TALES DE MILETO


Natural de Mileto y fundador de la Escuela de ese nombre, vivió aprox. entre los a. 624-623 y 546-545 a. C. Es mencionado el primero en todas las listas de los siete sabios de Grecia. No parece que haya dejado escritos. Se sabe poco de sus orígenes y detalles de su vida, y todo lo que se le atribuye está sujeto a discusión. Además de filósofo, parece que desempeñó un papel político importante en su patria (exhortando a los milesios a unirse frente a lidios y medos para salvar su independencia); que fue astrónomo (predijo un eclipse solar, 28 mayo 585, fecha que sirve para establecer su cronología), aunque sus descubrimientos son menos importantes de lo que se ha supuesto, y pueden atribuirse a los astrónomos babilonios y egipcios, de quienes pudo haberlos recibido; y que fue también físico (descubrió las propiedades dé¡ imán) y matemático (estableció varios teoremas de geometría, principalmente el que lleva su nombre), conocimientos que aplicó a la náutica y agronomía. Su preocupación de reemplazar la explicación mítica por una explicación física, y su manera de razonar en aritmética y en geometría hacen de él uno de los precursores de la ciencia griega.
     
      Se le atribuyen dos anécdotas de sentido casi contrario, que se encuentran respectivamente en Platón y Aristóteles, de autenticidad dudosa, porque expresan lo que cada uno de éstos entendía por filósofo, y parecen referidas a T. de M. más bien como símbolo y encarnación del sabio. Pero resultan expresivas de la consideración en que era tenido el primer filósofo conocido de todos los tiempos. En Platón aparece el sabio absorto en la especulación: «Ahí tiene'!, Teodoro, el ejemplo de Tales, que también observaba los astros y, al mirar al cielo, dio con sus huesos en un pozo. Y se dice que una joven tracia, con ironía de buen tono, se burlaba de sus preocupaciones por conocer las cosas del cielo, cuando ni siquiera se daba cuenta de lo que tenía ante sus pies. Esta burla viene muy bien a todos aquellos que dedican su vida a la filosofía» (Teeteto, 174 e). En Aristóteles, por el contrario, se muestra la utilidad práctica del saber del filósofo, aunque sólo le mueve la libre contemplación: «Tales, a causa de su pobreza, así lo cuenta la historia, fue objeto de mofa por la carencia de utilidad de la filosofía; pero por su conocimiento de la astronomía había observado él que, mientras era aún invierno, iba a haber una gran cosecha de aceitunas, de manera que reunió una pequeña suma de dinero y pagó depósitos redondos en la totalidad de las prensas de aceituna que había en Mileto y Quíos, los cuales alquiló él por una renta muy baja, ya que nadie le hacía la competencia; y cuando llegó la estación hubo una demanda imprevista y repentina de un gran número de prensas simultáneamente, y alquilándolas al precio y en las condiciones que él quería, reunió una gran suma de dinero, demostrando así que, si quisieran, les era fácil a los filósofos ser ricos, pero que no es esto lo que acapara sus cuidados. Se refiere, pues, que Tales mostró así su sabiduría» (Política I,II, 1.259a 8-19).
     
      Como todos los milesios, T. de M. busca el principio (arjé) de todas las cosas (V. MILETO, ESCUELA DE). Aristóteles refiere así su doctrina filosófica fundamental: «Tales, el fundador de esta filosofía, afirmaba que era el agua el primer principio. Por eso llega hasta a afirmar que la tierra se apoya en el agua. Fue llevado a esta idea probablemente al observar que el agua es alimento de todas las cosas, que hasta lo caliente procede de ella y que todo animal vive de la humedad, y aquello de que todas las cosas proceden es, evidentemente, el principio de todas ellas. Y a causa de esto llegó a acuñar esta opinión de que las semillas de todas las cosas poseen una naturaleza húmeda, y el agua es el principio de las cosas húmedas» (Metafísica, 1,3 983b 20-28). Más detallado es el testimonio posterior de Simplicio (s. VI): «Tales de Mileto (...) han dicho que- el principio era el agua. Las apariencias sensibles les conducían a esta conclusión; porque lo cálido tiene necesidad de humedad para vivir, y lo muerto se deseca, y todos los gérmenes son húmedos, y todo alimento está lleno de jugo; ahora bien, es natural que cada cosa se nutra de aquello de lo que proviene; pero el agua es el principio de la naturaleza húmeda y lo que sustenta todas las cosas; han concluido, pues, que el agua era el principio de todo y han declarado que la tierra reposa sobre el agua» (Diels FVS, 11 A 13; Dox., 475, 1: Simplicio, Phy., 23,21; Teofrasto, Opiniones de los Físicos, fr. 1).
     
      Como el mismo Aristóteles señala, al enseñar T. de M. que eJ principio de donde el mundo procede es el agua, no hace más que reproducir un tema cosmogónico extraordinariamente extendido: «Creen algunos que los hombres de los tiempos remotos y con ellos algunos de los primeros autores [Orfeo, Museo, Eumolpio, etc.], muy anteriores a nosotros, imaginaron la naturaleza de esta misma manera. Así han presentado como progenitores del universo al Océano y a Tetis [Homero, Hesíodo, etc.], y creen que los dioses juran por el agua, por el agua que los poetas llaman la laguna Estigia. Porque lo más antiguo que existe es al mismo tiempo lo más sagrado, y lo más sagrado que hay es el juramento. No resulta claro que esta antigua opinión encierra una manera de explicar la naturaleza. Tales, sin embargo, parece que mantuvo este punto" de vista en la explicación de la primera causa de los seres» (Metafísica, 1,3, 983b 28-984a 3). La originalidad de T. parece haber consistido en considerar el agua como causa y elemento de todos los seres y origen de todo el universo, y de una manera no mítica. Hay que entender por tal agua algo así como la extensión marina, con toda la vida que de ella procede.
     
      Aristóteles y Diógenes Laercio le atribuyen la frase de que «todas las cosas están llenas de dioses»; no hay que entenderla en sentido panteísta, sino que parece que T. de M. concebía el agua como una fuerza activa, vivificante y transformadora. También decía que el imán tiene vida y alma, porque atrae al hierro. Todo ello indica un concepto animista de la materia (v. 11ILOZOísMO), no exento de una consideración de que «algo divino» hay en todo.
     
      V. t.: PRESOCRÁTICOS; MILETO, ESCUELA DE.
     
     

BIBL.: F. DECKER, De Thaleto Milesio, Halle 1865; A. MADDALENA, L'Antitesi di Talete, «Atti Accad. di Padova» (1937); E. BODRERO, Talete greco e Talete fenicio, «Atti Accad. di Padova» (1923); 1D, Studi, saggi ed elogi, Padua 1941; y la Bibl. de PRESOCRÁTICOS y MILETO, ESCUELA DE.

 

J. M. ARIAS AZPIAZU.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991