SERPIENTE II. RELIGIONES NO CRISTIANAS


La s. ha dejado su huella impregnada de religiosidad en toda el área «mediterránea», desde el occidente atlántico hasta el Indo, e incluso se prolonga por otras muchas zonas, por todas donde tuvo vigor, o aún se conserva, la cultura caracterizada por la adoración de la Diosa Madre (V. DIOS II, 2) y por la vida sedentaria, agrícola y a veces matriarcal de sus adoradores.
     
      Significación. a. Hija de la tierra. La s. sale de la tierra, se arrastra sobre ella y se esconde en sus entrañas. De esta observación parte probablemente la atribución de una naturaleza netamente telúrica; «hija de la tierra» es, sinduda, su apodo tradicional (Artemidoro, Onirocriton, 2,13; Alcman, Fragmentos, 60 b; Heródoto, 1,78; Plinio, Historia Natural, 8,59,84, etc.).
     
      b. Teofanía y encarnación de la Madre Telus (tierra sacralizada). Tan estrecha fue su relación con ella, que la s. se identificó con la Telus, y su presencia fue venerada como aparición de deidades telúricas: Hecate, Erinis, Górgonas, Titanes, etc., y especialmente de la misma Madre Telus. La s., de suyo, no guarda relación con los dioses celestes. Pero ni el influjo de los poemas homéricos ni el dominio secular del culto oficial, olímpico, borraron su recuerdo corporizado en las figuras míticas de la s. Pitón, Tifón, Equidna, Hidra, etc., aunque no consta por los testimonios conservados que la s. haya recibido en Grecia en los tiempos históricos culto en el sentido estricto de la palabra (V. GRECIA VII).
     
      El culto tributado a la s. no terminaba en su naturaleza zoológica. Por muy primitiva que sea una persona, no la venera en cuanto s., sino por creer que se trata de la epifanía de una divinidad, la Madre Telus encarnada en ella. La naturaleza de la sacralidad inicial de la s. puede definirse como una epifanía (V. TEOFANÍA) y encarnación (V. ENCARNACIONISMO) teriomórfica de la Madre Telus, de ordinario no momentánea ni circunstancial sino permanente, aunque no exclusiva, al menos en cuanto a algunas de las virtualidades terrestres, ya que, p. ej., la de la fertilidad-fecundidad la comparte con el agua (v.), la luna (v.) y el toro (V.) (v. t. TIERRA V).
     
      Poderes de la serpiente divinizada. De aquí proviene la atribución a la s. de la triple facultad: origen de la vida, sostén de las almas tras la muerte, y previsión del futuro, característica de la Madre Telus. Ésta, por tanto, no se encarnó por entero en la s., sino sólo una parte de ella, la misma que más tarde aparece en la figura antropomórfica del joven dios «que muere y resurge»: Adonis, Atis, etc. (v. DIOS II, 2).
     
      a. La fecundidad. Toda una serie de representaciones, que van desde los tiempos más remotos hasta los misterios del helenismo, testimonian el ascendiente cultual de la Madre Telus, y se extasían ante el atributo de sus senos fecundos o ante la portadora de esta virtualidad, la s. Así ocurre en numerosas pinturas rupestres (serpentiformes); en algunas parecen confundirse las representaciones del agua y de la s., concretamente cuando contemplamos las líneas en espiral, geométricas o redondeadas, mas siempre esquematizadas; en otras, su terminación en triángulo (cabeza) no ofrece lugar a duda.
     
      b. Fecundidad humana y fertilidad agraria. El sustrato ritual de una ceremonia frecuente en la Antigüedad coincide: una sacerdotisa o una joven entra «desnuda» en la caverna o bosque, morada de la s., llevándole una ofrenda. Si la s. la acepta y come, las espigas se inclinarán abrumadas por el peso de los granos, las uvas madurarán..., en una palabra, el año será fértil (Propercio, 4,8,5 -Roma-; Eliano, Natura animalium 2,2 -Epiro-; Achilles Tatius, 8,6 -Éfeso-). El hecho de presentarse desnuda confirma la eficacia fecundante del rito en el terreno agrario y humano, admitida en Grecia, Roma, Babilonia, etc. (V. FERTILIDAD II; NATURALEZA, CULTO A LA).
     
      c. Cambio de sexo. El medio empleado para conseguirlo varía, pero siempre se recurre a uno de los elementos telúricos: la s., el agua y, especialmente en España, el toro. Es famosísimo el caso del adivino Tiresias, de quien se dice adquirió sexo femenino precisamente por golpear a dos s. y, tras siete años, recobró la masculinidad por el mismo procedimiento (Ovidio, Metamorfosis 3,305-321).
     
      d. La salud. En la Antigüedad, la s. no quedó reducida, como en los tiempos actuales, a elemento puramente decorativo. Hoy pervive en el emblema farmacéutico como recuerdo del Asclepio griego -Esculapio entre los romanos-, dios de la salud en el mundo grecorromano, deidad telúrica y s. él mismo en su origen. En el 420 a. C., tras la gran peste, Asclepio fue solemnemente entronizado en Atenas representado por una s. La interpretación más probable de los documentos indica que en un sueño o visión, el patrono de la medicina dijo: «Recogedme en Epidauro», de donde lo llevaron a Ática «en forma de serpiente» (Inscriptiones Graecae 2,2,4960) del mismo modo que los sicionios (Pausanias, 2,10,3) y los romanos (Ovidio, Metamorfosis, 15,626-722). En una escena de la comedia Pluto, 680 ss., Aristófanes presenta a las s. curando a los enfermos.
     
      e. Vida de ultratumba. Tierra, vida en la superficie terrestre y enterramiento, o vida en el seno de la misma tierra, describen el círculo completo que recorren todos los creyentes en la religiosidad telúrico-mistérica (v. MISTERIOS Y RELIGIONES MISTÉRICAS), sin evasión posible hacia las alturas celestes, como ocurrió en las religiones nacionales (v. RELIGIONES ÉTNICO-POLÍTICAS); algunos de los pobladores de Ática llamaban demetrios, i. e., pertenecientes a Demeter, la Madre Tierra, a los muertos (Plutarco, De facie in orbe Lunae, 28). Por eso no extraña la vinculación de las almas de los muertos con la s. Abundan los relieves funerarios en que aparece el alma encarnada en la s. o, al menos, simbolizada por su figura. Así se explica que los antepasados, los héroes (v.), suelan aparecerse en forma de s.: Sosípolis (Pausanias, 6,20,2 ss.), Erecteo (íd., 1,24,7), Cécrope (Aristófanes, Avispas, 438). En las naves que luchaban frente a Salamina contra los persas, apareció una s. El oráculo délfico (v. DELFOS) manifestó que era el héroe Cencreo (Pausanias 1,36,1).
     
      f. Mántica. La tierra es llamada «madre de los sueños» (Eurípides, Hécuba, 70 ss.; Homero, Odisea, 24,13, etc.) y la «primera en ejercer funciones mánticas» en Delfos (Esquilo, Euménides, 2). En el oráculo délfico, el principal de los helénicos, la s. aparece unida a ella, pues esta función correspondió en la época preapolínea a la Telus encarnada en la s. Pitón, vencida por Apolo. Según un testimonio: «La Pitón, hija de la tierra, serpiente gigantesca, solía dar sus respuestas oraculares en el monte Parnaso de Delfos antes que Apolo» (Higinio, Fabulae, 140). La s., encarnación de Erecteo, manifestó su poder mántico al presagiar la inminencia de la invasión persa, rechazando tercamente la comida (Heródoto 8,41). No se trata, por tanto, de adivinación por inspiración, sino de deducción del porvenir mediante la observación de los movimientos, modo de comer, etc., de la s., procedimiento similar al empleado en las religiones celestes, si bien aquí el animal es un ave (auspicios) (V. ADIVINACIÓN; SUEÑOS).
     
      Función de la serpiente en los misterios. El origen telúrico de los misterios (v.) justifica la presencia de la s. en ellos. Los autores paganos, Eurípides (Bacantes, 101 ss., 698.768, etc.), Demóstenes (Corona, 260), Horacio (Odas, 2,19,19), hablan de su manipulación, agitarlas sobre la cabeza, ceñirse la cintura con ellas en estado de excitación extática. En cambio, silencian, quizá por la ley del arcano, el acto iniciático de la «introducción de la serpiente en el seno del iniciado» conocido por testimonios cristianos: Clemente de Alejandría (Protéptico, 2,16), Fírmico Materno (De errore profanarum religionum, 10), Arnobio (Adversus Nationes, 5,21). (Sobre el significado y destino de unión con la divinidad, propio de estos actos Cúlticos, V. INICIACIÓN, RITOS DE.)
     
     

BIBL.: E. KUESTER, Die Schlangen in der griechischen Kunst und Religion, «Religionsgeschichte Versuche und Vorarbeiten» 13,2 (1913); FOERTER, Dracon y Ofis, en TWNT 2,284-286 y 5,566-582; art. Schlangen en RE II a 1,494-557 y Drachon 5,2, 1646-1648; 1. PIJOAN, Summa Artis, IV, El arte griego, Barcelona 1932, fig. 100, etc. ; M. GUERRA, La serpiente, epifanía y encarnación de la suprema divinidad ctónica: la Madre Telus, «Burgense» 6 (1965) 9-71.

 

M. GUERRA GÓMEZ.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991