Notas y Propiedades de la Iglesia
Teologia Fundamental
Definición. Son propiedades de la I. todas aquellas
características o peculiaridades esenciales que le fueron conferidas por Cristo,
su divino Fundador. Como se verá más adelante, todas ellas aparecen contenidas
explícita o implícitamente en los textos bíblicos. Por eso, aun cuando la 1. sea
una realidad inefable e indefinible por ser una participación del misterio de
Cristo, puede ser descrita en función de los calificativos que fluyen de sus
propiedades esenciales: sociedad perfecta sobrenatural, visible e invisible a la
vez, perenne, escatológica, necesaria para la salvación, jerárquica,
sacramental, cultual, infalible, una, santa, católica y apostólica.
En cambio, las notas de la I., además de ser propiedades esenciales de la misma,
implican un aspecto visible o experimental, que la distingue o «notifican» entre
todas las demás confesiones cristianas. Entre ellas, sobresalen las cuatro notas
consagradas por el magisterio de la I.: unidad, santidad, catolicidad y
apostolicidad. En e1_ lenguaje escolástico se diría, pues, que la propiedad es
el género próximo y la nota la última diferencia en la definición de los
caracteres visibles de la Iglesia. Todas las notas son a su vez propiedades,
pero no viceversa, porque no todas las propiedades son visibles o perceptibles
experimentalmente.
Aspecto dogmático de las notas de la Iglesia. Es dogma de fe que la verdadera I.
de Cristo es una, santa, católica y apostólica. Cuando el Conc. Vaticano II
afirma: '«Ésta es la única iglesia de Cristo, que en el Símbolo confesamos como
una, santa, católica y apostólica» (Lum. gene. 8), no hace más que recoger la
profesión de fe del Símbolo Apostólico (Denz.Sch. 30,36,40) proclamada después
oficialmente en el Conc. 1 de Constantinopla (a. 381; Denz.Sch. 150) y repetida
habitualmente en todos los símbolos o profesiones de fe posteriores (Denz.Sch.
684,792, 854,870,1868,3013,3061).
Aspecto apologético de las notas de la Iglesia. Entre los distintos métodos
apologéticos empleados por los teólogos para probar el origen divino de la I.
Católica existe una dependencia mutua esencial. Las realidades y los conceptos
se entrecruzan tanto en el método filosófico-histórico-progresivo y en el
llamado de la inmanencia, como en el método empírico y en el de las cuatro notas
de la Iglesia (V. APOLOGÉTICA; TEOLOGÍA FUNDAMENTAL). Sin embargo, estos dos
últimos guardan entre sí una relación muy especial y se completan mutuamente.
El método empírico, como lo indica su mismo nombre, se funda exclusivamente en
el milagro moral que representa el hecho actual de la 1. Católica. Pues «La
Iglesia de por sí, por su propagación admirable, por su santidad eximia y su
fecundidad inexhausta en todo género de buenas obras, por su unidad católica y
su estabilidad invencible es un motivo grandioso y perenne de credibilidad y un
testimonio irrefragable de su legación divina» (Conc. Vaticano 1, Denz.Sch.
3013). Este milagro moral es un signo visible de la intervención divina en favor
de su 1. y la constituye en un diálogo perenne de Dios con los hombres para
indicarles en ella el camino de la verdad y del amor.
El método de las cuatro notas sigue un proceso distinto del anterior. Se remonta
al análisis de esas notas tal como aparecen en el N. T. y en la 1. primitiva,
para comprobar luego que, de hecho, sólo se hallan plenamente realizadas en la
I. Católica a través de los siglos. Esta teología de las notas tardó muchos
siglos en ser elaborada. Los Padres y los escritores eclesiásticos de los
primeros tiempos insistían únicamente en aquella o aquellas notas comprometidas
por los herejes o cismáticos de su época. Así, p. ej., S. Ireneo, contra los
gnósticos, recurre a la apostolicidad, defendiendo que la verdadera tradición
sólo puede hallarse en la I. que conserva la sucesión apostólica (Adversus
haereses, lib. 5), y lo mismo hace Tertuliano en su obra De prescriptione
haereticorum; S. Cipriano atiende en especial a la unidad del cuerpo de la I.
bajo la dirección de los obispos (De catholicae ecclesiae unitate); S. Optato de
Milevi, contra los donatistas, habla de estas cinco notas distintivas: la
cátedra, el ángel, el Espíritu, la fuente y el sello (De schismate donatistarum)
; S. Agustín recurrirá a la santidad de la Iglesia contra los maniqueos y los
paganos (De nioribus Ecclesiae catholicae; De Civitate Dei) y a su unidad y
catolicidad contra los donatistas (De baptismo; De unitate Ecclesiae). En el s.
xv, los errores de Wiclef y de J. Huss (Iglesia de los predestinados) hacen que
Juan de Torquemada (m. 1468; v.), aun sin elaborar una teología de las notas,
desarrolle el argumento de las cuatro notas y la teología de la indefectibilidad
de la 1. en cuanto Esposa de Cristo (Summa de Ecclesia, Roma 1489, lib. I,3-28).
Y en el s. xvi, ante las doctrinas de Lutero (Iglesia de los santos) y Calvino
(Iglesia de los predestinados), surgen teólogos como Melchor Cano (v.),
Stapleton, Báñez (v.), Gregorio de Valencia (v.), Suárez (v.) y S. Roberto
Belarmino (v.) que reivindican, aunque no de la misma manera, las notas de la 1.
El último llega a enumerar hasta 15 notas en sus Controversiae (lib. IV,3-18),
si bien él mismo opina que se pueden reducir a las cuatro tradicionales.
Teólogos posteriores, como Gonet, Tournely, Billuart (v.), Gotti, etc., se
limitan ya a la demostración católica por las cuatro notas. Y en el s. xlx, ante
el surgir de las innumerables sectas protestantes, suelen insistir más en la
unidad de la Iglesia, tal como aparece en la S. E. y en la Tradición.
Valor apologético de las cuatro notas de la Iglesia. El método de las cuatro
notas no es aceptado, a veces, por todos los autores. G. Thils (v.) se muestra
contrario a su valor apologético, o al menos a su oportunidad actual; no hay
acuerdo, dice, entre los teólogos sobre la terminología, el número y la
definición de las notas; unos hablan de notas positivas (exclusivas de la
Iglesia verdadera), otros de notas negativas (necesarias, pero no exclusivas de
aquélla, p. ej., la apostolicidad material en la Iglesia ortodoxa); las notas
presuponen ya el reconocimiento de la autoridad de Cristo, de la S. E. y de la
I. primitiva, negada por la mayor parte de aquellos protestantes caídos en el
racionalismo. Finalmente, siempre según G. Thils, no puede probarse que las
cuatro notas sean exclusivas de la I. Católica. Tampoco M. Jugie está de acuerdo
con ese exclusivismo de las notas, y propone el método de la comparación y
trascendencia: la 1. Católica las posee en un grado más eminente. Analiza este
autor siete notas, aptas para el diálogo con los ortodoxos orientales. Por otra
parte, T. Zapelena entabló una fuerte polémica con los autores antes citados en
defensa del valor apologético de las cuatro notas; postura adoptada, entre
otros, por J. Salaverri.
Por lo demás, las posturas que adopten los diversos autores en torno a la
demostración por las cuatro notas han de presuponer el hecho fundamental de la
unicidad de la verdadera I., como lo ha expresado claramente el magisterio
eclesiástico: «La verdadera Iglesia de Jesucristo se constituye y reconoce por
autoridad divina con la cuádruple nota que en el Símbolo afirmamos debe creerse;
y cada una de estas notas, de tal modo está unida con las otras, que no puede
ser separada de ellas; de ahí que la que verdaderamente es y se llama católica,
debe juntamente brillar por la prerrogativa de la unidad, de la santidad y la
sucesión apostólica» (Pío XI, Ep. S. Of ficii ad episcopis Angliae, 16 sept.
1864; Denz.Sch. 2888; cfr. Denz.Sch. 3013).
Se puede decir que el argumento de las notas mantiene su valor como complemento
y apoyo en la demostración histórica; sabiendo a la vez mantenerse fiel a los
textos bíblicos y evitar presentaciones polémicas, es decir, usar de las notas
para penetrar en el misterio de la Iglesia. Para la exposición amplia del valor
apologético de las notas, V. APOLOGÉTICA I, 6.
V. t.: ECLESIOLOGÍA.
A. TURRADO TURRADO.
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Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991