RACIONALISMO II


3. Caracterización de los racionalismos. Cualquier forma de r. puede. caracterizarse por la creencia de que la razón y el conocimiento humano (sensible o intelectual) es capaz de explicarlo todo; y si hay algo que todavía no ha explicado (es decir, si de hecho en algún caso aún no lo ha conseguido), no se duda de que llegará un momento en que lo explicará. Con el r. está estrechamente vinculada la superficial idea de «progreso» (v.) que elaboraran los llamados «ilustrados» del s. XVIII (V. ILUSTRACIóN) y que tuvo amplio eco a lo largo de todo el s. XIX con el positivismo (v.) y cientifismo (v.). En el s. XX, dicha idea de progreso, que encierra en su núcleo una concepción racionalista (y muchas veces mecanicista) del hombre y de la realidad, se derrumbó de la mente de la mayoría de los que todavía la sostenían. Las dos guerras mundiales mostraron con evidencia que el progreso técnico y científico no basta para garantizar un progreso total del hombre y de la humanidad; más aún, si no hay progreso moral y del espíritu, y firmeza en el cultivo de las ciencias morales y espirituales, de la filosofía y metafísica, ética y derecho, teología y religión, si todo eso no se cultiva individual y socialmente, y no sólo con la razón, sino también con las decisiones de una voluntad libre y responsable, entonces el progreso meramente racional técnico-científico puede ser un retroceso, un medio para que la humanidad se destruya más fácilmente (v. t.: INVESTIGACIÓN VI; FELICIDAD; MODERNA, EDAD III, 1-2).
      El r., al considerar que toda realidad es racional, minusvalora la complejidad de lo real y sobrevalora el valor y capacidad de la razón. En efecto, hay que tener en cuenta que el hombre no actúa ni entra en contacto con la realidad sólo con su razón, sino también con su voluntad, con sus decisiones, con sus afectos y sentimientos, con sus sentidos y su sensibilidad; y aunque sea verdad que todo ese complejo de potencias y capacidad debe procurar organizarlos y dirigirlos racionalmente, sin embargo eso no quiere decir que en cada circunstancia o situación concreta haya una sola posibilidad «racional» legítima de actuación (racionalismo moral), sino que pueden ser varias, en las que la libertad y los afectos personales también tendrán su papel. Además, la racionalidad o inteligibilidad de la realidad sólo puede ser plena para una inteligencia infinita, la de Dios, en el que se une a ella la omnipotencia de su voluntad (v. DIOS IV, 13-14); Dios es el creador de la realidad del mundo, y sólo Él la conoce absoluta y exhaustivamente, en todos sus niveles y formas (v. CREACIÓN). El hombre se acerca a la complejidad de lo real con las posibilidades y con los límites de su propio ser, de su entendimiento (v.) y de su voluntad (v.), y sólo paso a paso, con esfuerzo, con avances y retrocesos, la va entendiendo y desvelando sin llegar nunca a agotarla, porque el hombre no es el creador de la realidad (v. HOMBRE III; DIOS IV, 5; CREACIÓN III, 4).
      En el fondo de todo sistema racionalista late, pues, un monismo (v.), una simplificación artificial de la realidad, reduciéndola a una falsa unidad con la que hacerla plenamente inteligible, lo cual aboca fácilmente a un panteísmo (v.) de un signo u otro. Al sobrevalorar la capacidad de la razón, el r. tiende a hacer depender de la razón a toda realidad; así, Descartes, al considerar como principio de todo conocimiento y toda verdad a las «ideas claras y distintas», hace que sea la razón la que establece y produce la verdad, cuando logra una de esas ideas, en vez de considerar que la verdad es el acuerdo o correspondencia de la razón con la realidad que está fuera. Y en último extremo, como es el caso del idealismo absoluto de Hegel (v.), -se llega a decir no sólo que todo lo real es racional, sino también que todo lo racional es real: aquí, más o menos conscientemente, la razón y el pensamiento humano son como los creadores de la realidad. Esta identificación de ser con pensar, y de pensar con ser, es la característica del r. idealista, cuyo panteísmo puede ser calificado de espiritualista (v. t. ESPIRITUALISMO): la realidad es fundamentalmente la razón o espíritu humano, lo demás no serían más que manifestaciones o concreciones suyas.
      Por su parte el r. empirista no admite o no valora más que el conocimiento de los sentidos (v.); cómo éstos sólo captan lo material y los fenómenos sensibles, es decir, materiales (v. MATERIA II, 1), el empirismo piensa que sólo se pueden alcanzar conocimientos ciertos y válidos de las realidades materiales; lo demás (todo lo que suele calificarse de espiritual, el sentido del deber, todo aquello de lo que no tenemos experiencia sensible directa, etc.) es considerado como hipotético, o irracional, o sentimental, etcétera, o en último extremo puras combinaciones complejas de las realidades materiales. En la línea del empirismo se sitúa el positivismo (v.) de Comte (v.) y otros. En último extremo, empirismo y positivismo abocan a un materialismo absoluto, como ocurre en Marx (v.), que transforma el r. espiritualista de Hegel en r. materialista; se trata en este caso de un monismo materialista en el que se atribuyen a la materia las propiedades y cualidades divinas que el idealismo atribuye al espíritu humano (necesidad absoluta, eternidad, carácter creador de todo, etcétera), y así puede ser calificado como una especie de panteísmo materialista (v. MATERIALISMO): la realidades fundamentalmente la materia, todo lo demás serían sólo manifestaciones o concreciones suyas.
      El r. de Kant (v.) tiene una caracterización peculiar, a caballo entre el empirismo y el idealismo. Para Kant, los fenómenos sensibles, materiales, son objeto de la «razón especulativa», que vuelca sobre ellos sus contenidos mentales y universales previos, produciéndose entonces el conocimiento científico teórico (se funden aquí empirismo e idealismo); lo demás (deber, fin último, religión, etcétera) es objeto de la «razón práctica», que busca un conocimiento práctico, dirigido a la acción. Las especulaciones kantianas, en lo metafísico, darán origen en diversos pensadores a distintas formas de agnosticismo (v.), escepticismo (v.), pragmatismo (v.), relativismo (v.) o subjetivismo (v.), mezcladas con un agudo r. dogmático y gnoseológico en lo científico-natural.
      Todo r. estrictamente tal, sea del signo que sea, puede ser calificado mejor como «ideología» (v.) o «sistema de pensamiento», más que como filosofía auténtica, si consideramos que la filosofía (v.) y los filósofos han de ocuparse de la realidad tal como es, y no como se piensa que es o se quisiera que fuese. Así el monismo que subyace en casi todos los racionalismos lleva fácilmente a concepciones totalitarias de la vida y convivencia humanas (v. TOTALITARISMO), que difícilmente reconocen ninguna forma de pluralismo, ni en lo científico ni en lo político (v. PLURALISMO). Por un lado se pensará o se tenderá a pensar que hay una única ciencia verdadera y primera, a la que a lo sumo las demás se subordinan o derivan de ella: para unos será la física (cientifismo, en parte Kant, y también Marx y Comte), para otros la psicología (empirismo de Hume), o la sociología empírica (positivismo), o la metafísica (Hegel), o la economía con la física (Marx), o la lógica (neopositivistas; v.), etcétera. Por otro lado se pensará que no hay más que una forma de estructurar u organizar la sociedad y la convivencia humana, bien sea dando primacía absoluta al individuo (v. LIBERALISMO) o a la colectividad (v. COMUNISMO).
      Por el contrario, una filosofía realista reconoce que las cosas existen y son como son fuera e independientemente de la mente y de las sensaciones, y que el conocimiento (v.) humano es la producción o aparición en el entendimiento del ser y de la esencia de las cosas a través del contacto de éstas con los sentidos (v. CONCEPTO; IDEA; JUICIO; OBJETO). Es decir, el conocimiento no es la producción de objetos, de ideas o de conceptos por la mente, sino por la realidad misma: la unión de entendimiento (v.) y realidad (v.). Y la realidad es múltiple, material y espiritual, perecedera o inmortal, acto (v.) y potencia (v.), materia (v.) y forma (v.), sustancia (v.) y accidentes (v.), minerales, vegetales y animales, sensible e inteligible, esencia (v.) y acto de ser (v.); en suma, compuesta de múltiples entes, en los que los elementos que se acaban de mencionar se reconocen combinados de distintas formas, con diferentes grados de causalidad (v. CAUSA) y de ser (v. SER). Y además el entendimiento humano no puede abarcarlo todo de una vez, sino poco a poco, partiendo de unas primeras certezas y evidencias, de unos primeros principios que encuentra en la realidad misma (v. PRINCIPIO), sin que eso quiera decir que a partir de ellos pueda ya llegar a conocer exhaustivamente todo; según la clase o el aspecto de la realidad que se quiera conocer habrá que emplear un método u otro, o una combinación de ellos (v. MÉTODO), y a veces tendrá que contentarse con unas cuantas certezas (v.) y evidencias (v.) y unas cuantas probabilidades (V. PROBABILIDAD Y PROBABILISMO). El realismo (v.) de una filosofía auténtica, que no quiere transformarse en simple racionalismo o sistema de pensamiento, reconoce formas de pluralismo (v.), que no son escépticas, relativistas, o simplemente subjetivistas o pragmatistas. Las ciencias son también múltiples, con distintos objetos de estudio y métodos distintos adecuados a cada caso; se puede realizar una cierta ordenación o gradación de las ciencias, pero no se pueden reducir a una sola (V. CIENCIA VII; INVESTIGACIÓN VI). Autor: JORGE IPAS.
     
      V. t.: RAZÓN I-II; OBJETO; OBJETIVISMO; INTELECTUALISMO; IDEALISMO; PANTEíSMO; MATERIALISMO; POSITIVISMO; NOMINALISMO; MODERNA, EDAD III; MEDIA, EDAD III; APOLOGÉTICA II, 3-4; BIBLIA V, 2; CONOCIMIENTO I, 9; etc.
     
     

BIBL.: Aspectos históricos: C. FARRO, Dell'essere all'esistente, 2 ed. Brescia 1962; É. GILSON, La unidad de la experiencia filosófica, 3 ed. Madrid 1973; B. MAGNINO, Iluminismo y cristianismo, 3 vol. Barcelona 1962-63; J. MARITAIN, Le songe de Descartes, París 1932; L. POLO, Evidencia y realidad en Descartes, Madrid 1963; A. SAINTEs, Histoire critique du rationalisme en Allemagne, París 1841; F. VALIAVEc, Historia de la Ilustración en Occidente, Madrid 1964; C. CONSTANTIN, Rationalisme, en DTC XIII-2, 1688-1778. Aspectos críticos y sistemáticos: C. CARDONA, Metafísica de la opción intelectual, 2 ed. Madrid 1973; C. CONSTANTIN, Rationalisme, en DTC XIII-2, 1688-1778; G. K. CHESTERTON, Ortodoxia, Barcelona 1972; C. FARRO, L'uomo e il rischio di Dio, Roma 1967; íD,' Introduzione all'ateismo moderno, 2 ed. Roma 1969; C. GIACON, La causalitá nel rationalismo moderno, Milán-Roma 1954; É. GILSON, El realismo metódico, 3 e d. Madrid 1963; G. G. GRANGER, La raison, París 1955; K. JASPERS, Razón y existencia, Buenos Aires 1959; íD, La razón y sus enemigos en nuestro tiempo, 2 ed. Buenos Aires 1957; F. MANGÉ, Le rationalisme comme hypothése méthodologique, París 1909; 1. MARITAIN, Los grados del saber, Buenos Aires 1968; L. OLLÉ-LAPRUNE, La raison et le rationalisme, París 1906; J. ORTEGA Y GASSET, El tema de nuestro tiempo, Madrid 1921; L. POLO, El acceso al ser, Pamplona 1964; L. ROUGIER, Les paralogismes du rationalisme. Essai sur la théorie de la connaissance, París 1920; G. DE RUGGIERO, El retorno a la razón, 1949; J. DE VRIES, Pensar y ser, 4 ed. Madrid 1963.

 

JORGE IPAS, J. M. PRIETO SOLER, JOSÉ LUIS MANCHA.

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991