SEBASTE, MÁRTIRES DE


Cuarenta soldados muertos durante una de las persecuciones (v.) romanas en Sebaste (Armenia Menor), cuyo martirio tuvo gran resonancia en Oriente y también en Occidente. Por ello, no es de extrañar que se conserven varias versiones de la Pasión, y que muchos Padres de la Iglesia oriental se ocupen de ellos, y les dediquen algún sermón; entre ellos, S. Efrén, S. Basilio el Grande (In sanctos quadraginta martyres, PG 31,507 ss.) y S. Gregorio Niseno (PG 46,749 ss.). Además se conserva el testamento de los 40 mártires, con su última voluntad. Esta Pasión es ciertamente auténtica; escrita por un autor contemporáneo, aunque no parece el testimonio de un testigo presencial. Las varias versiones que se conservan coinciden en lo principal, aunque se diversifican a veces en detalles secundarios (cfr. D. Ruiz Bueno, Actas de los mártires, Madrid 1951). En España también fueron conocidos a través de una Pasión, que no es otra cosa sino un sermón de S. Basilio.
     
      El relato de la Pasión cuenta que murieron en el a. 320, en la persecución desencadenada en Oriente por el emperador Licinio, y de orden del gobernador de Capadocia, Agripa. El Emperador había ordenado que todos los soldados sacrificaran a los ídolos. Nuestros mártires, todos ellos pertenecientes a la misma legión (la legión XII Fulminata), de estancia en Sebaste, se negaron, alegando que eran cristianos. El gobernador intentó convencerlos sin conseguirlo y, en vista de ello, mandó que fueran sometidos al tormento del frío. Efectivamente, dado que era invierno, fueron obligados a tenderse desnudos en un estanque helado, donde habían de permanecer toda la noche.
     
      Su oración durante aquellas interminables horas fue pedir a Dios que, puesto que habían comenzado el combate 40, fueran también 40 los que recibieran la corona del martirio. Sin embargo, uno de ellos no pudo resistir el frío, y prefirió salir del estanque. A pesar de ello, la oración había sido escuchada, pues no mucho después se hicieron visibles 40 ángeles que con sendas coronas en sus manos bajaban del cielo, y fueron coronando a cada uno de los mártires. Ante este portento, uno de los guardias se declaró cristiano, y despojándose de sus vestidos, fue a ocupar el lugar que el desertor había abandonado, recibiendo él la corona destinada al otro.
     
      A la mañana siguiente, mandó el gobernador que les rompieran las piernas, y una vez muertos, quemaran los cuerpos y arrojaran las cenizas al río. Cuentan las actas que cuando recogían los cadáveres para quemarlos, vieron que uno, llamado Melitón, el más joven de todos, aún vivía. Decidieron dejarlo, esperando que aún podrían convencerlo; pero la madre, que estaba presente, lo tomó ella misma y lo puso en el carro con los demás, mientras lo animaba a coronar felizmente su victoria.
     
      Sus nombres los conocemos por el testamento. Se llamaban: Quirón, Cándido, Domno, Melitón, Domiciano, Eunoico, Sisinio, Heraclio, Alejandro, Juan, Claudio, Atanasio, Valente, Eliano, Edicio, Acasio, Bibiano, Elías, Teódulo, Cirilo, Flavio, Severiano, Valerio, Cudión, Sacerdón, Prisco, Eutiquio, Eutiques, Esmeragdo, Filotimón, Aecio, Nicolás, Lisímaco, Teófilo, Jánteas, Augías, Leoncio, Hesiquio, Cayo y Gorgón. En este documento pedían ser enterrados juntos, dado que juntos habían muerto. Sin embargo, la piedad de los fieles no permitió que se cumpliera su deseo, pues sus reliquias de difundieron rápidamente por todas partes.
     
      Culto. Se sabe que en Oriente se celebraba su fiesta, ya antes del s. V; el 9 marzo en la Iglesia griega, fecha que aceptan Beda y Floro, Adón retrasta al 11, y Usuardo restituye al 9; al canonizar a S. Francisca Romana, la pasaron al 10. En España no hay testimonio de que tuvieran culto, aunque los encontramos en todos los calendarios, pero en el 9 enero.
     
     

BIBL.: H. DELEHAYE, Martyrologium romanum, Bruselas 1940, 91; Acta Sanct. Mart. II, 12 ss.; BENEDICTINOS DE PARÍS, Vies des Saints..., 3, París 1941, 219 ss.; A. FÁBREGA GRAU, Pasionario hispánico, I, Madrid 1953, 204; 11, Madrid 1955, 144 ss.; J. VIVES, A. FÁBREGA, Calendarios hispánicos anteriores al s. XIII, «Hispania sacra» 3 (1950) 146; J. JANINI, Dos calendarios emilianenses del s. XI, ib. 15 (1962) 179 y 183.

 

R. JIMÉNEZ PEDRAJAS.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991