Trinidad, Santísima. III. Liturgia, Espiritualidad y Arte. 4. Iconografía de la Santísima Trinidad.
 

Desde el principio el cristianismo en general se ha resistido a representar la T. en forma humana. En los primeros siglos se hace gran uso de los símbolos para representar el misterio trinitario. Así encontramos la esfera y el triángulo, que geométricamente simboliza la igualdad de las tres divinas Personas, es decir, que las tres tienen la misma naturaleza divina, y paleográficamente coincide con la delta griega (que es la primera letra de la palabra latina Deus). Triángulos simbólicos de la T. aparecen en la cripta de San Ireneo de Lyon, en el hipogeo de Acilio de las catacumbas de Priscila en Roma (s. III), etc. También se han encontrado en África en gran abundancia. Este símbolo trinitario ha subsistido hasta nuestros días, solo o acompañado de otros símbolos como el ojo abierto, crismones, o palabras que sintetizan la doctrina sobre la T., uso muy frecuente en el s. XV.

Más tarde aparece alguna representación de la T. en forma humana, pero sólo en cuanto que su presencia se requiere para ciertos acontecimientos de la historia de la salvación, como en la creación, en la visión de Abraham de los tres personajes o en el bautismo de Cristo. El tema de la T. en la creación se encuentra en un sarcófago del museo de Letrán: está Adán ante tres personajes de la misma edad y con barba, el del centro está sentado en una silla cubierta con un velo, como señal de honor; en la parte inferior la Virgen recibe a los Magos también sentada, pero su silla no está cubierta con el paño honorífico, aunque no carece de dignidad; son los únicos personajes que en ese relieve aparecen sentados. Otras veces los tres personajes presentes en la creación del primer hombre están de pie, como en el sarcófago de Ludovisi. Todos los arqueólogos e iconógrafos están de acuerdo que esos tres personajes representan a la T.; los sarcófagos datan de la segunda mitad del s. IV.

En el tema de los tres visitantes de Abraham (Gen 18, 1-5) la tradición cristiana patrística y litúrgica ha visto a las tres Personas de la T.: «vio a tres y a uno solo adoró», como dice S. Agustín (Contra Maxim. 2,16; Sermo,171; responsorio de maitines del domingo de Quincuagésima en el Breviario de S. Pío V). La representación más antigua que se conoce de este tema aparece en un mosaico del s. V en la basílica romana de S. María la Mayor. Hay dos momentos: en el primero Abraham se inclina ante los tres personajes adultos, vestidos de blanco y con aureolas; en el segundo, los tres personajes se encuentran ante la mesa dispuesta por el patriarca. En S. Vidal de Rávena se encuentra también, un siglo más tarde, la escena de los tres personajes sentados ante la mesa con tres panes, a un lado Abraham en actitud de sacrificar a Isaac y al otro la preparación del cabrito.

La escena del bautismo de Cristo en un principio sólo la integran las figuras de Juan Bautista, de Cristo y de la paloma, símbolo del Espíritu Santo, según aparecen en las pinturas de las Catacumbas romanas de S. Calixto y de los S. Pedro y Marcelino. Más tarde aparece también la figura de un ángel que guarda los Vestidos de Cristo. Luego se ve la figura del Padre, como en el baptisterio de los arrianos de Rávena (segunda mitad del s. VI). Muy común es la representación del Padre por una mano y la del Espíritu Santo por la paloma con las figuras humanas de Cristo y S. Juan Bautista. Son interesantes en este sentido los marfiles del Museo Británico, Milán, Amiens y Oxford. En el de Werden aparece el Padre parecido a un lúpiter tonante. La mano del Padre y la paloma aparecen también en las representaciones del bautismo de Jesús de los evangeliarios de Rábula, miniados del a. 586 en el monasterio de Zagha (Mesopot4mia), y en el de Etschmiadzin (Armenia), que es similar. Otras veces la mano del Padre corona a Cristo representado en figura de Cordero con la cruz.

En el s. XI se divulgan las representaciones de la T. en figura de tres hombres de la misma edad. Este modo continuará hasta muy tarde, como puede comprobarse por el Libro de Horas de Esteban Chevalier en Chantilly, miniado ca. 1455, en el que en una escena de incomparable belleza y fervor místico se representa la entronización de la Virgen María en el Cielo por las tres divinas Personas en figura de tres hombres idénticos, vestidos de blanco y sentados en un sitial gótico con tres asientos iguales. En otras ocasiones, el Padre y los ángeles se representan con figura humana, la de Cristo se simboliza por una cruz y la del Espíritu Santo por la acostumbrada paloma, como aparece en la iglesia colegiata de Nantes. Más adelante los artistas quieren ser como más realistas en sus representaciones de la T., y así vemos al Padre en figura de pontífice con tiara, Cristo con las señales de la pasión y el Espíritu Santo en figura de paloma, como en los cuadros de J. Bellegambe en el Museo de Li~lle, y en otro del Greco; asimismo A. van Dig (museo de Budapest) representa a Cristo con la bola del mundo dominada por la cruz; Tiziano (Museo del Prado) presenta al Padre y al Hijo sentados, vestidos con largas túnicas y mantos, y el Espíritu Santo en medio de ambos en figura de paloma radiante. Otras veces Cristo aparece crucificado, como en el grupo escultórico de Aguinaga en el valle de Gulina. En el cuadro de Rafael conocido con el título de la «Disputa» aparecen las tres divinas Personas en línea vertical, arriba el Padre, luego el Hijo y debajo el Espíritu Santo. En el retablo de la cartuja de Miraflores de Burgos, obra de Diego de Siloé y de Diego de la Cruz, Cristo crucificado está entre el Padre con atuendo de Emperador y el Espíritu Santo como Emperatriz, porque en hebreo la palabra espíritu es del género femenino.

Algunos artistas, al querer expresar lo más posible el misterio de la unidad en la T. y la imposibilidad de separar las tres divinas Personas, llegaron a formas no de¡ todo aceptables. Por eso los Sumos Pontífices intervinieron con su autoridad (p.ej., Urbano VIII en 1628) para reprimir representaciones como la de presentar una cabeza sola con tres rostros, como aparece en el cuadro de Fra Bartolomeo que se conserva en la Galería degli Uffizi de Florencia. Más tarde, el 1 oct. 1745, Benedicto XIV respondía. al obispo de Agustano sobre el culto a las imágenes; en esa carta da unas normas sobre las representaciones de la T., y, al mismo tiempo, una historia de esas representaciones. Allí se dice que al Padre se le puede representar en forma de anciano venerable, al Hijo en su seno y al Espíritu Santo en forma de paloma; también al Padre y al Hijo en forma separada, pero con algo de más edad al Padre; también es común la imagen del Hijo con las señales de la pasión o crucificado (Bullarium, 1,141).


M. GARRIDO BONAÑO.
 

BIBL.: M. ALPATOR, La Trinité dans l'art byzantin, «Echos d'Orient» (1927) 152-156; A. HEIMANN, L'iconographie de la Trinité, «L'art chrétien», octubre 1943 (único no aparecido) 3758; P. T., A proposito di Iconografía trinitaria, «Ephernerides Liturgicae» 58 (1944) 181-184; G. DE PAMPLONA, Iconografía de la Santísima Trinidad en el Arte Medieval español, Madrid 1970.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991