Premonstratenses
 

Con el nombre de Cándida y Canónica Orden de Premonstratenses se denominan los canónigos regulares de S. Agustín, fundados en 1120 por S. Norberto (v.) en Prémontré, de donde les viene el nombre.

1. Origen y primera organización. Los esfuerzos de los grandes reformadores y de los Papas, particularmente S. Pedro Damián (v.) (m. 1072) y S. Gregorio VII (107385, v.), por la reforma del clero, obtuvieron resultados positivos en la Iglesia, induciendo a muchos eclesiásticos a buscar una vida más perfecta. Surgieron, en el s. XI, los llamados Canónigos seculares, que eran eclesiásticos con cura de almas, que hacían vida común, pero sin vínculos de vida religiosa. Esta misma corriente reformadora condujo a la formación de los Canónigos regulares, que constituían verdaderos Institutos religiosos. El Instituto más importante de éstos es el de los p., que alcanzó gran popularidad y extensión y sirvió de prototipo de este nuevo género de vida de consagración. Su fundador, S. Norberto, era canónigo de Xanten, en Prusia, donde llevó algún tiempo una vida bastante relajada. Después de varias vicisitudes se entregó durante tres años a la vida de retiro. El resultado fue un ansia general de unir la vida de apostolado con la vida monástica. De momento, se entregó de lleno a la predicación, y durante los años siguientes, después de renunciar a su canonicato y a sus bienes patrimoniales, fue un predicador popular, como lo fue más tarde S. Domingo (v.).
Surgió en él la idea de organizar una orden religiosa, según parece del modo siguiente. El a. 1119, mientras Norberto estaba entregado de lleno a la predicación, se le unieron muchos sacerdotes, y entre ellos, su futuro sucesor, el b. Hugo de Fosses, capellán del obispo de Chalons. Con estos compañeros y la protección de dicho obispo, emprendió en las proximidades de Laon la formación de una abadía o mansión sacerdotal, como él la concebía, y según refiere la tradición, vio en una especie de visión un ejército de monjes blancos con sus cruces y antorchas. De este modo, según él interpretó, la fue pre-mostrado el Instituto que debía organizar, por lo cual designó aquel lugar con el nombre de Prémontré. Así, pues, durante el año siguiente, 1120, con los cuarenta compañeros que se le habían juntado, organizó el primer monasterio de la nueva Orden. Tomando luego como base este monasterio, él y sus compañeros desarrollaron desde entonces una intensa actividad apostólica, al mismo tiempo que seguían un sistema de vida monástica. Tal es la fundación de los p. El ideal de S. Norberto era reavivar el fervor de los canónigos o sacerdotes. De este modo, uniendo la vida monástica con la cura de almas, imitarían mejor la obra apostólica de Cristo y los Apóstoles.
Apenas hubo iniciado S. Norberto esta obra y empezaron a conocerse sus excelentes frutos, se presentaron diversos grupos de sacerdotes o núcleos de canónigos seculares, que se pusieron bajo su dirección. La primera filial de Prémontré fue Floreffe, cerca de Namur. Entre 1123 y 1124 entra S. Norberto en Amberes con una buena selección de discípulos, siguiendo la llamada del obispo de Cambrai. Los progresos del nuevo Instituto eran cada vez más tangibles. Pero ya en 1126 S. Norberto fue nombrado obispo de Magdeburgo, y desde este momento ya no pudo atender a la dirección de su obra, que dejó en manos de su más íntimo colaborador, Hugo de Fosses. Y así, mientras la Orden continuaba su próspero desarrollo, S. Norberto, como obispo de Magdeburgo, tuvo que seguir caminos muy diversos hasta su muerte en 1134.

2. Desarrollo ulterior de la Orden. Cuando en 1126 Hugo de Fosses tomó la dirección de la Orden, se encontraba ésta en un momento crítico. S. Norberto se había basado en la Regla de S. Agustín; había introducido costumbres y dictado ordenaciones; pero no había tenido tiempo para redactar los Estatutos definitivos. Rápidamente se puso Hugo a la obra, y ya en 1126 obtuvo del papa Honorio II (1124-30) la aprobación de las primeras ordenaciones. Pero su mérito principal consiste en haber dado la forma definitiva a los Estatutos de los premonstratenses. En ellos se resolvía claramente la cuestión sobre si la Orden de los p. debía ser simplemente una reforma de los canónigos de S. Agustín o una nueva Orden, con una finalidad nueva. Se trataba, pues, de una nueva Orden, que sobre la base de la vida común de los canónigos regulares, se dedicaba de lleno a la cura de almas. El segundo mérito de Hugo consiste en haber dado un poderoso impulso a la obra. Con el apoyo de la jerarquía, particularmente de los Romanos Pontífices, la Orden se propagó con relativa rapidez.
Las crónicas contemporáneas exageran, indudablemente, al notar que ya a fines del s. XII eran unas mil las abadías de p., aparte otras residencias menores. Ateniéndonos a datos más objetivos y seguros, podemos afirmar que en su periodo de mayor apogeo en el s. XIII llegó a contar algo más de seiscientas abadías, sobre todo en Francia y Alemania. Como era natural, el mismo S. Norberto los instaló ya en 1129 en su sede episcopal de Magdeburgo, que se convirtió en el centro de irradiación de la Orden en el norte de Alemania. Al tiempo de su mayor extensión siguió, en la segunda mitad del s. XIII, algo de paralización, debida sin duda a la popularidad de las órdenes mendicantes. En los s. XIV y XV se observa una creciente decadencia, que por lo demás es común a casi todos los Institutos religiosos. Una de sus causas principales fue, como es bien conocido, el Cisma de Occidente (v.).
Esto creó a fines del s. XIV y durante el s. XV un ambiente general de indisciplina, de que se hacen eco los cronistas del tiempo. El protestantismo, que, debido precisamente a este ambiente, causó efectos desastrosos a la Iglesia católica, fue particularmente pernicioso para los premonstratenses. Según los cálculos más objetivos, cerca de la mitad de sus abadías abandonaron la obediencia a Roma. En cambio, puede observarse que con la renovación y reforma católica, volvieron a vivir un periodo de apogeo. Algunas reformas de la Orden eran claro indicio de este apogeo; pero al mismo tiempo manifestaban la tendencia a formar grupos independientes de la Orden.

3. Evolución hasta nuestros días. Fue célebre en doble sentido, de reforma y de independencia, el caso de España. Se propuso el proyecto de colocar a la cabeza de las abadías de p. prelados elegidos para tres años. Ésta y otras innovaciones se impusieron a los p. en España, basándose sobre todo en la autoridad del Nuncio Ornameto, y con el apoyo decidido de Felipe II. Se introdujeron, pues, los Abades trienales, a cuyo frente se erigió un Provincial. Por otro lado se estableció un noviciado común a las diversas abadías. En 1576 se publicaron los Estatutos de esta nueva Reforma. El Abad general de Prémontré intervino enérgicamente frente a este intento de escisión y tras largas discusiones se llegó a un acuerdo.
Otra reforma digna de mención tuvo lugar en Francia y lleva el nombre de Reforma de Lorena. De hecho fue asunto personal de los p. Daniel Picart y Gervasio de Lairuels. Tuvo principio en Alsacia y Lorena, se extendió rápidamente en Picardía, Champaña y Normandía, llegando a contar con 42 monasterios. Paulo V (1605-21) la aprobó en 1617 con la designación de Congregación del antiguo rigor de Prémontré. Aparte estos movimientos y otros semejantes en Alemania y otros territorios, la Orden como tal introdujo una Reforma general sobre la base de las disposiciones del Conc. de Trento. Para ello trabajó en una nueva elaboración de los Estatutos, que fue publicada en 1630. Sobre esta base se desarrollaron prósperamente los p. a fines del s. XVI y durante todo el s. XVII.
Pero las corrientes antirreligiosas del s. XVIII comenzaron a producir los primeros efectos de descomposición de la Orden, a lo que se añadieron los trastornos políticos originados por la Revolución francesa, no sólo en Francia, sino en toda Europa. Desapareció la inmensa mayoría de los monasterios de premonstratenses. De los pocos que quedaban, cayeron los de Polonia en 1819 y los de España en 1835. En 1835 no quedaban más que nueve abadías, a las que se añadieron pronto otras cinco en Bélgica. Esto sirvió de fermento para una nueva organización. Posteriormente la Orden fue víctima de sensibles golpes, como su prohibición general de 1950 en Checoslovaquia y Hungría. Pero, esto no obstante, ha ido progresando. En 1902 hizo su entrada en los Estados Unidos de América. En 1961 erigió en Inglaterra un monasterio independiente, y en nuestros días cuenta con más de dos mil miembros.

4. Constitución y organización. Según parece, S. Norberto no tuvo en un principio un plan definitivo y claro sobre alguna Regla. Pero bien pronto se decidió por la de S. Agustín, sobre cuya base hizo sus ordenaciones y Hugo de Fosses redactó los primeros Estatutos. En esta redacción consta que se tuvieron presentes las Constituciones de los Cistercienses, sobre todo la Charla caritatis. Sin embargo, este primer texto de los Estatutos de los p. no se ha conservado en su original, si bien consta que fue el que obtuvo la aprobación pontificia en 1131. Una segunda redacción tuvo lugar en 1150 y la definitiva se realizó ca. 1200.
La Orden se divide en Provincias, que los p. designaban con el nombre de Circarías. Sus límites coincidían ordinariamente con los de las Provincias eclesiásticas. A la cabeza de la Orden estaba el Abad de Prémontré, y en esta forma siguió hasta 1790. A su lado se hallaban tres Abades consejeros. Los Capítulos generales tenían lugar en Prémontré, y sólo desde el s. XV se celebraron algunos en otras partes. Sus miembros se clasifican: en Canónigos o Sacerdotes, Clérigos o escolares, Novicios y Legos.
Ya S. Norberto abrió a las mujeres las puertas de la Orden. Esto se realizó en un principio en forma de monasterios dobles; pero bien pronto se eliminó este sistema y en adelante se permitieron monasterios de religiosas p. sólo a cierta distancia de los otros.

5. Actividades. Fundamentalmente, la característica de los p. consiste en la unión de la vida monástica con la cura de almas. Una de las primeras discusiones que se promovieron entre los p. fue si debían aceptar parroquias. De hecho, no las incluyen los primeros Estatutos. Sin embargo, ya desde el principio, pero seguramente como excepción, se fundaron algunas abadías como parte de parroquias ya existentes. Lo que más intensamente ocupó al fundador y a las primeras generaciones de p. fue la predicación. Así aparece, sobre todo, en Alemania y en la misma Francia. En este sentido, los p. fueron los precursores de las órdenes mendicantes.
El paso decisivo y característico de la Orden para tomar parroquias fuera de sus monasterios tuvo lugar poco a poco desde fines del s. XII. Desde entonces se comienza organizando las llamadas parroquias-prioratos, más o menos dependientes de alguna abadía. A esto se añadió bien pronto la aceptación de iglesias propias, cuya provisión quedaba a cargo de los p., y se introdujo el sistema de erigir parroquias dependientes.
Por otro lado, ya desde el principio, pero sobre todo desde el s. XIV, es digna de notarse la actividad caritativa de los premonstratenses. Una gran parte de las abadías mantenían anejo un hospital. En algunos casos conocemos una verdadera cadena de hospitales, dependientes de los premonstratenses. Son célebres de un modo especial los que poseían al sur de Francia y norte de España a lo largo del Camino de Santiago. Recientemente, desde el s. XIX, los p. se dedican asimismo a las misiones (en el Brasil, Congo, cte.). Por otro lado, hasta el s. XVIII, era una excepción que los p. regentaran una escuela. Desde entonces y en la actualidad, una de sus actividades son los colegios y la educación de la juventud.
Pero de un modo muy especial queremos hacer resaltar la actividad de los p. en el orden intelectual y en los estudios eclesiásticos. Esto aparece ya en el primer estadio de su evolución, que coincide con el apogeo de la Escolástica en los s. XII y XIII. El mismo S. Norberto era un intelectual. Precisamente su excelente formación lo había introducido en la corte de Federico de Colonia y del emperador Enrique V. En la Vita que sobre él poseemos se dice que durante el periodo de sus predicaciones acudía algunas veces a la célebre Escuela de Laon. En los monasterios de los p. se daba la formación religiosa e intelectual propia para el ministerio que debían ejercitar. En los principales monasterios existía el scriptorium, donde se hacían las copias de códices sobre la S. E., cte., y en la escuela adjunta se daban lecciones de Teología, Filosofía, etc.
De los s. XII y XIII poseemos pruebas bien convincentes de la parte activa que tomaron los p. en el movimiento intelectual y científico característico del tiempo. Ante todo, son dignos de mención algunos tratados de ascética salidos de la pluma de los premonstratenses. Así, por ej., los Cánticos espirituales del b. Herman Joseph. Asimismo los escritos polémicos o apologéticos de Anselmo de Havelberg (m. 1158) y otros semejantes de Adam Scotus, etc.; los tratados ascéticos de Felipe de l'Harvent (m. 1183) y los de Ricardo el Inglés, de laabadía Wichman d'Arnstein y de Zacarías Chrysopolitanus (s. XII), de la abadía de Laon.
En estudios más especiales, y ya en el s. XIII, sobresalieron: Juan de Sacrobosco (m. 1236), escocés de origen, quien compuso la célebre Sphera mundi. Tenemos noticia igualmente de gran cantidad de crónicas: las de Mühlhausen, en Bohemia, por Gerlach; de S. Pablo de Verdún; de Floreffe, etc. En los s. XIV y XV, como en las demás órdenes religiosas, decaen notablemente los estudios eclesiásticos. Sin embargo, encontramos todavía un buen número de escritores más o menos célebres, como Raul Strodus, escocés (m. 1370), insigne poeta y filósofo; el Prior de Floreffe, Herentals (m. 1391), autor de un Collectarium Evageliorum. Los p. de la célebre abadía de Tepl dieron en el s. XIV una traducción alemana de la Biblia. A partir del s. XVI, durante el segundo apogeo de los estudios eclesiásticos, encontramos de nuevo a los p. en plena producción teológica, moral y escrituraria. Citemos a manera de muestra: A Nicolás Psaume (m. 1575), quien representó a la Orden en el Conc. de Trento. Asimismo Florent de Cocq (m. 1699), con su De iure et iustitia y otras obras.

6. Hagiografía. La orden de los p. se distinguió desde el principio por su santidad, como lo prueban las extraordinarias virtudes de su fundador, S. Norberto (v.), y la actuación de sus primeros miembros. De hecho, la misma Orden era el resultado de una campaña de reforma y espiritualidad entre los eclesiásticos y tenía como objetivo principal fomentar su espíritu religioso. He aquí una brevísima enumeración de sus santos y beatos.
Ante todo, al lado del fundador, debe ser colocado el b. Hugo de Fosses (m. 1164), su sucesor en la dirección de la Orden. Primero fue capellán del obispo de Cambrai; pero ya desde 1119 lo vemos al lado de S. Norberto, convertido en su mano derecha. Sucesor del santo como general de la orden, su mérito fundamental consiste en que, tomando como base las costumbres y disposiciones verbales del fundador, redactó sus estatutos, que son una interpretación de la regla de S. Agustín. Por otro lado imprimió a la Orden el impulso de conquista espiritual que la ha distinguido desde entonces, por lo cual es considerado como el segundo fundador de los premonstratenses. En toda su actuación supo conjugar perfectamente el amor y la caridad con una gran decisión y energía en todas sus empresas.
Entre los fundadores de monasterios se distingue S. Gilberto; m. en 1152, prior del monasterio de Neufontaines. De noble familia, era muy piadoso y caritativo y acompañó a S. Luis en su segunda cruzada (1147-49). Después del fracaso de ésta, y conjuntamente con su esposa, S. Petronila, se dedicó a la vida ascética. Levantó entonces el monasterio de Neufontaines y junto a él un hospital, donde se entregó de lleno al cuidado de los enfermos. Junto con varios compañeros, abrazaron la regla de los p. y elegido prior del monasterio, desempeñó santamente su cargo hasta su muerte. El tercer santo canonizado con que cuentan los p. es S. Siardo (m. 1230), abad de Mariengaarden, quien sobresalió a causa de su extraordinario celo por las almas. El recuerdo de sus virtudes y, sobre todo, de su caridad, perduró entre el pueblo cristiano, que veneraba profundamente sus reliquias. Por esto, cuando en 1617, por efecto de las luchas religiosas, fue destruido su monasterio, el pueblo cristiano las trasladó a Tongerloo en Brabante.
Las mismas luchas religiosas dieron a los p. dos mártires englobados en el grupo de los inártires de Gorkum, en Holanda, donde consta que junto con otros trece religiosos fueron apresados y después de nueve días de horribles tormentos, murieron todos en la horca por persistir en la confesión de la real presencia de Cristo en la Eucaristía. Terminemos esta retención de los santos p. con S. Adriano de Hilvarenbeek, párroco de Münster, y su ayudante, el sacerdote Jacobo Lacops.
Entre los beatos, notemos ante todo, al lado del ya nombrado Hugo, el célebre Hroznata o Groznata, mártir en 1217. Perteneciente a la alta nobleza checoslovaca, fundó un monasterio de p. en 1193, donde hizo profesión, y posteriormente otro, y en ambos sobresalió de tal modo por su celo apostólico, que excitó los celos de unos vecinos, quienes lo apresaron y dejaron morir de hambre. No menos célebre es el b. Herman Joseph (m. 1241). Ingresado muy joven en la orden, fue sometido por Dios a las más violentas tentaciones y a las más dolorosas enfermedades. Ordenado de sacerdote, desplegó un incansable celo por las almas. Dejó diversas composiciones poéticas, entre las que sobresale Summi Regis cor aveto. Particularmente digno de mención es el abad Teodul Schlegel, mártir en 1528. Habiendo seguido primero las ideas de Lutero, se convenció luego de la verdad católica y se convirtió en su más decidido defensor en la región de Chur, en Suiza, como lo probó en la célebre asamblea de 1526. Por ello, fue apresado por los fanáticos innovadores y, después de horribles tormentos, fue ajusticiado.
La Orden de los p. cuenta con gran número de miembros que murieron con fama de santidad.


B. LLORCA VIVES.
 

BIBL.: Vita S. Norberti, en MGH, Scriptores, XII, 663 s.; Acta Sanct., jun. 1819 ss.; G. MADELAINE, L'Histoire de saint Norbert, 3 ed. Tongerloo 1928; íD, La spiritualitá di S. Norberto, «A. Praem.» 34 (1958) 219 ss.; 35 (1959) 15 ss.; F. PETIT, L'Ordre de Prémontré, París 1922; B. F. GRASSL, Der Praemonstratenserorden, s. Gesch. u. seine Ausbreitung bis z. Gegenwart, Tongerloo 1934; P. VELEZ, Leyendo nuestras crónicas. Notas sobre nuestras crónicas..., 2 vol., El Escorial 1932; M. BACKMOND, Monastikon Praemonstratense, Straubing 1949; A. ERENS, Prémontrés, en DTC XIII, 1-31; CH. GIROUD, L'Ordre des Chanoines réguliers de saint Augustin.... Martigny 1961; R. SERROU-P. VALS, Les Prémontrés, París 1958; K. HOFMAN, Hugo V. Fosse, en LTK V,514; Acta Sanct., feb. 2, 1658, 378 s.; S. GILBERT, Vita, Acta Sanet., jun. 1, 1695, 762 s.; L. CóTE, Un chevalier, qui se tit moine, Moulins 1952; Mart. de Goskum: Acta Sanct. jul. 2, 1747, 736 s.; A. K. HUBER, Hroznata, en LTK V,500-501; Herman Joseph: Acta Sanct. Apr., 7; O. VASELLA, Schlegel, T., en LTK IX,412.
 

Cortesía de Editorial Rialp. Gran Enciclopedia Rialp, 1991