REALISMO I. FILOSOFÍA.


El vocablo realismo forma familia con las palabras «real» y «realidad» (v.) y, como éstas, procede del latín res (cosa). Se designan con él las actitudes que, en distintos planos de la vida humana (v. II-VIl), subrayan el valor de las cosas por sí mismas, la primacía de lo real, entendiendo por tal lo en-sí, con anterioridad y al margen de la relación -cognoscitiva y operativadel hombre con las cosas. En el ámbito del conocimiento (v.), el r. consiste en la afirmación de una realidad que existe en sí y que no es, por tanto, simple proyección del sujeto cognoscente. Se trata de actitudes y afirmaciones que son naturales y espontáneas en el espíritu humano. Conocimiento realista o filosofía realista, en su sentido más propio, viene a ser sinónimo de ciencia o filosofía verdadera, perfeccionamiento del conocimiento natural y espontáneo.
      En la historia de la filosofía occidental, el r. se ha presentado en tres dimensiones diferentes, de alguna forma conexas entre sí: 1) Ante el problema de los universales (v.), las posiciones realistas, diversamente matizadas, se oponen al nominalismo (v.) y al conceptualismo (v.). 2) En el pensamiento moderno, el r. es el contrapunto, gnoseológico y metafísico, del racionalismo (v.) y del idealismo (v.). 3) A partir del s. XIX, el positivismo (v.) postula el atenerse a los hechos, tal como son, sin que se les sobrepongan interpretaciones, teorías, proyecciones, etc., considerándose por eso a sí mismo como un r., aunque no lo es; como tampoco son realistas otras corrientes ideológicas, más o menos inspiradas en el llamado positivismo, que se autocalifican también como r. aunque son racionalistas o idealistas (sobre todo el materialismo, v., y especialmente el de Marx, v.). Por eso nos ocuparemos de las dos primeras dimensiones indicadas (v. t. II).
      1. Realismo frente a nominalismo y conceptualismo. El problema de los universales se plantea formalmente en la Edad Media. Usamos palabras de indiscutible significación universal. Ahora bien, ¿responde esa universalidad significativa a una universalidad conceptual o, por el contrario, tenemos conceptos diferentes de los individuos que englobamos en una misma especie? Y en el primer supuesto, la universalidad conceptual ¿es una mera exigencia de nuestra mente o es captación de un contenido realmente universal? El nominalismo (v.) afirma que nada hay universal sino nuestras palabras. El conceptualismo (v.) defiende que también los conceptos son formalmente universales, pero no en función de un supuesto paralelismo entre el entendimiento y la realidad, sino como mera consecuencia de la estructura mental humana.
      El r. mantiene que la universalidad significativa es reflejo de la universalidad conceptual, y ésta a su vez responde a una cierta universalidad de lo real. Entre los realistas, sin embargo, es preciso establecer una distinción, que tradicionalmente viene designándose con los nombres de r. exagerado o absoluto y r. moderado.
      a) El realismo exagerado se remonta a Platón (v.), para el cual las ideas o esencias son lo verdaderamente real, entes inmutables, permanentes, siempre idénticos a sí mismos. Lo verdaderamente real no son, p. ej., los hombresindividuos de este mundo, mortales y cambiantes, sino el hombre-esencia, que es y no puede no ser, aunque no exista (existir es un modo deficiente de ser). Las ideas o esencias no son, por tanto, conceptos, aunque sí objetos inteligibles, ni son tampoco parte integrante del mundo sensible. Tanto nuestros conceptos como el mundo sensible le son dependientes de alguna manera, pero las ideas o esencias constituyen un nivel de realidad distinto del de aquéllos y del de éste, nivel que por lo demás es el supremo: lo verdaderamente real.
      En parte en línea con el pensamiento platónico, S. Agustín (v.) sostiene, sin embargo, que las esencias no son sino ideas divinas, y de ahí su condición de suprema realidad. Tales ideas divinas son además, por una parte, los modelos según los cuales el propio Dios ha creado las cosas de este mundo, y, por otra, la fuente del pensamiento humano, por cuanto nuestros conceptos no provienen del mundo sensible sino de la acción iluminativa de Dios en el intelecto humano.
      Para el r. exagerado, por tanto, los universales (lo que solemos considerar habitualmente como entidades abstractas) son verdadera y formalmente reales, y con una realidad suprema y radical, que es el fundamento del mundo sensible. Dado que es a éste al que ordinariamente aceptamos como lo real, los medievales acuñaron una expresión para delimitar la doctrina del platonismo: «universalia ante rem». Los representantes más caracterizados de este r. en la Edad Media son los componentes de la Escuela de Chartres (v.) y Guillermo de Champeaux (v.).
      b) El llamado realismo moderado parte de Aristóteles (v.), que concibe lo inteligible como estructura de lo sensible. El mundo físico está constituido por entes individuales, pero las esencias de éstos son estructuras inteligibles, comunes a numerosos individuos. La primacía ontológica corresponde, por tanto, a las sustancias o esencias, que, sin embargo, no son sino en los individuos o en el intelecto; lo individual, por otra parte, no tiene en cuanto tal otra realidad que la numérica, hasta el punto de que es posible la existencia de dos o más individuos plenamente idénticos.
      Para el r. moderado, por tanto, la universalidad se da formalmente en el concepto, pero potencialmente está en las cosas sensibles. A través del proceso abstractivo, la mente humana alcanza lo que de inteligible hay en lo sensible: la estructura común o específica. Ese proceso es universalizante en la medida en que consiste en la «inmaterialización» de la realidad corpórea.
      c) Abelardo (v.) apunta ya a una solución integradora; en él están todos los elementos básicos de la doctrina más perspicaz y más madura, expresada con plenitud por S. Tomás de Aquino (v.). Este, en efecto, formaliza la síntesis onto-gnoseológica de Aristóteles con la concepción agustiniana de las ideas divinas como universalia ante rem, origen y modelo últimos de la realidad sensible y, por tanto, del conocimiento intelectual humano (v. CONOCIMIENTO I).
      2. Realismo frente a racionalismo e idealismo. La progresiva relevancia que el pensamiento de muchos modernos concede a la conciencia frente a las cosas culmina en el idealismo absoluto, para el cual la postulada identidad entre realidad y racionalidad se funda en la primacía radical de la razón (v.). El movimiento arranca del racionalismo de Descartes (v.), y más remotamente del esencialismo en la concepción del ente de algunos escolásticos, como, p. ej., Suárez (V. REALIDAD, I). Descartes no reconoce más verdad que la fundada en el autoconocimiento; a partir de él, la idea no es un medio, sino el objeto del conocimiento intelectual. Kant (v.) dará otro paso adelante, al declarar teóricamente incognoscible la cosa en sí y concebir el objeto como resultado de la función conformadora del sujeto (V. RACIONALISMO; IDEALISMO).
      Como consecuencia de todo ello, la actitud del no iniciado -y aun de toda la filosofía antigua, medieval y renacentista- será conceptuada por los racionalistas e idealistas modernos como r. ingenuo. Consistiría éste en la aceptación inmediata y acrítica de una supuesta realidad trascendente a la conciencia, que ésta reflejaría en el conocimiento con mayor o menor fidelidad. Frente al r. ingenuo, y para salvar la acusación de dogmatismo hecha desde posiciones kantianas e idealistas, algunos, especialmente la escuela de Lovaina (v.), han propugnado lo que llaman un realismo crítico, que defiende la independencia ontológica del objeto respecto del sujeto, pero no como dato, sino como resultado de un proceso más. o menos demostrativo a partir de lo dado en la conciencia.
      El predominio de esta actitud entre los neoescolásticos del primer tercio del s. XX (v. II, B, 3) motivó, como reacción y en defensa de la realidad y del r. gnoseológico, entre otras, la obra El realismo metódico, en la que Gilson (v.) muestra que quien parte de la sola conciencia como dato, si es coherente, acaba en el idealismo; por ello, no hay más r. que el de quienes aceptan como dato la rigurosa dualidad objeto-sujeto, sobre la que se proyectará luego la crítica para perfilarla, matizarla y defenderla; el r. natural y espontáneo del conocimiento humano se continúa y perfecciona con la crítica y con las ciencias (cfr. también C. Cardona, o. c. en bibl.).
      Aparte diferencias de escuela, el realismo gnoseológico consiste en la aceptación de la realidad trascendente a la conciencia, y, por tanto, independiente de ella y anterior al momento cognoscitivo, aun en el supuesto de que hubiera que justificarla a partir de éste. Realidad trascendente a la conciencia y además múltiple (V. PLURALISMO) y cambiante (V. CAMBIO); el racionalismo, en cambio, aboca a considerar la realidad en sentido monista (V. MATERIALISMO I; MONISMO; PANTEíSMO; ESPIRITUALISMO; MECANICISMO) O dualista (V. DUALISMO; OCASIONALISMO).
     
      V. t.: REALIDAD; CONOCIMIENTO; ENTENDIMIENTO; INTELIGENCIA; OBJETO; VERDAD; ERROR; CtC.
     
     

BIBL.: J. M. ALEJANDRO, Crítica, 2 ed. Santander 1964; íD, Gnoseología, Madrid 1969; B. AYBAR, El realismo intuitivo, Tucumán 1954; C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, 2 ed. Madrid 1973; E. CASSIRER, El problema del conocimiento, 4 vol., México 1948-57 (historia completa del tema; el autor es neokantiano); E. CORETH, Das dialektische Sein in Hegels Logik, Viena 1952; G. K. CHESTERTON, ortodoxia, Barcelona 1968; J. DE VRIES, Pensar y ser, 2 ed. Madrid 1952; C. FABRO, Percezione e pensiero, 2 ed. Brescia 1962; P. GARIN, La théorie de l'idée suivant l'école thomiste, 2 vol., París 1932; R. GARRIGOU-LAGRANGE, El sentido común, Buenos Aires 1944; E. GILSON, El realismo metódico, 3 ed. Madrid 1963; íD, La unidad de la experiencia filosófica, 3 ed. Madrid 1973 (aspecto histórico del tema); J. GREDT, Unsere Aussenweldt, Innsbruck 1921; H. HESSEN, Teoría del conocimiento, 2 ed. Madrid 1951; J. MANSER, La esencia del tomismo, 2 ed. Madrid 1947; J. MARÉCHAL, El punto de partida de la Metafísica, 5 vol., Madrid 1957-59; A. MESSER, El realismo crítico, Madrid 1927; A. MILLÁN PUELLEs, Fundamentos de Filosofía, 8 ed. Madrid 1972, cap. XVII (síntesis clara); L. NOÉL, Le réalisme immédiat, Lovaina 1938; íD, Notes d'épistémologie thomiste, Lovaina 1925; L. POLO, El acceso al ser, Pamplona 1964; P. ROUSSELOT, Vintellectualisme de St. Thomas, 2 ed. París 1924; G. VAN RIET, L'épistémologie thomiste, Lovaina 1946; F. VAN STEENBERGHEN, Epistemología, Madrid 1956; R. VERNAUX, Epistemología general, Barcelona.

 

ANTONIO DEL TORO.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991