matrimonio místico entre los khlysty, que degenera en libertinaje. Una ascesis rigurosa está mezclada con una libertad absoluta en las reuniones, consistentes en lecturas y cantos, seguidos de giros agotadores que terminan en los más desenfrenados excesos sexuales. Los khlysty han dado origen a numerosas sectas, la más conocida de las cuales es la de los castrados, fundada en 1772 por el campesino Selivanov, antiguo khlyst; esta secta tuvo una gran expansión al principio del s. XIX. Otra rama de los Khlysty se llama los Chelaputes, fundada en 1875 por Porfirio Katassonov, que se proclamó «dios». Al lado de estas sectas místicas es preciso mencionar la de la «Jerusalén Celeste», milenarista, fundada en 1856 en el Ural por el capitán Iliine.
Los movimientos judaizantes son sobre todo tres: los Subbotniks, los Gueres y los Caraimitas. Las dos grandes sectas racionalistas son los dukhobores y los molokanes. La primera, no cristiana, fundada en 1775 por el campesino Siluano Kolesnikov y propagada por el comerciante de lana Hilarión Pobyrojine, no reconoce ni la S. E. ni ningún signo exterior de fe. «El libro de vida», único guía de los dukhobores, es interior a cada hombre. Cristo sólo ha sido un justo entre otros. Los dukhobores, protegidos por L. Tolstoi, emigraron al Canadá, pero su negación de toda autoridad impidió su instalación definitiva en su nueva patria, y algunos volvieron a Rusia. Los dukhobores del Cáucaso del Norte dieron origen a la secta de los molokanes, fundada por el yerno de Pobirojine, Simeón Ukleine. Reconocen la S. E., pero la comentan a su manera. Antes de la Revolución tendían progresivamente hacia el protestantismo en su forma baptista. Finalmente, en el sur de Rusia se propagó desde el principio del s. XIX, bajo la influencia de numerosas colonias alemanas, el movimiento schtundista, que se ligan al baptismo en la forma extrema.
Al lado de estas grandes sectas había un centenar de menor importancia y grupos poco numerosos, con creencias e ideas frecuentemente originales, como los napoleonitas, consagrados al culto de Napoleón, considerado como un enviado de Dios. Tenemos poca información sobre el estado actual de las sectas en la URSS, pero se puede decir que los viejos creyentes son todavía numerosos, que los judaizantes existen en muchas provincias y que los baptistas constituyen, después de los ortodoxos, la segunda denominación cristiana por su número.


C. LOS CATÓLICOS.

1. Católicos de rito latino. El cristianismo bajo la forma del rito latino penetró en Rusia durante el s. IX. Pero en el 989 se convirtió el gran príncipe S. Vladimiro (980-1015), recibiendo el bautismo en rito bizantino. Desde entonces la vida de la Iglesia rusa estuvo íntimamente ligada a las vicisitudes del patriarcado de Constantinopla. Con todo, en las grandes ciudades como Kiev y Novgorod hubo siempre también católicos de rito latino, especialmente comerciantes extranjeros. Más tarde, los Grandes Príncipes de Moscú, desde Iván III (1462-1505) en adelante, llamaron a su servicio artesanos y artistas occidentales. Vivían éstos en el suburbio conocido como Nemeckaja sloboda (Barrio germánico), por provenir predominantemente de pueblos de estirpe germánica, y eran protestantes en su gran, mayoría. Desde los tiempos del zar Alejo (1645-76) había entre ellos un cierto número de católicos, que aumentó en el reinado de Pedro el Grande (1682-1725), sobre todo entre los oficiales del ejército y técnicos especializados. Al fundarse San Petersburgo, se formó también allí una comunidad de católicos, y en otras ciudades (Voronez, Arkangel, Astracán, etc.) se encontraban igualmente pequeños grupos de ellos.
La Santa Sede, a través de la Congregación de Propaganda Fide, intentó en varias ocasiones establecer una misión en Rusia para asegurar la asistencia religiosa a los católicos residentes en el país, pero este propósito sólo pudo realizarse- gracias a la intervención del emperador austriaco Leopoldo I (1657-1705). En 1684, el Emperador consiguió autorización para que pudiesen residir en Moscú dos misioneros, con el fin de asistir espiritualmente a los miembros de su embajada y a los católicos que vivían en Rusia. Fueron designados para esta misión los jesuitas checos del reino de Bohemia, que levantaron en Moscú una iglesia y abrieron una escuela frecuentada por los hijos de los católicos e incluso de los ortodoxos. Pero en 1719 surgieron complicaciones diplomáticas entre el zar Pedro y el emperador Carlos VI, que ocasionaron en contrapartida la expulsión de los misioneros jesuitas de Rusia. Había por entonces en el país algo más de 2.000 católicos de rito latino. En 1720, con autorización del zar Pedro, entraron en Rusia los capuchinos y los franciscanos observantes reformados, para sustituir a los misioneros jesuitas. El número de católicos siguió creciendo, y en tiempos de la emperatriz Catalina II (176296) llegaban a unos 10.000. Su composición étnica era bastante heterogénea, y oficialmente estaban divididos en cuatro nacionalidades: alemanes, italianos, franceses y polacos. Está hacía muy difícil su convivencia pacífica, dificultad que aumentaba por las rivalidades entre los misioneros franciscanos y capuchinos. Los católicos, para dirimir sus desavenencias, acudieron a Roma e incluso a la Emperatriz, que aprovechó la ocasión para publicar en 1769 un Reglamento, por el que sometía a estrecho control de las autoridades estatales la organización de la comunidad católica.
El arzobispado de Mohilev. Con el primer reparto de Polonia (1772) entraron también a formar parte del imperio ruso algunas zonas de las diócesis católicas de rito latino, con unos 100.000 fieles. En ese mismo año Catalina II decidía fundar una nueva diócesis en Rusia, que incluyese a todos los fieles de dicho rito. El titular de esta diócesis había de estar, en cuanto a su administración, sujeto al control de los órganos imperiales, y la autoridad del Papa debía limitarse a las cuestiones doctrinales y de disciplina canónica. Además, ningún decreto papal podía ser publicado ni aplicado en Rusia sin la previa autorización imperial. Estas normas permanecieron prácticamente en vigor hasta el s. XX. Para gobernar la nueva diócesis, la Emperatriz eligió en 1773 al obispo titular de Mallo, Estanislao Siestrzencewicz-Bohusz, que era auxiliar del obispo de Vilna, y estableció su residencia en Mohilev. Siestrzencewicz aceptó el nombramiento de manos de la Emperatriz, la cual en 1782 convirtió a Mohilev en sede arzobispal. En 1783 la Santa Sede, por medio del nuncio Lorenzo Litta, la erigió canónicamente y concedió su investidura a Siestrzencewicz, quien se doblegó a las órdenes de la Emperatriz, que le prohibió la publicación y ejecución del breve abolitivo de la Compañía de Jesús (1773), la cual gracias a ello sobrevivió en Rusia hasta la expulsión de los jesuitas en 1820.
Con el segundo y tercer reparto de Polonia (1793 y 1795), Rusia adquirió otros territorios poblados por numerosos católicos de rito latino y de rito bizantino-eslavo. Las regiones más occidentales de estos territorios, junto con la ex capital Varsovia, formaron después el reino de Polonia, reconstruido en el Congreso de Viena (v.; 1815) y unido hereditariamente a la corona imperial rusa. En este reino, la Iglesia católica conservó su propia organización jerárquica, distinta de los restantes territorios anexionados por Rusia, en los cuales Catalina II suprimió las diócesis de Vilna, Samogicia, Luck Žitomir y Kamenec. En lugar de las diócesis suprimidas erigió dos nuevas (Pinsk y. Latyšev), haciéndolas sufragáneas de la sede metropolitana de Mohilev. En tiempos del emperador Pablo I (1796-1801), el papa Pío VI, a través del nuncio Lorenzo Litta, reorganizó en 1798 el arzobispado de Mohilev. Fueron restablecidas las diócesis suprimidas por Catalina 11; la diócesis de Luck se unió a la de 2itomir, y con el territorio desmembrado de la vasta diócesis de Vilna se erigió la de Minsk.
El zar Alejandro I (1801-25) instituyó en 1801 el Colegio eclesiástico romano-católico, formado por nueve eclesiásticos y presidido por el metropolitano pro tempore de Mohilev. Este organismo, análogo al Santo Sínodo de la iglesia ortodoxa rusa, dependía del Zar a través del Senado Imperial, y ejercía la suprema autoridad judicial y administrativa sobre el clero y los fieles católicos en Rusia. A la formación intelectual y espiritual del clero debía atender la Facultad Teológica de Vilna, juntamente con el Seminario Central anejo a ella. Pero ambas instituciones estaban imbuidas de febronianismo hostil a Roma (V. FEBRONIO).
El contacto de la alta sociedad rusa con los emigrantes católicos franceses y con los jesuitas residentes en San Petersburgo indujo a algunas personalidades ortodoxas a abrazar el catolicismo de rito latino: p. ej., el príncipe Demetrio Galitzin en 1792, las princesas Alejandra y Catalina Galitzin en 1800 y 1810, Sofía Svešina en 1815, y otros. Esto motivó una reacción del Gobierno ruso, y los jesuitas fueron expulsados de San Petersburgo en 1815, y en 1820 tuvieron que abandonar el imperio ruso los 358 miembros de la Compañía residentes en él.
La situación de los católicos en Rusia empeoró considerablemente tras la insurrección que estalló en Varsovia en 1830 contra el Gobierno del zar Nicolás 1 (1825-55), soberano autocrático y rígidamente aferrado a la ortodoxia. El alzamiento fue dominado y proporcionó al Gobierno ruso un pretexto para cerrar muchos monasterios católicos y perseguir a los eclesiásticos acusados de haber apoyado a los insurgentes. Algo se mitigó la cólera del Zar con el Breve que el papa Gregorio XVI (v.) dirigió al episcopado polaco, en el que el Pontífice condenaba la insurrección e inculcaba a todos la sumisión a las autoridades constituidas.
En 1845, el zar Nicolás I, con ocasión de su viaje a Italia, se detuvo de incógnito también en Roma, y pidió audiencia a Gregorio XVI, que le recibió dos veces. Estos encuentros personales del Zar con el Papa condujeron a negociaciones entre la Santa Sede y el Gobierno ruso, que finalizaron en 1847 con la firma de un Concordato. Se acordó fijar en siete el número de diócesis en Rusia: la archidiócesis de Mohilev con seis diócesis sufragáneas: Vilna, Samogicia, Minsk, Luck-Litomir, Kamenec y la nueva de Herson, más tarde Tiraspol. Sin embargo, con la firma del Concordato no cesó el rígido control de las autoridades estatales sobre la vida de la Iglesia católica en Rusia.
El metropolitano de Mohilev residía en San Petersburgo, adonde en 1842 se trasladó también la Acad. Eclesiástica Romano-Católica, fundada en Vilna (1833) en sustitución de la Facultad de Teología de la Universidad suprimida. La Acad. Eclesiástica de San Petersburgo tenía a su cargo la formación teológica superior del clero de la provincia eclesiástica de Mohilev.
Tras el fracaso de la segunda insurrección polaca en 1863-64, el zar Alejandro II suprimió las diócesis de Minsk y Kamenec, incorporando el territorio de la primera a la diócesis de Vilna, y el de la segunda a la de Luck-Litomir. Las protestas de Pío IX resultaron inútiles. En su política de rusificación, intensificada tras la derrota del levantamiento, el Gobierno ruso quería servirse incluso de las funciones religiosas, y trató de imponer el empleo de la lengua rusa en los actos de culto, excepción hecha de la misa. El clero y los fieles en su gran mayoría se oponían a tales vejaciones por parte de las autoridades civiles. Los papas Pío IX (v.) y León XIII (v.) protestaron enérgicamente contra esta intromisión ilegítima en la vida litúrgica de los católicos.
También durante el s. XIX prosiguieron las conversiones individuales de ortodoxos al catolicismo de rito latino. Algunos de estos conversos se hicieron religiosos y sacerdotes: Vladimir Pecorin, m. en 1885; Gregorio Šuvalov, m. en 1859; los jesuitas: Ivan Gagarin, m. en 1883; Ivan Martynov, m. en 1894; Eugenio Balabin, m. en 1893; Pablo Pierling, m. en 1922. Entre los laicos se distinguieron: Agustín Golicyn, m. en 1875; Natalia Naryškina, n. en 1874; el diplomático Alejandro Evreinov, muerto más tarde en Roma en 1959 como primer obispo ruso de rito bizantino-eslavo. Todos ellos tenían que residir en el extranjero, pues el pasar de la iglesia ortodoxa rusa a otra confesión constituía un delito, según las leyes penales del imperio. Sólo en 1905 quedaron abolidas estas leyes restrictivas.
Étnicamente, la inmensa mayoría de los católicos que se encontraban en Rusia no eran rusos, y por lo general procedían de las regiones occidentales del imperio de los Zares. Unos habían llegado al interior de la Rusia europea y asiática deportados, otros se habían trasladado allá en busca de tierra y de trabajo. Hubo también inmigrantes alemanes, checos, franceses, etc.; pero eran los de origen polaco los que predominaban entre los católicos. La identificación práctica de la nacionalidad con la religión, extendida tanto entre los polacos como entre los rusos, impidió a los católicos, a pesar de ser numerosos, ejercer una influencia eficaz en la vida religiosa de la población rusa. En vísperas de la I Guerra mundial (1914-18), la provincia eclesiástica de Mohilev contaba con millón y medio de fieles aproximadamente, ocho obispos, 810 sacerdotes y 410 iglesias.
Revolución de 1917. Condujo al poder al partido comunista bolchevique, el cual instauró en Rusia la dictadura del proletariado. El 23 en. 1918 el Gobierno promulgó la ley sobre la separación de la Iglesia y el Estado, completada, después, en 1929 y1931, con otras disposiciones legislativas y administrativas acerca del ejercicio del culto religioso. En virtud de estas leyes, los bienes inmuebles eclesiásticos, incluidas las iglesias con sus enseres, fueron declarados propiedad del Estado, y se negó la personalidad jurídica a la Iglesia y a las organizaciones e instituciones religiosas. A las confesiones religiosas les está prohibido tener residencias para niños, hospederías para peregrinos y pobres, fundar hospitales, sanatorios y asociaciones de caridad, organizar excursiones, campamentos y competiciones con la juventud, bibliotecas circulantes, etc. En las escuelas se prohíbe la enseñanza de toda doctrina religiosa.
La enseñanza privada de la religión a los menores sólo les puede ser impartida por sus padres personalmente. Los fieles que quieren realizar actos de culto en común deben constituir una asociación de al menos veinte personas y hacerla registrar en el soviet local. El ejercicio del culto en común sólo se permite en los edificios destinados exclusivamente a tal fin, previa concesión de esos edificios por el soviet local, al ser todos propiedad del Estado. El sacerdote únicamente puede desempeñar el ministerio sagrado previa aprobación de la autoridad civil. Los libros religiosos necesitan para su publicación la autorización estatal. Estas disposiciones atañen a todas las religiones, pero se aplican con particular rigor a las confesiones cristianas, y sobre todo a la católica por depender del Papa, considerado como «una potencia extranjera hostil al Estado».
Esta lucha contra la religión, llevada a cabo por el Gobierno soviético con las disposiciones legislativas y administrativas citadas, fue acompañada de una persecución violenta. En 1923 fueron procesados en Moscú y condenados y ejecutados el administrador apostólico de Mohilev, arzobispo Juan Cieplak, y un grupo de sacerdotes. Siguieron después los encarcelamientos, deportaciones, ejecuciones y exilio de otros sacerdotes y seglares. Muchas iglesias fueron clausuradas. En 1926 mons. M. d’Herbigny, durante su viaje a la URSS, trató de reorganizar la Iglesia católica en - Rusia, y consagró en secreto cuatro nuevos obispos; pero también éstos acabaron pronto en campos de trabajos forzados.
La Constitución staliniana de 1936 dictó en su art. 124 bases para leyes restrictivas de la libertad religiosa: culto restringido y fomento de la propaganda antirreligiosa; se trata de perseguir toda práctica religiosa, de acuerdo con el ateÍsmo y materialismo marxistas. En 1937 quedaban en la URSS 10 sacerotes católicos libres y 11 iglesias abiertas al culto. En 1977 se promulgó otra Constitución que en la realidad nada cambia.
Con ocasión de los cambios territoriales acaecidos en la Europa oriental tras la II Guerra mundial (1939-45), la Unión Soviética se anexionó las Repúblicas bálticas y una parte de Polonia. En cuanto a los territorios de las diócesis de Vilna, Pinsk, Luck y Przemysl dependientes de la URSS, la mayor parte de sus tres millones y medio de católicos de rito latino se trasladó a Polonia occidental. No se conoce el número de fieles que quedan, ni el de los sacerdotes e iglesias. Sólo se sabe con certeza que hay abiertas y con culto dos iglesias católicas de rito latino, una en Moscú y otra en San Petersburgo (hoy Leningrado).

2. Católicos de rito bizantino-eslavo. En el s. XV, el metropolitano Isidoro de Kiev, que tomó parte en el Conc. de Florencia (v.), trató de que la iglesia ortodoxa rusa volviera a la comunión con la Sede Apostólica de Roma, pero no tuvo éxito. Durante los s. XVIII y XIX retornaron individualmente a la comunión con la Iglesia católica algunos ortodoxos rusos adoptando el rito latino, con lo que, ante la opinión pública rusa, renegaban de su propia nación.
A finales del s. XIX, varios sacerdotes e intelectuales ortodoxos rusos, estudiando las tradiciones genuinas de la Iglesia oriental, se decidieron a restablecer la comunión con la Iglesia de Roma, pero querían conservar su rito propio. Se contaron entre los primeros los sacerdotes Alexis Zercaninov (m. 1933) y Nicolás Tolstoi (m. 1926), la princesa Isabel Volkonskaia (m. 1897) y el filósofo Vladimir Soloviev (m. 1900; v.). Al movimiento se sumaron otros sacerdotes y seglares, que constituyeron los primeros grupos de católicos rusos de rito bizantino-eslavo en Moscú, San Petersburgo, Saratov, etc. En 1917, el metropolitano de Halic, Andrés Septyckyj, provisto de poderes especiales por la Santa Sede, convocó un sínodo en San Petersburgo, e instituyó para Rusia un Exarcado de rito bizantino-eslavo, nombrando primer exarca al sacerdote Leónidas Feodorov. Pero al sobrevenir la persecución religiosa, el exarca Feodorov fue procesado en 1923 y condenado a trabajos forzados; murió después en Vjatka en 1935. Los encarcelamientos, las deportaciones y el exilio de otros sacerdotes y fieles lograron en poco tiempo desbaratar por completo la existencia del Exarcado.
El movimiento continuó entre los rusos emigrados a Europa, América y Australia, donde todavía se encuentran grupos de católicos rusos de rito bizantino-eslavo. En 1929, el papa Pío XI (v.) abrió en Roma el Pontificio colegio ruso, que atiende a la formación de sacerdotes de ese mismo rito.


GIUSEPPE OLŠR, PIERRE KOVALEVSKY.
 

BIBL.: H. GÓMEZ, La Iglesia rusa, Madrid 1948; ÍD, Las sectas rusas, Madrid 1949; ÍD, Historia Eclesiástica de Rusia, Madrid 1958; P. KOVALEVSKY, San Sergio y el espiritualismo ruso, Madrid 1963; M. J. LE GUILLOU, El espíritu de la ortodoxia griega y rusa, Andorra 1963; M. ALPATOV y N. BRUNOW, Geschichte der Altrussischen Kunst, Augsburgo 1932; A. AMMANN, Abriss des Ostslawischen Kirchen-Geschichte, Viena 1950; ÍD, Storia della chiesa russa, Turín 1948; N. ARSENIEV, La Sainte Moscou, París 1948; ÍD, Die geistlichen Schicksale des russischen Volkes, GrazViena-Colonia 1966; E. BEIIR-SIGEL, Prière et sainteté dans l’Église Russe, París 1950; N. BONWETSCH, Kirchengeschichte Russlands, Berlín 1923; G. FEDOTOV, A treasure of russian spirituality, Londres 1950; J. KOLOGRIVOV, Essai sur la sainteté en Russie, Brujas 1953; J. CHRYSOSTOMUS, Kirchengeschichte Russlands der neuesten Zeit, 3 vol., Munich-Salzburgo 1965-68; P. PASCAL, Avvakoum et les débuts du Rascol, París 1938; ÍD, Récits d’un pélérin russe á son maitre spirituel, París 1966; M. J. ROUET DE JOURNEL, Monachisme et monastéres russes, París 1952; I. SMOLITSCH, Russisches Mönchtum, Wurzburgo 1953; ÍD, Geschichte der russischen Kirche, Leiden 1966; T. SPIDLEC, Joseph de Volokolamsk, Roma 1956; S. TYSZKIEWICZ y T. BELPAIRE, Ascètes russes, Namur 1957; P. KOVALEVSKY, Les judaïsants de la Sainte Russie, París 1968; W. DE VRIES, La Iglesia y el Estado en la Unión Soviética, San Sebastián 1960; N. S. TIMASHEFF, Religion of Soviet Russia 1917-1942, Nueva York 1942; N. STRUBE, Les Chrétiens en URSS, París 1963.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991