SEPULCRO, SANTO
Es la tumba en que fue enterrado el cuerpo de Jesucristo en la tarde del Viernes
Santo (v. PASIÓN Y MUERTE DE CRISTO) y, consiguientemente, la Iglesia-Basílica
construida como Martyrion, testimonio, de la Tumba vacía o de la Resurrección.
Por esto los cristianos orientales la llaman Anástasis, en griego, o Iqameh, en
árabe.
Ubicación. Los recientes sondeos arqueológicos (1970) en el crucero de la
Iglesia evangélica del Redentor, muy próxima al S. S., confirman los argumentos
arqueológicos en favor de la autenticidad del lugar venerado en el interior de
la Basílica del s. IV (v. CALVARIO).
Que Cristo fuera sepultado por sus familiares o amigos no es caso único. A
partir de 1970 se conoce el enterramiento de otro crucificado, en su tumba
familiar, en la necrópolis NNE de Jerusalén. En el osario en que fueron
recogidos sus restos una sencilla inscripción da su nombre: Yohanan Ben HGQWL
(?), acaso Ezequiel, cuya datación tiene como topes los años 50 a. C. y 70 d. C.
Estado actual. Los arquitectos constantinianos separaron de la roca que le
rodeaba el hipogeo de Cristo, para construir una gran rotonda a su alrededor
cual ábside de la Iglesia-Basílica. Posteriormente fue deteriorado por
adecuaciones al culto y por las destrucciones de ejércitos de ocupación como el
de Cosroes, 614, y Hakim, 1009; terremotos, incendios y reconstrucciones.
Sus restos están hoy englobados en un horrendo casilicio, hecho a
principios del s. XIX, que los recubre enteramente tanto en su interior como en
su exterior. Este edículo conserva la disposición primitiva del hipogeo (v.):
consta de dos cámaras: antecámara y cámara sepulcral. El acceso del exterior a
la antecámara es una puerta estrecha; pero el que desde allí conduce a la cámara
sepulcral, situado en el mismo eje que el anterior, es sumamente bajo, 1,33 m.,
y se dice que antes de los cruzados era aún más bajo.
La antecámara recibe hoy el nombre de capilla del Ángel, recuerdo del que
se apareció a las piadosas mujeres (Mc 16,5) sobre la piedra circular que
cerraba el S. S. Un fragmento de dicha piedra se conserva en el centro de la
capilla sobre un pequeño pedestal de mármol. El interior de esta capilla mide
3,4 por 3,9 m., aunque dado el espesor de los muros (restos del hipogeo, más
revestimiento marmóreo exterior e interior) al exterior su ánchura- es de 5,9 m.
La cámara sepulcral mide 2,02 m. de larga por 1,94 m. de ancha. Se entra
en ella por el este y a lo largo de toda la pared norte se conserva un banco o
poyo que alcanza una altura de 66 cm. (incluido su revestimiento también
marmóreo) y una anchura de 93 cm. El resto de la cámara está formado por un
estrecho pasillo, 1,01 m., limitado al sur por el muro exterior. Sobre el banco
sepulcral campea un gran icono de Jesús resucitado en medio de lámparas. El
techo que se ve es relativamente moderno, desaparecida, probablemente del todo,
la bóveda primitiva.
Disposición primitiva. Muchos son los sepulcros de la época de Cristo
(siglos I a. C. y. I d. C.) conocidos desde antiguo o excavados recientemente en
Jerusalén y aledaños. Algunos, como el de Helena de Adiabene o de la Familia de
Herodes, los llamados de Absalón y Zacarías, son de gran magnitud y capacidad.
Sus disposiciones pueden variar. Otros son unifamiliares, usados en una o varias
generaciones, e incluso alguno es individual. Destacan los de Jasán, o los
descubiertos en Dominus Flevit, G. al Masaref, Nisan Beq.
A pocos metros del S. S., y en parte destruido por los cimientos de la
rotonda constantiniana, hay un sepulcro llamado tradicionalmente de José de
Arimatea, del que sólo pueden verse unos nichos de «horno», o kohim, queformaban
parte de una cámara sepulcral. De la antecámara, si la hubo, no ha quedado
huella visible. Si no formaba parte del mismo conjunto funerario que el S. S.,
sí es claro indicio de que la cantera abandonada (v. CALVAXIO) era usada como
necrópolis junto a los muros de la ciudad.
Los sepulcros de la época eran excavados, al menos en su cámara sepulcral,
en la roca viva. La cantera abandonada facilitaba dicha labor al ofrecer planos
horizontales y verticales al exterior que pudieron ser dispuestos como atrios
semicubiertos. A la tumba se accedía desde el exterior, o el atrio a cielo
abierto, por un pequeño acceso a nivel del suelo de a lo sumo 60 cm. de lado que
solía cerrarse con una piedra circular como rueda de molino que giraba dentro de
una canaleta de hasta 20 cm. de anchura.
La antecámara, si había, solía ser cuadrangular, dependiendo su
regularidad de la dureza de la roca y la calidad del trabajo de la obra. Su
tamaño dependía de la grandiosidad del proyecto. Frecuentemente se excavaba en
la pared un poyo a lo largo de todos o alguno de sus lados. Encima de los poyos
se abrían pequeños nichos para depositar las lucernas indispensables dada la
gran oscuridad reinante. Sobre el poyo, o el suelo, donde no lo había, se abrían
las puertas de las cámaras sepulcrales. En los sepulcros más ricos se cerraban
estas puertas con piezas monolíticas talladas como puertas de madera con
casetones.
Las cámaras sepulcrales podrían ser a nichos (sencillos o dobles)
perpendiculares al paramento: a «horno» o en hebreo kohim; o a arcosolios (v.
HIPOGEOS); o a fosas en el suelo: fortúae.
La disposición del banco sepulcral y su altura excluye en el S. S. el
enterramiento en fosa individual o en nicho a «horno». Se debía tratar, por
consiguiente, de una tumba a arcosolio, aunque la anchura del actual banco sea
muy superior a la que priva en tumba tan regia como la de Helena de Adiabene.
Esta excesiva anchura puede ser debida a la posterior adaptación al culto: como
altar. Incluso es posible que, como en otras cámaras funerarias, hubiera no un
solo arcosolio, sino dos paralelos, y hasta un tercero perpendicular al fondo de
la cámara, que habrían sido demolidos al disponer la cámara para el culto y
visita de devotos. Sobre cada banco habría pequeños nichos para las lucernas y
el pasillo sería aún más estrecho de lo que es hoy, como se puede ver en la
tumba de Helena de Adiabene.
La antecámara, hoy capilla del Ángel, tendría el acceso reducido y cerrado
por la piedra circular, de la que habla el Evangelio. Pudo, o no, tener banco o
poyo adosado y seguramente tendría las dimensiones aproximadas de hoy, con mayor
o menor regularidad en sus ángulos. Se puede estar seguro de que no hubo
inscripciones funerarias ni siquiera graf itti, dado lo apresurado del
enterramiento. No sabemos si al exterior hubo algún elemento ornamental,
relieves, pilastras, etc., como aparecen en pórticos, atrios o vestíbulos de
tumbas contemporáneas; ni si había encima, o junto al S. S., alguna pirámide o
monumento, nefes, como se conservan aún en las tumbas del Cedrón: Absalón y
Zacarías.
Basílica del Santo Sepulcro. Con una cierta semejanza de problemas y
soluciones a la primitiva Basílica de S. Pedro en el Vaticano (v. VATICANO,
ESTADO DEL IV), la Basílica construida por los arquitectos de Constantino había
de destacar la tumba venerada, en este caso el S. S., testigo de la Resurrección
de Cristo. Para ello, habida cuenta de las estructuras urbanas de Aelia
Capitolina (la Jerusalén reconstruida por los romanos), se orientó al revés:
acceso por Oriente, sobre el porche occidental del Cardo o avenida, como lo
acreditan el mosaico de Mádaba y los restos constantinianos todavía hoy visibles
en el Hospicio Alejandro y alrededores (v. JERUSALÉN VI).
Al igual que en Roma, no se pensaba convertir en altar la tumba, ni
construirlo sobre ella; pero se había de centrar la atención sobre el S. S. Para
ello fue desgajado de la roca circundante y, seguramente, ya recubierto, sobria
y clásicamente, con nobles materiales como en S. Pedro. Pero, a diferencia de la
basílica romana, la del S. S. no fue rematada por un ábside, sino por una
rotonda casi circular techada en cúpula que se unía a la nave central de la
basílica por un arco triunfal u otro procedimiento similar, como se ha podido
apreciar en los sondeos realizados a partir de 1960 con motivo de la
restauración de la basílica. Según los relatos antiguos el interior del S. S.,
al menos en parte, no estaba recubierto de mármoles, ya que los peregrinos
podían ver y tocar la roca caliza blanca veteada de rojo, como indica Arculfo en
el s. VII.
Eteria (v.), a fines del s. IV, habla de la rotonda y del Calvario como de
dos Iglesias distintas. Parece ser que la gran basílica tenía un altar antes de
la Rotonda y la nave sur tenía acceso directo al Calvario, que así quedaba a
cielo abierto. Aunque la tradición del hallazgo de la Santa Cruz (v.) menciona
la cisterna que hoy queda debajo de la cripta llamada de S. Elena no hay
seguridad de cómo se armonizaban estos dos planos subterráneos con la basílica
constantiniana, aunque autores del s. VI citan el lugar y hablan de altar,
ábside y columnas. La Basílica fue consagrada en 335.
Los persas, en 615, conducidos por Cosroes II, conquistaron Jerusalén y
destruyeron con su pillaje la Basílica del S. S. Los últimos sondeos
arqueológicos indican que ladestrucción no fue tan absoluta como se creyera.
Gracias al abad Modesto se inició la restauración de la Basílica incluso antes
de la victoria de Heraclio sobre los persas en 629. Los relatos de peregrinos
siguen hablando de Martyrion, Anastasis y Calvario, pero no sabemos con
exactitud si correspondían a los antiguos monumentos. Junto a estos tres nombres
aparece el de la Iglesia de S. María que conmemora -1a unción de Cristo. El
Calvario es techado.
De nuevo destruida, más sistemáticamente, en 1009, esta vez por el Califa
Hakem, vuelve a iniciarse la reconstrucción bajo Constantino Monómaco sobre
todo. Más pobremente, se elevan pequeños santuarios independientes; pero
ricamente ornados de mosaicos bizantinos. Frente al S, S., hacia el este, se
construyó un ábside con el altar, aunque es posible que esta reforma fuera ya de
Modesto.
Los cruzados, entre 1130 y 1149, construyen un sólido y elevado edificio
que incluya todos los santuarios, que en líneas generales pervive hasta hoy. Se
trataba de una Iglesia de «peregrinación» con la peculiaridad de su rotonda y
las tres alturas de cripta, iglesia y S. S., y el Calvario. Éste queda unido a
la Iglesia por el transepto sur, sustituida la iglesia de S. María por la losa
de la unción. Una girola rodea el ábside, orientado, y de él se desciende a la
cripta. La entrada principal es por el transepto sur, como hoy. En 1808 una
reforma griega afeó la basílica y restauró el actual edículo con pésimo gusto.
Pero hoy se ha podido rehacer y descubrir parte del esplendor cruzado.
V. t.: JERUSALÉN V-VI.
BIBL.: P. TERMES, Santo Sepulcro, en Enc. Bibl. V1,491-492; D. BALDI, Enchridion Locorum Sanctorum, 2 ed. Jerusalén 1955; íD, Cuida de Terra Santa, Jerusalén, 1963; A. PARROT, Gólgota y el Santo Sepulcro, Barcelona 1963.
V. VILAR HUESO.
Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991